viernes, 19 de junio de 2015

Los Arrianos Antiguos y los Actuales - P. José María Iraburu

Los Arrianos Antiguos y los Actuales
P. José María Iraburu


Artículo nº 268-3, publicado en su Blog “Reforma o Apostasía” en el año 2014.


Introducción

La tesis que muy brevemente mantengo en este artículo nada tiene de original, aunque pocos la expresan abiertamente. El arrianismo antiguo pretendía favorecer el acercamiento de los paganos a Cristo. Y el arrianismo actual favorece el abandono total de la fe católica [1]. Los católicos-arrianos actuales [círculos cuadrados] son personas que han perdido la fe, unas veces sin darse cuenta siquiera y otras negándose a reconocerlo.


*   *   *


Siglo IV


Constantino el Grande (272-273) abre el Imperio Romano a la Iglesia Católica en el edicto de Milán (313). Cesan por tanto las persecuciones y se ve favorecida una rápida cristianización del mundo romano. El cristianismo ha vencido al precio de mucha sangre martirial, comenzando, claro, por la de nuestro Señor Jesucristo, muerto «en tiempo de Poncio Pilato». Son muchos los paganos que invaden entonces rápidamente la Iglesia Católica, subiéndose al carro del vencedor por convicción o por oportunismo.

La Iglesia logra [así] en el siglo IV la libertad civil. […] Pero es a la vez un tiempo de grandes rebajas del cristianismo. […] Y sucede lo previsible, aquello que testifica San Jerónimo (347-420): «después de convertidos los emperadores, la Iglesia ha crecido en poder y riquezas, pero ha disminuido en virtud» (Vita Malchi 1). Efectivamente, el heroísmo del pueblo cristiano, generalizado en los tres primeros siglos de persecuciones, va dando paso con frecuencia a una mundanización creciente. La Providencia divina suscita justamente en ese siglo IV el monacato, cuyo crecimiento es sorprendentemente rápido. En la cristiandad de Egipto, por ejemplo, había unos cien mil monjes y unas doscientas mil monjas.

Precisamente entonces, cesadas las persecuciones, es cuando una relativa mundanización de las comunidades cristianas ocasiona negativamente el movimiento positivo de una muchedumbre de fieles que, buscando vivir plenamente el Evangelio, sale del mundo secular y se va a los desiertos. Esta opción tan radical tuvo no pocos impugnadores en un principio. Y San Juan Crisóstomo (349-407) la justifica y explica en su obra “Contra los impugnadores de la vida monástica”. Sin embargo, los enormes conflictos internos de la Iglesia en ese tiempo, aún más que en el campo de la vida moral, se dan en el campo doctrinal. Es un tiempo de grandes herejías. Y también de grandes Concilios, que van definiendo la fe católica en Cristo, la Trinidad y la gracia” [2].


Arrio (256-336), presbítero de Alejandría, al parecer de origen libio, discípulo de Luciano de Antioquía, afirma el protagonismo absoluto del Padre, principio único de todos los seres. Desvaloriza así relativamente al Logos, que no es eterno, coeterno al Padre, increado como éste, porque del Padre ha recibido la vida y el ser. Antes de ser engendrado no existía. Y como la Divinidad no sólo es increada, sino que es también ingénita, no engendrada, es claro que el Logos no es propiamente Dios. Fue creado de la nada. Fue la primera creación de Dios, pero hubo un tiempo en que no existía. No participa realmente de la Divinidad, sino que ocupa más bien un lugar intermedio entre Dios y el Universo creado. Él fue el instrumento divino empleado en la creación; y en este sentido, «por él fueron creadas todas las cosas». Y el Espíritu Santo es la primera criatura del Logos divino.

Presentado Jesucristo a los paganos al modo arriano, no resulta para ellos demasiado chocante o inadmisible: pueden «creer» en él sin demasiada dificultad. Pero en esta visión, relacionada con el neoplatonismo de un demiurgo intermedio entre Dios y el mundo, se destruye totalmente la fe cristiana: el Verbo encarnado no es Dios, no hay una real Encarnación de Dios en el hombre, ni se produce la Redención sacrificial que reconcilia a Dios con la humanidad. Jesucristo puede decirse «Salvador del mundo» en cuanto modelo de perfecta santidad (causa exemplaris), pero no en cuanto comunicador permanente del Espíritu y de su gracia (causa efficiens).

El arrianismo se difunde con enorme rapidez y extensión. Y junto a él se producen muchas variantes, que no voy a describir: subordinacionismo, adopcionismo, nestorianismo. Jesucristo, después de todo, es así creíble para los paganos: no es propiamente Dios; es un hombre divino, perfectamente unido a Dios; pero es sólo hombre.

Hay herejías, como la arriana, que pueden perdurar siglos, hasta que son del todo vencidas. El semipelagianismo antiguo, por ejemplo, resurge en el Renacimiento y sin duda aún pervive con gran fuerza y extensión, como ya lo mostré en otros artículos (61-65) [3]. El arrianismo recibe un golpe mortal precisamente en España, hacia el año 600. Los visigodos que invaden Hispania a mediados del siglo V son arrianos. Leovigildo pretende unificar sus reinos en el arrianismo; pero sólo consigue el martirio de su hijo, San Hermenegildo (564-585), convertido al catolicismo. Y su otro hijo y sucesor, Recaredo (586-601), también converso, logra la unificación pretendida en el catolicismo (III Concilio de Toledo, 589). Desde entonces, desaparece prácticamente esa herejía, mantenida apenas por los longobardos. Pero pervive de algún modo en el Islam, de modo que al principio los musulmanes fueron a veces considerados como una variante del arrianismo, porque también ellos eliminaron el escándalo de la Encarnación para facilitar la fe en su nueva religión.

Pelagio (354-427), monje de origen británico, negando el pecado original, y el estado de la naturaleza humana caída, enseña un optimismo antropológico según el cual el hombre puede cumplir todos los mandamientos de Dios sin el auxilio de su gracia. La gracia de Dios es propiamente el libre albedrío que ha concedido al hombre. Dios nos da en Cristo un modelo perfecto que expresa en su Evangelio y en su vida la voluntad de Dios. Pero, estrictamente hablando, no necesita el hombre del auxilio de su gracia para realizar lo que sabe que debe hacer. En este sentido, la oración de petición no tiene sentido, es inútil. ¿Para qué pedir a Dios lo que el hombre, si quiere, puede realizar por sí mismo?

Se comprende perfectamente que los monjes pelagianos, cuando eran rechazados en Iglesias locales católicas, se refugiaban al amparo de Obispos arrianos. Y el movimiento se daba también a la viceversa. Arrianos y pelagianos siempre fueron y son hermanos [4].

Arrianismo y pelagianismo surgen entonces como una versión naturalista del cristianismo. Muchos nuevos cristianos «necesitaban» un cristianismo no sobrenatural, el propio del arrianismo y del pelagianismo: un cristianismo mucho más conciliable con la mentalidad helénica-romana; una versión del Evangelio que no sobrevolase tanto por encima del nivel de la naturaleza. Tengamos en cuenta que gran parte del pueblo cristiano de la época seguía viviendo según «los pensamientos y los caminos» de los hombres, tan distantes todavía de los pensamientos y caminos divinos (Is 54, 8-9). […] 

Arrianismo y pelagianismo van juntos, aunque sean diferentes herejías. Los dos rebajan cualitativamente la condición sobrenatural del mundo católico de la gracia. Los dos son una versión del cristianismo mucho más aceptable para quienes mantienen una mentalidad mundana racionalista” [5].

El Concilio I de Nicea (325) reacciona muy pronto contra el arrianismo, afirmando la fe católica. Abrevio: «Creemos en un solo Dios, Padre omnipotente, y en un solo Señor, Jesucristo, el Hijo de Dios, engendrado unigénito del Padre, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho, consustancial al Padre, por quien todas las cosas fueron hechas, las que hay en el cielo y las que hay en la tierra; que por nosotros los hombres y por nuestra salvación descendió y se encarnó, se hizo hombre, padeció y resucitó al tercer día, subió a los cielos y vendrá a juzgar a los vivos y los muertos. Y en el Espíritu Santo» (Denz 125).

Nicenos y anti-nicenos. Aunque Nicea logra reafirmar la unidad en la fe católica –sólo 2 Obispos, de los 318, se negaron a firmar su doctrina–, se comprueba posteriormente que no se ha logrado una victoria decisiva sobre el arrianismo. En el tiempo siguiente, hay emperadores católicos y los hay arrianos. Hay Obispos  nicenos, auténticamente católicos, a la cabeza de los cuales está San Atanasio. Y sobre todo, curiosamente, cuando la corte imperial se inclina por el arrianismo, hay Obispos arrianos o semiarrianos, que aceptan el arrianismo activamente, o que al menos lo admiten pasivamente, absteniéndose de combatirlo. Siempre se cita aquí aquella frase de San Jerónimo (347-420), dicha a fines del siglo IV (379), después de los conciliábulos de Rímini y Seleucia: «Ingemuit totus orbis et arianum se esse miratus est» (todo el mundo quedó consternado, al verse arriano: Adversus Luciferiani).

Constancio II (337-361), sucesor de Constantino en Oriente, favorece fuertemente el arrianismo, mientras que Constante defiende en Occidente la fe católica. Juliano el Apóstata, sucesor suyo (361-363), procura reavivar los cultos paganos tradicionales. Y es preciso llegar a fines del siglo IV, con Teodosio I (346-395), de origen hispano, para que el Imperio proscriba el arrianismo y declare finalmente la fe católica como religión oficial de todo el Imperio romano (391), prohibiendo incluso los cultos paganos, tolerados hasta entonces. 

San Atanasio (295-273), Obispo de Alejandría durante 45 años y gran doctor de la Iglesia, encabeza a los Obispos niceno-católicos, luchando con gran fuerza contra el arrianismo y contra el poderío imperial que a veces le era adicto. Elegido Obispo de Alejandría a los 33 años de edad, sufre cinco exilios de su sede,  perseguido por el poder imperial y difamado y hostilizado por los Obispos anti-nicenos. Tuvo apoyos notables, como el de San Hilario (315-368) y el del monacato egipcio, muy numeroso y venerado. En la oración colecta de su Misa hemos dicho: «Dios todopoderoso y eterno, que hiciste de tu Obispo San Atanasio un preclaro defensor de la divinidad de tu Hijo»… San Atanasio ha pasado a la historia como el defensor invicto, y en parte bastante solitario, de la fe católica. Pablo VI, en el XVI centenario de su muerte, le dedicó una preciosa homilía (6-V-1973).

San Atanasio, el confesor invicto de nuestra común fe nicena, la fe en la divinidad de nuestro Señor Jesucristo… El valiente e impávido confesor de la fe… Un santo que ha dado una contribución extraordinaria a la vida de la Iglesia en un momento decisivo de su historia, cuando los herejes negaban la consubstancialidad divina del Verbo, es decir, de Cristo… Cuando reflexionamos en las vicisitudes de la vida humana, encontramos en él un creyente sólidamente fundado en la fe evangélica, un confesor convencido y defensor de la verdad, dispuesto a sufrir calumnias, persecuciones, violencias. De los cuarenta y cinco años de su episcopado una veintena de ellos transcurrieron en repetidos exilios [cinco]… Siempre y en todas partes y de frente a todos, poderosos y errados, profesó la fe en la divinidad de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, con tal firmeza que la tradición litúrgica oriental lo define como “columna de la fe verdadera” (Apolytikion, 2-V), mientras que la Iglesia católica lo reconoce como Doctor de la Iglesia.

«La divinidad de Cristo es el núcleo central de la predicación de San Atanasio frente a los hombres de su tiempo, tentados por la crisis arriana. La definición del I Concilio ecuménico de Nicea (325)… constituye el punto constante de referencia de su doctrina. Sólo si se acepta esta doctrina puede hablarse de redención, de salvación, de restauración de la comunión entre el hombre y Dios. Sólo el Verbo de Dios redime perfectamente. Sin la Encarnación, el hombre permanecería en el estado de naturaleza corrupta, de la que ni la misma penitencia podría liberarlo (cf. De Incarnatione, PG 25, 144, 119). Liberado por Cristo de la corrupción, salvado de la muerte, el hombre renace a una nueva vida y reconquista la imagen primitiva de Dios, según la cual había sido creado y que el pecado había corrompido… El Verbo de Dios “se ha hecho hombre, para que nosotros fuéramos divinizados” (ib.)…

«Este sublime mensaje es el que hoy nos llega de San Atanasio el Grande: ser fuerte en la fe y coherentes en la práctica de la vida cristiana, aunque sea a costa de graves sacrificios. Por la oración de San Atanasio, Padre y Doctor de la Iglesia, nos conceda Dios poder confesar fielmente en nuestro tiempo que Jesucristo es el Señor y el Salvador del mundo». (El precioso libro de San Atanasio, “La Encarnación del Verbo”, puede hallarse en la Edit. Ciudad Nueva, Madrid 1989).


*   *   *


Siglo XX-XXI


Las nuevas versiones del arrianismo no se fundamentan, por supuesto, en las explicaciones especulativas semiplatónicas de Arrio, aquel presbítero libio-alejandrino. Pero es lo mismo, porque van a dar en la misma conclusión: Cristo es hombre, no es Dios. En la declaración «Mysterium Filii Dei» (1972), [de la Congregación para la Doctrina de la Fe], se describen perfectamente los rasgos comunes a los «recientes errores acerca de la fe en el Hijo de Dios hecho hombre». Todos los errores que señala esa Declaración de 1972 van por la línea arriana, y hoy se mantienen idénticos. […]

Concluye la Declaración diciendo que «quienes así piensan, permanecen lejos de la verdadera fe en Cristo» –eufemismo para decir que son herejes–, aunque afirmen que Jesús en cierto modo puede decirse que es Dios, en cuanto que lo revela en plenitud.

Pues bien, entre los teólogos católicos actuales son numerosos los neo-arrianos, que «permanecen lejos de la verdadera fe en Cristo»” [6].

Hoy son los escrituristas y teólogos católicos criptoarrianos los que más favorecen la apostasía de los fieles católicos. Ellos son los protagonistas de la apostasía de Occidente. Ellos facilitan con sus escritos arrianos el abandono de la fe católica, pues presentan en su enseñanza –ampliamente difundida por las editoriales, librerías y medios de comunicación católicos– un Cristo que propiamente no es Dios, sino un hombre divino; es decir, un hombre. En realidad, sus doctrinas se alejan de la fe católica mucho más que Arrio y sus seguidores. Haciendo a Cristo puramente humano, en modo alguno facilitan el acceso de los paganos actuales a la fe católica. Con su duda metódica sobre las Escrituras y su humanización reductiva de Jesucristo, no convierten a nadie. Pero sí consiguen, en cambio, que muchos católicos abandonen la Iglesia, pensando que siguen siendo católicos: católicos adultos y modernos.

Muchos dejan de ir a Misa, y los que van la entienden sólo como una comida fraterna. No practican la oración de petición, ni creen en la presencia eucarística de Jesucristo, ni en la virginidad de María, ni en los milagros del Evangelio, ni en el demonio, ni, por supuesto, en el pecado original, ni en la necesidad de la gracia para la salvación, ni tampoco creen en un juicio final, en el que haya una posibilidad de condenación. Pero son «católicos», pues tienen un sin fin de autores católicos que enseñan todo eso, en forma explícita o implícita. Y que lo enseñan en cátedras de instituciones católicas, al mismo tiempo que sus escritos son difundidos por editoriales y librerías católicas, en ocasiones diocesanas.

¿Por qué han de poner, pues, en duda que siguen siendo católicos… aunque rechacen en su mayor parte el Catecismo de la Iglesia? Podemos comprobar todo esto visitando alguna librería religiosa, y ojeando algunos libros, especialmente de cristología.

Del nacimiento, infancia y juventud de Jesús, según dicen con seguridad científica, no podemos saber nada, porque los Evangelios de la infancia (Mt-Lc) no son realmente históricos. Nada sabemos tampoco de la virginidad de María, que es una cuestión «todavía abierta en el plano bíblico». Pero sí sabemos que Jesús es «un buscador de Dios», «un creyente fiel», con «una profunda experiencia de Dios». Ya adulto, visita a Juan Bautista y «comenzó a verlo todo desde un horizonte nuevo». Jesús enseña que Dios perdona «sin condiciones», «no excluye a nadie», «acoge a todos» en su bondad. En cuanto a su identidad misteriosa, se piensa erradamente que «Cristo es la gran excepción, el gran milagro de lo humano [nada menos que unido hipostáticamente con Dios], y que consiguientemente habría que pensarlo con otras categorías al margen de como pensamos la relación de Dios con cada hombre y la relación del hombre con Dios».

Por otra parte, «el camino de Jesús no pasa necesariamente por la religión, el culto y la confesión de fe, sino por la compasión hacia los pequeños». «Los milagros no son hechos históricos», sino composiciones literarias postpascuales que expresan la fe de los discípulos en la santidad excelsa de Jesús. «Debemos considerar leyendas muchas historias de milagros contenidas en los Evangelios. Hay que buscar menos en estas leyendas su contenido histórico que su expresión teológica». Maestro valiente de la verdad de Dios, se expone a la muerte, enfrentándose con los poderosos políticos y religiosos. Pero no pre-conocía su fin mortal, «ni elaboró ninguna teoría sobre su muerte, ni hizo teología sobre su crucifixión. No interpretó su muerte en una perspectiva sacrificial, entendida como una expiación ofrecida al Padre por el pecado del mundo». Y la última Cena «no es una cena de Pascua», en la que se anticipa el sacrificio de la Cruz y se instituye la Eucaristía y el sacerdocio ministerial, sino «una cena especial de despedida con sus amigos y amigas más cercanos».

Su muerte «no fue cumplimiento de un designio de Dios, ni era inherente a su misión». Los acontecimientos adversos que fueron produciéndose en torno a él durante la vida pública, le llevaron a percibir su muerte «como posible, a columbrarla después como inevitable, a aceptarla como condición de su fidelidad, y finalmente a integrarla como expresión suprema de su condición de mensajero del Reino». Por lo demás, los relatos evangélicos de la Pasión y de la Resurrección no son históricos, ni tampoco tuvieron realidad objetiva las «apariciones» del Resucitado a los discípulos, que han de entenderse más bien como experiencias espirituales interiores de los creyentes.

Et sic de cæteris [7]. No necesidad de la oración de petición, ni del cumplimiento de los preceptos de Dios. No obligación de obediencia a las leyes de la Iglesia. En realidad Cristo no organiza ninguna jerarquía espiritual entre sus seguidores, ni piensa en formar una gran institución religiosa, la Iglesia, diferente del Israel de Dios. Por tanto, cualquier ley eclesiástica, toda obligación de ley para la salvación, es una judaización del cristianismo verdadero. La misma Misa dominical es algo puramente optativo, un recuerdo piadoso de Jesús, pero en el fondo no es un rito necesario para la vida cristiana. Como tampoco son necesarios los sacramentos, concretamente el de la penitencia. Y los dogmas de la Iglesia no sólo pueden cambiar, sino que deben cambiar, ajustándose en diálogo permanente con la cultura del mundo, que se desarrolla en los siglos.

[A pesar de la evidente falsificación de la Fe verdadera,] “el neoarrianismo actual tiene no pocos apoyos dentro de la Iglesia. Aunque una doctrina teológica que afirma «graves errores contra la fe divina y católica de la Iglesia», en términos del Derecho canónico es exactamente una herejía (c. 751), sin embargo, las herejías cristológicas de [los] autores [neoarrianos] –y la de otros muchos afines a ellos– han sido enseñadas y publicadas durante decenios con la aprobación, al menos pasiva, de no pocos Superiores religiosos y Obispos católicos. No son, pues, simples hipótesis atrevidas, lanzadas de modo aislado por teólogos progresistas –que regresan al siglo IV–, sino que han recibido importantes apoyos, consiguiendo por eso amplia difusión” [8].


*   *   *


Conclusión


Muchos paganos a partir del siglo IV se acercaron al cristianismo por la puerta del arrianismo. Y por esa puerta arriana muchos católicos salen hoy de la Iglesia. Han oído o leído a los neoarrianos católicos, y se han dicho: «éste es el cristianismo verdadero, y no el duro y dogmático de la Iglesia, que profesa doctrinas increíbles y que predica exigencias morales imposibles de vivir». De este modo, siendo en realidad apóstatas, algunos permanecen aparentemente en la Iglesia –algunos incluso se hacen catequistas, de ésos que no van a Misa los domingos–, y piensan que ellos son los verdaderos cristianos, adultos y libres de tabúes míticos: se quedan así en un cristianismo falso y ambiguo, horizontal, secularista y pelagiano, sin oración y sin gracia, sin culto a Dios y sin sacramentos, totalmente desconectado de la Sagrada Escritura, de la Tradición y del Magisterio apostólico. Otros hay que, oyendo a los neoarrianos, abandonan simplemente la Iglesia Católica, volviéndose sus peores enemigos. Por eso, al grave diagnóstico de este artículo, hemos de añadir finalmente que la religiosidad de los arrianos antiguos –paganos conversos– era incomparablemente mayor que la de los arrianos actuales –cristianos apóstatas–. 



     Corruptio optimi pessima [9].






Notas:

[1] [Nota del Centro Pieper: todos los “resaltados” en azul son nuestros]

[2] [Nota del Centro Pieper: estos párrafos agregados al texto original del artículo fueron tomados de “Grandes rebajas del cristianismo –I. arrianismo y pelagianismo antiguos” del P. Iraburu: http://infocatolica.com/blog/reforma.php/1001131103-56-grandes-rebajas-del-cristi]. 

[3] [Nota del Centro Pieper: esos artículos pueden leerse en los enlaces que copiamos a continuación.
(61) Voluntarismo semipelagiano –I. semipelagianos antiguos (5-02-2010):
(62) Voluntarismo semipelagiano –II. versiones actuales. 1 (9-02-2010):
http://infocatolica.com/blog/reforma.php/1002090420-62-voluntarismo-semipelagiano-1 
(63) Voluntarismo semipelagiano –III. síntomas. 2 (13-02-2010):
http://infocatolica.com/blog/reforma.php/1002131116-63-voluntarismo-semipelagiano-2 
(64) Voluntarismo semipelagiano –IV. más síntomas. 3 (16-02-2010):
http://infocatolica.com/blog/reforma.php/1002160441-64-voluntarismo-semipelagiano-3 
(65) Voluntarismo semipelagiano –V. aún más síntomas. y 4 (20-02-2010):
http://infocatolica.com/blog/reforma.php/1002201243-65-voluntarismo-semipelagiano-4].

[4] [Nota del Centro Pieper: Para profundizar en las relaciones y mutuas implicancias del Arrianismo y el Pelagianismo, pueden leerse los excelentes artículos del P. Iraburu, cuyos títulos y enlaces copiamos a continuación.
(56) Grandes rebajas del cristianismo –I. arrianismo y pelagianismo antiguos (13-01-2010):
http://infocatolica.com/blog/reforma.php/1001131103-56-grandes-rebajas-del-cristi 
(57) Grandes rebajas del cristianismo –II. Schillebeeckx (17-01-2010):
http://infocatolica.com/blog/reforma.php/1001171257-57-grandes-rebajas-del-cristi 
(58) Grandes rebajas del cristianismo -III. arrianismo actual (23-01-2010):
http://infocatolica.com/blog/reforma.php/1001230118-58-grandes-rebajas-del-cristi 
(59) Grandes rebajas del cristianismo –III. pelagianismo actual. 1 (28-01-2010):
http://infocatolica.com/blog/reforma.php/1001281050-59-grandes-rebajas-del-cristi-1 
(60) Grandes rebajas del cristianismo –y IV. pelagianismo actual. y 2 (31-01-2010):
http://infocatolica.com/blog/reforma.php/1001311112-60-grandes-rebajas-del-cristi-2 
(60-2) Son teólogos que han perdido la fe (12-02-2011):
http://infocatolica.com/blog/reforma.php/1102121103-60-2-son-teologos-que-han-per]. 

[5] [Nota del Centro Pieper: estos párrafos agregados al texto original del artículo fueron tomados de “Grandes rebajas del cristianismo –I. arrianismo y pelagianismo antiguos” del P. Iraburu: http://infocatolica.com/blog/reforma.php/1001131103-56-grandes-rebajas-del-cristi].

[6] [Nota del Centro Pieper: estos párrafos agregados al texto original del artículo fueron tomados de “Grandes rebajas del cristianismo -III. arrianismo actual” del P. Iraburu: http://infocatolica.com/blog/reforma.php/1001230118-58-grandes-rebajas-del-cristi. El P. Iraburu nombra allí a cuatro teólogos: el P. Edward Schillebeeckx, OP; el P. Anthony de Mello, SJ; el P. Roger Haight, SJ; y el P. Jon Sobrino, SJ].

[7] [Nota del Centro Pieper: significa “Y así de las demás cosas”].

[8] [Nota del Centro Pieper: estos párrafos agregados al texto original del artículo fueron tomados de “Grandes rebajas del cristianismo -III. arrianismo actual” del P. Iraburu: http://infocatolica.com/blog/reforma.php/1001230118-58-grandes-rebajas-del-cristi].

[9] [Nota del Centro Pieper: significa “La corrupción de lo mejor es lo peor”].






*   *   *



Texto en Formato PDF
http://gloria.tv/media/A4GnUwUazCH







1 comentario:

  1. creo yo que la teología arriana tiene sus antecedentes mas remotos en la teología de los zelotes, salvando las distancias y algunas diferencias los zelotes creían en el Dios absoluto uno único y eterno del antiguo testamento y en jesus barrabas que significa hijo del padre, pero no en el mismo sentido en cuanto a la naturaleza sino hijo del padre como creado a igual que los arrianos.

    ResponderEliminar

Por favor ¡deje su comentario!

Entrada destacada

«¡Nada más que Tú, Señor!» (Non nisi Te, Domine) - Legado de Santo Tomás de Aquino, a 750 años de su muerte - XVIII Curso Anual 2024 del Centro Pieper

«¡Nada más que Tú, Señor!» (Non nisi Te, Domine) Legado de Santo Tomás de Aquino, a 750 años de su muerte Centro Pieper XVIII Curso Anual 20...