«La Revolución Cultural en la Argentina»
Cuarenta Años Después
Lic. Ernesto Alonso
El destacado Maestro mendocino, Dr. Abelardo Pithod, escribió en 1974 una interesantísima obra titulada «La Revolución Cultural en la Argentina» de la que se cumplen cuarenta años de su Segunda Edición. Y gracias a la pluma de uno de sus amigos y discípulos, el Lic. Ernesto Alonso, hoy con orgullo recordamos en este Blog del Centro Pieper. A la vista de los graves extravíos actuales de nuestra Argentina, dicha obra es profética, o, al menos, decididamente anticipatoria. Su luz continúa brillando vigorosamente y nos ofrece un inestimable auxilio para entender y afrontar los males presentes. Valgan estas líneas, entonces, como sencillo homenaje a la verdad proclamada y al error denunciado en aquellas páginas; y también a su Autor, el Profesor y Maestro Abelardo Pithod.
Abelardo Pithod, de memoria y en una pincelada
La segunda edición de «La Revolución Cultural en la Argentina», un breve texto que apenas llega a las cien páginas, tuvo lugar en la segunda quincena de mayo de 1977. Se han cumplido ya cuarenta años. ¿Por qué me interesa recuperar un poco del olvido esta “obra de un científico, obra crítica y también polémica” como escribe el Dr. Roberto Brie en el prólogo?
Este rescate y rememoración exterioriza motivos personales porque el autor, Dr. Abelardo Pithod, fue uno de mis grandes maestros mendocinos, profesor de Psicología General en la Universidad Católica Argentina (sede Mendoza), y con quien trabajé unos cuantos años como becario de investigación en el Centro de Investigaciones Cuyo (CIC) de esa ciudad. Puedo asegurar que conozco bastante bien al Dr. Pithod y aunque fuese una pérdida irreparable el olvido de sus lecciones en lo concerniente a mi formación intelectual y académica; lamentaría más, empero, extraviar el preciado tesoro que fueron las prolongadas charlas personales que solíamos mantener, café de por medio, en las tardes del CIC.
De Pithod siempre me impresionó la admirable capacidad para observar en la realidad de hechos y personas la dimensión psicológica y social –era su especialidad– sin perder nunca de vista los grandes principios de la filosofía perenne. Tenía Pithod una “mente psicológica” pues sabía inteligir con penetración y certeza la “causalidad psíquica” en las complejas cuestiones político-sociales y culturales que examinábamos con frecuencia. No era un “tomista de estricta observancia”, si por ello se entiende una continua y sistemática dedicación a la filosofía de Santo Tomás, aunque es cierto que tuvo una excelente formación universitaria en filosofía en la Universidad Nacional de Cuyo.
Abelardo era una “rara avis” entre los intelectuales mendocinos de aquellos años en razón de sus extrañas preferencias y orientaciones, tales como el psicoanálisis de Freud y algunos de los grandes temas y maestros de la sociología contemporánea. Con el paso de los años, y habiendo re-pasado en estos últimos meses «La Revolución Cultural…», advierto cuánto de providencia hubo en que una cabeza católica y realista nos ayudase a inteligir y descifrar los desvaríos de la imaginería freudiana y nos previniese contra los abusos del determinismo social, propios del “sociologismo”.
Esta obra relativamente juvenil del autor tuvo una primera edición en 1974 y es evidente que el tema de la crisis de la cultura y, a nuestro juicio, la metodología con la que el autor se propuso abordar el tema, habrán suscitado el interés de muchos lectores, razón que explicaría la segunda edición de la obra tres años después. “A Carlos Alberto Sacheri, muerto por Dios y por la Patria”, es la dedicatoria-homenaje con la que el lector comienza la lectura de la obra.
¿Por qué «La Revolución Cultural…»?
«La Revolución Cultural en la Argentina» es un libro extraordinario en los dos sentidos que puede tener el término, a saber, en cuanto obra que aporta una contribución original y en razón de la coyuntura histórica en la que fue escrita. En lo relativo al tratamiento del tema, el enfoque particular y el método de abordaje del problema fueron singulares para nuestra patria en aquellos años. No conozco una obra que desde la perspectiva ético-social, pero particularmente desde la matriz psicológica y social, se haya ocupado con tanta hondura y solvencia del desmontaje de los entresijos de la obra revolucionaria llevada a cabo contra los jirones últimos del orden social cristiano en nuestra nación.
Cabe acreditar al Dr. Pithod, y a su aquilatada formación multidisciplinaria, el haber asimilado toda una serie de valiosos aportes de las ciencias humanas y sociales contemporáneas, haberlos puestos al servicio de la inteligencia católica tradicional, y con ellos haber expuesto las patrañas de los profetas modernos de la revolución cultural. En efecto, uno de los logros más ricos y reveladores de «La Revolución Cultural…» es el haber examinado y denunciado el maridaje entre el marxismo, y su política de la liberación social, y el psicoanálisis, y sus avanzadas en torno a la liberación sexual. El tema II, «El instrumento psicológico para la revolución: la confluencia Marx-Freud», del capítulo I, «La Revolución Psicosocial», es una verdadera pieza maestra de crítica católica y patriótica dedicada a examinar con lucidez aquella tremenda frase de la izquierda freudiana que argumentaba que “la revolución no está en las estructuras económicas y sociales; la revolución está en el interior del hombre”.
En una de las páginas de dicho apartado sostiene nuestro autor que “la revolución ha dado un paso capital en los últimos años, al confluir los dos profetas del mundo contemporáneo: Marx y Freud (…) el tema capital de los años setenta es la nueva izquierda freudiana. No por sí, sino por su potencialidad subversiva, utilizable por el marxismo”. Y de la siguiente manera responde a la pregunta de “¿qué aporta el psicoanálisis a la Revolución? – La Revolución, como veremos, ha entendido que hay que cambiar, además de las estructuras sociales, el corazón del hombre (…) ese corazón se forma moldeado por las estructuras y son las estructuras así incorporadas a la interioridad de la persona (internalizadas) las trasmitidas de generación a generación (…) Para ello el psicoanálisis aporta una serie de descubrimientos psicológicos (por ejemplo, el de los mecanismos de la internalización y también de la ´liberación´ interior) y –sobre todo– aporta un método catártico, purificador” (p. 27 y siguientes).
A mi juicio, y en la línea argumental de la confluencia apenas examinada, uno de los aportes más valorados del libro de Pithod es lo que él denomina “La inflexión marcusiana” (p. 59 y siguientes), en obvia alusión al filósofo y teórico social, judeo alemán, Herbert Marcuse (1898-1979), uno de los más prestigiosos representantes del «Instituto de Investigación Social», asociado a la Universidad de Frankfurt, más conocido como «Escuela de Frankfurt». Marcuse unió en su personalidad las características del intelectual universitario sin dejar de cultivar el perfil de militante y líder del movimiento de rebelión juvenil de fines de los sesenta. Debe decirse que Pithod no se ocupa en su libro del psicoanalista marxista Wilhelm Reich (1897-1957), auténtico precursor ideológico de la subversión cultural y primer antecedente de la revolución sexual puesta al servicio de la revolución cultural, o como el mismo Reich dijera, “la sexualidad al servicio de la batalla cultural”. Sí se ocupó de él Enrique Díaz Araujo en «La rebelión de la nada», obra un poco posterior (1983) a la que estoy comentando.
En pocas páginas, nuestro autor expone y demuele la llamada “inflexión marcusiana”, reconociendo al judío marxista su aguda crítica de la “sociedad industrial avanzada”, opresiva e irracional; rechazando, empero, la torpe propuesta de una sociedad utópica que “deje el camino libre hacia una etapa más elevada”. La denuncia de los males presentes y la ausencia de una inteligencia creativa para proponer una sociedad verdaderamente humana es la herencia de estos críticos tributarios de Marx y de Freud, y para quienes lo que aparece es una suerte de falsedad u ocultamiento mientras que la auténtica realidad aparece velada, oprimida y reprimida. “A la pregunta de cómo cambiar la sociedad actual, Marcuse responde que no basta cambiar las relaciones de producción (marxismo) sino que hay cambiar la mente de la gente, ´la organización de sus instintos´. Hay que liberar sus instintos reprimidos (…) La meta es lograr una vida sin represiones instintivas, una vida estético-erótica, gozosa y ´pacificada´ (…) La derrota de la escasez por la técnica ha hecho posible la utopía” (p. 67).
Se queja Abelardo, preguntándose si “este infantil anarquismo es todo lo que el profeta tiene que proponernos” (p. 67). «Eros y Civilización» y «El hombre unidimensional» son reconocidamente las obras de mayor enjundia en las que Marcuse elabora una menuda crítica de la alienación represiva a la que está sometido el hombre tanto en la sociedad de consumo capitalista como también en el socialismo soviético.
“Lo que se quiere destruir: la espiritualidad del sexo”
En el primer capítulo, «La Revolución Psicosocial», prueba Abelardo su pericia para desmontar los mecanismos y procesos psicológico-sociales que sostienen el proceso de demolición cultural. Por lo demás, ha sido un raro descubrimiento la capacidad metodológica y analítica del autor, puesta de manifiesto en el apartado I «El proceso de cambio», pues desarma la semántica revolucionaria en los mismos textos de revistas de divulgación y en periódicos, o bien en el lenguaje visual de la tele y del cine; formatos respecto de los cuales el sentido crítico del público no suele estar particularmente aguzado. «El instrumento psicológico para la revolución: La confluencia Marx-Freud» es el contenido medular del apartado II de este primer capítulo que anticipa los desarrollos sobre «El Psicoanálisis»; «Ello, Yo y Super-Yo»; «La inflexión marcusiana»; «El hombre liberado de la nueva teología»; «El aparato psicológico al servicio de la Revolución Total»; y, «Lo que se quiere destruir: la espiritualidad del sexo», contenidos centrales del apartado I, «Metafísica del Hombre Nuevo», pero del segundo capítulo, «Las Teorías Antropológicas de la Revolución Contemporánea».
Tal vez sea este segundo capítulo de «La Revolución Cultural…» la contribución más original y esclarecedora del texto todo. Escribe nuestro autor que “tres son las opciones (…) que nos ofrece la revolución contemporánea como idea del hombre. Las tres son ideas ´utópicas´, es decir más allá de todo lugar exacto en el tiempo y en sentido estricto, por ello, metahistóricas. Las tres pretenden desalienar al hombre y por lo tanto, son salvíficas (…) Las tres confluyen ahora en una sola mística e impregnan la cultura subconsciente del mundo de masas (…) Nos referimos a las ideologías del Hombre Desalienado Marxista, del Hombre Liberado Freudiano, del Hombre Salvado de la Nueva Teología. Las tres trabajan místicamente en el advenimiento de la Revolución Total” (p. 49 y siguientes).
A lo largo de la obra Pithod se ha ocupado de probar que la revolución socialista tendrá una consumación exitosa solo si destruye la fuente de todas las desigualdades, esto es, el matrimonio heterosexual y la familia; que el psicoanálisis propone una revolución de los instintos con un Ello liberado de toda imposición normativa y, finalmente, que la Iglesia revolucionaria acompaña y bautiza el desquicio del hombre con una novedosa moral liberadora. Por fin, se pregunta nuestro autor “(…) ¿qué significa en profundidad este ataque al Sexo, al Amor, a las fuerzas espirituales y biológicas que nos entretejen y son –al fin– eso que llamamos ´nuestra naturaleza humana´? Significa el intento de llevar la mutación del nuevo hombre a sus profundidades vitales, al núcleo que define la unión y el pacto entre el espíritu y el animal que somos. Allí, en ese corazón carnal del hombre se comunican las vidas que nos constituyen, la vida biológica y la vida del espíritu. Es el corazón humano donde se halla el centro de gravedad del hombre”. (…) Sin embargo, “rabiosos de esta santidad intangible, los que odian los valores y son movidos en su odio por el Primer Homicida han decidido arrancarnos a jirones el núcleo sagrado de donde surge como de su fuente la llama del ´hogar´: el Amor que se difunde y nos envuelve, que surgiendo del varón y la mujer, se perpetúa a través de la fuente de la vida en otros seres. El Amor Creador donde –como Dios respecto al Verbo– el hombre se realiza realmente en Otro Sí, el hijo. Esto es, ni más ni menos, lo que nos quieren arrancar” (pp. 87 y 88), concluye Abelardo su alegato.
Entre otras muchas, escogí esta cita para mostrar cuánto nos ha aventajado el diagnóstico de aquellos males para entender y enfrentar del mejor modo posible la demolición actual. “Cultura gay-lésbica”, “matrimonio igualitario”, “perspectiva de género” y “teoría queer” son términos ausentes en las páginas de «La Revolución Cultural…»; empero, no faltan allí las denuncias sobre la “perversión exaltada”, la “libertad sexual” y la “agresión pornográfica”. Es evidente, por lo que cabe advertir, que puede cambiar algo la cosmética del adversario pero la ferocidad del rostro oculto permanece inalterable y conviene agradecer al Dr. Abelardo Pithod la singular agudeza y pasión por la verdad con las que pintó de cuerpo entero el maridaje freudo-marxista que continuó el ataque contra las cimientos crujientes de la Civilización Cristiana y que osó penetrar aún en el recinto sacro de la Esposa de Cristo mediante la propaganda tercermundista y liberadora.
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