
Carta Encíclica sobre la Devoción a la Santísima Virgen María
Papa Pío X
“Mater Poluli fidelis”, la más reciente “Nota” del Dicasterio para la Doctrina de la Fe que comanda el Cardenal Tucho Fernández y que fue firmada por León XIV, recibió un justificado aluvión de críticas, incluso de destacados mariólogos. Uno de ellos, el P. Serafino Lanzetta, sostuvo que «nunca en la historia de la Iglesia el Magisterio ha dicho lo que dice este documento; al contrario, básicamente afirma “exactamente lo opuesto” a lo que los Padres de la Iglesia y los Papas anteriores han enseñado históricamente» [1]. Para corroborar lo dicho por este Fraile Franciscano, nada mejor que leer esta elocuente Encíclica del Santo Papa Pío X donde explica en que consiste la Devoción a la Santísima Virgen María, Inmaculada Madre de Dios, Corredentora y Medianera de todas las Gracias. ¡Que la disfruten!
Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica
[1. Recuerdo de la declaración del Dogma de la Inmaculada Concepción]
El paso del tiempo, en el transcurso de unos meses, nos llevará a aquel día venturosísimo en el que, hace cincuenta años, Nuestro antecesor Pio IX, Pontífice de santísima memoria, ceñido con una numerosísima corona de Cardenales y Obispos, con la autoridad del Magisterio infalible, proclamo y promulgo como cosa Revelada por Dios que la Bienaventurada Virgen María estuvo inmune de toda mancha de pecado original desde el primer instante de su Concepción [2]. Nadie ignora con qué espíritu, con qué muestras de alegría y de agradecimiento públicos acogieron aquella promulgación los fieles de todo el mundo; verdaderamente nadie recuerda una adhesión semejante tanto a la augusta Madre de Dios como al Vicario de Jesucristo o que tuviera eco tan amplio o que haya sido recibida con unanimidad tan absoluta.
[2. Demostraciones de piedad mariana]
Y ahora, Venerables Hermanos, después de transcurrido medio siglo, la renovación del recuerdo de la Virgen Inmaculada necesariamente hace que resuene en nuestras almas el eco de aquella alegría santa y que se repitan aquellos espectáculos famosos de antaño, expresiones de fe y de amor a la augusta Madre de Dios. Nos impulsa con ardor a alentar todo esto la piedad con la que Nos, durante toda nuestra vida, hemos tratado a la Santísima Virgen, por la gracia extraordinaria de su protección; esperamos con toda seguridad que así será, por el deseo de todos los católicos, que siempre están dispuestos a manifestar una y otra vez a la gran Madre de Dios sus testimonios de amor y de honra.
Además, tenemos que decir que este deseo Nuestro surge sobre todo de que, por una especie de moción oculta, Nos parece apreciar que están a punto de cumplirse aquellas esperanzas que impulsaron prudentemente a Nuestro antecesor Pio IX y a todos los Obispos del mundo a proclamar solemnemente la definición del dogma de la Concepción Inmaculada de María.



















