El viaje, una vez más
Jorge N. Ferro
Jorge Norberto Ferro es Licenciado y Doctor en Letras por la Facultad de Filosofía y Letras de la U.C.A. (Universidad Católica Argentina). Su Tesis Doctoral fue sobre Tolkien.
Introducción
En El Hobbit, Tolkien reelaborará, una vez más, el recurrente tema del viaje, constante en la gran tradición literaria. Viaje iniciático, en efecto, en cuyo transcurso "muere" el "hombre viejo" (¿hobbit viejo?) para dar lugar al verdadero, al que no puede manifestarse ni alcanzar su perfecta estatura, sofocado por las diversas miserias que lo ahogan. Viaje que implica una auténtica liberación de las virtualidades del personaje, ocultas aun a sus propios ojos, aunque pugnen sordamente por hallar su cauce. Viaje, en fin, para decirlo en términos acordes con la fe cristiana del autor, que constituye una plena conversión.
El viaje de Bilbo, como todos los grandes viajes literarios, es imagen de la vida del hombre. Instalado en su cómoda pequeñez, prisionero en sí mismo, el hobbit no podrá romper las cadenas de la mediocridad sin ayuda de afuera. Es así como irrumpe la Salvación -cuyo instrumento es el "mago" Gandalf- con exigencias impensables, desmesuradas, que hacen añicos la artificiosa construcción con que Bilbo intenta asfixiar su identidad profunda. Gandalf será el guía, el maestro -como el Mentor homérico-, el mediador entre la Providencia y el hobbit.
Bilbo vive muellemente en medio de una aparente seguridad, y su relación con los demás está signada por una paz y una respetabilidad de igual modo aparentes. Se encuentra aferrado en el aquende, podría decirse. Se ha conformado con los criterios mundanos. A lo largo de su viaje, estos criterios se irán desprendiendo -no sin dolor, es obvio- para dar paso al Bilbo real, a la vez que su relación con el prójimo adquirirá una riqueza y hondura muy distantes de la epidérmica cortesía anterior.