Breves reflexiones acerca del paradigma técnico de la antigüedad y su relación con el paradigma tecnocientífico contemporáneo
Dr. Mario Caponnetto
Material de lectura obligatoria para la sexta Clase Magistral del Curso sobre Historia del Pensamiento Contemporáneo.
1.- Introducción
1.1.- Objeto del presente trabajo
Nos proponemos, en el presente trabajo, formular algunas muy breves reflexiones acerca de la técnica entendida como imitación de la naturaleza con el propósito de aportar a la comprensión crítica del fenómeno contemporáneo de la tecnociencia una nueva categoría de análisis. Estimamos que esta categoría, por sus ricas y vastas implicancias, es capaz de alumbrar el mencionado fenómeno de la tecnociencia, tanto en lo que se refiere a su realidad histórica cuanto a su problemática epistemológica y ética.
1.2.- Técnica y tecnociencia
A los fines del presente trabajo tomamos el término técnica en su acepción clásica, en el sentido de tekné (τεκνη) o arte (ars), esto es, el hábito de la razón práctica mediante el cual el hombre efectúa todas sus realizaciones productivas, de acuerdo con la clásica definición de Aristóteles: hábito productivo acompañado de razón verdadera. O, también, según el axioma escolástico, la recta ratio factibilium. A su vez, la palabra tecnociencia la empleamos conforme viene siendo ella usada en numerosos autores actuales para referirse a la singular situación de la técnica contemporánea la que ha alcanzado un grado tal de predominio que ha terminado no sólo por fundirse y confundirse con la ciencia sino que ha absorbido en sí a la misma razón científica constituyéndose en una mediación que afecta a la razón en su forma de acceso al mundo. De acuerdo con Héctor Jorge Padrón recalcamos la doble realidad epistemológica e histórica del fenómeno de la tecnociencia:
"Lo primero que conviene advertir en este punto es que la realidad de la tecnociencia es epistemológica e histórica [...] Este hecho histórico no contradice la posibilidad formal de distinguir entre ciencia y tecnología. Esto es siempre viable. [...] Más allá de la posibilidad de afinar la distinción formal entre ciencia y tecnología, lo que hay que explicar hoy es la aparición y la estructura de este nuevo compacto denominado tecnociencia a fin de esclarecer, en parte, la configuración de algunas cuestiones éticas contemporáneas. Ya que en la realidad actual de la tecnociencia no sólo hay relación entre ciencia y tecnología sino, además, interacción profunda y solidaria".
2.- El paradigma técnico en la filosofía de Tomás de Aquino: ars imitatur naturam
A los efectos de facilitar nuestro análisis del tema propuesto vamos a partir, para una cabal comprensión de lo que hemos dado en llamar el paradigma técnico de la Antigüedad, de dos textos de Tomás de Aquino cuyo comentario haremos. El primero corresponde al Proemium que el Doctor Angélico antepone al comentario de la Política de Aristóteles. El segundo, es un pasaje del comentario de la Física del Filósofo.
2. 1. a.- Texto de In Politicorum
"1.- Como enseña el Filósofo en el segundo [libro] de la Física, el arte imita a la naturaleza. La razón de esto es porque así como los principios se relacionan recíprocamente, también, proporcionalmente, se relacionan las operaciones y los efectos. Pero el principio de aquellas [cosas] que se hacen según el arte es el intelecto humano el cual, según una cierta semejanza, se deriva del intelecto divino que es el principio de las cosas naturales. Por lo que es necesario que también las operaciones del arte imiten las operaciones de la naturaleza y aquellas [cosas] que son según el arte imiten a las [cosas] que están en la naturaleza. Pues si un maestro en un arte [u oficio] produjere una obra de arte, sería necesario que un discípulo que de él recibiere el arte, prestase atención a la obra de aquel [maestro] para que a semejanza de él, el mismo discípulo operare. Y por esto el intelecto humano hacia el cual se deriva, desde el intelecto divino, la luz inteligible, tiene necesariamente, en aquellas [cosas] que hace, ser instruido por la consideración [o contemplación] de aquellas [cosas] que son hechas por la naturaleza a fin de que opere de manera similar.
"2.- Es por esto que el Filósofo dice que si el arte hiciere aquellas [cosas] que son [propias] de la naturaleza, también, de modo similar, operaría según la naturaleza y, viceversa, si la naturaleza hiciere las [cosas] que son del arte, también, similarmente, haría según el arte. Pero la naturaleza, por cierto, no produce las [cosas] que son del arte sino, tan sólo, dispone ciertos principios y ofrece a los artífices, de algún modo, un modelo de operación. El arte, en cambio, puede dirigir su mirada a las [cosas] que son de la naturaleza y utilizarlas para la perfección de la propia obra. De donde resulta evidente que la razón humana es solamente cognoscitiva de aquellas [cosas] que son según la naturaleza; en cambio, de aquellas que son según el arte es cognoscitiva y productiva. Por lo cual es preciso que las ciencias humanas que consideran las cosas naturales sean especulativas [y], en cambio, las que versan acerca de las cosas hechas por el hombre sean productivas u operativas según una imitación de la naturaleza".
("1.- Sicut Philosophus docet in secundo Physicorum, ars imitatur naturam. Cuius ratio est, quia sicut se habent principia adinvicem, ita proportionabiliter se habent operationes et effectus. Principium autem eorum quae secundum artem fiunt est intellectus humanus, qui secundum similitudinem quamdam derivatur ab intellectu divino, qui est principium rerum naturalium. Unde necesse est, quod et operationes artis imitentur operationes naturae; et ea quae sunt secundum artem, imitentur ea quae sunt in natura. Si enim aliquis instructor alicuius artis opus artis efficeret; oporteret discipulum, qui ab eo artem suscepisset, ad opus illius attendere, ut ad eius similitudinem et ipse operaretur. Et ideo intellectus humanus ad quem intelligibile lumen ab intellectu divino derivatur, necesse habet in his quae facit informari ex inspectione eorum quae sunt naturaliter facta, ut similiter operetur.
"2.- Et inde est quod Philosophus dicit, quod si ars faceret ea quae sunt naturae, similiter operaretur sicut et natura: et e converso, si natura faceret ea quae sunt artis, similiter faceret sicut et ars facit. Sed natura quidem non perficit ea quae sunt artis, sed solum quaedam principia praeparat, et exemplar operandi quodam modo artificibus praebet. Ars vero inspicere quidem potest ea quae sunt naturae, et eis uti ad opus proprium perficiendum; perficere vero ea non potest. Ex quo patet quod ratio humana eorum quae sunt secundum naturam est cognoscitiva tantum: eorum vero quae sunt secundum artem, est et cognoscitiva et factiva: unde oportet quod scientiae humanae, quae sunt de rebus naturalibus, sint speculativae; quae vero sunt de rebus ab homine factis, sint practicae, sive operativae secundum imitationem naturae").
2. 1. b.- Texto de In Physicorum
"3.- En el arte y en la naturaleza, de modo similar, se llega a las [cosas] últimas a partir de las primeras. Por lo cual si las [cosas] artificiales, como una casa, fueren hechas por la naturaleza serían hechas en este [mismo] orden según el cual ahora son hechas por el arte; es decir, que primero se pondría el cimiento, luego se levantarían las paredes y, por último, se cubriría el techo. Pues así procede la naturaleza en las [cosas] que están asidas a la tierra, a saber en las plantas, cuyas raíces, como cimientos, penetran en la tierra, en tanto el tronco, al modo de una pared se eleva hacia lo alto y las hojas sobresalen a la manera de un techo. y similarmente, si las [cosas] que son hechas por la naturaleza fueren hechas por el arte, se harían del modo según el cual son hechas por la naturaleza como se evidencia en la salud a la cual sucede [que] es producida por la naturaleza y por el arte pues así como la naturaleza sana calentando y enfriando, así también el arte.
"4.- [...] el arte hace algunas [cosas] que la naturaleza no puede hacer como una casa y otras de ese tipo; en cambio en esas [cosas] que son hechas por el arte y por la naturaleza, el arte imita a la naturaleza, como se evidencia en la salud, según ya se dijo") .
("3.- Similiter enim ex prioribus pervenitur ad posteriora in arte et in natura: unde si artificialia, ut domus, fierent a natura, hoc ordine fierent quo nunc fiunt per artem; ut scilicet prius institueretur fundamentum, et postea erigerentur parietes, et ultimo superponeretur tectum. Hoc enim modo natura procedit in iis quae sunt terrae affixa, scilicet in plantis: quarum radices quasi fundamentum terrae infiguntur; stipes vero ad modum parietis elevatur in altum; frondes autem supereminent ad modum tecti. Et similiter si ea quae fiunt a natura, fierent ab arte, hoc modo fierent sicut apta nata sunt fieri a natura; ut patet in sanitate, quam contingit fieri et ab arte et a natura; sicut enim natura sanat calefaciendo et infrigidando, ita et ars.
"4.- [...] ars quaedam facit, quae natura non potest facere, sicut domum et alia huiusmodi: in iis vero quae contingit fieri et ab arte et a natura, ars imitator naturam, ut patet in sanitate, ut dictum est: unde si ea quae fiunt secundum artem, sunt propter finem, manifestum est quod etiam ea quae fiunt secundum naturam, propter finem fiunt, cum similiter se habeant priora ad posteriora in utrisque. ").
2.2.- Algunas consideraciones semánticas
Para una mejor comprensión de los dos textos tomistas que acabamos de transcribir, creemos oportunas algunas consideraciones de carácter semántico. Adviértese el uso, en ambos textos, de algunas palabras cuya significación requiere ser adecuadamente establecida en el contexto general del pensamiento y del lenguaje del Aquinate. Señalamos, en primer término la palabra imitatio. En el primero de los textos escribe Santo Tomás que "es necesario que también las operaciones del arte imiten las operaciones de la naturaleza" (unde necesse est, quod et operationes artis imitentur operationes naturae). En el segundo de los textos se glosa directamente el paso aristotélico donde, conforme con el ejemplo de la casa y del árbol, queda claro que el arte procede mediante una imitación de la naturaleza (imitatio naturae). Ahora bien, ¿se trata simplemente de una mimesis de las operaciones naturales o de una inspiración en los modos operativos de la naturaleza? Creemos que para dar a la palabra imitación (imitatio) toda la carga significativa que ella posee debemos vincularla con la palabra semejanza (similitudo) y el correspondiente adverbio semejantemente (similiter) que hallamos en el contexto inmediato en uno y en otro texto. En efecto, en el pasaje del comentario de la Política la necesidad de que las operaciones del arte imiten a las de la naturaleza se expresa mediante una oración consecutiva, encabezada por unde, cuya oración antecedente afirma que el principio de las cosas hechas por el arte es el intelecto humano el cual "según una cierta semejanza, se deriva del intelecto divino" (secundum similitudinem quamdam derivatur ab intellectu divino...). Más abajo el texto se hace aún más claro con el ejemplo del discípulo quien debe operar a semejanza (ad similitudinem) del maestro. Y aún más, al regresar, tras el ejemplo, a la acción del intelecto humano se afirma claramente de él, en la conclusión, "a fin de que opere de manera similar" (ut similiter operetur). Lo mismo hallamos en el pasaje del comentario de la Física encabezado por el adverbio similiter, (similarmente, de modo similar) adverbio que vuelve a aparecer algunas líneas más abajo: "y similarmente, si las [cosas] que son hechas por la naturaleza..." (Et similiter si ea quae fiunt a natura...).
Queda claro, pues, que en la intención de Santo Tomás la imitatio en el plano operativo es una consecuencia de una similitudo en el plano entitativo. Pero la palabra similitudo posee un significado de excepcional riqueza en el vocabulario tomista dado que ella se vincula con la condición fundamental creatural de todos los entes que no son el ser sino que lo poseen por una participación en el ser de Dios. La participación es una asimilación en el ser (asimilatio in esse). En el orden de la causalidad predicamental la asimilatio se hace por la forma, que es acto. En el orden de la causalidad trascendental se hace por el esse que es la máxima actualidad de todo ente; y el esse es lo participado que al ser recibido por la esencia como sujeto recipiente resulta, así, limitado y coartado por ella. Quiere decir que cada cosa participa el esse tanto cuanto su naturaleza lo consiente. Esto señala la distancia y la diferencia pues la medida de la asimilatio determinada la medida de la similitudo. Por el esse la creatura se asimila al Creador, pero al tener su ser coartado por la esencia la creatura no se identifica con el Creador sino que es una similitudo suya. Cada forma es una similitudo y, por ello, una imitatio de la Divina Esencia. La similitudo es formal, ejemplar y ontológica. Concluimos, pues, que la imitatio naturae en el operar del intelecto humano es el modo propio de operar de un intelecto que, en su máxima radicalidad ontológica, es imago y similitudo del Intelecto Divino. Como veremos, enseguida, esto otorga a la mimesis un sentido mucho más amplio que el que le asigna Aristóteles.
Otra palabra que queremos destacar es la empleada en el texto del comentario de los Políticos, a saber, consideración, contemplación (inspectio): "el intelecto humano [...] tiene necesariamente, en aquellas [cosas] que hace, ser instruido por la consideración [o contemplación] de aquellas [cosas] que son hechas por la naturaleza" (intellectus humanus [...] necesse habet in his quae facit informari ex inspectione eorum quae sunt naturaliter facta...). Antes, al referirse a la actitud del discípulo frente al maestro, utilizó el verbo latino attendere (prestar atención, atender): "prestase atención a la obra de aquel [maestro]" (ad opus illius attendere...). Ambos vocablos evocan el hecho de una mirada atenta, de una inspección cuidadosa, de una observación detenida y meditada; en el fondo, hacen referencia a una actitud contemplativa con todas las consecuencias que se derivan de esto y que veremos a continuación.
3.- Comentario de los textos
3.1.- La radicación de la mimesis Aristotélica en la creaturidad y en la participación metafísica
Como se advierte con toda claridad en el primero de los textos propuestos, el Doctor Angélico establece una relación de reciprocidad proporcional entre los principios de las cosas y sus causas y sus efectos. Por tanto, si afirmamos que el intelecto humano es el principio de las cosas hechas por medio del arte y, a su vez, el intelecto divino lo es de aquellas cosas que son hechas según la naturaleza, la conclusión es que las operaciones de la naturaleza y las operaciones del arte deben guardar alguna relación proporcional. Ahora bien, ¿en qué consiste y en qué se funda esta relación? Ella no es otra que la semejanza que liga a ambos intelectos: el intelecto humano se deriva del intelecto divino según una cierta semejanza. Y esta semejanza funda, como ya adelantamos, la imitación por parte del intelecto humano del intelecto divino. Ahora bien, esta imitación es en el ser y en el operar: porque el intelecto humano es en su ser una semejanza del ser del intelecto divino, el operar del intelecto humano es una semejanza e imitación del operar del intelecto de Dios. Porque es semejante a Dios el hombre opera semejantemente a Dios en un operar que es imitación del operar divino. Pues bien, establecida esta relación entre los principios y las operaciones se deduce, ahora, sin dificultad, la relación proporcional entre los efectos: el arte, efecto del operar del intelecto humano, imita a la naturaleza, que es el efecto del intelecto divino.
Puesto que ya hemos adelantado el sentido eminentemente creatural que la noción de semejanza tiene en el pensamiento del Aquinate y su estrecha y necesaria vinculación con la doctrina de la participación metafísica, resulta ahora evidente que al fundar la imitatio en la similitudo Tomás de Aquino no hace sino radicar la noción aristotélica de mimesis en la noción capital de creaturidad y en la consecuente noción de participación metafísica. Con lo cual la mimesis aristotélica es radicalmente transformada. Estamos aquí ante uno de los tantos "saltos" abismales, y a la vez casi imperceptibles, a los que nos tiene acostumbrados el genio de Aquino. En efecto, ni el arte que imita ni la naturaleza que es imitada poseen en el Filósofo esta profunda connotación creatural por lo cual la mimesis aristotélica es sólo una cierta inspiración del hombre en la naturaleza. En Santo Tomás, en cambio, esta imitación es el único y necesario modo de obrar de un intelecto creado a imagen y semejanza de Dios, es decir, el único y necesario modus operandi de la razón en su dimensión práctica .
3.2.- Primacía de lo teorético en la esfera de las realizaciones prácticas
Lo que acabamos de ver otorga a las creaciones de la razón práctica -entre las que se ubican las realizaciones técnicas- una insospechada significación: ellas son, a partir de ahora, la expresión de la más radical condición ontológica del hombre, su condición de creatura y, por tanto, de ente finito participado. Así, el hombre técnico no es un mero fabricante de objetos útiles. Para entender esto volvamos al centro de la cuestión y advirtamos que la acción técnica del hombre, en definitiva, es una semejanza del acto creador de Dios. Pues si el arte imita a la naturaleza y el artífice humano imita al Artífice Divino, lo que está en juego aquí es una semejanza del actus operandi del hombre respecto del actus creandi de Dios.
Pero el acto de creación es un acto de intelección y de conocimiento: las cosas son porque Dios las conoce, enseña San Agustín y reitera Santo Tomás. Por tanto, el Acto Cognitivo de Dios -que es uno y lo mismo con el Acto de Amor de Su Voluntad- es lo que da el ser a las cosas y las mantiene en el ser. La analogía más próxima del acto técnico del hombre no es, pues, un hacer, en el sentido de una mera operatividad exterior, sino un concebir, un proyectar previos a todo acto factivo o productivo. Henos aquí en un punto de importancia extraordinaria: la primacía de la actividad teorética aún en el orden de las realizaciones prácticas. Esta actividad teorética resulta, en consecuencia, el fundamento último, verdaderamente sólido y firme, de las realizaciones del intelecto práctico y, en consecuencia, de las acciones técnicas. Todo intento de reducir la técnica a un mero hacer operativo sin fundamento teorético implica, como veremos, una amputación de la propia técnica, en tanto es ella una mediación antropológica básica frente a la naturaleza, en la misma medida en que implica una mutilación del propio hombre.
3.3.- Imitatio, Inspectio, Contemplatio y Lectio en el quehacer productivo
Siguiendo con el análisis del texto correspondiente al comentario de los Políticos, avancemos, ahora, hacia otro aspecto del acto productivo, a saber, el que se deduce del ejemplo del discípulo y su maestro. Santo Tomás es claro: todo discípulo que recibe el arte de las manos de un maestro debe mirar la obra del maestro, posar en ella su atención más detenida a fin de que cuando el discípulo obre lo haga a semejanza del maestro. Actitud dócil de discípulo es, pues, según Santo Tomás, la que el hombre ha de asumir frente a la naturaleza -obra de Dios, recordémoslo. Por tanto, si la imitatio naturae tiene, como vimos, su fundamento ontológico en la similitudo del hombre respecto de Dios, ahora vemos que esta imitatio no se consuma sino en una atenta mirada (inspectio) a las obras de la naturaleza, una naturaleza que se ofrece al hombre como un modelo de acción (exemplar operandi). Mirada detenida, amorosa y amante que nos lleva a la verdadera contemplación (contemplatio). Es contemplando a la naturaleza creada como el hombre se hace homo tecnicus. Sin esta contemplación, activa y tensa, pero, a la vez, receptiva y callada, la acción técnico-productiva cae, parafraseando a San Agustín, en la región de la desemejanza. Se deshumaniza. Nos vamos aproximando al drama de la tecnociencia contemporánea.
Pero estimamos incompleta nuestra interpretación si, llegados a este punto, no avanzamos hacia otro aspecto que se sigue de todo lo dicho. Esta actitud contemplativa de la naturaleza nos conduce, de la mano, al gran tema de la lectio. Consumar esa mirada comprensiva de la naturaleza exige, por necesidad, el ejercicio de la lectio, de la lectura intensa y demorada, silente y trémula de la naturaleza. Implica, por consiguiente, un oir, un prestar atento oído a la voz de esta naturaleza que nos habla. Pero como esta naturaleza es obra de Dios es, en definitiva, hacia a El al que debemos inclinar nuestro oído por lo cual la lectio naturae se hace, por lo mismo, lectio divina: habla, Señor, que tu siervo escucha.
3.4. - La unidad de la razón práctica
Los textos que hemos seleccionado son, a nuestro juicio, complementarios en el sentido que cada uno dice algo diverso respecto de un mismo tema. Así el correspondiente al comentario de los Políticos (en el que, según vimos, la noción aristotélica de mimesis recibe su más acabada reformulación) ilumina el pasaje del In Physicorum. Es en éste, por su parte, donde Santo Tomás glosa, en su lugar propio, el axioma aristotélico "el arte imita a la naturaleza" puesto que es en la Física (y no en la Etica ni en la Política) donde el Estagirita trata el tema. Y este texto tiene su particular riqueza. En efecto, tal como se desprende del ejemplo de la casa y del árbol, toda obra de arte se compara a la de una obra de la naturaleza. Pero la conclusión es aún más amplia: puesto que de modo similar, tanto en el arte como en la naturaleza, se procede de lo que es primero a lo que es posterior, si las cosas artificiales -como la casa- fueran hechas por la naturaleza, ésta procedería en el mismo orden en que ahora procede el arte, o sea, comenzaría por los cimientos para concluir en el techo. Y viceversa, si las cosas naturales fuesen hechas por el arte lo serían conforme al mismo orden en que naturalmente son hechas; y es así como el arte de la medicina induce la salud en el viviente, mediante una imitación del modo como la naturaleza produce la salud. La noción sobre la cual queremos fijar la atención es la noción de orden. Lo que queremos decir es que hay aquí una recíproca relación proporcional entre dos órdenes: el orden de la naturaleza, que el hombre descubre pero no crea, y el orden de la técnica que el hombre concibe y crea. La mimesis es el fundamento de esta relación que reivindica la necesaria inserción del orden técnico en el orden natural, conclusión, a todas luces, de insospechada trascendencia.
Pero hay algo más en orden a esa complementariedad de los dos pasajes antes aludida. Al regresar al texto del Proemium no deja de llamarnos la atención el hecho que el Aquinate haya llevado un pasaje de la Física al comentario de un libro correspondiente a la ciencia moral por excelencia, esto es, la política. Creemos lícito intentar una lectura de este hecho. Para empezar no estimamos que el sentido de esta traslación pueda limitarse a la intención de poner ante los ojos del lector un mero ejemplo. La intención nos parece de mucho mayor y, por consiguiente, más rica. A nuestro juicio, aquí Santo Tomás lo que intenta es destacar la unidad de la razón práctica tanto se considere su operación ética cuanto su operación poiético-productiva. Es sabido que en el lenguaje de Santo Tomás los términos no se ciñen a un significado restringido sino amplio. En cierto modo, el Aquinate juega con la pluralidad de sentidos de las palabras que, en sus manos, se hacen instrumentos de la analogía que es la gran forma mentis de todo su pensamiento. Esto viene a cuento del empleo de la palabra arte en uno y otro texto. Mientras en el comentario de la Física, el empleo de la palabra arte parece limitarse a las operaciones productivas, en el del comentario de la Política, por el contrario, parece extenderse a todas las acciones prácticas del hombre, esto es, además de las productivas, las éticas. De hecho, lo que Santo Tomás nos ha legado en el Prooemium es una comprensión metafísica de la entera vida práctica del hombre. Y si no ha tenido escrúpulos en valerse para esta comprensión de un texto referido a la acción productiva es porque entiende que esta vida práctica acusa una unidad más allá de sus esferas de acción. Y la cifra de esta unidad, como resulta evidente en el texto y en el contexto, es la unidad en el modus operandi de la razón práctica, esto es, la imitatio naturae derivada de la similitudo del alma respecto de Dios.
La importancia de esta unidad de la razón práctica reside en que ella nos asegura la connatural subordinación de la técnica a la ética. En esta perspectiva unitaria no cabe, siquiera, concebir una separación entre ethos y tekné. Ambos están unidos en la concreta existencia del hombre como dos actividades -por cierto diversas, distintas y distinguibles procedentes de la razón práctica que es una en su ser y en su operación.
4.- La tecnociencia como desemejanza
4.1.- Tekné y tecnociencia
Con todo lo dicho podemos concluir, ahora, que la tecnociencia contemporánea implica una ruptura respecto del paradigma técnico que los siglos clásicos y cristianos supieron acuñar. Esta ruptura se establece en los siguientes puntos fundamentales:
a) En cuanto nueva mediación antropológica básica frente a la naturaleza, la tecnociencia actual conlleva un cambio radical en la concepción del hombre mismo que de creatura racional, espiritual y contemplativa, imagen y semejanza de Dios, pasa a autocomprenderse como un ser autónomo, autosuficiente, productor y transformador de la naturaleza.
b) A esto sigue o acompaña un cambio en la visión de la naturaleza la cual pasa de ser obra de Dios, fuente de inspiración y modelo de operación para el hombre a constituirse en un mero reservorio (bestand) sometido a la acción provocativa del hombre (Heidegger).
c) La acción técnico-productiva no es mimesis de la naturaleza como necesario modus operandi de un intelecto que es semejanza del intelecto divino, sino pura operatividad transformadora orientada a un dominio sin fin sobre la misma naturaleza.
d) No hay contemplación como obligada previedad de toda acción técnica: ella es sustituida por una mirada exclusivamente utilitaria.
e) La connatural subordinación de la técnica a la ética es reemplazada por una, de hecho, obligada recusación de la ética toda vez que la razón práctica se ha reducido a pura ratio tecnica y ha exiliado de su horizonte todo fin trascendente a ella misma.
4.2.- Conclusión
Estas y otras consecuencias más de la desgraciada ruptura antes señalada nos permiten calificar a la tecnociencia contemporánea y al vasto programa antropológico de la que ella es parte y, quizás, vanguardia, como un verdadero reino de la desemejanza. El hombre no puede renunciar a ser imagen de Dios. Pero su libertad puede llevarlo -misteryum inquitatis a renunciar a la divina semejanza que es perfección y expresión de esa imagen. Cuando esto ocurre la situación histórica y existencial del hombre se ensombrece porque la creatura humana se precipita hacia el abismo de la desemejanza.
Nuestra propuesta es asumir esta categoría de la desemejanza como una clave interpretativa más del fenómeno de la tecnociencia contemporánea y como un aporte –por demás modesto- a la tarea crítica y reflexiva que la hora impone.
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