sábado, 23 de marzo de 2013

«Studium»: Estudio Comunitario 2013 del Centro Pieper - Programa

«Studium»: Estudio Comunitario 2013 del Centro Pieper
Con Mesa de Libros, Documentos y Autores
[No Arancelado]


«Studium» es un núcleo de maestros y alumnos del Centro Pieper que se reúnen mensualmente para estudiar en común algún texto fundamental. Es primordialmente un ámbito sapiencial que busca consolidar un espacio de “Estudio Comunitario con Mesa de Libros, Documentos y Autores”, abierto a toda la comunidad y con ingreso libre de aranceles


+ Programa

[01] "Sertillanges y la Vida Intelectual" (Jueves 25 de Abril, 18:30hs) 
Lic. Maximiliano Loria 


[02] "Kierkegaard en la Visión del P. Fabro y el P. Castellani" (Martes 07 de Mayo, 18:30hs) 
Lic. Daniel Aldama 


[03] "En el Camino de los Jesuitas. Una Inculturación desde la Fe" (Martes 21 de Mayo, 18:30hs) 
Alberto Flügel 


[04] "Benedicto XVI y el Concilio Vaticano II" (Martes 28 de Mayo, 18:30hs) 
Prof. Cristian Rodríguez Iglesias 


lunes, 11 de marzo de 2013

El Último Progreso de los Tiempos Modernos: la Palabra Violada - Mario José Petit de Murat

El Último Progreso de los Tiempos Modernos: la Palabra Violada
Mario José Petit de Murat


Mario José Petit de Murat (1908-1972), "hombre completo y eminente" según Castellani, fue una estrella rutilante en el cielo de los dominicos argentinos e hispanoamericanos. Petit de Murat luce tanto por su cautivante prosa como por su capacidad de penetración psicológica. Autor prolífico y profundo conocedor de Santo Tomás de Aquino, escribió y enseñó Teología, Metafísica, Psicología, Filosofía e Historia del Arte. Porteño de nacimiento, se radicó en Tucumán, donde murió atendiendo una capilla rural en el Timbó Viejo.


- I -

Tengamos por cierto que hemos ido a la deriva. Muchas han sido "las lluvias, ríos y vientos" que la apostasía de Europa desató contra el Hijo del hombre desde el Renacimiento hasta nuestros días; como consecuencia se ha venido abajo con grande ruina todo lo que del cristianismo se intentara edificar sobre las arenas de la mediocridad, las tibiezas o los descuidos [1].

Es notorio que los tiempos renacentistas y posrrenacentistas están especificados por la reincidencia en el pecado, no en el individual, el cual se desgrana en cualquier rincón del mundo a cada instante, sino en el de la sociedad humana, pronunciando esta vez contra Dios no sólo Creador sino también encarnado y Salvador. En consecuencia, el demonio y la nueva iniquidad disponen de mayor experiencia para su astucia y, así, la malicia ha progresado bastante sobre las antiguas tácticas.

En efecto, la rebeldía moderna ha añadido una perfección capital a la iniquidad. Trataremos de esbozar, siquiera, lo que este enunciado entraña:

Nuestra época se mueve dentro del ámbito de un mal teológico; la anima la peor malicia, la de una apostasía. Si queremos lograr, no ya el género sino también la especie de dicho mal, hallamos que no se trata de una apostasía cualquiera, la que apartara, por ejemplo, de la noticia que la razón o alguna tradición cierta y remota pudiera dar de Dios. Lo que la civilización actual intenta negar es la encarnación del Verbo, además de todo el orden sobrenatural y temporal originado por Él en la tierra. Si frente a este hecho recordamos que la medida de un mal está dada por el bien que niega [2], se entenderá que nos encontramos en la hora actual, ante un abismo idéntico a la nada; pues si se niega el Verbo eterno ¿qué nos queda de Dios y de las cosas? Si se niega la Encarnación -la cual revela la decisión divina de asumir todo lo auténticamente humano- ¿qué puede quedarnos del hombre? Sobre todo: ¿en qué se convertirá el verbo humano si existe la resolución inflexible de emplearlo en contra del Verbo divino, a costa de desgarrarlo en los nexos con su fuente, analogía y ejemplaridad suprema, que es ese mismo verbo?

Ciertamente, la Edad Moderna ha obtenido al fin, tras su labor tenaz de agnosticismo y subjetivismo, corromper la palabra en sí. El lenguaje del hombre en todo tiempo, ha nombrado también conceptos, deseos y acciones inicuas; incluso cosas concretas dedicadas a la iniquidad (meretriz, Baal). Se pudo también mentir, pero se mentía con cosas reales que no eran tal como se las nombraba más en sus circunstancias que en su ser mismo; sin embargo, permanecía inviolada la relación del signo verbal con la cosa significada. Se decía "paz" y cualquiera entendía que se iba a dar una real tranquilidad en el orden concretamente existente; cuando un rey asirio ambicionaba dominar a otro monarca, enviaba una embajada comunicándole que le arrancaría los ojos y le cortaría las manos si llegaba a resistir y no rendirle vasallaje. En cambio hoy se dice "hombre" y se piensa que se puede estar nombrando a un animal sin mas; asimismo, si un gobernante llega a pronunciar la palabra "paz" el vecino entiende que se esta preparando para la guerra, y cuando un país quiere apoderarse del mundo entero, oprime, destruye y aniquila en nombre del amor que profesa a la fraternal convivencia de los pueblos.

martes, 5 de marzo de 2013

¿Por qué me Convertí al Catolicismo? - Gilbert Keith Chesterton

¿Por qué me Convertí al Catolicismo?
Gilbert Keith Chesterton


Famoso Periodista, Novelista, Poeta y Crítico Literario nacido en 1874, es una figura única y genial en la Literatura Inglesa y uno de los autores modernos más frecuentemente citados. De él dijo su gran amigo Bernard Shaw: "un genio colosal" y el premio nobel T. S. Eliott quedó maravillado con su libro sobre Dickens. En 1922 se Convirtió al Catolicismo. Consagró toda su vida a la Literatura, dedicándose a ella por completo desde los veinte años. Antes había estudiado dibujo. Por parte de su madre, tenía sangre francesa. Se casó a los veinticinco años, sin tener descendencia. Murió en 1936. Su periodismo ejerció una atracción magnética mucho más poderosa que lo que de cualquier columnista o presentador de televisión podría esperarse hoy día.


Aunque sólo hace algunos años que soy católico, sé sin embargo que el problema "por qué soy católico" es muy distinto del problema "por qué me convertí al catolicismo". Tantas cosas han motivado mi conversión y tantas otras siguen surgiendo después... Todas ellas se ponen en evidencia solamente cuando la primera nos da el empujón que conduce a la conversión misma. 

Todas son también tan numerosas y tan distintas las unas de las otras, que, al cabo, el motivo originario y primordial puede llegar a parecernos casi insignificante y secundario. La "confirmación" de la fe, vale decir, su fortalecimiento y afirmación, puede venir, tanto en el sentido real como en el sentido ritual, después de la conversión. El convertido no suele recordar más tarde de qué modo aquellas razones se sucedían las unas a las otras. Pues pronto, muy pronto, este sinnúmero de motivos llega a fundirse para él en una sola y única razón. 

Existe entre los hombres una curiosa especie de agnósticos, ávidos escudriñadores del arte, que averiguan con sumo cuidado todo lo que en una catedral es antiguo y todo lo que en ella es nuevo. Los católicos, por el contrario, otorgan más importancia al hecho de si la catedral ha sido reconstruida para volver a servir como lo que es, es decir, como catedral. 

¡Una catedral! A ella se parece todo el edificio de mi fe; de esta fe mía que es demasiado grande para una descripción detallada; y de la que, sólo con gran esfuerzo, puedo determinar las edades de sus distintas piedras. 

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