martes, 15 de marzo de 2022

Misterio de Iniquidad y Liberalismo en las Enseñanzas del P. Leonardo Castellani - P. Horacio Bojorge

Misterio de Iniquidad y Liberalismo en las Enseñanzas del P. Leonardo Castellani
P. Horacio Bojorge


Ante un nuevo aniversario de la partida de este mundo del P. Castellani, fallecido el 15 de marzo de 1981, reproducimos en nuestro Blog del Centro Pieper un extracto de la Conferencia del P. Bojorge titulada “El Liberalismo es la Iniquidad” –dictada en el XI Encuentro de Formación Católica de Buenos Aires del año 2008, organizado por el Círculo de Formación San Bernardo de Claraval– donde recuerda sus valiosas y vigentes enseñanzas. [Las “negritas” son nuestras].


Entre nosotros, pocos han disertado, con la profusión y la profundidad del Padre Leonardo Castellani, sobre el misterio de la iniquidad en el contexto apocalíptico del Anticristo y también sobre el liberalismo como fenómeno apocalíptico relacionado con el misterio de la iniquidad.

Voy a recordar aquí un poco extensamente algunos pasajes de Castellani, que me parece sirven de repaso y confirmación de lo dicho, por expresar una visión coincidente con lo que he venido exponiendo. Espero también que sus dichos amenicen esta argumentación que ya va siendo demasiado larga.

El Misterio de la iniquidad –dice Castellani– es el odio a Dios y la adoración idolátrica del Hombre”.
 
Aunque en este lugar el Padre Castellani no establezca la ecuación con el liberalismo, ella es evidente. También el liberalismo se define adecuadamente como ‘negación de Dios y endiosamiento del hombre’.

Oigamos pues lo que nos dice el Padre Castellani sobre el Misterio de iniquidad comentando otras figuras del Apocalipsis conexas con este misterio:

Las dos Bestias –explica Castellani– son [la primera:] el poder político y [la segunda] el instinto religioso del hombre vueltos contra Dios y dominados por el Pseudo Cristo y el Pseudoprofeta. […]

La Gran Ramera es la religión descompuesta y entregada a los poderes temporales”.

La adoración del hombre con el odio a Dios –explica Castellani– ha existido siempre […] él tiende a corporizarse en cuerpo político y aplastar a los santos. Él fue quien condenó a Sócrates, persiguió a los profetas, crucificó a Jesús, y después multiplicó los mártires; y él será quien destruya a la Iglesia, cuando, retirado el Obstáculo que lo retiene –según dice San Pablo– se encarne en un hombre de satánica grandeza, plebeyo genial y perverso, quizás de raza judía, de intelecto sobrehumano, de maldad absoluta, a quien Satán prestará su poder y su acumulada furia”.

El Padre Castellani prevé que este desborde de la iniquidad, como siempre, afectará mortalmente al catolicismo:

la estructura temporal de la Iglesia existente –dice– será presa del Anticristo, fornicará con los reyes de la tierra –al menos una parte ostensible de ella, como pasó ya en la historia-, y la abominación de la desolación entrará en el lugar santo”.

En otros pasajes de sus comentarios al Apocalipsis, el P. Castellani vincula explícitamente con el liberalismo a una de las tres ranas del Apocalipsis de San Juan. Las tres ranas aparecen en escena luego del derramamiento de la sexta de “las siete copas del furor de Dios” que los siete Ángeles enviados derraman sobre la tierra (Apocalipsis  16, 12 ss).

Es bueno recordar que las ranas, (hbr. Tsefardcím) son la segunda plaga con que el Señor castiga al Faraón (Éxodo 7, 26 – 8, 2). Aunque aquí parecen ser tres ranas solitarias, podría pensarse que convocan a los reyes de la tierra para acaudillar una invasión de ranas que llenan el país como las del Éxodo que se metían hasta en los hornos y en las casas. Una invasión que se mete por todos lados.

Las tres ranas salen, respectivamente, 1) de la boca de la Serpiente, 2) de la boca de la primera Bestia, que es el poder político, y 3) de la boca del falso profeta que algunos identifican con la segunda bestia. Estas tres ranas son: “tres espíritus de demonios que realizan señales prodigiosas, y van donde los reyes de todo el mundo para convocarlos a la gran batalla [contra Dios]” (Apocalipsis 16, 14).

Observa pintorescamente Castellani que las ranas:

han hecho sudar el quilo y romperse el mate a los intérpretes; los santos Padres, casi todos, han visto en ellas ‘herejías’, las últimas y ‘novísimas’. Son, –interpreta Castellani– el liberalismo, el ‘comunismo’ y el […] ‘modernismo’”. 

Idéntica interpretación da Castellani por boca de Don Benjamín Benavides:

Las tres ranas son el liberalismo, el comunismo y el modernismo, tres herejías vocingleras, saltarinas, pantanosas y tartamudas […] surgen de la plaga sexta y según dice el profeta son tres espíritus impuros [opuestos al Espíritu Santo] y capaces de hacer prodigios para congregar a los [ocho] reyes de toda la tierra a la última batalla contra Dios”.

El texto no dice ‘tres demonios’ como tampoco congruye con el salir dos dellos de boca de dos hombres: el texto dice ‘espíritus” [impuros] palabra que, en todas las lenguas designa también un movimiento, una ideología, una teología. […] se parecen a ranas, animal viscoso y lascivo, oculto y fangoso, vocinglero y aburridor, que repite sin cesar su croar monótono:

Cuá, cuá, cuá, cantaba la rana
Cuá, cuá, cuá, debajo del río
La democracia, cuá, cuá,
Justicia social, cuá, cuá,
Y la Humanidad, cuá, cuá,
Canta el diabólico trío”.

Esta herejía política, –continúo citando a Castellani– difusa hoy en todo el mundo, que aún no tiene nombre y cuando lo tenga no será el propio suyo, que Newman en el siglo pasado llamó ‘liberalismo religioso’ (y por cierto vio en ella, como yo ahora, presagios del Anticristo); que san Pío X llamó ‘modernismo’ y Belloc ‘aloguismo’, es el viejo naturalismo religioso que remonta a Rousseau y los Enciclopedistas; y en su raíz, si se quiere, al presbítero belga Baius (Michel Bay) … la cual es, en su fondo, la idolatría del Hombre y de la Humanidad, el peor error posible, atribuido por San Pablo al Ánomos.

Mucho he escrito sobre ella, me resumiré aquí. Consiste en una adulteración sutil del cristianismo, al cual vacía de su contenido sobrenatural dejando la huera corteza, la cual rellena de inmediato ‘el espíritu que ama los sitios sucios y los lugares vacantes’ con el antiguo ‘Seréis como dioses’.

Josef Pieper observó con justeza que el dicho ‘la Religión es cosa privada y al Estado no le interesa’, lema del liberalismo, comporta nombrar Dios al Estado, poniéndolo por encima del Dios… privado. Es la estatolatría, tan vieja como el mundo, o por lo menos, como los Césares romanos, proclamada ahora abiertamente por Hegel: la adoración de la ‘Nación’, creación del hombre, ‘la más alta obra del intelecto práctico’ dice Santo Tomás; el cual añade, refiriéndose al antiguo culto de los Césares, que si el hombre deja de adorar a Dios, cae a adorar al Estado –a su nación, a su raza, a su Ciencia, a su Estética, a su poder bélico, a la Libertad, a la Constitución– y a la Diosa Razón; a cuyas tres últimas deidades tributó culto la Revolución Francesa; aunque era Robespierre, en el fondo, que estaba allí detrás de las prostitutas enjaezadas de seda y oro sacerdotales, a quien subía el humo del incienso” .

Don Benjamín Benavides ofrece más detalles sobre la relación entre las tres ranas:

El liberalismo, en pugna con su hijo el comunismo, –dice Don Benya– son el espíritu batracio que salió de la boca de la Bestia, y el otro que salió de la boca del Dragón […] El modernismo coaligará a los dos […] el modernismo es el fondo común de las dos herejías contrarias, que algún día –que ya vemos venir– las englobará por obra del Pseudoprofeta”.

[El modernismo] no se puede definir brevemente. […] Esa herejía no es más que el núcleo explícito y pedantesco de un impalpable y omnipresente espíritu que permea el mundo de hoy. Su origen histórico fue el filosofismo del siglo XVIII, en el cual, con certero ojo, el Padre Lacunza vio la herejía del Anticristo, la última herejía, la más radical y perfecta de todas. Desde entonces acá ha revestido diversas formas, pero el fondo es el mismo, dice siempre lo mismo: ‘Cuá, cuá, cantaba la rana, cuá, cuá, debajo del río” […] ¡Cualquiera interpreta lo que dice una rana! –rió Don Benya– es más un ruido que una palabra. Pero es un ruido mágico, arrebatador, demoníaco, lleno de signos y prodigios… Atrae, aduerme, entontece, emborracha, exalta […] pero así, aproximadamente y a bulto.

El cuá, cuá, del liberalismo es ‘libertad, libertad, libertad’; el cuá, cuá, del comunismo es: ‘justicia social’, el cuá, cuá, del modernismo, de donde nacieron los otros y los reunirá un día, podríamos asignarle éste: ‘Paraíso en la tierra’; ‘Dios es el Hombre’; ‘el hombre es Dios’[…]y la Democracia es el coro de las tres ranas juntas: democracia política, democracia social, y democracia religiosa”.

[…] “Estas son las tres últimas herejías, porque no se puede ir más allá en materia de falsificación del cristianismo. Son literalmente los pseudocristos que predijo el Salvador. En el fondo de ellos late la ‘abominación de la desolación’; [que consiste] en la adoración del hombre en lugar de Dios, y eso bajo formas cristianas y aún manteniendo tal vez el armazón exterior de la Iglesia”.

Después de este recorrido por los escritos del P. Castellani, podemos concluir que el liberalismo no solamente es el pecado, sino que es un “espíritu impuro” es decir, opuesto al Espíritu Santo que proviene del Padre por el Hijo.

El Padre Castellani terminó su conferencia sobre “Esencia del Liberalismo” tomando, de una carta de D. Juan Manuel de Rosas, una cita que Castellani presenta como ‘la definición argentina de hombre libre’:

El hombre verdaderamente ‘libre’ es aquél que, exento de temores infundados y deseos innecesarios, en cualquier país y cualquier condición en que se halle, está ‘sujeto’ a los mandatos de Dios, al dictado de su conciencia y a los dictámenes de la sana razón…”.

Y en esa misma conferencia, Castellani anima a la juventud presente diciéndoles que “ni ustedes ni yo podemos vencer de golpe” a los liberales, hay una manera de vencerlo a la larga: “dar testimonio” como lo dieron los grandes católicos que se midieron intelectualmente con él.



Fuente: P. Horacio Bojorge, El Liberalismo es la Iniquidad. La Rebelión contra Dios Padre,
Ediciones del Alcázar, Buenos Aires 2008, pp. 40-47.







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