Josef Pieper, la Belleza y la Poesía
Dr. Jorge N. Ferro
Intentaremos aquí una aproximación a la obra de Josef Pieper desde las letras, de modo que, escudados alegremente en esto, nos tomaremos una serie de licencias que los severísimos filósofos sabrán disculpar y tolerar.
Y la primer cosa que salta a la vista, para un lector ingenuo, en cuanto a Pieper y su relación con la belleza, es que ésta se halla presente en su propio estilo, en su misma obra en cuanto tal. Hay una preocupación por que se cumpla aquella sentencia de “el esplendor de la verdad”: él presenta la verdad bella y claramente, y hace alusión y recurre a los grandes textos poéticos, constantemente. Para poner un solo ejemplo, en su tratado sobre la Prudencia va a tomar un texto de Paul Claudel, de la quinta de sus «Cinco Grandes Odas», y cita aquel pasaje donde el poeta dice: “la prudencia es al norte de mi alma como la proa inteligente que conduce todo el navío” [1]. Es decir, comprobamos fácilmente esta constante recurrencia a los textos poéticos y el gusto porque resplandezca la verdad que está presentando, porque resplandezca estilísticamente esta verdad.
Y esto en un tiempo en el que en los estudios de humanidades en general predomina muchas veces un lenguaje oscuro, deliberadamente oscuro. Sobre lo cual Pieper tiene palabras duras; no dejará de denunciar este fenómeno. Por ejemplo, en su «Defensa de la Filosofía», donde dice entre otras cosas: [...] “la dificultad de leer un libro filosófico depende con frecuencia, como todo el mundo sabe, únicamente de abuso del lenguaje, de modo que lo que pone obstáculos es el lenguaje y nada más que el lenguaje” [2].
Es decir que el lenguaje, que tendría que ser el ámbito de patencia de la verdad, translúcido, se convierte en una realidad opaca, que aleja de las cosas. Se referirá también Pieper a esa “terminología individual arbitraria” [3] que tiene tanta vigencia en numerosos contemporáneos nuestros que se dedican a las humanidades. Y el texto este de Pieper sobre la oscuridad deliberada nos trae a la memoria otro de un autor indudablemente menor, en un libro bastante cuestionable en muchos aspectos, pero que plantea esto casi en los mismos términos. Nos referimos a J. F. Revel, en su libro «El conocimiento inútil». Hablando de las modas intelectuales de nuestro tiempo, sostiene Revel que es elemento esencial a una moda intelectual el hecho de sustituir “las dificultades reales de la investigación científica”, es decir las dificultades que presenta el objeto estudiado, “por las dificultades artificiales de un estilo oscuro, precioso y pedante, que procura a sus lectores y a sus auditores, al mismo tiempo, la ilusión de hacer un esfuerzo y la satisfacción de creerse iniciados en un pensamiento particularmente arduo” [4]. O sea que hay una facilidad de hecho y una dificultad aparente; hay un vocabulario “iniciático’, dice, y un “elitismo de masas”.