lunes, 23 de mayo de 2022

Manías Progresistas - Mons. Héctor Aguer

Manías Progresistas
Mons. Héctor Aguer


Considero útil, referirme a algunas «manías típicas del progresismo»: la rabieta ideológica contra la sotana, el odio del latín, desprecio al Santo Rosario y la Liturgia de las Horas, manipulación de la Liturgia, el temor-terror de aparecer distintos, el relativismo y el absolutismo constructivista, la teoría del cristianismo anónimo y el deísmo…


[InfoCatólica/CentroPieper] ¿Qué es el progresismo? Me refiero al eclesiástico, que a semejanza del secular, mira hacia el futuro como si el mundo y la Iglesia estuvieran en marcha, evolucionando siempre hacia lo mejor. Podríamos considerar al evolucionismo como una especie de epónimo del progresismo religioso. Éste constituye un sistema de ideas y actitudes «de avanzada», que se despega orgullosamente de toda adhesión a la Tradición. 

El así llamado modernismo de principios del siglo XX fue descrito y condenado por San Pío X, en la Encíclica Pascendi dominici gregis y el Decreto Lamentabili sane exitu. En él confluían una filosofía de cuño kantiano (racionalista) –que repudiaba el pensamiento aristotélico-tomista–, los estudios positivos de la Sagrada Escritura de inspiración protestante–liberal y el afán de igualar la cultura cristiana con la que reinaba en una Europa configurada por las revoluciones del siglo XIX, las cuales tenían su raíz en la Revolución Francesa de 1789, y su iluminismo. Los modernistas padecían una especie de incomodidad, como si fuesen ajenos o hubieran quedado afuera de lo que la Edad Moderna proponía. Además, reinaba en el modernismo la confusión entre la doctrina, sus contenidos y los modos de expresión. En este capítulo, el progresismo posconciliar lo supera ampliamente. San Vicente, monje galo-romano del Monasterio de Lerins, a mediados del siglo V, había distinguido en su Commonitorium entre la expresión de la Verdad cristiana, que lógicamente se reubicaba en las diversas épocas y culturas expresándose de un modo nuevo (nove), pero sin modificaciones o añadidura de cosas nuevas (nova).

El progresismo católico se desarrolló bajo el influjo del llamado «espíritu del Concilio». El Vaticano II (1962–1965) aprobó 14 documentos casi por unanimidad; en ellos se presentaba el catolicismo «puesto al día», en virtud de una clara intención de aggiornamento. Las discusiones y enfrentamientos esbozados ya en los debates conciliares, se agravaron posteriormente en divisiones dolorosas que confundieron a muchos sacerdotes y fieles. Hay recordadas expresiones de Pablo VI, que invitan a la circunspección en la valoración del Concilio, y permiten reconocer la gravedad de los años que le siguieron con la imposición de las arbitrariedades progresistas: «Esperábamos una floreciente primavera y sobrevino un crudo invierno»; «por alguna rendija el humo de Satanás se ha introducido en la Casa de Dios».