Cristo, el Matrimonio y los Relatos de Creación del Hombre en el Libro del Génesis San Juan Pablo II
A continuación reproducimos en nuestro Blog del Centro Pieper el extracto de dos Catequesis del Papa Juan Pablo II, tomadas de sus Audiencias Generales de los días Miércoles, correspondientes al 12 y 19 de Septiembre de 1979. Al final de este post, encontrarán un video del P. Horacio Bojorge –también editado por el Centro Pieper– comentando estas Catequesis del Papa Wojtyla, entre otros textos.
I. Las Primeras Páginas del Libro del Génesis
1. El miércoles pasado comenzamos el ciclo de reflexiones sobre la respuesta que Cristo Señor dio a sus interlocutores acerca de la pregunta sobre la unidad e indisolubilidad del matrimonio. Los interlocutores fariseos, como recordamos, apelaron a la ley de Moisés; Cristo, en cambio, se remitió al “principio” citando las palabras del libro del Génesis. El “principio” en este caso se refiere a lo que trata una de las primeras páginas del libro del Génesis. Si queremos hacer un análisis de esta realidad, debemos, sin duda, dirigirnos, ante todo, al texto. Efectivamente, las palabras pronunciadas por Cristo en la conversación con los fariseos, que nos relatan el capítulo 19 de San Mateo y el 10 de San Marcos, constituyen un pasaje que, a su vez, se encuadra en un contexto bien definido, sin el cual no pueden ser entendidas ni interpretadas justamente. Este contexto lo ofrecen las palabras: “¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo varón y hembra...?” (Mt 19, 4), y hace referencia al llamado primer relato de la creación del hombre, inserto en el ciclo de los siete días de la creación del mundo (Gn 1, 1-2. 4). En cambio, el contexto más próximo a las otras palabras de Cristo, tomadas del Génesis 2, 24, es el llamado segundo relato de la creación del hombre (Gn 2, 5-25), pero indirectamente es todo el capítulo tercero del Génesis. El segundo relato de la creación del hombre forma una unidad conceptual y estilística con la descripción de la inocencia original, de la felicidad del hombre e incluso de su primera caída. Dado lo específico del contenido expresado en las palabras de Cristo, tomadas del Génesis 2, 24, se podría incluir también en el contexto, al menos, la primera frase del capítulo cuarto del Génesis, que trata de la concepción y nacimiento del hombre de padres terrenos. Así intentamos hacer en el presente análisis.
2. Desde el punto de vista de la crítica bíblica, es necesario recordar inmediatamente que el primer relato de la creación del hombre es cronológicamente posterior al segundo. El origen de este último es mucho más remoto. Este texto más antiguo se define “yahvista”, porque para nombrar a Dios se sirve del término “Yahvé”. Es difícil no quedar impresionados por el hecho de que la imagen de Dios que presenta tiene rasgos antropomórficos bastante relevantes (efectivamente, entre otras cosas leemos allí que “formó Yahvé Dios al hombre del polvo de la tierra y le inspiró en el rostro aliento de vida”: Gn 2, 7). Respecto a la descripción, el primer relato, es decir, precisamente el considerado cronológicamente más reciente, es mucho más maduro, tanto por lo que se refiere a la imagen de Dios, como por la formulación de las verdades esenciales sobre el hombre. Este relato proviene de la tradición sacerdotal y al mismo tiempo “elohista” de “Elohim”, término que emplea para nombrar a Dios.
3. Dado que en esta narración la creación del hombre como varón y hembra, a la que se refiere Jesús en su respuesta según Mt 19, está incluida en el ritmo de los siete días de la creación del mundo, se le puede atribuir sobre todo un carácter cosmológico; el hombre es creado sobre la tierra y al mismo tiempo que el mundo visible. Pero, a la vez, el Creador le ordena subyugar y dominar la tierra (cf. Gn 1, 28): está colocado, pues, por encima del mundo. Aunque el hombre esté tan estrechamente unido al mundo visible, sin embargo la narración bíblica no habla de su semejanza con el resto de las criaturas, sino solamente con Dios (“Dios creó al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó...”: Gn 1, 27). En el ciclo de los siete días de la creación es evidente una gradación precisa [1]; en cambio, el hombre no es creado según una sucesión natural, sino que el Creador parece detenerse antes de llamarlo a la existencia, como si volviese a entrar en sí mismo para tomar una decisión: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza” (Gn 1, 26).