La Predicación Misionera de la Iglesia Desalentada en Karl Rahner
P. Julio Meinvielle
El Jesuita Padre Karl Rahner (Alemania), uno de los teólogos modernistas más divulgados en el siglo XX, intentó conciliar a Santo Tomás con el idealismo alemán de Kant - Hegel - Heidegger, un proyecto que había sido ya iniciado por otro Jesuita, el Padre Joseph Maréchal (Bélgica). Un intento imposible de realizar, pues el principio de trascendencia no puede ser conciliado con el principio de inmanencia, y no puede haber ninguna síntesis entre dos cosas contradictorias, cada una de las cuales excluye a la otra. Con las mismas palabras de Rahner, el Padre Julio Meinvielle (Argentina) muestra en este texto las consecuencias pastorales a las que llevan estos errores doctrinales y su incapacidad de resistir una confrontación con la Sagrada Escritura.
Karl Rahner es un teólogo que ha adquirido gran notoriedad estos últimos años. Su teología se distingue por su fecundidad en suscitar problemas cuya solución luego, lejos de satisfacer, produce malestar. Su problematicismo sistemático engendra legítimamente escepticismo. A su vez, este problematicismo denuncia una evidente falta de claros principios que pueden dejar de ser tales y convertirse en errores si se los desplaza del lugar que les corresponde y se les asigna un lugar y una significación preponderante. Tal, por ejemplo, la enseñanza de la Iglesia de que Dios da la gracia necesaria para la salvación a todo fiel o infiel que hace lo necesario para salvarse, de acuerdo con el axioma teológico que dice: “Facienti quod est in se, Deus no denegat gratiam”. Al que hace lo que está en sus manos, Dios no niega la gracia. Esta enseñanza tiene especial significación para los infieles que no tienen oportunidad de recibir la influencia del cristianismo. Aunque esta verdad sea manifiesta, como luego veremos, no hay que asignarle en el plan cristiano de la Iglesia y de la Salvación un lugar primario como si luego la incorporación a la Iglesia visible e histórica no fuera tan necesaria y ocupara sólo un lugar secundario o de supererogación. Porque las cosas se ordenan precisamente al revés. La Revelación cristiana está toda ella dirigida a exponer el Plan de Dios sobre la Salvación con la venida de Jesucristo a este mundo y con la fundación de la Iglesia, como medio necesario para la Salvación. Este es el camino ordinario y necesario por el que Dios salva a los hombres. A los que sin falta propia no pueden echar mano de este medio, Dios, en sus misteriosos designios, les ha de hacer llegar su gracia —gracia sobrenatural— por caminos que sólo Él se reserva, de suerte que puedan salvarse.
Karl Rahner, S.J., ha sistematizado, quizás con excesiva fuerza, lo que él llama un cristianismo invisible, que sería efecto de una “consagración de la Humanidad por la Encarnación del Verbo”. “Al hacerse hombre el Verbo de Dios, dice Rahner, la Humanidad ha quedado convertida real-ontológicamente en el pueblo de los hijos de Dios, aún antecedentemente a la santificación efectiva de cada uno por la gracia” [1]. “Este pueblo de Dios que se extiende tanto como la Humanidad”… “antecede a (la) organización jurídica y social de lo que llamamos Iglesia” [2]. “Por otra parte, esta realidad verdadera e histórica del pueblo de Dios, que antecede a la Iglesia en cuanto magnitud social y jurídica… puede adoptar una ulterior concretización en eso que llamamos Iglesia” [3]. “Así, pues, donde y en la medida que haya pueblo de Dios, hay también ya, radicalmente, Iglesia, y, por cierto, independientemente de la voluntad del individuo” [4]. De aquí se sigue que todo hombre, por el hecho de ser hombre, ya pertenece, radicalmente, a la Iglesia. Esta pertenencia radical implica una actualidad de pertenencia que no era admitida por Santo Tomás, quien habló sólo de pertenencia en potencia [5], y que es la admitida corrientemente hasta aquí por los teólogos. Esta pertenencia actual, aunque no plenamente desarrollada, da todo derecho para que consideremos y llamamos “cristiano” a todo hombre por ser hombre. Si luego este hombre “asume totalmente su naturaleza humana concreta en su decisión libre” [6], “asume toda su concreta realidad de naturaleza” [7] y “la incorporación al pueblo de Dios se convierte en expresión de este acto justificante” [8]. En Rahner, por consiguiente, un infiel que sin culpa no pertenece a la Iglesia visible, pero que acepta con decisión personal, su naturaleza humana concreta (que ha sido consagrada por la Encarnación del Verbo) no sólo es cristiano invisible, sino que con esta decisión personal y libre, queda justificado.
Esta opinión de Rahner, S.J., sobre un cristianismo invisible que podría justificar a un infiel, aunque no ponga ningún acto de contenido propiamente sobrenatural; es sin duda atrevida y aunque pudiera ser defendida legítimamente dentro de las opiniones católicas, no debe ser destacada en forma tal que haga debilitar verdades fundamentales y primeras de las enseñanzas católicas.