Jesús, Modelo del Cristiano, según San Francisco de Sales
Mons. Héctor Aguer
“Hay que volver a pronunciar en voz alta el Nombre de Jesús” afirma el Arzobispo Emérito de la Plata (Argentina) en este magnífico artículo, que reproducimos en el Blog del Centro Pieper, donde presenta brevemente la Cristología de San Francisco de Sales, Doctor de la Iglesia.
En la amplísima obra de San Francisco de Sales, Jesucristo ocupa la atención principal [1]; la Cristología del Obispo de Ginebra expresa indudablemente su amor y devoción, pero sobre la base de una profunda visión teológica inspirada en la gran tradición eclesial. Cristo es, ante todo, el Mesías, aguardado por los ángeles, los profetas –que predijeron su misión– y por las naciones. Esa misión quedó confirmada por los milagros y aprobada por las obras.
El desarrollo cristológico expone las verdades dogmáticas sobre el Dios hecho hombre: el Hijo es verdadero Dios e imagen perfectamente igual a su Padre, bienamado suyo, comienzo y fin de todo con primacía sobre la Creación. Es adorable, tabernáculo del Espíritu Santo y Rey inmortal de los ángeles y de los hombres; encarnado, tiene dos naturalezas. Sigue –en el curso del pensamiento teológico sobre el Señor– la referencia a los misterios de Jesucristo. La concepción en María por la virtud del Espíritu Santo; desde el primer momento se ofrece a su Padre.
Una formulación curiosa, pero bien propia de Francisco: menciona la devoción del alma humana de Jesús por el Verbo. Los otros misterios: la Visitación, el nacimiento bendito en Belén, la circuncisión y en relación con ella la genealogía (registrada por los Evangelios de Mateo y Lucas), y la contemplación del Nombre de Jesús. Destaca, asimismo, la admirable sumisión a las leyes de la infancia, la pobreza y las lágrimas del Niño Jesús. Siguen la Presentación en el Templo, la Epifanía, la huida a Egipto y la permanencia en ese exilio. El regreso a Nazaret le da el nombre de Nazareno. Tienen su lugar, en una visión de la vida del Señor, el ayuno, la tentación y las bodas de Caná; la Transfiguración es como un anticipo de la Pascua.