¿Por qué me Convertí al Catolicismo?
Gilbert Keith Chesterton
Famoso Periodista, Novelista, Poeta y Crítico Literario nacido en 1874, es una figura única y genial en la Literatura Inglesa y uno de los autores modernos más frecuentemente citados. De él dijo su gran amigo Bernard Shaw: "un genio colosal" y el premio nobel T. S. Eliott quedó maravillado con su libro sobre Dickens. En 1922 se Convirtió al Catolicismo. Consagró toda su vida a la Literatura, dedicándose a ella por completo desde los veinte años. Antes había estudiado dibujo. Por parte de su madre, tenía sangre francesa. Se casó a los veinticinco años, sin tener descendencia. Murió en 1936. Su periodismo ejerció una atracción magnética mucho más poderosa que lo que de cualquier columnista o presentador de televisión podría esperarse hoy día.
Aunque sólo hace algunos años que soy católico, sé sin embargo que el problema "por qué soy católico" es muy distinto del problema "por qué me convertí al catolicismo". Tantas cosas han motivado mi conversión y tantas otras siguen surgiendo después... Todas ellas se ponen en evidencia solamente cuando la primera nos da el empujón que conduce a la conversión misma.
Todas son también tan numerosas y tan distintas las unas de las otras, que, al cabo, el motivo originario y primordial puede llegar a parecernos casi insignificante y secundario. La "confirmación" de la fe, vale decir, su fortalecimiento y afirmación, puede venir, tanto en el sentido real como en el sentido ritual, después de la conversión. El convertido no suele recordar más tarde de qué modo aquellas razones se sucedían las unas a las otras. Pues pronto, muy pronto, este sinnúmero de motivos llega a fundirse para él en una sola y única razón.
Existe entre los hombres una curiosa especie de agnósticos, ávidos escudriñadores del arte, que averiguan con sumo cuidado todo lo que en una catedral es antiguo y todo lo que en ella es nuevo. Los católicos, por el contrario, otorgan más importancia al hecho de si la catedral ha sido reconstruida para volver a servir como lo que es, es decir, como catedral.
¡Una catedral! A ella se parece todo el edificio de mi fe; de esta fe mía que es demasiado grande para una descripción detallada; y de la que, sólo con gran esfuerzo, puedo determinar las edades de sus distintas piedras.