Objeto y Acción de la Masonería
P. Aníbal A. Rottjer
Material de Lectura Obligatoria para la Sexta Clase Magistral del Curso "Cultura y Contracultura en Nuestro Tiempo"
I
Los ritos
masónicos inglés, escocés y norteamericano definen a la masonería como un
“hermoso sistema moral, revestido de alegoría e ilustrado con símbolos”, y como
“una ciencia que se ocupa en la investigación de la verdad divina”.
El rito
alemán afirma que es “la actividad de los hombres, íntimamente unidos, que
sirviéndose de símbolos – tomados principalmente del oficio de albañil y de la
arquitectura – trabajan por el bienestar de la humanidad, por el imperio de la
moral, que ennoblece al hombre, y por la paz universal”. El Gran Oriente belga
dice que es “una institución cosmopolita, que tiene por objeto la investigación
de la verdad y el perfeccionamiento de la humanidad”.
El
artículo 2º de los Estatutos de la Masonería Argentina, aprobados en 1955,
dice: “La masonería es una institución que reconoce la existencia del Gran
Arquitecto del Universo; y todas sus enseñanzas, actos y ceremonias se dirigen
a captar la esencia, el principio y la causa de todas las cosas. Investiga las leyes
de la Naturaleza para extraer de ellas las bases de la moral y de la Ética”
[1].
La
constitución del Gran Oriente de Francia, promulgada en 1865 y modificada en
1871 y luego en 1877, dice: “Artículo lº – La francmasonería, institución
esencialmente filantrópica y progresiva, tiene por objeto la investigación de
la verdad, el estudio de la moral y la práctica de la solidaridad; trabaja por
las mejoras materiales y morales para lograr el perfeccionamiento intelectual y
social de la humanidad; sostiene como principios la tolerancia mutua, el
respeto de los demás y de sí mismo y la libertad absoluta de conciencia; se
opone a toda afirmación dogmática y tiene por divisa: Libertad, Igualdad, Fraternidad.
Es su deber vincular a todos los hombres con los lazos fraternales que unen a
los francmasones en toda la redondez de la tierra; y recomienda a sus adeptos
la propaganda, por el ejemplo, la palabra y los escritos, siempre bajo la
reserva de la observancia del secreto masónico” [3].
La
masonería francesa no podía mejor que con estas palabras y estos silencios,
ligar su suerte a la república irreligiosa que Gambetta y sus amigos, aliados
con todos los partidos izquierdistas, se esforzaban entonces en instaurar.
En el
discurso de clausura del convento masónico de 1901 afirmó el masón Hubbard que
“la masonería es una religión que reúne a la gran comunidad de los
librepensadores prácticos”. El experimentado masón inglés Róbison, según ya
dijimos, escribió: “La masonería es una asociación formada con el resuelto
designio de extirpar todas las religiones y acabar con todos los gobiernos de
Europa” [4].
El abogado
protestante Eckert, famoso historiador de la secta y desengañado de la misma,
declaró que “la masonería es un principio activo de destrucción, en daño de la
Religión, del Estado, de la Familia y de la Propiedad; y que se vale como
medio, de la astucia, de la traición y de la violencia”.
El célebre Weishaupt, maestro de maestros masones, afirmó que “el fin de la masonería es rehabilitar al hombre en sus primitivos derechos de libertad e igualdad por medio del aniquilamiento de toda religión y de toda sociedad civil, y la abolición de la propiedad; porque el primer golpe dado a la igualdad es la propiedad y el primer asalto a la libertad provino de las sociedades políticas y de los gobiernos; y, además, los sostenes de la propiedad y de los gobiernos son las leyes civiles y religiosas” [5].
El célebre Weishaupt, maestro de maestros masones, afirmó que “el fin de la masonería es rehabilitar al hombre en sus primitivos derechos de libertad e igualdad por medio del aniquilamiento de toda religión y de toda sociedad civil, y la abolición de la propiedad; porque el primer golpe dado a la igualdad es la propiedad y el primer asalto a la libertad provino de las sociedades políticas y de los gobiernos; y, además, los sostenes de la propiedad y de los gobiernos son las leyes civiles y religiosas” [5].
Sustituir la Civilización por el Libre Pensamiento
De acuerdo con estas fórmulas oficiales y otras muchas que podríamos
citar, y con todo lo que conocemos ya de su historia y de su doctrina
especulativa y práctica, podemos definir a la masonería como “una asociación
secreta que tiene por fin sustituir la civilización cristiana por las doctrinas
del librepensamiento”; o sea “destruir la actual civilización esencialmente
cristiana, para fundar en su lugar el mundo masónico, basado sobre el
racionalismo ateo”. Vázquez de Mella, al condenarla, había dicho: “La masonería
es un liberalismo secreto y el liberalismo es una masonería pública”.
En su discurso del 21 de marzo de 1953 decía el Gran Maestre de la
masonería italiana, Hugo Lenzi: “El cristianismo es el más feroz enemigo del
único tesoro del cual ha sido dotado el hombre, a saber: la libertad de
pensamiento”. Y luego añadía: “Los masones son los centinelas siempre
vigilantes para defender nuestras directivas en la vida profana, ubicados
estratégicamente para inferir en el proceso evolutivo de la humanidad, apoyando
unas corrientes y obstaculizando otras”. Ya en la circular de 1949, publicada
en la revista “Acacia Massonica”, había dicho: “Es un deber de cada hermano
infiltrarse en todas aquellas asociaciones de asistencia, cultura y educación,
en las cuales la presencia de los masones pueda ser de utilidad para la
difusión de la idea masónica” [6].
El liberalismo – última consecuencia del racionalismo – ha minado
civilizaciones, aplastado religiones y destruido patrias. La difusión de esta
ideología liberal se la debemos a los masones que concentraron la quintaesencia
de su ideario en los treinta y cinco volúmenes de la Enciclopedia, editada por
la Gran Logia de Francia, bajo la dirección de Diderot y D’Alembert, desde 1751
a 1765.
Federico Nicolás – el Diderot alemán – hizo otro tanto en Alemania con
su “Biblioteca Universal”.
“Los ideales del más puro liberalismo – escribió el masón argentino
Antonio Zúñiga – son la base de la masonería” [7].
El masón Grisar ya había dicho refiriéndose a la doctrina encarnada en
todos los miembros de la “hermandad”: “El liberalismo somos nosotros; nosotros
su pensamiento, su alma y su vida”. Como el liberalismo masónico se halla en
diametral oposición con el catolicismo, el órgano oficial de la masonería belga
reconoció, en abril de 1875, que “lógicamente nadie puede ser «liberal» en
política y católico romano en religión”.
La masonería, después de haber destruido en el alma de nuestros
contemporáneos las ideas y los sentimientos que constituían la civilización
cristiana, ha trabajado incesantemente por todas partes para establecer la
“Nueva Humanidad”; y ejerce al presente en muchas naciones una auténtica
soberanía moral.
Esta secta secreta afilia principalmente los grupos minoritarios de la
Política, la Prensa y la Enseñanza para lograr en cada país, por el complot, la
astucia y la protección extranjera, apoderarse de la dirección y del mando de
las naciones. Es harto flexible y se adapta a todas las circunstancias y
necesidades de los tiempos. Invade los partidos turnantes en el gobierno,
penetra en la universidad, se filtra en las fuerzas armadas socavando la
disciplina, se introduce en la prensa, en el cine, en la radio, en la
televisión, en las asociaciones juveniles, en los ateneos culturales y en las
instituciones públicas y privadas, y atrae a las logias a los cabecillas de los
sindicatos y gremios cuando advierte que el peso de las masas va a ser decisivo
en la política [8].
Y nuestra sociedad, con sus medios generales de propaganda, cultura,
enseñanza y educación, corrupción sistemática, leyes y gobiernos, masoniza sin
saber, y coopera, sin darse cuenta, a los planes deletéreos de la secta, la
cual utiliza la enorme maquinaria de que dispone para evitar, por todos los
medios, el encumbramiento de los católicos, o para obstruir sistemáticamente su
acción gubernativa.
Con mucha frecuencia actúa por intermediarios y recomienda a sus fieles
que se empapen de las enseñanzas masónicas dentro de las logias, y luego “dejen
sobre las columnas su mandil y su calidad de masón y desciendan a la ciudad
como simples ciudadanos. Ya se trate de la actividad parlamentaria o de
cualquier otra, siempre y en todas partes debe presentarse la masonería, mas no
debe descubrirse en ninguna” [9].
En su profunda visión histórica el Papa Pío IX, el 21 de noviembre de 1873, la apellidó con justicia: “Sinagoga de Satanás”; porque, a la verdad, es – según su augusta definición – la “síntesis de todas las herejías, el resumen de todas las rebeliones del hombre contra Dios y del individuo contra la sociedad; y porque reúne en su seno a todos los que, habiendo renegado de Dios y guiados por la soberbia y el odio, ya no atienden más que a su propio modo de pensar; y se imaginan que el hombre, al igual que los brutos, podrá en lo sucesivo reglar toda su vida, rechazando toda preocupación sobrenatural y yendo en pos de las solas exigencias de la materia”.
En su profunda visión histórica el Papa Pío IX, el 21 de noviembre de 1873, la apellidó con justicia: “Sinagoga de Satanás”; porque, a la verdad, es – según su augusta definición – la “síntesis de todas las herejías, el resumen de todas las rebeliones del hombre contra Dios y del individuo contra la sociedad; y porque reúne en su seno a todos los que, habiendo renegado de Dios y guiados por la soberbia y el odio, ya no atienden más que a su propio modo de pensar; y se imaginan que el hombre, al igual que los brutos, podrá en lo sucesivo reglar toda su vida, rechazando toda preocupación sobrenatural y yendo en pos de las solas exigencias de la materia”.
Perpetua Revolución y Continua Anarquía
Ningún estudioso de la masonería cree en las clásicas definiciones y en
los humanitarios propósitos enunciados por sus doctores y órganos oficiales,
escritos “para la exportación, pour la galerie”, o sea para los “profanos” y
para los mismos masones no iniciados en el “Real Secreto”. Por lo tanto, su
fuerza estriba en su secretismo.
Antonio Zúñiga dice que “la masonería es una sociedad que tiene el
secreto por base”, y en otro lugar afirma que “si ella no fuera eminentemente
política y su círculo de acción se redujera a practicar actos de pura
beneficencia y caridad, no tendría razón de existir” [10].
El masón argentino Luis Alejandro Mohr declaró en 1899 que “la
masonería, sustraída al medio común, vive en el misterio y por el misterio”. Y
el artículo 7º in fine del Reglamento General de la masonería argentina dice
textualmente: “El secreto es el primer carácter de la Orden”. Este secreto consiste, no tanto en la
oscuridad de sus actuaciones – harto conocidas – cuanto en la ignorancia de
parte del público en general y de la mayoría de sus adeptos con respecto al fin
al cual tiende, que es la perpetua revolución y la continua anarquía;
propendiendo siempre y por todos los medios a su alcance a la implantación
total o parcial de su maléfica doctrina.
En el Congreso Masónico Universal de Ginebra de 1902, algunos delegados
decían que había que renunciar a todo fanatismo religioso; otros afirmaban que
sólo habrá base sólida de convivencia humana si existe la creencia de un Dios
eterno. Unos añadían que el patriotismo es una virtud cardinal; otros, en
cambio, que sólo debe profesarse el amor a la humanidad. Los delegados de
Francia, Italia, Bélgica, Portugal, España, Suiza, Luxemburgo, Holanda,
Hungría, Egipto y naciones latinoamericanas abogaban, ante todo, por la descristianización
del mundo; los de Inglaterra, Alemania, Suecia, Noruega, Dinamarca, Estados
Unidos de Norte América, etc…, sostenían la conveniencia de conservar cierto
tradicionalismo religioso y social.
A pesar de tales divergencias – al parecer fundamentales – los masones
sustentan en todas partes en sus “tenidas” secretas e igualitarias, el germen
de todas las destrucciones: ya que representan ellos, a los menos en potencia,
el espíritu de independencia individual y de sublevación ante el principio de
autoridad.
Las inscripciones estampadas en sus diplomas y documentos: Lux ex
tenebris; ordo ab chao; igne natura renovatur integra, etc…, manifiestan la
suprema aspiración de la masonería, a saber: producir las tinieblas y el caos
en el mundo para renovar la humanidad según sus leyes y doctrinas e implantar,
sobre tales ruinas, el “nuevo orden” iluminado por la “luz masónica”.
En cuanto a la religión, poco importa que hablen aún del Gran Arquitecto
del Universo, pues – según sus doctrinas ya comentadas – cada cual puede
interpretar a su manera este “concepto social”, en nombre de la libertad y de
la razón; ya que, en virtud de la constitución de 1723 – carta magna y
fundamental de la masonería moderna – basta que sus adeptos sean “buenos y
leales, hombres probos y de honor”.
En los distintos países la masonería manifiesta tendencias diversas,
adaptándose hábilmente al medio en que vive, en conformidad con su táctica
preestablecida. En los países protestantes parece haberse mantenido deísta; en
cambio en los latinos y católicos predomina el odio antirreligioso.
La lucha contra el catolicismo es reglamentaria por lo que toca a las
masonerías latinas; sin embargo no hay que creer que, por religiosos que sean
los anglosajones, abriguen sentimientos cordiales hacia el catolicismo.
A pesar de ser las masonerías inglesa y norteamericana menos
revolucionarias, antirreligiosas y antisociales que las del resto de Europa y
América, o sea, la europeo-continental y la Latinoamericana; no obstante han
cooperado con todas ellas en la persecución de la Iglesia Católica y en la destrucción
del orden cristiano fuera de sus territorios nacionales; y, en su propia
patria, aliadas al protestantismo, cobijaron a todos los revolucionarios
extranjeros, y produjeron el absoluto indiferentismo religioso y el
descreimiento general en que vive el mundo.
En Estados Unidos más de cincuenta periódicos oficiales de la masonería
escriben al unísono con “The New Age” de Washington, órgano del Supremo Consejo
del Rito Escocés con una tirada de más de un millón de ejemplares. En ellos se
envilece a la Iglesia Católica y se pide su destrucción: al Papa se le llama
“el enemigo y la maldición de la humanidad”; y se proclama el propósito de la
masonería de librar al mundo de la tiranía de Roma sobre la conciencia y
librepensamiento [11].
Estos párrafos de la pastoral del 11 de abril de 1926 del arzobispo de Baltimore y primado de Estados Unidos, monseñor Miguel Curley, condenando la intervención del gobierno de su país a favor del gobierno masónico-comunista de México, vienen a corroborar lo que acabamos de expresar: “Nuestro gobierno – dice la pastoral – no ha hecho otra cosa, durante los últimos doce años, que intervenir en los asuntos de México... Como norteamericanos y como católicos tenemos el derecho y el deber de clamar contra la persecución religiosa de México… Nosotros los norteamericanos somos sumamente responsables de tales sucesos… El 80 % del dinero gastado por el gobierno de México en Estados Unidos se destinó para abastecer al ejército rojo de Calles, Carranza y Obregón (predecesores de Calles y masones como él) gobernaron en México en virtud de la aprobación de Washington que los protege. Calles está ahora en el poder y continúa su persecución contra la Iglesia porque sabe que está de acuerdo con Washington… Nosotros, mediante nuestro gobierno, armamos a los bandidos asalariados de Calles. Nuestra amistad lo alienta en su nefasta empresa de destruir hasta la idea de Dios en el corazón de millares de niños mejicanos…”.
Estos párrafos de la pastoral del 11 de abril de 1926 del arzobispo de Baltimore y primado de Estados Unidos, monseñor Miguel Curley, condenando la intervención del gobierno de su país a favor del gobierno masónico-comunista de México, vienen a corroborar lo que acabamos de expresar: “Nuestro gobierno – dice la pastoral – no ha hecho otra cosa, durante los últimos doce años, que intervenir en los asuntos de México... Como norteamericanos y como católicos tenemos el derecho y el deber de clamar contra la persecución religiosa de México… Nosotros los norteamericanos somos sumamente responsables de tales sucesos… El 80 % del dinero gastado por el gobierno de México en Estados Unidos se destinó para abastecer al ejército rojo de Calles, Carranza y Obregón (predecesores de Calles y masones como él) gobernaron en México en virtud de la aprobación de Washington que los protege. Calles está ahora en el poder y continúa su persecución contra la Iglesia porque sabe que está de acuerdo con Washington… Nosotros, mediante nuestro gobierno, armamos a los bandidos asalariados de Calles. Nuestra amistad lo alienta en su nefasta empresa de destruir hasta la idea de Dios en el corazón de millares de niños mejicanos…”.
Trabajos entre Bastidores
En cuanto a la política, su “gran obra” a cumplir – pues la ya cumplida
está escrita en páginas negras y rojas de la Historia – es la expresada en la
“Historia de la Masonería”, publicada en Francfort en 1852, a saber: “El mundo
es una gran república, donde cada nación es una familia y cada individuo un
hijo”. A establecer tal República Universal Masónica tienden los programas de
la masonería elaborados en los congresos internacionales de París en 1889, de
Anvers en 1894, de La Haya en 1896, el segundo de París en 1900, de Bruselas en
1904, de Roma en 1911 y en todos los subsiguientes hasta nuestros días.
El judío Benjamín Disraeli, Lord Canciller y gran estadista inglés,
decía en Avlesbury el 10 de septiembre de 1876: “El mundo es gobernado por
individuos muy distintos de los que se imaginan quienes no están detrás de los
bastidores. Los gobiernos de este siglo no tienen que habérselas solamente con
los otros gobiernos sino además con las sociedades secretas: elemento que se
debe tener en cuenta, pues a última hora puede nulificar todos los arreglos,
dado que tiene agentes por doquier, y agentes sin escrúpulos”. Y al año
siguiente, el 1º de octubre de 1877, el cardenal Manning completaba estas
palabras afirmando que “no son los emperadores, ni los reyes, ni los príncipes
los que dirigen el curso de los acontecimientos… Hay algo detrás de ellos y
sobre ellos y que es más poderoso que ellos” [12].
Dice un autor: “Nos equivocamos al pretender explicarlo todo por la
masonería; pero sin ella, la historia política de las naciones seria
ininteligible”.
El ministro inglés Jorge Canning ya había indicado, medio siglo antes,
quién dirige los hilos de todo este mecanismo mundial, cuando dijo: “Existe en
las manos de la Gran Bretaña un poder más terrible que el que vio jamás en
acción durante la historia la especie humana; porque se alistan bajo sus
banderas todos los descontentos y todos los ánimos turbulentos del siglo”.
[…]
El protestante Eckert, erudito alemán que escribió la mejor historia de
la masonería, afirmó: “Todo hombre de Estado desconocerá su época, ignorará las
causas de los acontecimientos que se cumplen en el terreno de la más alta
política, no se explicará lo que sucede en toda la vida política y social de
los pueblos, no comprenderá el sentido que tienen hoy “ciertas palabras” y, en
suma, no verá más que simples hechos sin penetrar su significado y sin saber
qué partido tomar frente a los mismos; si es que no estudia a fondo la masonería
y no comprende su naturaleza y su modo de obrar”.
El masón Fillmore, presidente de los Estados Unidos desde 1850 a 1852, y
que luego se retiró de la secta, advirtió a sus compatriotas: “La masonería
pisotea nuestros derechos, traba la administración de la justicia e inspira la
desconfianza hacia todo gobierno que no logra controlar” [17].
Los masones introducen hombres de su confianza en los Congresos, Cámaras
y Parlamentos y en la administración pública, los cuales llevan la voz de la
masonería y promueven sus intereses, sugiriendo leyes, reglamentaciones y
decretos, impregnados de su espíritu y encaminados a actuar paulatinamente sus
ideales”.
Para imponer su ideario se valen de la centralización absorbente de la
gigantesca maquinaria del estado moderno con la creación del poder público
depositado en manos de unos pocos que forman el único cuerpo orgánico y vital
de la sociedad, y la construcción de un mecanismo burocrático colosal de
infinitos y variados rodajes, que para funcionar necesita los brazos de gran
multitud de directores, jefes y empleados públicos subalternos, destituidos de
propia iniciativa y pensamiento: verdaderos esclavos de la rueda gubernamental
[18].
[…]
Leemos en el Manual del Iluminado de Weishaupt: “Es obligación del «hermano»
(masón) informar cada mes a sus superiores, de los empleos, oficios, cargos y
puestos de que él puede disponer, o conseguir por recomendación suya, para que
se llenen las vacantes con sujetos dignos de la Orden; pues conviene rodear a
los potentados de la tierra de una legión de hombres que en todas partes
dirijan los «trabajos» conforme al plan de la Orden. Mas todo debe hacerse en
silencio” [19].
Los consejos del barón de Knigge – lugarteniente de Weishaupt –
persiguen el mismo fin. “Cada iluminado – escribe – debe ponderar las
relevantes dotes de sus «hermanos» (los masones) a fin de que el príncipe
(gobernante) no pueda hacer a menos que excluir de los cargos públicos a los «profanos»
y preferir en la elección a su «candidato»”.
La masonería hunde, con infundios y calumnias, a sus enemigos y a los
que no se ponen a su servicio al par que enaltece la reputación o crea de la
nada una fama, encumbrando repentinamente en el pedestal al estadista, al
artista, al escritor y al hombre de ciencia, y entonces las academias le
franquean sus puertas, la prensa y la radio ensalzan su figura, los gobernantes
lo condecoran y le disciernen títulos honoríficos como gran benefactor de la
humanidad y eminente patriota, aunque sea un auténtico asesino, un truhán y un
pirata.
El Gran Oriente de Bélgica, en su acuerdo Nº 703 del año 1856, decía:
“Las logias son escuelas donde se forman los hombres para que salgan a luchar
vigorosos en el mundo profano, especialmente en la arena política; y por lo
tanto tienen, no sólo el derecho sino el deber, de fiscalizar los actos de la
vida pública de aquellos miembros suyos a quienes introdujo en las funciones
políticas, y de usar de «severidad inexorable» con los que, rebeldes a sus «amonestaciones»,
apoyan los actos combatidos por la masonería como contrarios a los principios
de la Orden” [20].
En el “convento” del Gran Oriente de Francia de 1913 se recordó lo
siguiente: “Los parlamentarios francmasones – que son en cierto modo una
emanación de la Orden – deben quedarle tributarios durante su mandato. En toda
circunstancia de su vida pública tienen la obligación de plegarse a los
principios que nos rigen”.
O el político obedece a la sugestión o mandato de las logias, o cae en
la nada de donde las logias lo han levantado. La masonería niega así el
“plácet” a cuanto hombre de bien aspiró a dirigir los destinos del país, si es
que antes no pasó por sus ritos misteriosos.
Es un deber del masón altigraduado estudiar la idiosincrasia, carácter,
conducta, integridad o debilidades y vicios de los hombres que debe elegir para
funcionarios, o que debe sobornar, sabotear o derribar.
De aquí lo difícil que resulta para un presidente, ministro o funcionario patriotas descubrir si ese o aquel otro funcionario inmediato, en quien tiene depositada toda su confianza para el desarrollo de los planes de gobierno por él trazados, es un sujeto juramentado para sabotearlo y traicionarlo; tanto más fácil cuando, si es preciso, no tiene reparo alguno en hacer manifestaciones patrióticas, dar conferencias religiosas, abogar por la restauración de la moral católica en la escuela y en la universidad y hacer todo cuanto podría hacer el mismo Satanás, preparando la zancadilla.
De aquí lo difícil que resulta para un presidente, ministro o funcionario patriotas descubrir si ese o aquel otro funcionario inmediato, en quien tiene depositada toda su confianza para el desarrollo de los planes de gobierno por él trazados, es un sujeto juramentado para sabotearlo y traicionarlo; tanto más fácil cuando, si es preciso, no tiene reparo alguno en hacer manifestaciones patrióticas, dar conferencias religiosas, abogar por la restauración de la moral católica en la escuela y en la universidad y hacer todo cuanto podría hacer el mismo Satanás, preparando la zancadilla.
La Prensa, Instrumento de la Masonería
La opinión pública, que es la “reina del mundo”, ha sido elegida
“constitucionalmente”, como tal, por la masonería, para gobernarla. Se forjan
en las “traslogias” las consignas de lo que se ha de creer y divulgar; de allí
pasa a las logias ordinarias, y de éstas a las cien trompetas de la prensa
diaria y periódica asalariada, regimentada y dirigida – y a las cien bocas
sintonizadas de las emisoras radiales “encadenadas” y a los cien canales
televisores “encauzados”. A un mismo tiempo, en el país y en el mundo entero,
todos hablan de lo mismo, con idéntico sentir, sin que a nadie se le ocurra
dudar o poner en tela de juicio lo que todos dicen. En un estado moderno la
población puede ser inducida en pocos días y aún en pocas horas, mediante la
prensa y la radio, en una dirección determinada a favor de alguien o en contra
de algo.
Mientras la prensa en todo el mundo no esté en nuestro poder – declaró
en 1848 el judío masón Moisés Montefiore – todo lo que estáis haciendo será
inútil” [21].
El diario es la gran escuela de los adultos y casi su única fuente de
informaciones: es el gran predicador de todos y en todas partes. Su influencia
la advirtió el ministro Combes, el promotor de la lucha antirreligiosa en
Francia, al principio del siglo, cuando afirmó: “Las tres cuartas partes de los
católicos se han alejado de la Iglesia por la Prensa” [22].
Decía el periodista John Swinton en un banquete que se dio a los periodistas en Nueva York: “No existe en América prensa independiente. Ni un solo periodista se atreve a expresar una opinión sincera; y si lo hacen, saben de antemano que nunca se ha de imprimir. A mí me pagan 150 dólares para que no ponga mis ideas y a otros le pagan salarios análogos para el mismo servicio. Si yo me opusiera perdería por eso el empleo en 24 horas. El hombre que fuera bastante insensato para manifestar claramente su pensamiento estaría al punto en la calle en busca de otra ocupación. El deber del periodista es mentir, inclinarse a los pies de Mammón (el dios dinero) y vender a su país y a su raza por el salario… (Las grandes agencias de información y publicidad son judías u obedecen a su dirección)… Somos los instrumentos y los vasallos de los que están entre bastidores: somos muñecos: ellos, tiran de la cuerda y nosotros bailamos… Somos intelectuales prostituidos” [23].
Decía el periodista John Swinton en un banquete que se dio a los periodistas en Nueva York: “No existe en América prensa independiente. Ni un solo periodista se atreve a expresar una opinión sincera; y si lo hacen, saben de antemano que nunca se ha de imprimir. A mí me pagan 150 dólares para que no ponga mis ideas y a otros le pagan salarios análogos para el mismo servicio. Si yo me opusiera perdería por eso el empleo en 24 horas. El hombre que fuera bastante insensato para manifestar claramente su pensamiento estaría al punto en la calle en busca de otra ocupación. El deber del periodista es mentir, inclinarse a los pies de Mammón (el dios dinero) y vender a su país y a su raza por el salario… (Las grandes agencias de información y publicidad son judías u obedecen a su dirección)… Somos los instrumentos y los vasallos de los que están entre bastidores: somos muñecos: ellos, tiran de la cuerda y nosotros bailamos… Somos intelectuales prostituidos” [23].
Su Arremetida contra los Pueblos Católicos
La masonería deja en paz momentáneamente a los
países protestantes, considerándolos terreno amigo; pero arremete contra los
pueblos católicos con el propósito de masonizarlos, sometiéndolos a sus ideas,
a sus leyes y a su sistema destructor. Ella se ha colocado frente a la Iglesia
como frente a un enemigo que hay que eliminar a toda costa: en su dogma, en su
moral, en su jefe, en sus instituciones, en su historia, en su influencia y en
su clientela.
La guerra es duradera y empeñada, con alternativas
de triunfos y derrotas, hasta la victoria decisiva de uno de los dos
combatientes o una tregua indispensable, impuesta por las circunstancias con
ventajas mayores o menores de una u otra parte. Así tenemos en el país la
revolución crónica, encendida y sostenida por la secta, que espía a todas horas
la primera ocasión para recomenzar con igual furia y tesón las hostilidades
hasta el último extremo. Esta es la historia presente y pasada de los pueblos
católicos. El poder oculto de la masonería es el único y gran criminal, único
traidor y enemigo de la patria, asesino de todos los derechos y libertades
legítimos, genio exterminador de las naciones que viven con la fe en Cristo y
en el amor de su Iglesia. La masonería es tenaz. Cederá momentáneamente ante
los acontecimientos desfavorables, pero jamás renunciará a los objetivos que
previamente se ha trazado.
En 1948 el Gran Maestre de la masonería italiana,
Hugo Lenzi, decía: “Entre la masonería y la secta clerical la lucha será
aguerrida y sin cuartel hasta el día en el cual el Estado haya conseguido su
completa laicidad”; porque “el laicismo – había declarado ya su predecesor
Adrián Lemi – constituye la esencia de la masonería”. De aquí que el orden del
día de la Gran Logia Nacional Italiana del 12 de junio de 1956, aprobado por la
Asamblea, rezara así: “De hoy en adelante el Gran Oriente de Italia deberá
intensificar su acción por la laicidad del Estado italiano (en orden a la
separación de la Iglesia y el Estado, el divorcio, el matrimonio civil, el
laicismo escolar, la prohibición de la enseñanza por el clero, etc….)” [24].
Su programa es destruir radicalmente, por franca
persecución de la Iglesia o por el fraudulento e hipócrita sistema de la
separación de la Iglesia y el Estado, toda influencia social de la religión,
llamada insidiosamente clericalismo; y, si fuera posible, destruir la misma
Iglesia y toda religión verdadera o revelada. Luego laicizar o secularizar por
medio de un sistema parecido, hipócrita y fraudulento – que pretenden llamar de
“no sectarismo” – toda la vida pública y privada, sobre todo la instrucción y
educación popular: resultando tal maniobra un verdadero sectarismo
anticatólico, anticristiano, ateo, positivista y agnóstico. El primer tema que
se trató en el Congreso Internacional Masónico reunido en Italia de 10 al 23 de
septiembre de 1911, fue precisamente el siguiente: “Cuál debe ser la actitud de
la masonería frente a la Iglesia Católica para impedir que ejerza su influencia
sobre el mundo laico”.
Anteriormente, el informe del Congreso Masónico
Internacional de 1902 decía que “los problemas actuales que preocupan a la
masonería universal son la emancipación de la mujer y la educación del niño;
echando primero por tierra los obstáculos que son las nociones impuestas por la
Iglesia”.
“Si la mayoría de los pueblos fuese formada por
masones -declaraba la Revista Masónica Americana de Buenos Aires en 1872 – la
reacción (o sea el catolicismo), no se presentaría tan altiva, y la propaganda
jesuítica no haría tantos prosélitos”. Y más adelante añadía: “La masonería
debe tener intervención en la política, porque si fuese destinada únicamente a
practicar actos de beneficencia, no tendría razón de ser. Es necesario influir
para que la masonería intervenga en los negocios públicos”.
Los ilustres masones Edgard y Eugenio Sué, hablando
de las naciones católicas, decían: “El mejor medio de descristianizar es
protestantizar a los católicos; pues las sectas protestantes son las mil
puertas abiertas para salir del cristianismo”. En la revista masónica
“Lathomia” se lee: “El protestantismo no es sino la mitad de la masonería; ya
que, para beneficiar al liberalismo y racionalismo – añadimos nosotros -, basta
que se abrace cualquier secta protestante” [25]. En efecto, los mismos
protestantes comprueban la apostasía que significa el pertenecer a la
masonería. Así lo confesaba el clérigo protestante que, no obstante ser masón,
decía lleno de sorpresa: “Nunca entendí cómo alguien que crea en la divinidad
de Cristo y en su doctrina, como única revelación de la verdad, pueda llegar a
ser masón sin padecer al mismo tiempo esquizofrenia espiritual” [26].
En el periódico “Symbolisme” escribió el docto
masón Osvaldo Wirth: “Si el candidato es católico romano ha de obedecer al Papa
que le prohíbe ingresar en la Orden. En cambio las religiones orientales y las
iglesias evangélicas no son enemigas de la masonería”.
Los protestantes en las logias masónicas se hallan
en sus propias casas. Los masones, mientras necesiten de ellos para
descatolizar al mundo, no los molestarán. Y en esto, a la verdad, están muy
interesados. Ya lo decía al perito Francisco Moreno, a orillas del Nahuel
Huapi, el presidente masón Teodoro Roosevelt al visitar América del Sur en
1912: “La absorción de estos países latinos por los Estados Unidos es tarea larga
y difícil mientras se mantengan católicos” [27].
Igual afirmación hará más tarde su pariente
Franklin Roosevelt al explicar a Stalin en la reunión de Yalta que ciertas
recomendaciones fracasarían en América latina “por la fuerte” influencia
ejercida en esos países por la Iglesia Católica [28].
El diario masónico alemán “Hamburger Fredemblatt”
del 18 de junio de 1917, al celebrarse los 400 años del protestantismo y los
200 de la masonería, se expresaba así: “Las dos fuerzas espirituales del
protestantismo y de la masonería están siempre bien unidas y en buenas
relaciones. La masonería reconoce al protestantismo como a su fundador, y no se
puede concebir aquélla sin éste. No hubiera habido verdadera y auténtica
masonería sin Lutero y sin la Reforma contra nuestro común e implacable enemigo:
el romanismo”. Y la “Gazette de Cologne” del 24 de junio de ese año añadía: “La
aparición subversiva de la masonería en Inglaterra fue una reacción del
anglicanismo y de la sociedad de los librepensadores ingleses contra las
tendencias católicas de los Estuardos” [29].
Iguales reflexiones caben para los cismáticos
ortodoxos, entre los cuales se ha comprobado, que el 30% de los miembros de su
alta jerarquía son masones.
La primera acción masónica en las naciones con
unanimidad o mayoría católica es pugnar por la libertad de cultos, porque la
división religiosa de un pueblo es la premisa necesaria para su progresiva
descristianización, secesión política y auto aniquilación.
El Gran Oriente de Italia en su Instrucción a las
logias en 1889 – después de celebrar sus triunfos por la supresión de las Órdenes
religiosas, por la desamortización de los bienes eclesiásticos y por la
destrucción del poder temporal de los papas – (a más de 5.000 conventos habían
despojado de sus bienes en 1879), recomendaba entre otras muchas cosas lesivas
de los derechos de la Iglesia y de la persona humana, lo siguiente: “Trabajar
por la reducción del cautiverio de los espíritus agravado por los dogmas y
preceptos religiosos; demostrar que la masonería no combate a los católicos
sino a los “clericales” que deshonran al catolicismo con las contiendas
políticas; probar que la religión florece mejor donde la Iglesia se halla
separada del Estado y que no conviene comprometer a los Estados con trabas
jurídicas como son los concordatos estipulados con la Iglesia; apoderarse de la
instrucción y educación en las escuelas y de las cátedras y cargos directivos
en la docencia secundaria y universitaria; hacer impopulares y cesantear a los
maestros y profesores católicos; desprestigiar con calumnias al clero y
laicizar, en fin, toda la vida política, civil y social con leyes
secularizadoras de los cementerios, matrimonios, escuelas, hospitales, asilos,
colonias, clubes, cuarteles, funerales, fiestas nacionales, etc…” [30].
En 1904 escribieron en la revista de la secta:
“Nuestra táctica frente al catolicismo debe ser la de aislarlo, la de
contribuir a su fosilización” [31].
El satanista Adrián Lemmi, jefe de la masonería
italiana, decía en su circular a las logias en 1887: “El aniversario del 20 de
septiembre (de 1870), en que ha sido derrocado el poder temporal del Papa, toca
exclusivamente a la masonería. Es una fiesta pura y simplemente masónica. Ahora
trabajad haciendo el último esfuerzo para dispersar las piedras del Vaticano y
construir con ellas el templo de la Razón Emancipada”.
Su desafío satánico, hecho a Dios en su Vicario,
repitiendo el “non serviam” de Luzbel, tuvo lugar el 6 de marzo de 1875 cuando,
al inaugurar el templo masónico en Roma, dijo el Gran Maestre: “Hermanos de la
patria universal: La masonería es el grito de la conciencia humana contra la
opresión. Aquí donde existe la tribuna donde se ha proclamado el Syllabus – la
más asombrosa amenaza contra la sociedad moderna – hemos erigido otra tribuna,
más modesta pero mucho más sabia, para proclamar y defender los derechos de la
conciencia y de la libertad” [32].
Con tal jefe, como Soberano Gran Comendador del Supremo Consejo, y con el ministro del Rey, Francisco Crispi, presidente del Consejo desde 1887 a 1896 –que era a su vez Gran Maestre de la Orden–, los masones italianos contaban, en 1890, con trescientos diputados sobre un total de quinientos.
Con tal jefe, como Soberano Gran Comendador del Supremo Consejo, y con el ministro del Rey, Francisco Crispi, presidente del Consejo desde 1887 a 1896 –que era a su vez Gran Maestre de la Orden–, los masones italianos contaban, en 1890, con trescientos diputados sobre un total de quinientos.
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Notas
[1]
Estatutos de la Masonería Argentina, Bs. As., 1956. Enciclopedia Universal,
Espasa-Calpe, Tomo 33, sub voce “Masonería”.
[2]
Truth, Juan. La francmasonería, año 1874.
[3]
Gautherot, Gustavo en Dict. Apol de le Foi Catch., sub voce “Francmaçonnerie”,
Tomo II.
[4]
Serra, op. cit., Tomo I, pág. 60.
[5]
Serra, Íbidem, pág. 61.
[6]
Poncins, León de, op. cit., pág. 102. Rev. Acacia Massonica, pág. 42, año 1949.
[7]
Zúñiga, Antonio R., op. cit., pág. 223.
[8]
Boor, J., op. cit., pág. 47.
[9]
Ledre, Carlos, op. cit., pág. 135.
[10]
Zuñiga, Antonio R., op. cit., pp, 27 y 28.
[11]
Caro, José, op. cit., pág. 109.
[12]
En Cahill, op. cit., pág. 141.
[13]
Serra, op. cit., Tomo II, pág. 92.
[14]
Disraeli, Coningsby, pág. 183. En Cahill, op. cit., pág. 14.
[15]
Meurin, León, op. cit. (Filosofía…), pp. 214 a 216.
[16]
Meurin, Íbidem, pág. 218.
[17]
Whalen, W. J. Cristianismo y masonería americana, pág. 5, Nilwaukee, USA, año
1958.
[18]
Carlavilla, op. cit. (Masonería…), pp. 168 y 182.
[19]
Serra, Tomo II, pág. 304.
[20]
Serra, op. cit., Tomo II, pág. 131.
[21]
Degreff, Walter, op. cit., pág. 235. Belloc, Hilaire, The Free Press, Londres,
año 1918.
[22]
Poncins, León de, op. cit., pág. 183.
[23]
Poncins, León de, Íbidem, pág. 185
[24] Civiltá Cattolica,
abril de 1958. Serra, op. cit., Tomo II, pág. 438.
[25] Serra, op. cit.,
Tomo II, pág. 164. Rev. Mas. Amer., Tomo I, pp. 79 a 81. Rev. Ecles de Bs. As.,
Año 1905.
[26] Despertad, revista
de los Testigos de Jehová, 8 de agosto de 1958, pág. 20. N. York (traducida en
Bs. As.).
[27] León, Miguel A.,
op. cit., pág. 68.
[28] La Nación del 19 de
marzo de 1955.
[29] Hamburger
Fremdemblatt del 13 de junio de 1917. Gazette da Cologne del 24 de junio de
1917.
[30] Serra, op. cit.
Tomo II, pág. 340.
[31] Rív. Mass. Ital.,
pág. 164, año 1904.
[32] Rev. Mas. Amer.,
año III, Nº. 17 del 15 de oct. de 1875.
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