martes, 28 de enero de 2020

Cuando una Civilización se Desfonda - Carlos Daniel Lasa

Cuando una Civilización se Desfonda
Carlos Daniel Lasa


Lasa es Argentino, Doctor en Filosofía por la Universidad Católica de Córdoba e Investigador Independiente del CONICET. En este artículo aborda con singular profundidad el choque que hoy se establece entre dos concepciones antagónicas de la existencia.


[La Prensa / CP] El agnóstico Malraux, en “Huéspedes de paso”, señalaba: “El drama de la juventud me parece consecuencia de otro drama, que se suele llamar el quebrantamiento del alma. Tal vez se dio algo semejante al final del Imperio Romano. Ninguna civilización puede vivir sin un valor supremo. Ni puede existir sin trascendencia”. Esto es cierto, pero agrego: el tema es el lugar donde pongamos ese valor supremo o qué entendamos por trascendencia.

Lo que yo advierto, en nuestros días, es que la trascendencia ha sido reemplazada por la furia de la destrucción, o como queramos llamarla: deconstrucción, desnaturalización, estrategia de descomposición. He oído de muchos que el primer acto del espíritu debe ser la rebelión, es decir, una acción de ruptura con todo aquello que sea ajeno a mis deseos. La obediencia (lo traduzco: aquel acto del espíritu que consiste en oír el misterio de lo que es) es cosa de esclavos, no de hombres libres y civilizados.

Sin embargo, este acto de rebeldía pasa a honrar a un nuevo patrono: el Marqués de Sade. En el nuevo mundo que nos toca vivir, extremadamente narcisista, que concibe al hombre como un sujeto de deseos puramente vitales, todo resulta posible. Este sujeto necesita que se le provea, de una manera rápida, la anhelada experiencia de divinidad (el conocido donjuanismo que adora su propio e interminable deseo).

Este apetito que no reconoce fondo ni forma, al que le es preciso situarse siempre más allá de todo límite, sacrifica a la mismísima persona humana cuando esta se transforma en un obstáculo. El Marqués de Sade lo exponía claramente en “Los 120 días de Sodoma”: “La vida de un hombre es algo tan poco importante que uno puede jugar con ella cuanto le plazca, como lo haría con la de un gato o la de un perro”.


El Todo Vale

En esta pretensión del yo y sus insaciables instintos, todo vale: la muerte del inocente, la manipulación, la mentira, la calumnia, la violencia. El deseo endiosado es un enemigo declarado de la inteligencia e íntimo amigo de la pasión, de las emociones extremas, de las sensaciones y percepciones desmedidas. En todos estos casos, la negación del pensar es rotunda, y por eso, en el mundo del deseo desenfrenado, huelgan la conceptualización, el análisis y la síntesis. De allí, entre otras cosas, que la opinión y la descalificación sean preferidas a la argumentación.

El nihilismo como valor supremo ha llegado a tal punto que uno de los actuales y destacados pensadores europeos refiere: “Europa está muerta; eso ha quedado claro. Por ello, algunos políticos intentan reanimarla. El judeocristianismo ya no marca el ritmo en ninguno de los países donde dominaba desde muchos siglos antes. En esta Europa liberal, las ideas y luego las leyes que se independizan totalmente de la ideología cristiana son cada vez más numerosas: desconexión entre sexualidad y procreación, entre amor y familia; libre acceso a la anticoncepción farmacéutica; despenalización, liberalización del aborto y reembolso del divorcio” (Michel Onfray. Decadencia. Vida y muerte del judeocristianismo).

Según el mismo Onfray, este nihilismo militante ha dado lugar a una civilización que se está cavando su propia fosa. Ciertamente, no puede calificarse de civilización a un mundo dominado por un hiper-racionalismo cientificista, por una tecnofilia ilimitada, por una cultura de la anti-naturaleza, por una religión del artefacto, por la desnaturalización de lo humano, por el materialismo integral, por el utilitarismo carnal, por el antropocentrismo narcisista, por el hedonismo autista. Puedo seguir enumerando.


Destrucción Sin Fin

La furia de la destrucción que refería al comienzo, en cuanto deseo pasional desenfrenado, parece no tener fin: está dispuesta a demoler todo. Y sabemos que su última estación será su propio suicidio. Contamos con un dato de la realidad: el marxismo ya ha muerto. Pero increíblemente, el suicidio del marxismo ha dado lugar a la actual sociedad de la opulencia.

La nueva izquierda sociologista, huérfana del ideal religioso secular del marxismo, teniendo que metamorfosearse, ha enarbolado las banderas del actual nihilismo totalitario, en perfecta convergencia con la denominada derecha.

En el “mientras tanto”, en Occidente se lleva adelante una lucha cultural contra un enemigo intransigente de la concepción nihilista rabiosa: el cristianismo. “Es necesario liberalizarse de la hegemonía y de la dictadura del logos y de todas sus estructuras de poder”, oirán de boca de algunos intelectuales.

Repasando la historia, esto mismo había empezado a operar en los primeros años del siglo XVII, época de los libertinos. Hoy se pretende, al igual que en el año 1659, volver a resucitar a Teofrastro. En realidad, la nueva izquierda, al igual que la derecha, siguen bregando por el advenimiento definitivo de la sociedad de la opulencia. La sociedad de la opulencia es aquella estructura que, por un lado, hace suya la negación marxista de la instancia metafísico-religiosa (las ideas del espíritu son “instrumentos de dominio”). Por otro lado, rechaza de modo absoluto los aspectos mesiánicos del marxismo (es decir, el elemento “religioso” que permanece en la idea revolucionaria). En realidad, nos advierte Del Noce, el espíritu burgués ha triunfado frente a sus dos tradicionales adversarios: la religión trascendente y el pensamiento revolucionario.


No al Cultivo Interior

Como se advierte, la fuerza irrefrenable del instinto dará por clausurada toda forma de cultivo interior, y por eso, todo vestigio de humanidad quedará borrado. Una antropología narcisista recorre buena parte del espinel de los últimos siglos de la humanidad. Sin embargo, hay una paradoja en este escenario: el ideal planteado por diversas corrientes del pensamiento moderno que exaltan una libertad al margen de todo ordenamiento ontológico, termina estableciendo un mundo en el que el hombre, reducido a puro instinto, tiene como derivación su propia muerte.

Los occidentales hemos omitido, de manera lastimosa, la advertencia que nos hace el mismo Onfray: “Una civilización no produce una religión; es la religión lo que produce la civilización”. Hoy, por el contrario, se cree que el nihilismo será capaz de forjar un nuevo mundo. En realidad, solo podrá desfondar cualquier forma de civilización.

Y para rematar tanto disparate, el derecho positivo, siempre a la zaga, se presenta como el dispositivo que pretende garantizar que el nihilismo se imponga eficazmente. Vale decir, que el relativismo valorativo tenga verdadero y efectivo estatus legal. Por eso, cuando a mis alumnos les hablo del ius naturalismo me miran despavoridos... pensarán que soy una rara avis o alguien de otra galaxia.

El choque, en definitiva, se establece entre dos concepciones de la existencia, según Reich. Por un lado, están los partidarios de una concepción puramente vitalista del hombre; por el otro, la de aquellos que piensan al hombre en términos espirituales y de eternidad (el platonismo y el judeo-cristianismo).








8 comentarios:

  1. Gracias Centro Pieper por compartirnos estos articulos... para los que no tenemos mucho tiempo, su tarea de elegir lo mejor y publicarlo aca nos ayuda mucho. Un saludo desde BsAs

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  2. Me llama profundamente la atención la descripción del problema del Mundo y de la Iglesia actual del autor del artículo como un problema de opulencia y de hedonismo, debo decir, por mi estadía en Suiza y por como vive el europeo promedio que está muy lejos del hedonismo, el suizo es humilde, ahorra, no gasta de más y lo mismo los alemanes y los nórdicos no existe una cultura hedonista como en Argentina, están más cerca de Esparta que de Atenas se los aseguro. El problema del europeo no son las pasiones desencadenadas es más hay una falta total de festejos o fiestas, un tedio y un deseo de morir que se ve en la tasa de suicidios. Las virtudes que practican los europeos son las naturales, a saber, prudencia, justicia, fortaleza y templanza pero a pesar de un esfuerzo estoico en lo que hacen no son felices porque le falta la fiesta y el ocio tal como Josef Pieper lo ha señalado.

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  3. El europeo quiere ser racional pero sin Dios. Es el rechazo de Dios lo que genera toda una deformación de la visión de lo que es el ser humano, el rechazo de Dios no les permite ver un crimen en cuestiones que para un católico son claras sin que por ello estén libres de pecar gravemente, a esta forma viciosa de ver la realidad que es el ateismo o el agnosticismo se puede entrar libremente y con facilidad pero el hombre acedioso no se libre para salir de esa situación ni para dejar su pecado.

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  4. Con respecto a las virtudes naturales que quisieran tener los europeos como enseña el catolicismo nadie puede mantenerse en la virtud por mucho tiempo sin el auxilio de la gracia por lo que se da una forma solapada de injusticia, imprudencia, cobardía y de intemperancia que podría llamarse bullyng en los más jóvenes y moobing en los adultos, lo que es una conspiración para el mal que adopta formas de ideología del aborto, de género, etc. O como señalaba Santo Tomás de Aquino el hombre es capaz de llegar a conocer algunas verdades sin la ayuda de Dios pero no de manera segura y sin errores y el ejemplo que daba era Aristóteles.

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  5. Si pueden conocer algunas verdades por medios naturales solamente pocos hombres y con errores, entonces, una democracia en la cuál el pueblo no es católico llevará necesariamente a errores y pecados mortales y a la formación de un mal común político que no serán vistos como tales por los mismos ciudadanos porque no son sabios sino unos pocos que no gobiernan, con lo cual, por la acedia o el odio a Dios, a la religión y a la Iglesia terrenal, los hombres en democracia si no son mayoritariamente católicos ellos y, principalmente, sus gobernantes establecerán estos últimos leyes positivas contrarias al derecho natural y al derecho divino. Ante la falta de evangelización y, por lo tanto, la ausencia de fe, esperanza y caridad (las virtudes sobrenaturales) y de los dones del Espíritu Santo, faltará la gracia de Dios y por ello aumentará el poder y los miembros de la ciudad terrenal o de Satanás y se extenderán sus dominios pues dictarán las leyes.

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  6. En la democracia, como en la aristocracia y en la monarquía es importante que el gobernante sea católico porque por medio de leyes es el que organiza el bien común político si el gobernante es ateo o hereje el pueblo lo sigue, recordemos que ley es precepto de razón promulgado por el que tiene a su cargo el cuidado de la comunidad en orden al bien común político con lo que nos dice que el gobernante tiene a su cargo el cuidado de la comunidad en orden al bien común político, ordenar al bien común político es función del gobernante y es necesario que la espada terrenal esté bajo la espiritual.

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  7. La Iglesia siempre se preocupó porque los gobernantes fueran católicos pero, luego, de que la democracia derrotó a la monarquía, la Iglesia se negó a que existieran partidos con el nombre de católico, el fundamento para esta decisión política era que la Iglesia quedaría dividida en distintos partidos católicos como consecuencia de que no podían existir partidos católicos no existieron gobernantes católicos y, por lo tanto, la cristiandad o la cultura católica comenzó un proceso de desaparición que surge de manera necesaria de la decisión tomada por la misma Iglesia. La decisión de evitar que la Iglesia se encontrara dividida en partidos católicos llevó a que los católicos estuvieran divididos en partidos no católicos y que participaran en la democracia en partidos no católicos, las consecuencias eran obvias, gobiernos no católicos y destrucción de la cristiandad.

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  8. Gran parte del clero se hizo socialista o comunista y, por ello, en Fátima la Virgen pidió que el papa y los obispos consagrar Rusia al Inmaculado Corazón de María y, también, es el motivo por el cual el Concilio Vaticano II no expidió ningún documento condenando el comunismo y al socialismo, el socialismo y el comunismo adquirieron carta de ciudadanía dentro de la Iglesia y sus errores se desparramaron por el mundo. Lo que el articulista no ve como una verdadera revolución lo es, el aborto, la eutanasia, la ideología de género, la pastilla del suicidio en Holanda, la idolatría de la Pachamama, la división ideológica de clases de Marx en proletarios y burgueses, en clase baja, media y alta, la denominación sociedad opulenta son marxista, comunistas y socialistas y el artículo y la comprensión de la realidad que tiene el autor también lo es en gran parte. No puedo concordar con el articulista y lamento que su visión de la realidad esté tan lejos de lo que es la realidad europea y lamento que se difundan opiniones que confunden al católico de a pie pero si alguien quiere recorrer el camino de la destrucción de la civilización cristiana convendría que empiece, como lo ha enseñado grandes pensadores católicos del siglo XX, con la reforma protestante, luego, siga por la revolución francesa y la masonería y, luego, recuerde aquella frase de Dostoievski: “de padres liberales hijos socialistas” y tomando por la herejía del modernismo y la influencia de obispos socialistas y comunistas en el Concilio Vaticano II, la transformación del modernismo en progresismo, la ausencia de partidos políticos católicos y gobernantes católicos desde hace casi tres siglos, llegue a una Iglesia terrenal que según señaló un sacerdote tiene el Partido del Mundo dentro de Ella. El problema no es solamente que la sociedad no es cristiana sino que la Iglesia realizó una mala opción al evitar que existan gobernantes católicos electos democráticamente gracias al apoyo de los fieles a un partido político católico y la Iglesia terrenal está empezando un camino muy peligroso de acompañamiento a la sociedad atea y agnóstica europea y en ese acompañamiento se ha olvidado de su misión de evangelizar y solamente quiere agradar y no molestar. No quiere la espada sino la paz y ese puede ser un camino de apostasía universal. Saludos

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