sábado, 22 de octubre de 2022

Tres Notas sobre la Ideología en un Texto de Rubén Calderón Bouchet [In Memoriam] - Ernesto Alonso

Tres Notas sobre la Ideología en un Texto de Rubén Calderón Bouchet
A propósito de “La Valija Vacía”
Ernesto Alonso


In Memoriam – al cumplirse el Décimo Aniversario de su partida de este mundo. 


Especial para el Blog del Centro Pieper


[CP] Primeramente, un brevísimo recuerdo personal del querido profesor y maestro, don Rubén Calderón Bouchet (1918 - 2012). Lo conocí en Mendoza, siendo yo un adolescente que comenzaba a formarse en algunos círculos de universitarios católicos. Capturó mi atención y mi admiración la primera vez que lo escuché, hablando sobre los fundamentos de la Ciudad Cristiana. Profundamente me impresionó que un hombre pudiese hablar con tanta solidez, sapiencia y elegancia sin tener un papel, o un esquema, a la vista. 

Pocos años después, fue mi profesor de Metafísica en la Universidad Católica, también en Mendoza. Extraordinarias solían ser sus clases, con dosis de explicación rigurosa y sabrosas anécdotas. Nos confesaba, en confianza y con ese humor fino que tan bien lo caracterizaba, que enseñaba esa disciplina no porque fuese su especialidad, sino para mantener el buen juicio y el “apego" a Santo Tomás de Aquino. 

Concluidos mis estudios, lo seguí durante unos cuantos años en conferencias y cursos; pero, sobre todo, en la lectura de unas cuantas de sus obras. Más tarde o más temprano, siempre vuelvo a un libro de Calderón Bouchet. No deja de asombrarme su cabeza ordenada y ordenadora y, no menos que otra cualidad, su estilo pulcro que tan armoniosamente combina la elegancia del francés con la campechanía del español criollo. 

Hombre entregado a la docencia y a sus libros, jamás apeteció cargo alguno, a no ser que la circunstancia lo obligara. Esposo y padre de una familia numerosa. Según él nos lo dijera, en entrevista que hiciéramos hace años, su misión fue hacer una “apología del Cristianismo y de la tradición de la Iglesia”. En la Iglesia de siempre, que es tradición viva y que conoció, amó y sirvió, entregó sus últimas fuerzas nuestro querido maestro, profesor Rubén Calderón Bouchet. 


*   *   *


En los tiempos de confusión y miseria espiritual que corren, cuando muchos habían ya profetizado la muerte de las ideologías, qué invalorable es hallar, todavía hoy, un lenguaje unívoco, claro, elegante y verdaderamente católico, que enaltece su vigencia, enunciado algunas de sus notas esenciales. 
    
Esta impresión la tuve al releer algunos buenos pasajes, entre otros, del libro La Valija Vacía del profesor y maestro Rubén Calderón Bouchet. Al referirse, en el capítulo IV, a la Iglesia frente a la Ideología dice el autor: 
    
Asumir la defensa de la «Ciudad de Dios» en el actual discurso de los tiempos es una empresa demasiado ardua y muy por encima de nuestras fuerzas si no confiáramos, como (San) Agustín, en la ayuda de Dios y en el hecho, tantas veces corroborado por la historia, de que la verdad resiste a los soberbios y a la obra de quienes siguen solamente la inspiración de su «libido dominandi». La faena de aquellos que siembran iniquidad, por muy brillante que parezcan sus triunfos inmediatos, es tarea de muertos y desde ya podemos asegurar que han perdido, si efectivamente, como pensamos, nuestra fe en la Redención ha vencido las miserias de la caducidad” (p. 51). 

Y a continuación, agrega:

De la ciudad terrena, que hoy lleva el nombre más moderno de Ideología, proceden los enemigos contra los cuales debemos defender la ciudad de Dios y aunque éstos aparezcan adornados con los oropeles de una falsa sabiduría, de una ciencia arrancada de sus quicios y de una política que ha perdido su ordenamiento a los fines sobrenaturales del hombre, debemos saber que esos son los atributos del espíritu soberbio que busca su complacencia en los desórdenes sembrados por su demasía” (Ibidem). 

Magníficos pasajes, en verdad, sobre todo este último en el que pueden recogerse tres notas de la Ideología, escrita así con mayúscula, no obstante, la variedad de versiones que, aunque parezcan contrarias, provienen de un tronco común. 

En primer término, una falsa sabiduría que no es otra cosa sino la pseudo-espiritualidad o pesudo-mística de carácter gnóstico, humanista y naturalista que advertimos por doquier. Por citar solo uno de los múltiples ejemplos de este fenómeno puede constatarse la sobreabundancia de literatura sobre autoayuda, energía espiritual, liberación interior, al estilo de textos como “El Libro de las Siete Revelaciones”, “Cultiva tu Espiritualidad. Renovando tu energía interior”. Éstos no son sino apenas dos granos minúsculos en una inmensa montaña de escoria intelectual y moral malamente destinada a mitigar una inacabable sed de infinito que no podrá ser saciada sino con la Revelación del Dios Vivo. 

Últimamente, y deslindando aquí la paja del trigo, hasta la Iglesia Católica parece haber ingresado en esta variante con ese énfasis, obsesivo por momentos, puesto en la “espiritualidad y conversión ecológica” y la promoción de “ecoparroquias” en algunas Diócesis de nuestra patria. 

La segunda nota, que señala Calderón Bouchet, es una ciencia arrancada de sus quicios. Una ciencia que, al decir de las mejores inteligencias que han visto el fenómeno, se está volviendo contra el hombre cuando más proclama que está trabajando a favor del hombre. A mayor desarrollo tecnológico es inexorable que el medio ambiente, natural y humano, deba pagar un precio cada vez más alto en términos de degradación y muerte. Sobre todo, pienso aquí en los alcances y los límites de la biotecnología. Alcances y límites que no provienen sólo del desarrollo intrínseco de la tecnología sino también, y, sobre todo, del orden moral que ha de regir dicho desarrollo si de verdad se pretende un progreso a la medida del hombre. 

Con todo, es preciso tener presente que la ciencia y la técnica actuales están atravesadas por una terrible paradoja. Por un lado, dicen promover formas de vida más dignas, mejores estándares de calidad, reaseguros para evitar el dolor y el sufrimiento considerados hoy como inútiles. Por otra parte, sin embargo, esa ciencia poderosa no duda en privar de vida a los ancianos y en evitar el nacimiento de niños, con deformaciones o sin ellas. 

Además, la manipulación y destrucción que deploramos cuando se trata del medio ambiente, sus bienes y recursos, no merece ningún reparo cuando se trata del cuerpo humano y de la naturaleza (sexuada) del hombre, varón-mujer. Por el contrario, el reciclaje ecológico y la sexualidad transgénero son igualmente aplaudidas y promovidas. 

Este poder de decisión sobre el cuerpo humano, sobre la vida y la muerte que la ciencia actual se ha arrogado, no tiene precedentes y me recuerda aquella sentencia tremenda, referida a los tiempos últimos, que dice que sobrevendrá tal confusión que los hombres llamarán bueno a lo que es malo y condenarán como mal lo que de verdad es un bien. 
     
Por último, la tercera nota de la Ideología, se refiere a una política que ha perdido su ordenamiento a los fines sobrenaturales del hombre. Que un autor católico y argentino hable hoy de “fines sobrenaturales” como fines que ha de respetar y promover la política es una verdad en la que no creen ni los Obispos ni los curas, en primer lugar. En segundo término, animarse a decir públicamente estas verdades no es sino el pasaporte, expedito y seguro, al ostracismo intelectual, académico y editorial. Sería la mejor forma –o la peor, no se sabe– de convertirse en un digno “eremita urbano”, al decir del Padre Castellani. 

Ni siquiera fines medianamente humanos tiene la política actual como para pensar en la posibilidad de fines allende el orden natural. Si la política actual está al servicio de la “cultura de la muerte”, del “imperialismo internacional del dinero”, de la “deificación de la mayoría y del soberano”, de la “validez y posibilidad de todas las opiniones” en contra, decididamente, de la verdad y del bien común; luego, entonces, ni imaginar se puede tan siquiera una política como ciencia arquitectónica de la ´polis´ dependiente de la ética. 

La política se ha desnaturalizado gravemente en razón de servir a intereses particulares, que están muy lejos de cualquier ordenamiento al bien común, categoría que es hoy una antigualla. Las políticas públicas, las finanzas, los intereses de partidos, la pluralidad de opiniones sobre temas decisivos; todas estas realidades han de subordinarse a una concepción y a una práctica de la política iluminada por una ética de los fines y de los bienes proporcionados a la naturaleza y a los fines perfectivos del hombre. De otro modo, el todo se diluye y aquellas partes que debieran subordinarse al todo, se anarquizan y adquieren una dirección desproporcionada, cuando no decididamente subversiva. 
     
Por fin, y para cerrar este comentario, quisiera citar un último pasaje de Calderón Bouchet que muy bien me impresionó. Y dice así: 

El liberalismo, el socialismo, el comunismo, las sociedades secretas, el biblismo y los clérigos liberales son calificados de pestilenciales y condenados reiteradamente por los diferentes Papas de la época. En el fondo son las diversas caras del ideologismo que seducen a unos y a otros ofreciéndoles lo que más aman y destruyendo las instituciones que se oponen al disfrute de esas inclinaciones” (p. 84). 

Calderón Bouchet comenta aquí un pasaje del Syllabus de Pío IX sobre los errores modernos. Retengo como importante la sentencia de “ofrecer a alguien lo que más ama”, como estrategia y táctica de seducción y corrupción. Estupenda y penetrante observación psicológico-moral que da cuenta de los resortes que toca el pensamiento revolucionario para ganar a sus adeptos y promotores. 

Está claro que la Revolución jamás ha de ofrecer a los hombres ni la verdad, ni el bien humilde, ni el sacrificio de una vida oculta ni mucho menos el martirio a favor de Cristo. Está claro, sobre todo, que ofrece aquellos deseos propios de un corazón infatuado, lleno de petulancias y arrogancias, henchido de soberbia y goce por esta vida. En esos hombres malvados no mora el amor por la verdad ni menos aún la mirada esperanzada puesta en los bienes del mundo futuro. 
     
Desde luego que quien con pasión extrema se entrega a los reclamos exigentes de un corazón mundano buscará quitar todos los obstáculos que impidan la consecución del poder absoluto en desmedro del bien espiritual. Y así, la Iglesia, cuando se comporta como Cristo desea, se convierte en el principal obstáculo para aquellos reclamos. Luego, por esta misma razón, es el enemigo a quien la Ideología habrá de combatir a muerte. No existen alternativas aquí.  

Porque la Iglesia invicta es una luz demasiado nítida que disuelve sin vacilaciones la oscuridad de ideólogos y de católicos traidores; porque es una voz demasiado auténtica como para que oídos torvos puedan escucharla sin caer frente a la visión espantosa de sus miserias y cobardías. Por eso, porque reprocha y acusa la conciencia espuria, por eso la Iglesia de Cristo, la verdadera Esposa, ha de ser combatida y si fuera posible, eliminada de la faz de la tierra.







*   *   *



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4 comentarios:

  1. La Iglesia en la parte jerárquica debe elegir entre Dios y los poderosos de este Mundo.
    Este Mundo está en pecado y no puede la Iglesia docente estar con Dios y con el demonio, no puede estar con los hijos de la luz y con los hijos de la oscuridad, no puede estar con la ciudad de Dios y con la ciudad de Satanás al mismo tiempo sin desparramar.
    Si una parte jerárquica de la Iglesia elige estar con los poderosos de este Mundo, entonces, sea que hayan apostatado por temor a que la Iglesia terrenal sea perseguida y al martirio o para conseguir riquezas y poder, lo cierto es que esa parte jerárquica de la Iglesia se ha puesto contra Dios y todo lo que el católico sepa que son mandamientos de Dios y que la Iglesia de la Publicidad ordene en contra de esos mandamientos no debe nunca ser obedecido.
    No existe una moral de la situación para la Iglesia ni para nadie.
    No existe una moral de la situación para que aquellos fieles católicos puedan seguir mandatos de la Iglesia de la Publicidad o de la jerarquía en contra de la moral y de la religión y que son pecados mortales, sin caer ellos en pecado mortal y pérdida de sus almas.
    Estamos hablando de mandatos y enseñanzas de una Iglesia de la Publicidad opuestos a los mandamientos de Dios porque esos mandamientos no sólo fueron revelados por Dios a Moisés y confirmados por Cristo sino que han sido inscritos en los corazones de los hombres de manera que ninguno puede decir que no comete pecado mortal si lo comete.
    No hay una moral de la situación que permita al católico seguir órdenes o mandatos de la Iglesia de la Publicidad que el católico sabe que son contrarios a los mandamientos de Dios sin pecar gravemente y sin quedar fuera de la Iglesia santa.

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  2. Si los gentiles pueden saber lo que está bien y lo que está mal según su conciencia mucho más debe saber el católico lo que es o no pecado mortal.
    O está con Cristo o contra Cristo o junta o desparrama.
    No existe ninguna obediencia debida ante el mal y el pecado mortal que libre al hombre de las consecuencias del pecado.
    No hay moral de la situación que justifique el pecado mortal de nadie y menos que libre a los católicos, por orden supuesta de la Iglesia jerárquica, del pecado grave y sus consecuencias.
    No existe ninguna institución humana o divina que pueda convertir lo que es pecado grave en otra cosa que no sea ese pecado grave.
    Si se trata de pecados graves el que decide es Dios pero tampoco Dios es capaz de hacer del mal un bien, puede sacar del mal un bien mayor pero eso no hace que lo malo sea bueno.
    La omnipotencia de Dios no es tal que pueda dejar de ser la Verdad, el Bien, la Belleza y el Justo para convertirse en lo que no Es, o sea, para cometer o permitir el pecado mortal. En las Sagradas Escrituras ello está claro pues dice Cristo “eso lo permitió Moisés por la dureza de vuestros corazones” no dice eso lo permitió Dios o eso lo permitió Moisés por orden de Dios.
    Pero observen que no se encuentra la Misericordia de Dios entre los transcendentales del ser y que Dios como todo el Ser no supone la miseria humana ni crea la miseria humana sino que eso lo construyeron los hombres con influencia del demonio y por medio del pecado.

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  3. Ante la miseria del hombre, Dios responde con su Misericordia pero no le niega al hombre la posibilidad de seguir siendo miserable por propia voluntad desde lo espiritual e incluso desde lo material porque Dios no suprime por la gracia la naturaleza humana y el libre albedrío y el hombre puede elegir la miseria del infierno libremente y Dios permite esa libertad para el mal por un bien mayor que es la libertad del hombre para el bien y la colaboración del hombre en la Historia de Salvación.
    La Iglesia de la Publicidad no es Dios, la jerarquía de la Iglesia no es Dios y si mandan algo contra Dios hay obligación de no pecar y no obedecer a los hombres frente a los mandatos de Dios.
    Ahora, aunque ya ha empezado el gobierno global de anticristos y haya aparecido la Bestia del Mar de gobiernos globales bestiales en la falsa pandemia y la Bestia de la Tierra en los encuentros de Asís de una nueva religión ecuménica global y relativista (en la práctica politeísta), lo cierto es que todavía no estamos en el período de tres años y medio o en el gobierno del Anticristo.
    Ese período de tres años y medio será señalado por varios signos: 1) cesará el sacrificio perpetuo por tres años y medio, o sea, la santa Misa y la Eucaristía (ha cesado durante la falsa pandemia pero no ese tiempo y por orden de la Iglesia jerárquica) es muy posible que la eucaristía se convierta en una fiesta de muchas religiones e Iglesias (politeísmo con Pachamama incluida) en que se la da a los pecadores de este Mundo y al Dragón; 2) habrá un gobierno global manifiesto del Anticristo que será una figura política que encarnará a este gobierno global del NOM y que como el Cesar o el faraón se sentará en el templo haciéndose llamar dios y entrará la abominación de la desolación en el lugar santo, o sea, todavía tiene que formarse un gobierno global del Anticristo y una Iglesia y religión global ecuménica que incluya a todas las otras y como el politeísmo de la Roma pagana se unificarán con la figura y el culto al Anticristo aunque existan diversos monoteísmos los mismos reconocerán a las otras religiones como válidas y por ello serán politeístas por relativismo religioso y moral,

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  4. Lo que significa que no hay que rezar para convertir las piedras en pan o a los hijos de la oscuridad en hijos de Dios o a una jerarquía apóstata en una serie de santos.
    Hay que aceptar los signos de los tiempos y la Providencia y esperar la Segunda Venida. No hay que buscar convertir las piedras en pan.
    La segunda tentación que Satanás enviará a esta Iglesia del silencio o Iglesia santa es que se manifieste.
    “Súbete a lo alto del templo”.
    Querrá alcanzarla, sacarla del desierto y hacerla volver a la civilización anticristiana, identificarla, sacarla de la soledad y, para ello, la tentará con manifestarse por ejemplo por medio de grandes manifestaciones piadosas bajo la promesa que si se realiza oración la sal que ha perdido el sabor volverá a salar, la jerarquía que ha caído en apostasía será convertida a la santidad.
    Satanás puede inducirla a hacer milagros peligrosos porque los santos serán vencidos, por supuesto, con la ayuda de la Iglesia de la Publicidad.
    Los hombres no querrán escuchar la santa doctrina y se volverán a las fábulas.
    Afirmar que por medio de la oración se pueden realizar milagros de índole pública para facilitar una conversión sin fe de los poderosos del Mundo y de la Iglesia jerárquica que ha cedido a la apostasía es ceder a un falso mesianismo, siempre que se reza o se realiza oración debe aceptarse la voluntad de Dios, “no mi voluntad sino la tuya” hay que decir como nos enseñó Cristo.
    Pero aquí los hombres afirman más de lo que pueden dar, afirman que Dios está obligado a hacer milagros asombrosos para evitar la segunda Venida.
    Cuidado con la soberbia y la rebelión.

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