
Cristo Rey en las Indias
Rodrigo Álvarez Greco
Octava Conferencia [Modalidad Virtual] del XIX Curso Anual 2025 del Centro Pieper titulado “Christus Regnat! La Realeza Social de Cristo, a 100 años de la Encíclica «Quas Primas» del Papa Pío XI”.
[Centro Pieper] El Centro de Humanidades Josef Pieper de Mar del Plata (Argentina), tiene el agrado de invitarlos a participar de la transmisión de la Conferencia del Lic. Rodrigo Álvarez Greco titulada “¿Cómo la Hispanidad organizó América? Cristo Rey en las Indias”.
Esta Conferencia se transmitirá en vivo el próximo viernes 01 de Agosto a partir de las 20:00hs de Argentina.
Podrá ser vista gratuitamente por el Canal de YouTube del Centro Pieper en el siguiente enlace:
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Rodrigo Álvarez Greco es Argentino, nacido en San Rafael, Provincia de Mendoza. Está casado y es padre de 6 hijos. Es Licenciado en Historia por la Universidad Católica de La Plata (UCALP) y actualmente doctorando en Historia en la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo). Ha completado una especialización en lenguas y cultura clásicas en la Academia “Vivarium Novum” de Roma.
Su trayectoria académica se ha centrado en la historia de las ideas políticas, con especial atención al pensamiento cristiano medieval y sus proyecciones en la organización jurídico-política de la Monarquía Hispánica. En este marco, ha investigado la tradición del derecho natural y del derecho indiano como expresiones del orden cristiano en América.
Ha dictado cátedras de Historia Americana y de Historia política, social, económica y cultural de América Latina, y ha expuesto en foros internacionales sobre fuentes clave del pensamiento político medieval, como la “Historia de Duabus Civitatibus” de Otón de Freising. Su enfoque integra el estudio de las fuentes clásicas, patrísticas e indianas para comprender el proyecto civilizatorio de la Hispanidad en las Indias.
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Dogma y lenguaje
ResponderEliminarLa Iglesia, la jerarquía y los papas favorecen el desarrollo de herejías cuando se niegan a utilizar los dogmas y anatemas en su magisterio, cuando los dejan de lado o pretenden susti-tuirlos y expresarlos de una manera “no dogmática” y hacen de esas expresiones defectuosas y deficientes magisterio ordinario tan obligatorio como el extraordinario.
Este es el principal problema de la Iglesia actual.
Es muy posible que el espíritu progresista haya inundado por medio de los nuevos teólogos al Concilio Vaticano II, no podemos dejar de leer los discursos de apertura de Juan XXIII y Pablo VI sin dejar de apreciar un cierto menosprecio de la cristiandad anterior y una gran eu-foria en el presente y futuro de la Iglesia.
La grandilocuencia con la que Juan XXIII percibía a la Iglesia de su tiempo y ingenuidad con que Pablo VI nos ofrecía una imagen del mundo moderno chocan a las miradas de los ca-tólicos que tienen sentido crítico.
Decía Pablo VI: “Que lo sepa el mundo: La Iglesia lo mira con profunda comprensión, con sincera admiración y con sincero propósito no de conquistarlo, sino de servirlo; no de despre-ciarlo, sino de valorizarlo; no de condenarlo, sino de confortarlo y de salvarlo.” (Solemne aper-tura de la Segunda Sesión del Concilio Ecuménico Vaticano II Alocución de su Santidad Pa-blo VI. Domingo 29 de septiembre de 1963)
Sin embargo, el gran triunfo de los progresistas y del Mundo en los documentos del Conci-lio Vaticano II no pasó tanto por el contenido de los mismos sino por la novedosa y moderna forma de expresión que adoptó la Iglesia la cual abrió las puertas y ventanas de la Iglesia al humo de Satanás, a todas las herejías.
Fue principalmente una cuestión de lenguaje, semiótica o semiología pero indirectamente fue también una cuestión de contenido.
Los Padres de la Iglesia de los primeros siglos del cristianismo tuvieron que improvisar muchas veces en la forma de comunicar las verdades de la fe, su fe era íntegra pero aunque te-nían una profunda comprensión de lo natural y sobrenatural producto de sus virtudes santas y de los dones de inteligencia y sabiduría, no siempre eran capaces de encontrar las palabras co-rrectas para expresar esas verdades.
Además, había verdades explícitas y otras implícitas en las Sagradas Escrituras y Santa Tradición, con lo cuál, la labor de los Santos Padres y de los Santos Doctores fue encontrar y desarrollar un lenguaje y forma de expresión que fuera lo más acertada posible y que impidiera y combatiera las herejías.
Algunas expresiones ambiguas en la Iglesia en los primeros siglos del cristianismo fueron utilizadas por el enemigo para introducir herejías y la Iglesia descubrió que la manera de com-batir esas herejías era por medio de dogmas y anatemas.
ResponderEliminarEstos fueron los medios lingüísticos que le permitieron a la Iglesia triunfar “internamente” sobre sus enemigos.
Era necesario que las declaraciones fueran concisas, precisas y claras utilizando un lenguaje muy cuidado que se fue perfeccionando con el correr de los siglos.
El lenguaje dogmático estaba respaldado por la teología perenne.
Sabían que no era posible tratar ciertos temas de manera liviana o con cualquier lenguaje y que los triunfos contra las herejías provenían no sólo del contenido del depósito de la fe sino de la forma en que la Iglesia se había expresado para zanjar, de una vez por siempre, esos mis-mos temas.
Contar con los dogmas del magisterio extraordinario era también una forma de mantener y desarrollar el depósito de la fe.
La negativa de Bergoglio a expresarse de manera clara en ciertos temas que hoy dividen a la Iglesia fue una negativa a recurrir a la enseñanza de siempre. Hoy temen el cisma y poster-gan confirmar las definiciones dogmáticas y, con ello, amplían el número de herejías y de here-jes que la Iglesia de Alemania y otras presentan a Roma.
Ahora, el pretender expresar con otro lenguaje lo que había sido fruto de siglos de trabajo no sólo demostraba “cierta” ignorancia en los Padres del Vaticano II sino también “cierta” so-berbia.
Es suficiente leer cómo Juan XXIII percibía a la Iglesia de su tiempo y cómo hablaba ante el concilio para darse cuenta de que o faltaba sentido de realidad o trataba de enseñar otra co-sa.
Frente a la experiencia de siglos sobre la necesidad de utilizar dogmas y anatemas en la lu-cha contra la herejía, Juan XXIII, en el discurso de apertura del concilio, dice: “Siempre la Iglesia se opuso a estos errores. Frecuentemente los condenó con la mayor severidad. En nues-tro tiempo, sin embargo, la Esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia más que la de la severidad. Ella quiere venir al encuentro de las necesidades actuales, mostrando la validez de su doctrina más bien que renovando condenas.” (Solemne apertura del Concilio Va-ticano II. Discurso de su santidad Juan XXIII, Jueves, 11 de octubre de 1962)
Se lee claramente que lo que se pretende es expresar en otro lenguaje el contenido de la fe: (…) el espíritu cristiano y católico del mundo entero espera que se de un paso adelante hacia una penetración doctrinal y una formación de las conciencias que esté en correspondencia más perfecta con la fidelidad a la auténtica doctrina, estudiando ésta y exponiéndola a través de las formas de investigación y de las fórmulas literarias del pensamiento moderno.” (Ídem.)
Y aquí el gran error claramente expresado: “Una cosa es la substancia de la antigua doctri-na, del "depositum fidei", y otra la manera de formular su expresión; y de ello ha de tenerse gran cuenta _ con paciencia, si necesario fuese _ ateniéndose a las normas y exigencias de un magisterio de carácter predominantemente pastoral.” (Ídem.)
Es evidente que los dogmas no podían ser expresados de cualquier manera y que la sustan-cia de la doctrina estaba muy unida a la forma de expresión en cada dogma y anatema. No podían expresarse de otra forma sin abrir las puertas a la herejía.
Este error no ha sido corregido hasta ahora y no por ignorancia.
Si no se usan los dogmas cuando deben usarse y si se rechazan los anatemas lo que se está haciendo es no combatir y facilitar las herejías.
ResponderEliminarEl cambio de lenguaje, la modificación de las formas, perjudicó la expresión exacta del contenido de la fe y esta política introducida por Juan XXIII fue continuada por sus suceso-res. La misma política liberal en materia del uso del lenguaje para la enseñanza magisterial en la Iglesia tuvo su punto culminante “hasta hoy” en Bergoglio.
Pablo VI repite estos errores de su predecesor pues “parece” creer que es posible por medio de una “pastoral no dogmática” lograr que “(…) el depósito de la doctrina cristiana se conser-ve y exponga de un modo más eficaz” (AAS 1962, pág. 790).
Frente a la necesidad de que el concilio reitere los dogmas y trabaje en base a los mismos se adopta la postura de evitarlos para una “(…) finalidad más urgente y actualmente más pro-vechosa, la finalidad pastoral, (…)” (Solemne apertura de la Segunda Sesión del Concilio Ecuménico Vaticano II Alocución de su Santidad Pablo VI. Domingo 29 de septiembre de 1963) y cita Pablo VI a continuación a Juan XXIII: “Ni nuestra obra mira como fin principal el que se discutan algunos puntos principales de la doctrina de la Iglesia...”, sino más bien “el que se investigue y se exponga de la manera que requieren nuestros tiempos” (AAS 1962, 791-792) “ (…); hay que buscar aquellas formas de exponerla que más se adapten al magisterio cuyo ca-rácter es prevalentemente pastoral” (AAS 1962, 791-792).
Pero no era posible expresar de manera prevalentemente pastoral el depósito de la fe sin generar en las nuevas declaraciones ambiguas e imprecisas que permitían el ingreso y regreso de todas las herejías como sucede con la “nueva agenda pastoral 2030”.
Se dijo que era posible separar la forma de expresar los dogmas de fe del fondo y se dijo que el Concilio era capaz de expresar el contenido de la fe de forma mundana o científica, con un lenguaje diferente al avalado por la tradición y sus frutos resultado de siglos de estudio y trabajo serio.
Para colmo de males se dio a los documentos del Vaticano II la obligatoriedad del magis-terio ordinario, tan obligatorio como el extraordinario.
Así, frente a los dogmas y anatemas de los concilios ecuménicos y papas anteriores se alza-ron las novedosas declaraciones “pastorales” elevadas al nivel de magisterio ordinario, con ello, se atacó el magisterio extraordinario con los nuevos documentos “pastorales” del “magis-terio ordinario”.
Pablo VI así lo decía: “Nos parece que ha llegado la hora en la que la verdad acerca de la Iglesia de Cristo debe ser estudiada, organizada y formulada, no, quizá, con los solemnes enunciados que se llaman definiciones dogmáticas, sino con declaraciones que dicen a la mis-ma Iglesia con el magisterio más vario, pero no por eso menos explícito y autorizado, lo que ella piensa de sí misma.” (Solemne apertura de la Segunda Sesión del Concilio Ecuménico Va-ticano II Alocución de su Santidad Pablo VI. Domingo 29 de septiembre de 1963)
ResponderEliminarMarcel Lefebvre se opuso al error de tratar de separar la forma del contenido en materia dogmática y magisterial.
“El arzobispo Marcel Lefebvre se opuso a este intento en su discurso del 27 de noviembre de 1962 ante el Concilio Vaticano II, en el que animó a sus compañeros Padres conciliares a expresar la enseñanza conciliar de una forma «dogmática y escolástica» que ayudara a promo-ver la precisión de pensamiento y expresión” (periódico remanente _ https://www.aldomariavalli.it/2025/08/04/per-una-storia-del-vaticano-ii-cosi-il-concilio-pastorale-introdusse-lambiguita/)
Dijo entonces: “Es de suma importancia que toda la doctrina cristiana tradicional sea reci-bida de esa manera exacta, tanto en el pensamiento como en la forma, que brilla sobre todo en las Actas del Concilio de Trento y el Vaticano I, según las propias palabras del Sumo Pontífi-ce. Por estas razones tan importantes, es absolutamente esencial mantener estos dos objetivos: expresar la doctrina de forma dogmática y escolástica para la formación de los doctos; y pre-sentar la verdad de una manera más pastoral, para la instrucción de otros hombres.” (Lefebvre, M., Acuso al Concilio, pg. 5).
El arzobispo Lefebvre sugirió entonces realizar dos series de documentos: “Uno más dog-mático, para uso de los teólogos; el otro, de tono más pastoral, para uso de otros, católicos, no católicos o no cristianos.” «Sin embargo, la propuesta se topó con una oposición violenta: “El Concilio no es un Concilio dogmático, sino pastoral; no buscamos definir nuevos dogmas, sino proponer la verdad de manera pastoral”» (Lefebvre, M., Acuso al Concilio, pg. 4).
Esto tuvo un doble efecto dentro de la Iglesia: 1) El Vaticano II con sus documentos tuvo primacía sobre las declaraciones dogmática anteriores, la Iglesia posconciliar se fue separando de la Iglesia preconciliar porque fue construida sobre una nueva forma de expresión de la fe que no daba preeminencia a los dogmas y anatemas sino que quería enseñar todo de manera mundana o científica.
Debido a la poca diferencia entre magisterio extraordinario y ordinario al momento de ana-lizar su obligatoriedad, los documentos del Vaticano II fueron considerados magisterio ordi-nario y privilegiados en la enseñanza de la fe en perjuicio de las declaraciones dogmáticas y anatemas de concilios y papas anteriores.
ResponderEliminar2) De esta forma, las declaraciones “pastorales” del Vaticano II suplantaron todas las de-claraciones dogmáticas anteriores dando lugar a una religión y una fe imprecisas y en continuo proceso de adulteración.
El mismo camino de separación de forma y contenido para innovar en la forma se aplicó en la elaboración de la nueva misa de Pablo VI.
En la misma hay una búsqueda de renovación de las formas del rito para adaptarlas a la modernidad sin tener presente la tradición y realizada sobre lo que son sólo algunos restos fó-siles de una arqueología eclesiástica que no puede reconstruir con precisión el pasado.
En el caso del canon romano de la misa del rito ordinario como el mismo Concilio impedía cambiarlo crearon uno nuevo.
La Iglesia, la jerarquía y los papas favorecen el desarrollo de herejías cuando se niegan a utilizar los dogmas y anatemas en su magisterio, cuando los dejan de lado o pretenden susti-tuirlos y expresarlos de una manera “no dogmática” y hacen de esas expresiones defectuosas y deficientes magisterio ordinario tan obligatorio como el extraordinario.
La Iglesia, la jerarquía y los papas favorecen el desarrollo de herejías cuando separan la forma (rito) del contenido en la santa Misa y pretenden introducir nuevos rituales sin base en tradiciones anteriores y sobre lo que son sólo algunos restos fósiles de una arqueología ecle-siástica que no puede reconstruir con precisión el pasado.
Este es el principal problema de la Iglesia actual.
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