jueves, 5 de octubre de 2017

Robert Hugh Benson: Recordando a un Gigante Olvidado - Joseph Pearce

Robert Hugh Benson: Recordando a un Gigante Olvidado
Joseph Pearce


Pearce, Profesor de Literatura Inglesa y Biógrafo de todos los grandes Escritores Católicos de habla Inglesa desde la Conversión de John Henry Newman, ha escrito recientemente un artículo sobre Benson en «The Imaginative Conservative» donde da todas las claves de la obra del Autor de «Señor del Mundo». A continuación reproducimos en nuestro Blog del Centro Pieper ese texto, siguiendo el original inglés.


Robert Hugh Benson fue una de las más brillantes luminarias del firmamento literario Católico en los primeros años del siglo XX, creciendo su estrella en el fulgor de varias novelas bestseller, y declinando, o apagándose más bien, con su prematura muerte.

Nacido en 1871, Benson era el hijo menor de E. W. Benson [1], un distinguido clérigo anglicano que contaba entre sus amigos con el primer ministro William Ewart Gladstone. En 1882, cuando Benson tenía 11 años, su Padre se convirtió en Arzobispo de Canterbury. En 1896, habiendo recibido él mismo las órdenes anglicanas, fue Benson quien leyó las letanías en el funeral de su Padre en la Catedral de Canterbury. El hijo, sin embargo, no estaba destinado a seguir las huellas de su padre. En 1903, tras un periodo de escrupuloso examen interior, cuyos detalles aclaró de forma magistral en su apología autobiográfica «Confesiones de un Converso», Benson fue recibido en la Iglesia Católica. Ninguna Conversión desde la de John Henry Newman, casi 60 años antes, provocó tal controversia, sacudiendo con ondas sísmicas el establishment anglicano. Posteriormente, durante los siguientes once años hasta su muerte en 1914, fue un defensor incansable de la Iglesia Católica y un prolífico novelista y hombre de letras.

No hay duda de que Benson pertenecía a una familia notable. Además del ascenso de su padre a la prominencia y la preeminencia en la Iglesia de Inglaterra, sus dos hermanos estaban entre los illustrissimi de los escritores eduardianos [del reinado de Eduardo VII, 1901-1910]. A. C. Benson [2], su hermano mayor, fue Master [Rector] del Magdalene College en Cambridge y se estableció como un fino biógrafo, autor de un diario y crítico literario, escribiendo celebradas biografías de Dante Gabriel Rossetti, Edward Fitzgerald, Walter Pater, Alfred Tennyson y John Ruskin. Su otro hermano, E. F. Benson [3], escribió prolíficamente y pasó a la posteridad sobre todo por sus novelas satíricas «Mapp y Lucia», adaptadas con éxito para la televisión. Sin embargo, R. H. Benson no desmerecería de sus hermanos mayores. Antes de morir a la trágicamente corta edad de 43 años, escribiría quince novelas de gran éxito y, tras ser Ordenado Sacerdote Católico en 1904, serviría como coadjutor en Cambridge, demostrando ser no menos popular como predicador vehemente de lo que ya era como escritor de ficción.

La primera de las novelas de Benson, y la única que escribió siendo aún anglicano, fue «The Light Invisible» [La Luz Invisible], publicada en 1903 cuando se encontraba en medio de agónicas convulsiones de conversión espiritual. El libro está lleno de un emotivo misticismo: una confesión de fe en medio de la confusión de la duda. Una vez conquistada la claridad de la visión Católica, Benson consideró su primera novela teológicamente defectuosa. En 1912 comentó que su popularidad posterior parecía estar determinada por la denominación religiosa de quienes le leían. Era “bastante significativo” que fuese popular entre los anglicanos, mientras que los Católicos le apreciaban “en mucha menor medida”: “La mayor parte de los Católicos, yo mismo entre ellos, piensan que «Richard Raynal, Solitary» está mucho mejor escrita y es mucho más religiosa” [4].

«Richard Raynal, Solitary» [Richard Raynal, Solitario] evoca con cautivadora belleza la profundidad espiritual de la vida inglesa antes de la ruptura de la Reforma. Es una pequeña obra maestra en la que Benson entrelaza sin fisuras el arte narrativo moderno con el caballeroso encanto de la Edad Media. A modo de equivalente moderno de «Las florecillas de San Francisco», esta ingeniosa mezcla de lo moderno y lo medieval crea un héroe que combina coraje y santidad en igual medida. Encontrándose como en casa a principios del siglo XV en la Inglaterra de Richard Raynal y en la presencia del original personaje del Maestro Richard, el lector disfruta el tiempo pasado en compañía de este santo ermitaño para su divina misión. Es literatura Cristiana en lo que tiene de más hermoso y al mismo tiempo edificante y eficaz. Su poder es purgativo. Purga. Purifica. Renueva. En última instancia, muestra que las raíces de la novela están en Roma.

Quizá la prueba más evidente del genio de Benson se encuentra en la facilidad con la que combinaba géneros literarios. Además de sus novelas históricas, también se sentía a gusto con novelas de planteamiento contemporáneo, como «The Necromancers» [Los Nigromantes], una novela donde advierte sobre los peligros del espiritualismo, o con fantasías futuristas como «Lord of the World» [Señor del Mundo]. Esta última es auténticamente notable y merece situarse al lado de «Brave New World» [Un Mundo Feliz] de Aldous Huxley y «1984» de George Orwell como un clásico de la ficción distópica. De hecho, aunque las obras maestras modernas de Huxley y Orwell merecen un mérito igual a ella como obras literarias, son claramente inferiores como obras proféticas. Las dictaduras políticas  que hicieron de la novela-pesadilla de Orwell un poderoso presagio ya son historia. Hoy, su fábula de mal agüero sirve solo como un oportuno recordatorio de lo que fue y puede volver a ser, si no se hace caso a los avisos de la historia. Por el contrario, la novela-pesadilla de Benson se está verificando ante nuestros ojos.

En el mundo descrito en «Señor del Mundo», un insidioso secularismo y un humanismo sin Dios han triunfado sobre la religión y la moralidad tradicional. Es un mundo donde el relativismo filosófico ha triunfado sobre la objetividad; un mundo donde, en nombre de la tolerancia, no se tolera la doctrina religiosa. Es un mundo donde la eutanasia se practica ampliamente y la religión apenas se practica. El señor de este mundo de pesadilla es un político de apariencia benéfica decidido a alcanzar el poder en nombre de la “paz” y decidido a destruir la religión en nombre de la “verdad”. En semejante mundo, solo una Iglesia pequeña y desafiante se mantiene de pie contra el demoniaco «Señor del Mundo».

Si la producción literaria de Benson abarca temas variados de ficción (históricos, contemporáneos y futuristas), también hizo incursiones en otras áreas con consumada facilidad. Sus «Poemas», publicados póstumamente, despliegan una espiritualidad profunda y sedienta, formalmente expresada en una fe de raíces firmes, aunque en ocasiones desecadas. Esa misma espiritualidad profunda y seca era evidente en «Spiritual Letters to one of his Converts» [Cartas Espirituales a uno de sus Conversos], publicada también póstumamente, que ofrece una perspectiva atormentada sobre una inteligencia profunda. Una serie de sermones predicados en Roma en la Semana Santa de 1913 y luego publicadas como «The Paradoxes of Catholicism» [Las Paradojas del Catolicismo] ilustra por qué Benson era tan popular como predicador, atrayendo grandes audiencias a cualquier lugar donde hablase. Particularmente notable es la magistral «Confesiones de un Converso», al nivel de la «Apologia pro Vita Sua» de John Henry Newman y «A Spiritual Aeneid» [Una Eneida espiritual] de Ronald Knox como un clásico intemporal en la literatura de conversión.

En «Una Eneida espiritual», Knox confesaba francamente que la influencia de Benson fue crucial en su propia conversión: “Siempre le miré como el guía que me había conducido a la verdad católica. En aquel entonces yo no sabía que él solía rezar por mi conversión” [5]. La otra gran influencia en la conversión de Knox fue G. K. Chesterton, así que no es una sorpresa que Benson fuese un gran admirador de Chesterton. El Jesuita C. C. Martindale, biógrafo de Benson, él mismo un Converso, escribió que los «Papers of a Pariah» [Los Papeles de un Paria] de Benson era “notable” por sus “características chestertonianas”: “El Sr. G. K. Chesterton nunca se cansa de decirnos que no vemos aquello que miramos, que el único planeta por descubrir es nuestra Tierra… y Benson leyó mucho del Sr. Chesterton y le gustaba de una forma especial” [6].

Una prueba ulterior de la influencia de Chesterton sobre Benson es la admiración de Benson por el «Heretics» [Herejes] de Chesterton. “¿Ha leído usted -preguntaba a un corresponsal suyo en 1905- un libro de G. K. Chesterton titulado «Herejes»? Si no, mire a ver qué impresión le causa. A mí me parece que su espíritu subyacente es espléndido. No es católico, pero tiene ese espíritu… Hacía tiempo que no me conmovía tanto… Es un auténtico místico, de una especie rara” [7]. Chesterton no era católico en 1905, pero «Herejes» fue la primera prueba clara, como afirma Benson, de que “tenía ese espíritu”.

En «Come Rack! Come Rope!» [¡Venga el potro! ¡Venga la soga!], publicada por primera vez en 1912, todo el periodo de la Reforma Inglesa toma vida espeluznante. El lector, si se deja llevar, se verá transportado a finales del siglo XVI, enganchándole el terror y la tensión de la época con tanta fuerza como enganchan los personajes principales, que dan testimonio de su fe con valentía en un entorno hostil y mortal. Según el Jesuita Philip Caraman, la novela “se convirtió rápidamente en un clásico Católico” y sigue siendo “quizá la mejor conocida” de las novelas de Benson [8].

La inspiración para la novela le vino de la historia de la familia Fitzherbert en «Forgotten Shrines» [Santuarios Olvidados, una breve historia de algunas mansiones familiares Católicas durante la persecución], de Dom Bede Camm, publicado en 1911, y de la propia visita que hizo Benson ese mismo año a la casa Fitzherbert en Derbyshire, donde predicó en la peregrinación anual en honor del Beato Nicholas Garlick y el Beato Robert Ludlam, Sacerdotes Católicos Mártires ejecutados en 1588. De la sangre de estos Mártires vino la semilla de la historia de Benson. El título de la novela está tomado de la famosa promesa de San Edmundo Campion de que permanecería firme “ya venga el potro, ya venga la soga”. Campion fue ejecutado en 1581.

En cuanto a su exactitud histórica, las opiniones parecen divididas. El Padre Caraman escribió que Benson “había sido lo más fiel posible a sus fuentes” [9] y Hugh Ross Williamson destacó que los “personajes inventados” de Benson fueron creados “en el ámbito de la verdad conocida, dejándonos pensar, correctamente, que podrían haber vivido y actuado como Benson les hace vivir y actuar”. Williamson continúa: “Toda la época se hace viva, y si algún lector objetase que este cuadro de la Inglaterra Católica bajo el Terror Isabelino sabe un poco a melodrama, está la propia respuesta incuestionable del autor: «Si el libro es demasiado sensacionalista, no es más sensacionalista que la vida misma de la gente de Derbyshire entre 1579 y 1588»” [10].

Por el contrario, Hilaire Belloc se permitió discrepar. Aunque era, en su mayor parte, una gran admirador de la obra de Benson, y escribió en una ocasión que creía que Benson “sería el hombre que escribiría algún día un libro para darnos cierta idea de lo que pasó en Inglaterra entre 1520 y 1560” [11], Belloc se quejaba de que la descripción de la vida diaria en «Come Rack! Come Rope!» era inexacta, parecida a la del siglo XVIII, no a la del siglo XVI.

Dejando de lado estas diferencias, la novela es, en cualquier caso, mucho más que mera ficción histórica. Es una gran novela, una gran historia de amor. Es una historia que muestra el misterio de Roma y la verdadera grandeza del amor noble y sacrificado entre un hombre y una mujer. El amor entre Robin y Marjorie, los dos principales protagonistas, es un amor mucho mayor que el de Romeo y Julieta. Su amor recíproco no tiene nada de la posesividad de los “amantes desdichados” de Shakespeare y tiene toda la pureza y la pasión de la Cordelia de «El Rey Lear». Solo como historia de amor, «Come Rack! Come Rope!» ya merece un lugar en el canon literario.

En cuanto al clímax de la novela, hay que estar de acuerdo con Hugh Ross Williamson en que “es imposible no conmoverse con el último capítulo” [12]. Por su fuerza y conmoción, el clímax de la novela es comparable en estatura literaria con los trascendentales momentos finales de Lord Marchmain en la obra maestra de Waugh «Brideshead Revisited» [Retorno a Brideshead]. Y si el final de Benson carece de la sutileza del desenlace de Waugh, le gana sin embargo en tensión dramática.

¿Por qué, se pregunta uno, esta mini-obra maestra de Benson, que soporta la comparación con las obras de Waugh, sigue siendo tan desconocida? Uno sospecha que tiene mucho que ver con los tiempos tristes y apesadumbrados, pecadores y cínicos que vivimos. En tiempos más saludables, por los que debemos rezar y en los que podemos esperar, será considerada como el pequeño clásico que es. Entretanto, en los días oscuros en los que nos encontramos, deberíamos dar gracias de que editores dinámicos como «Cluny Media» lleven esta obra significativa e importante a una nueva generación de lectores. También podemos esperar que su autor, tanto tiempo olvidado, volverá a figurar entre las estrellas del firmamento literario, con su estrella de nuevo ascendente.





Notas 

[1] [Nota del Centro Pieper: su nombre completo es Edward White Benson (1829-1896)].

[2] [Nota del Centro Pieper: su nombre completo es Arthur Christopher Benson (1862-1925)].

[3] [Nota del Centro Pieper: su nombre completo es Edward Frederic Benson (1867-1940)].

[4] Robert Hugh Benson, Confessions of a Convert, Sevenoaks, Kent: Fisher Press, 1991, p. 52.

[5] Ronald Knox, A Spiritual Aeneid, London: Burns Oates, 1958, p. 161.

[6] C. C. Martindale, The Life of Monsignor Robert Hugh Benson, Vol. Two, London: Longmans, Green & Co., 1916, p. 90.

[7] Ibid.

[8] Philip Caraman, S.J., prólogo a: R. H. Benson, Come Rack! Come Rope!, Long Prairie, MN: Neumann Press, 1995, p. V.

[9] Ibid., p. VI.

[10] Hugh Ross Williamson, introducción a: R. H. Benson, Come Rack! Come Rope!, London: Burns & Oates, 1959, p. 6.

[11] Martindale, op. cit., p. 45.

[12] Williamson, op. cit., p. 5.






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