viernes, 27 de octubre de 2017

El Cristiano y la Política - Jordán Bruno Genta

El Cristiano y la Política
Jordán Bruno Genta


Este 27 de Octubre se cumplen cuarenta y tres años de la muerte mártir del Profesor Jordán B. Genta, destacado Filósofo Católico asesinado por la guerrilla marxista en Argentina en 1974. En sencillo homenaje a su memoria reproducimos en nuestro Blog del Centro Pieper un texto extraído del epílogo de su libro «Opción Política del Cristiano», el último que publicó en vida, en Buenos Aires, en 1973.


No existe una política –ciencia arquitectónica y gobierno al servicio del Bien Común–, surgida directamente del Evangelio, porque el Reino de Cristo no es de este mundo; pero el está en el mundo, en el hombre y en su historia por la Encarnación y la Redención que la Iglesia continúa en el tiempo. “El principado de Cristo –ha enseñado Pío XI– se forma por aquella unión admirable que se llama «unión hipostática». De lo cual se sigue, que Cristo no sólo debe ser adorado como Dios... sino que a Él deben obedecer y estar sujetos como Hombre”.

Esta presencia realísima de su Palabra Evangélica, de la ofrenda de sí mismo en el Sacrificio de la Cruz y en la Eucaristía, comprende y compromete al hombre íntegramente, tanto en la persona de cada uno como en la vida social y política.

Por esto es que puede y debe existir una política cristiana, inspirada en el Evangelio y en el Magisterio de la Iglesia con su Doctrina Social. Es notorio que la política cristiana es conforme al Orden Natural y no puede lesionar a persona alguna aunque profese otra religión o sea incrédula.
    

miércoles, 25 de octubre de 2017

Lutero no Encabezó una Reforma sino una Revolución - Cardenal Gerhard Müller

Lutero no Encabezó una Reforma sino una Revolución
Cardenal Gerhard Müller


Martín Lutero se afanó como nadie por destruir la Fe Católica sobre la Tradición, la Escritura, el Magisterio, los Sacramentos y la Iglesia. La mal llamada “Reforma” de Lutero se produjo contra el Espíritu Santo: se trató de una “Revolución”. En el contexto actual de negación de lo obvio cuando es políticamente incorrecto, las claras palabras del Cardenal en este artículo —publicado originalmente en “La Nuova Bussola Quotidiana” y traducido al español por Bruno Moreno Ramos para InfoCatólica— son, sin duda, de agradecer. 


Hoy existe una gran confusión al hablar de Lutero y es necesario decir claramente que, desde el punto de vista de la Dogmática y de la Doctrina de la Iglesia, no se trató de una Reforma, sino de una Revolución, es decir, un cambio total de los fundamentos de la Fe Católica. No es realista argumentar que su intención era luchar contra algunos abusos en relación con las indulgencias o los pecados de la Iglesia del Renacimiento. Los abusos y las malas acciones siempre han existido en la Iglesia —no solo en el Renacimiento— y hoy siguen existiendo. La Iglesia es santa por la Gracia de Dios y los Sacramentos, pero todos los hombres de la Iglesia somos pecadores y todos necesitamos el perdón, el arrepentimiento y la penitencia.

Esta distinción es muy importante. En el libro escrito por Lutero en 1520, «De captivitate babylonica Ecclesiae» («La cautividad babilónica de la Iglesia»), queda absolutamente claro que Lutero había dejado atrás todos los principios de la Fe Católica, la Sagrada Escritura, la Tradición Apostólica y el Magisterio del Papa, de los Concilios y de los Obispos. En este sentido, malinterpretaba el concepto de desarrollo homogéneo de la Doctrina Cristiana, que ya se había explicado en la Edad Media, y llegó a negar el Sacramento como un signo eficaz de la Gracia que contiene… y sustituyó esta eficacia objetiva de los Sacramentos por una fe subjetiva. Lutero abolió cinco Sacramentos y también negó la Eucaristía: el carácter Sacrificial del Sacramento de la Eucaristía y la conversión real de la sustancia del pan y el vino en la sustancia del Cuerpo y la Sangre de Jesucristo. Asimismo, definió el Sacramento del Orden como una invención del Papa —a quien denominaba el Anticristo— en lugar de como una parte de la Iglesia de Jesucristo. En cambio, nosotros defendemos que la Jerarquía Sacramental, en comunión con el Sucesor de Pedro, es un elemento esencial de la Iglesia Católica y no solo un elemento de una organización humana.

Por esta razón, no podemos aceptar que la Reforma de Lutero se defina como una Reforma de la Iglesia en el sentido Católico. Es Católica una Reforma que consiste en una renovación de la fe vivida en la Gracia, la renovación de las costumbres y la ética, la renovación espiritual y moral de los Cristianos; no una nueva fundación, una nueva Iglesia.

jueves, 19 de octubre de 2017

Robert Hugh Benson, un Recuerdo Personal - Fr. Joseph H. McMahon

Robert Hugh Benson, un Recuerdo Personal
Fr. Joseph H. McMahon


Hoy se cumplen 103 años de la muerte de Monseñor Benson. Hemos encontrado este artículo escrito por un Sacerdote norteamericano amigo de Benson que fue traducido al español por Beatrice Atherton. Publicado originalmente en el Blog “Bensonians”, hoy lo reproducimos en nuestro Blog del Centro Pieper. En él encontrarán algunos aspectos íntimos de su vida y sobre todo su fuerte celo Sacerdotal. 


I.- “Soledad”, la última novela de Mgr. Benson, cualquiera sea el veredicto de los críticos, será siempre para mí su mejor novela por un prejuicio de interés personal. Él escribió los últimos capítulos en las pocas horas de la mañana de un brillante día del agosto recién pasado, cuando por última vez yo viajé a Hare Street para ser su invitado por un fin de semana. Esa noche, después de la cena y después de mencionar los temas tratados en la novela y el propósito que perseguía al usarlos, él me leyó aquellos capítulos finales. La escena fue muy interesante e íntima.

Gracias a unas adquisiciones posteriores él había aumentado los terrenos que originalmente rodeaban la casa de Hare Street, hasta abarcar unas considerables tres o cuatro propiedades continuas. En una de ellas había levantado dos encantadores y pintorescos cottages. Creo que su idea era formar una distinguida colonia de católicos en esta remota y aburrida villa inglesa, que no había experimentado la presencia de católicos hasta que él llegó a establecerse ahí. Fue atraído por la belleza de la puerta de hierro forjado estilo Carlos II, la cual conduce a la larga, espaciosa, cuadrada y confortable casa que él compró. De esto estoy seguro, por su pórtico y sus viejos revestimientos.

Fue en uno de estos cottages, ocupado por una señora de distinguido linaje, conversa ella también, (N.Tr.: se trata de Miss Lyall, hija de Sir Alfred Lyall) donde fuimos invitados a tomar nuestro café. Fue una práctica habitual ir con él a la denominada en forma elegante “sala de estar de la casa de campo” a beber una pequeña taza de café y fumar innumerables cigarros mientras en un semicírculo alrededor de la hermosa habitación iluminados por una tenue luz de un candelabro eléctrico, se sentaban sus huéspedes y unos cuantos vecinos y visitas de ella. Apenas se intercambiaban los saludos la criada entraba con el brillante juego de café y entonces, con su característica impaciencia por la pérdida de tiempo, él preguntaba si podía comenzar. Leía rápidamente entre frecuentes aspiraciones a su cigarro. Para los desacostumbrados ojos americanos era divertido ver a estas graves damas inglesas, todas con “grandes aires”, alargando plateadas cajas de cigarros y encenderlos con calma fumando plácidamente mientras él leía, hasta que alguna interjección causaba que la lectura fuera suspendida al tiempo que una animada discusión tomaba lugar para decidir sobre algún punto de vista literario o de apreciación artística. Él no tomaba las críticas dócilmente. Al primer síntoma de desacuerdo se ponía rígido a la expectativa del ataque y con la determinación de defenderse. En más de un punto de la discusión de aquella tarde y en las posteriores, él tendría el buen sentido de analizar las críticas sobre las materias. Y entonces, con el cigarro pendiendo de sus labios, clavaría su lápiz en el manuscrito o quizás mantendría firme el manuscrito con la mano que sostenía el cigarro, el cual ardía con rapidez distribuyendo naturalmente sus cenizas libremente y con una fina indiferencia, y haría las correcciones.

domingo, 8 de octubre de 2017

«Señor del Mundo» de Robert H. Benson y la Realidad Actual - Francisco Ruiz Guiñazú

«Señor del Mundo» de Robert H. Benson y la Realidad Actual
Dr. Francisco Ruiz Guiñazú


[Centro Pieper] El Centro de Humanidades Josef Pieper tiene el agrado de invitarlos a participar del sexto Café Cultural del año, a realizarse el próximo viernes 13 de Octubre a partir de las 20:15hs en el Multiespacio Cultural EL CAMINO, Av. Luro 4344 – 1º Piso, de nuestra ciudad de Mar del Plata.

El tema que convoca en esta oportunidad es “«El Señor del Mundo» de Robert H. Benson y la Realidad Actual”, a cargo del Dr. Francisco Ruiz Guiñazú, quien continúa así el Curso El Siglo de Fátima (1917-2017) que dicta el Centro Pieper este año, bajo el lema: “Pasión por la Verdad”.

El Curso está dirigido a Jóvenes mayores de 16 años y Adultos en general, Profesionales, Docentes y Estudiantes Universitarios, Agentes de Pastoral, etc. Se dispone de un cupo de Becas y Medias Becas para quienes hagan el pedido justificado. 

jueves, 5 de octubre de 2017

Robert Hugh Benson: Recordando a un Gigante Olvidado - Joseph Pearce

Robert Hugh Benson: Recordando a un Gigante Olvidado
Joseph Pearce


Pearce, Profesor de Literatura Inglesa y Biógrafo de todos los grandes Escritores Católicos de habla Inglesa desde la Conversión de John Henry Newman, ha escrito recientemente un artículo sobre Benson en «The Imaginative Conservative» donde da todas las claves de la obra del Autor de «Señor del Mundo». A continuación reproducimos en nuestro Blog del Centro Pieper ese texto, siguiendo el original inglés.


Robert Hugh Benson fue una de las más brillantes luminarias del firmamento literario Católico en los primeros años del siglo XX, creciendo su estrella en el fulgor de varias novelas bestseller, y declinando, o apagándose más bien, con su prematura muerte.

Nacido en 1871, Benson era el hijo menor de E. W. Benson [1], un distinguido clérigo anglicano que contaba entre sus amigos con el primer ministro William Ewart Gladstone. En 1882, cuando Benson tenía 11 años, su Padre se convirtió en Arzobispo de Canterbury. En 1896, habiendo recibido él mismo las órdenes anglicanas, fue Benson quien leyó las letanías en el funeral de su Padre en la Catedral de Canterbury. El hijo, sin embargo, no estaba destinado a seguir las huellas de su padre. En 1903, tras un periodo de escrupuloso examen interior, cuyos detalles aclaró de forma magistral en su apología autobiográfica «Confesiones de un Converso», Benson fue recibido en la Iglesia Católica. Ninguna Conversión desde la de John Henry Newman, casi 60 años antes, provocó tal controversia, sacudiendo con ondas sísmicas el establishment anglicano. Posteriormente, durante los siguientes once años hasta su muerte en 1914, fue un defensor incansable de la Iglesia Católica y un prolífico novelista y hombre de letras.

No hay duda de que Benson pertenecía a una familia notable. Además del ascenso de su padre a la prominencia y la preeminencia en la Iglesia de Inglaterra, sus dos hermanos estaban entre los illustrissimi de los escritores eduardianos [del reinado de Eduardo VII, 1901-1910]. A. C. Benson [2], su hermano mayor, fue Master [Rector] del Magdalene College en Cambridge y se estableció como un fino biógrafo, autor de un diario y crítico literario, escribiendo celebradas biografías de Dante Gabriel Rossetti, Edward Fitzgerald, Walter Pater, Alfred Tennyson y John Ruskin. Su otro hermano, E. F. Benson [3], escribió prolíficamente y pasó a la posteridad sobre todo por sus novelas satíricas «Mapp y Lucia», adaptadas con éxito para la televisión. Sin embargo, R. H. Benson no desmerecería de sus hermanos mayores. Antes de morir a la trágicamente corta edad de 43 años, escribiría quince novelas de gran éxito y, tras ser Ordenado Sacerdote Católico en 1904, serviría como coadjutor en Cambridge, demostrando ser no menos popular como predicador vehemente de lo que ya era como escritor de ficción.