miércoles, 28 de abril de 2010

El Relativismo Moral en la Psicología de Jacques Lacan - Dra. Zelmira Seligmann

El Relativismo Moral en la Psicología de Jacques Lacan
Dra. Zelmira Seligmann


Material de lectura obligatoria para la segunda Clase Magistral del Curso sobre Historia del Pensamiento Contemporáneo.


En el presente trabajo tomaré la teoría de Lacan –psiquiatra de familia católica nacido en Paris en 1901 y muerto en 1981– como paradigmática del pensamiento que, a través de la Psicología, ha sumergido a la cultura occidental en un relativismo moral claramente contrario a sus raíces cristianas. Lacan dice explícitamente que la ética del psicoanálisis es inversa al pensamiento tradicional.

El famoso psiquiatra francés propone un “retorno a Freud”, una vuelta a la ortodoxia psicoanalítica. Y quizás esto es lo que nos parece importante al estudiar a un autor como Lacan, pues en él vemos las consecuencias de la concepción freudiana –que hunde sus raíces en la filosofía moderna–cuando es asimilada por la mentalidad y cultura católica. La ética es central en la obra lacaniana porque descubre la verdadera intención de Freud en la realización del proyecto de transvaloración.

Frente a la posición tomista para la cual el orden moral tiene un sustento ontológico, metafísico; en Freud es evidente la influencia del pensamiento moderno, sobre todo de la teoría del conocimiento de Kant, y a través de aquél, al menos en el espíritu, se hallan comprendidas la mayoría de las otras escuelas o corrientes de psicología contemporáneas. Opina R. Brennan: “Es innegable la influencia de Kant en el desarrollo de la psicología moderna. Sus principios son como la fuente de donde fluyen las aguas de las modernas tendencias idealistas, agnósticas y materialistas de la ciencia psicológica. (...) En cierto sentido, Kant es el genuino representante del hombre moderno, con su ignorancia de la tradición, su repudio de la autoridad, su énfasis en los valores individuales” .

Lacan cree que el psicoanálisis desarrollado por Freud no es para curar. Y en esto acierta. Ve en el psicoanálisis la asignación de dos misiones: “constituir una ciencia, la del hombre como sujeto, que trastornará el conjunto del campo del conocimiento por su modo radicalmente diferente, e iniciar a los hombres en la verdad, es decir, redefinir los verdaderos fundamentos éticos del psicoanálisis que construirán finalmente `una ética para nuestro tiempo´ ” . Esta `ciencia’ sirve a Lacan (y al psicoanálisis) para su proyecto ligado a la ética, el cual, en el fondo, lo que pretende es afirmar la muerte de Dios en la vida práctica, y por lo tanto el alejamiento de los hombres de su fin último.

No debemos olvidar que Lacan estudia también a Hegel, concurriendo durante tres años a un seminario sobre la «Fenomenología del Espíritu». Esta filosofía deja profundas huellas en su pensamiento, que se irán ahondando a lo largo de su vida; no sólo en el ámbito del idealismo filosófico, sino principalmente en la praxis, en la destrucción –con la inversión– de las verdades de fe dentro del mismo catolicismo. Exponemos, sólo a modo de ejemplo, la interpretación de la verdad sobre la Encarnación del Verbo, que –según Lacan– es el principio del mal. “Yo estoy a favor de San Juan y de su «Al principio era el Verbo», pero es un principio enigmático. Significa lo siguiente: para este ser carnal, este personaje repugnante que es el hombre medio, el drama solo comienza cuando el Verbo está en el asunto, cuando este se encarna, como dice la religión, la verdadera. Cuando el Verbo se encarna las cosas empiezan a andar francamente mal. (...) Yo también pienso que es el principio” .


1) El inconsciente como lenguaje y expresión del deseo

El lenguaje, con el cambio de contenido de las palabras, es parte de la técnica de esta psicología sin Dios o –mejor dicho– contraria a Dios. La inversión como método inspirará el tratamiento de los temas, y la experiencia de lo irracional será el motor de las conductas que se verán analizadas “desde lo inferior”, pero que deberán regir toda la vida del hombre.

Como ya dijimos, la teoría lacaniana basa sus planteos en un retorno a Freud, pero en relación a la palabra como instrumento del inconsciente. Afirmando que el inconsciente está estructurado como un lenguaje, fundamenta su teoría del sujeto como significante, y resultado de la escisión radical entre el ser y el decir.

Para Lacan desde el lenguaje se crea algo nuevo, simbólico, donde se invierte el orden de lo real, “exorcizando” a Dios, sacándolo, dejándolo de lado como principio del ser y de toda la realidad .

Para el psiquiatra francés el hombre no tiene esencia ni existencia, es sólo “serhablante” (parlêtre). Dice expresamente que “el hecho mismo de hablar le posibilita la mentira” . No hay ser ni realidad, sólo este “hablar” del Otro desde el inconsciente, y que toma como una consistencia subjetiva cuando se realiza el deseo. De esta manera el psicoanálisis lacaniano invita a vivir la experiencia de dejarse seducir por ese otro y perderse, dejar de ser sujeto para fundirse en el Otro que habla, para sumergirse en una vida falsa, en una pseudo-realidad que –creando un orden inverso– se opone a la ley de Dios .

Dice Lacan que al ser, como se lo entiende en la tradición filosófica, se opone el hecho de que “somos juguetes del goce” . O sea, estamos sometidos a algo o alguien que no es el Ser, que –en la tradición filosófica– en su perfección es Dios. Pero es el mismo hombre el que se somete a ese Otro que habla desde el inconsciente, que luego le dirige toda la vida. Y esta experiencia debe repetirla con el analista, crear este lazo, para luego invertir toda la realidad.

Para Lacan –siempre interpretando a Freud– en la raíz de la ética se debe colocar el deseo y el deseo que va acompañado de la “falta” (faute, culpa, pecado), porque es el deseo perverso.

Hace referencia a la obra de Freud «Totem y tabú», y a la culpa original de la que allí se habla, de la cual debemos estar orgullosos: “debemos alabarnos por ella, felix culpa” . El crimen –para Lacan– consiste en ignorar el Mal absoluto. La ética lacaniana predica “la falta” (o pecado) como ideal, pues es la única capaz de hacernos escapar al crimen que es ignorar el mal. Para Lacan el fin del psicoanálisis es el acceso al deseo del saber ; hay que conocer el mal, porque es lo más profundo del hombre.

El psiquiatra francés hace referencia a la «Ética a Nicómaco» y sitúa a Freud en la posición inversa de Aristóteles. Éste cree en el fin, en la felicidad que está en el bien y el Bien Supremo. Freud no niega que el hombre busque la felicidad, pero ésta es imposible de alcanzar; el hombre es el deseo.

El Angélico –por otro lado− dice que todos los hombres apetecen la felicidad , la cual se encuentra en el fin último. Si bien todos concuerdan en desear este fin, en la situación concreta, no todos entienden lo mismo respecto de aquello en lo que consiste. Para Santo Tomás la felicidad debe ser “el bien perfecto y suficiente” del hombre . Ciertamente en esta vida no puede alcanzarse la perfecta beatitud, pero sí puede tenerse una participación, que es la felicidad imperfecta . Y así afirma el Angélico: “la última y perfecta bienaventuranza que esperamos en la vida futura consiste toda principalmente en la contemplación. Mas la beatitud imperfecta, cual en esta vida puede alcanzarse, consiste principalmente en la contemplación, secundariamente en la actividad del entendimiento práctico, que impone el orden en las acciones y pasiones humanas, como dice el Filósofo” .

Lacan, fundamentándose en la experiencia moral, coloca la génesis de la dimensión moral en el deseo, en la “función fecunda del deseo” . El deseo mueve la vida psíquica (que es movimiento) de pecado en pecado. El psicoanálisis tiene como objetivo apaciguar la culpa de un hombre que es perverso: “Se trataría de una domesticación del goce perverso fundada, por un lado, en la demostración de su universalidad y, por otro, en su función” .

Según Lacan el hallazgo fundamental de Freud fue la ley del incesto (con el conflicto edípico), porque esto quiere decir que el hombre no puede obrar el bien, porque éste es inalcanzable. Y el bien es inalcanzable, porque el hombre desea siempre lo prohibido. Y este mal deseo –o deseo del mal– es esencial, es el fundamento de la moral, de todo movimiento del hombre. Lacan alaba la «Crítica de la razón práctica» de Kant, pues es el libro de referencia en los planteos éticos del psicoanálisis . El Soberano Bien es prohibido para el hombre, porque no puede conocerse ni alcanzarse.

Lacan critica la posición aristotélica de un amo que “se escabulle del trabajo” para dirigirse hacia la contemplación , en la búsqueda de la verdad. La verdad buscada en la experiencia concreta, no es la de una “ley superior” –dice Lacan–, es una verdad liberadora, una verdad particular. “¿Pues qué buscamos en el análisis si no una experiencia liberadora? (...) El Wunsch [deseo] no tiene carácter de una ley universal, sino por el contrario el de la ley particular” . Esto es lo que debe cumplir el que se psicoanaliza, liberarse de la verdad y vivir según el deseo, pero el deseo perverso que conoce el Mal.

Y reafirma que el deseo último que el individuo descubre como motor de su conducta, es el que Freud llamó “deseo del incesto”. Por eso la ley está relacionada con su prohibición y violación. El hombre es su libertad y esto se pone de manifiesto cuando se libera transgrediendo, sobre todo la ley natural.

Los mandamientos –añade Lacan– se encuentran en relación con “la palabra”, y ésta posibilita la mentira . Porque “pasamos nuestro tiempo violando los diez mandamientos y precisamente por eso una sociedad es posible” . La vida psíquica es una violación de las normas. El hombre vive continuamente la simulación, la mentira, el engaño, y esto es lo que llama ‘amor cortés’ o fingido. Explicita esto de la siguiente forma: “A nivel inconsciente el sujeto miente. Y esa mentira es su manera de decir al respecto la verdad” . Recordemos que el inconsciente está estructurado como un lenguaje: “en esta función antinómica entre la ley y el deseo, la palabra condiciona” . En la palabra reside una de las piedras angulares de la condición humana, porque le permite invertir la realidad con la mentira como verdad.

Lo importante aquí es el lenguaje que, según Lacan, se estructura alrededor del vacío, porque es una construcción artificiosa. Permite ir más allá del bien y del mal, posibilita una separación del ser, un corte con el verdadero ser y la creación de la propia ley. Crea ex-nihilo, porque al desvincularse del ser, genera una ley que sigue la propia voluntad aislada de la realidad, la que sumerge al hombre en ese “rumiar sus propios pensamientos” sin consideración de su naturaleza y su fin perfectivo.


2) Consecuencias del obrar según el deseo

A diferencia de Freud que era ateo y materialista y para quien la muerte era sólo la vuelta a lo inanimado, Jacques Lacan, con su formación católica plantea, en el fondo, la dinámica psíquica entre la vida y la muerte, entre el pecado (la falta, falla, hamartía) y el cumplimiento de la ley natural . Por eso el hombre es-para-la-muerte, porque rechaza los bienes, no puede ser feliz, su vida es una tragedia. Esta es la paradoja: está vivo pero se encuentra con la muerte del alma.

Lacan manifiesta claramente que la ética del psicoanálisis, su dimensión moral (que es lo propio de esta disciplina), se refiere a la acción que es movida por el deseo perverso (contrario al propio bien), principio del actuar, que pone al hombre en conexión con el Juicio Final, el triunfo de la muerte, el infierno. Por eso Lacan da tanta importancia a la Ley, pero la propia ley, la ley de la realización del deseo, que al final es un deseo de muerte.

Pone deseo y ley en relación dialéctica, de manera que la Ley enciende el deseo, que deviene en deseo de muerte. Dios sabe que el hombre tiene un deseo perverso y entonces le da la ley para impedirle ese goce. La transgresión es necesaria, en el contexto lacaniano, para acceder al goce, justamente para lo cual sirve la ley, cuando se da su violación. Pero el goce cambia por completo el sentido de la ley moral, porque la ley sirve para promover el pecado y éste es posible por el deseo de gozar más allá de lo que marca la ley. La doctrina de la ley del goce egoísta, inserta en “el misterio del deseo” perverso, lleva al más terrible vacío y culmina cuando “vemos perfilarse en el horizonte la idea de un suplicio eterno” .

Por eso a Lacan le gusta citar con frecuencia la obra de Sade. La acumulación de horrores que aparecen en Sade, sólo evidencian la importancia de este deseo perverso que se halla en relación a la búsqueda de satisfacción del propio poder, y que se pone en juego al querer ir más allá de toda ley natural, al buscar este exceso como modo de transgresión. Pero reconoce que esta “problemática del deseo”, que hace al hombre “retroceder ante los bienes”, tiene como correlato necesario la destrucción (que en Freud se encuentra relacionado a la pulsión de muerte).

El famoso psiquiatra francés retorna a menudo a Sade y sus mil imágenes que expresan este deseo perverso, pero también al fantasma del sufrimiento eterno. Piensa Lacan que justamente la posición creacionista, el a partir de la nada (ex-nihilo), significa que lo que es, ya no puede volver a la nada. Y justamente lo relaciona con el tema de Sade y el mal del pecador empedernido, del que excede la ley, y que también se enfrenta al problema del mal para siempre. Si el hombre pudiera volver a la nada, podría dejar de sufrir, pero lo que ya es, no puede volver a la nada de donde salió.

En una dura crítica a la ‘ética tradicional’ aristotélica dirigida por los bienes, Lacan sitúa las acciones que deben hacerse según el deseo (al “deseo se opone la ética tradicional” ) que rige la propia ley, en un juicio ético que está en relación al Juicio Final, donde se dará el “triunfo del ser-para-la-muerte” . Este es el carácter fundamental del actuar en la vida, la cual terminará en la muerte final, que es la condenación.

Dice Lacan: “la cuestión de la realización del deseo se formula necesariamente desde la perspectiva del Juicio Final” . Para este autor, el planteo de la realización del deseo se hace de frente y en vistas de este Juicio Final que será condenatorio. Haber realizado el deseo perverso es introducir la muerte en la propia vida. Implica el futuro y perpetuo sufrimiento en el infierno, prefigurado –según Lacan– por Sade y el tiempo sin final para los tormentos del condenado. Pero para esto son necesarias dos cosas que se relacionan con la segunda muerte o muerte del alma: el lenguaje, lo “que no es” , el lugar de la mentira, y la libido que pone una barrera para que todo sea olvidado y se pueda tener acceso al goce “en instantes fugaces” .

Lo sexual encubre la infelicidad radical. Pero más allá del acceso carnal, lo más importante es que el sujeto logra cumplir “su propia ley”, transgrediendo la de Dios. El psicoanálisis debe dirigirse a los bienes terrenales, de manera que estos suplen la demanda de felicidad que trae el paciente. Pero para esto hay que destruir la relación con Dios y atenerse a las consecuencias que suponen la muerte del alma, la condenación. Seguir el deseo es sumergirse en el “júbilo diabólico” , porque de alguna manera se sabe –y esto es lo cruel– que termina en el suplicio eterno, aunque se disfrute de un goce fugaz.

El hombre hace su propia ley según su deseo, y esto lo lleva al desafío de traspasar todos los límites posibles, aventurarse a todos los excesos, pero también lo enfrenta a la muerte del alma en el Juicio Final, al suplicio sin terminación. Se busca el deseo perverso por la impotencia del deseo natural, dice Lacan. Vemos claramente cómo, sin la gracia, el hombre no puede cumplir en plenitud la ley natural, y así es experimentado por estos autores. Sobre todo por Lacan que ha conocido la vida cristiana con más profundidad.

Lacan dice que la ética del psicoanálisis es una ética trágica, porque el mal es un bien y el obrar no conduce al fin último, pero logra la satisfacción del deseo. Sin embargo, es una tragedia porque recibe su castigo, que es la muerte. Entonces, esto debe hacer el psicoanálisis: que el hombre tenga conciencia de la experiencia del pecado, que en última instancia es experiencia de la propia muerte, de la muerte causada por sus propias acciones. Esta concepción no sólo se aleja de la ética aristotélica, sino que –explícitamente – Lacan la opone a la ética de la felicidad. Y el fundamento es que el pecado es el “bien de todos”, lo que “todos” pueden hacer.

Lacan no niega a Dios, sino que no lo reconoce como Bien Absoluto o Soberano Bien, porque cree que en Dios hay mal. Por medio del psicoanálisis tenemos experiencia de que el Soberano Bien no existe, porque se pone en evidencia que el movimiento psíquico se da desde lo negativo (la falla que despierta el deseo perverso), desde el mal que todo lo alcanza y lleva a la “realización” del individuo, pero también a la muerte (por eso el hombre es-para-la-muerte). Hay una doble muerte: la muerte real (biológica) y la muerte “preferida, asumida” que está en relación al odio por el creador que hizo al hombre débil e insuficiente .


Conclusión: no cabe duda que el pensamiento de Lacan muestra la profunda desesperación que –desgraciadamente– encontramos en muchas personas de nuestro tiempo, aquellas que han asimilado el pensamiento relativista moderno, en una sociedad que conoció la verdad del cristianismo. El hombre que hoy en día quiere vivir según su deseo y transgrede la Ley de Dios, siguiendo “su propia ley”, se enfrenta a la irremediable muerte del alma y su espantoso “suplicio sin final”. Y esto hace que la vida sea un peso insoportable, un terrible y oscuro sufrimiento (oculto muchas veces tras la satisfacción de los deseos), pero que aflora de vez en cuando con síntomas psíquicos inequívocos.

Quizás sea por esto que S.S. Benedicto XVI consideró necesario regalarnos la Encíclica «Spe Salvi», donde retoma la perspectiva del juicio final como criterio de ordenación de las acciones, donde está involucrada toda nuestra realidad presente . El que tiene esperanza, vive de una manera distinta. “El Juicio de Dios es esperanza, tanto porque es justicia, como porque es gracia. (...) la gracia nos permite a todos esperar y encaminarnos llenos de confianza al encuentro con el Juez, que conocemos como nuestro `abogado`, parakletos” .



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3 comentarios:

  1. Estimada: es muy respetable e importante su trabajo pero creo que se equivoca radicalmente en la interpretación de la posición de Lacan. Aclaro que soy católica y lacaniana independiente (no milleriana). Creo que, por ejemplo, la referencia a que el Verbo Encarnado es el principio del mal... eso de ninguna manera es blasfemo hasta donde yo alcanzo a ver: el hecho es que en la historia del mundo angélico que acepta la teología católica como verosímil está el proyecto de encarnación de Dios en el origen de la revelación de Lucifer y el posterior establecimiento de un “reino del mal”. Recomiendo el libro publicado por padre Fortea, que está en audiolibro en Youtube: “La historia del mundo angélico”

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  2. Podría referirme a otros aspectos por los que no adhiero a su pensamiento.
    Creo, eso sí, que su lectura es muy apropiada para los lacanianos, pero de ninguna manera para Lacan.

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  3. Sobre los diez mandamientos... lea lo que faltaba antes y después, por favor.
    «...que una sociedad es posible. No tengo necesidad para esto, de llegar al extremo de las paradojas de un Bernard de Mandeville que muestra en la fábula de las abejas, que los vicios privados forman la fortuna pública. No se trata de eso. Se trata de ver que si esos Diez Mandamientos están aquí con su carácter de inmanencia preconsciente, a algo responden».
    Muchas personas se confunden abundantemente con Lacan. Le recomiendo al respecto leer las revistas El Rey Está Desnudo, de Programa Apertura (Argentina), único colectivo (que yo conozca) que se desmarca de la lectura ya clásica de un lacan así malentendido.

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