
[Incluye Video]
P. Alfredo Sáenz
Extracto de la «Lectio Doctoralis» presentada por el R. P. Alfredo Sáenz SJ, reconocido Sacerdote Jesuita, destacado Teólogo y prolífico Escritor Argentino, durante el «X Foro Internacional Fe y Ciencia» de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG), donde recibió el Doctorado Honoris Causa en el año 2013 y que fuera publicado en la Revista “Alma Mater”. Este posteo incluye el video con la exposición completa de su «Lectio». ¡Que lo disfruten!
[CentroPieper] Fue Pío XI en su Encíclica «Quas Primas», de la que se cumplen 100 años de su publicación el próximo mes de diciembre de 2025, quien nos expuso con gran detalle los motivos profundos en que se funda nuestra Fe en la Realeza de Cristo. La realidad de nuestro tiempo nos habla de un mundo –el llamado «mundo moderno»– que se ha separado de Cristo, que ha apostatado de Cristo. ¿Qué hacer frente a tan dramática situación? «Ir a la Reconquista de los espacios perdidos: a la Reconquista del Cristianismo y de la Cristiandad», nos insiste aquí el Padre Sáenz. «“Es necesario que Cristo Reine” –señala con San Pablo–. Y que Reine no sólo en los corazones de los individuos sino también en el orden temporal». Hoy nos complace publicar este extracto de su Conferencia en el Blog del Centro Pieper, en el marco de nuestro Curso Anual «Christus Regnat!...», pues el P. Alfredo Sáenz es un admirado Maestro, a quien le debemos muchísimo. ¡Agradezcamos a Dios por su vida entregada, rezando por él!
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La Realeza de Cristo y la Apostasía del Mundo Moderno
R. P. Dr. Alfredo Sáenz SJ
1.- Cristo, Plenitud de la Historia
Toda la historia camina hacia Cristo, tanto la del pueblo judío como la de los pueblos gentiles. El Antiguo Testamento, ante todo, cobra su sentido plenario cuando se lo considera como preparando su venida. Adán lo preludió como primer padre del género humano; Abel, como hijo inmolado y asesinado por su hermano; Melquisedec se le adelantó como sacerdote del Altísimo; Moisés como el legislador de la primera alianza; David lo figuró como rey guerrero y Salomón como rey pacífico. Todos esos personajes no fueron sino bocetos de Cristo, de la figura esplendorosa de Cristo.
Cuando Él llegó, bien pudo decir: Ego sum, yo soy aquel anunciado por mis predecesores, tipos y figuras de mi ser y de mi obrar. Pero no sólo los personajes, hechos e instituciones del pueblo elegido trabajaron para Cristo. También trabajó para Él el mundo de los gentiles. Sócrates, Platón, Aristóteles: toda la filosofía griega, en última instancia, pensó para Él. Alejandría balbuceó su «logos» para que San Juan lo pudiera recoger en el prólogo de su Evangelio. También se puso al servicio del Señor el Imperio Romano, ofreciéndole su grandeza, su derecho, su organización, su paz augusta, hasta sus caminos… por los que transitarían los Apóstoles de Cristo para anunciar su Buena Nueva.
2.- La Realeza de Cristo y la Teología de la Historia
«¿Tú eres Rey?», le preguntaría Pilatos al Señor. La respuesta es categórica: «Tú lo has dicho. Yo soy Rey. Para esto nací. Para esto vine al mundo». El fin de la Encarnación es ejercer su señorío sobre la humanidad. Para eso ha venido. Para eso ha nacido. El universo entero gravita hacia Cristo como hacia su término. No resulta, pues, extraño advertir cómo los profetas, cuando se refirieron al futuro Mesías, no vacilaron en llamarlo Rey. «Un niño nos ha nacido –dijo Isaías–. El Imperio ha sido asentado sobre sus hombros».
La Realeza de Cristo y la Apostasía del Mundo Moderno
P. Alfredo Sáenz




























