domingo, 3 de noviembre de 2013

Vivir en Tiempo Futuro - Juan Manuel de Prada

Vivir en Tiempo Futuro
Juan Manuel de Prada


Hace cinco años aproximadamente publiqué… un artículo titulado “Las gafas de Castellani”, en el que narraba con alborozo el descubrimiento de un escritor argentino, Leonardo Castellani (1899-1981), cuya lectura me había dejado una profunda huella. O quizá sea más apropiado decir profunda herida: porque Castellani no solo me pareció un escritor muy dotado, con un estilo entre quijotesco y montaraz que no se parecía a ningún otro que hubiese leído antes, sino que transformó y trastornó por completo mi forma de ver las cosas, mi forma de vivir mi propia vocación literaria y mi fe religiosa. Hay escritores que, en coyunturas determinadas de nuestra existencia, ensanchan nuestro horizonte vital; y así me ocurrió a mí con Castellani, al que le había sido concedido el doloroso don de mirar más adentro y más allá de la apariencia de las cosas; y a quien, ya en vida, se le condenó al ostracismo. «Los hombres que viven en tiempo presente –escribió en cierta ocasión– rechazan instintivamente hacia la soledad al que vive en tiempo futuro». En medio de este rechazo y soledad vivió Castellani: rechazo que, en muchos momentos de su vida, fue auténtico calvario y casi muerte civil.

Aquel artículo que publiqué hace cinco años cayó en las manos de un editor magnífico y una de las personas más nobles que he conocido en mi vida, Carmelo López-Arias, que me invitó a publicar un libro de Leonardo Castellani en la editorial en la que trabaja, LibrosLibres. Lo titulamos “Cómo sobrevivir intelectualmente al siglo XXI”; y, sorprendentemente, se vendió más que bien, lo que después me permitiría publicar otras obras del mismo autor: “Pluma en Ristre” (otra selección de artículos), “El Evangelio de Jesucristo” (comentarios sabrosísimos a las lecturas dominicales del Evangelio) y “El Apokalypsis de San Juan” (una exégesis del último libro del Nuevo Testamento). Durante todos estos años, el rescate de Leonardo Castellani ha sido motor principalísimo de mi vida, algo que ni siquiera las personas más allegadas a mí han comprendido del todo, porque en mi tozudez proselitista había algo de inmolación. Pero hay cosas que uno no hace porque quiera, sino porque sabe que tiene que hacerlas; y sabe también que si no las hace tendrá algún día que rendir cuentas por ello.

Ahora concluyo esta labor de rescate publicando “Los Papeles de Benjamín Benavides” (Homo Legens), tal vez la obra más representativa del genio castellaniano, una suerte de novela de tesis que participa del diálogo platónico, la sátira de costumbres y hasta de la intriga policial, cuyo protagonista, el Benjamín Benavides del título –un trasunto evidente del propio autor–, discute con un grupo de amigos variopintos las profecías del Apocalipsis. A simple vista, parece una obra escrita a salto de mata que entreteje, con evidente falta de unidad académica, fabulaciones de índole peregrina; pero, poco a poco, emerge de su lectura una visión abarcadora de la Historia humana (y de su vida futura, más allá de este “valle de lágrimas”) cautivadora. Y, en momentos tan críticos y sombríos como los que vivimos, especialmente dilucidadora y esperanzada.

Castellani habla en “Los Papeles de Benjamín Benavides” de asuntos sobre los que la cultura de nuestro tiempo ha echado siete candados; y que hasta los propios cristianos han dejado de “imaginar”. Pero, como en algún pasaje de la obra observa su autor, toda esperanza verdadera se apoya en el pedestal que la imaginación le presta: si no podemos hacernos una idea concreta de lo que esperamos, tendemos a expulsarlo de nuestra mente. Desde hace ya bastante tiempo, se está haciendo un esfuerzo –silencioso pero implacable– que consiste en retirar poco a poco todos los apoyos sobre los que la imaginación popular sostenía su creencia en una vida futura; y así, cegadas todas las salidas por donde el creyente buscaba concebir su destino último, la esperanza acaba marchitándose y siendo ensordecida por «una manga de profetoides, de vaticinadores y cantores del progresismo y de la euforia de la salud del hombre por el hombre». Pero no hace falta sino mirar en derredor para descubrir que todas las promesas de consecución del paraíso en la Tierra que nos hicieron los “cantores del progresismo” se han revelado falsas y frustrantes. Castellani, que vivía en tiempo futuro, nos devuelve en “Los Papeles de Benjamín Benavides”, con la vista siempre clavada en el horizonte escatológico, el verdadero sentido de la esperanza cristiana. Inevitablemente, se lo hicieron pagar con creces.








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