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martes, 24 de septiembre de 2024

P. Gabino Tabossi, In Memoriam - Gonzalo Alonso

P. Gabino Tabossi
In Memoriam
Gonzalo Alonso


El Sacerdote Católico P. Gabino Tabossi falleció el 21 de septiembre de 2024, a la edad de 47 años, en la Villa de Luján, Provincia de Buenos Aires, Argentina. Con autorización de su autor, reproducimos esta sentida evocación en nuestro Blog del Centro Pieper. Recemos por su eterno descanso, por su familia, comunidad y amigos. 


De lo mejor que tenía Luján. Se caracterizó por el amor y devoción por la Eucaristía y por el prójimo. Cargó con su Cruz, el cáncer, y jamás se quejó de ella frente a sus fieles. Al contrario, reforzó ese carácter amable, campechano pero firme y servicial para con todos los que acudíamos a él. Como buen católico amaba la buena comida y el buen vino que acompañaban toda reunión de amigos que disfrutaba con el corazón.

Muy formado en la fe, en el intelecto, en la historia y en las artes, volcó sus dones también en la literatura, otra herencia del legado familiar. Jamás bajó los brazos con su apostolado a pesar de su enfermedad, y cuando sufrió oscuridad en su alma, su devoción a la Virgen y al Cristo Eucaristía lo sacaron triunfante y más fuerte que antes.

Derrochaba generosidad en el trato, en la visita y en el consejo; la eutrapelia permanente era en él una extensión de su vocación y de su generosidad encarnada.

Férreo defensor de la familia y del matrimonio se dedicó de lleno a restaurar, elevar y devolverle la plenitud a estas instituciones para traer armonía a la comunidad y para el reinado social de Cristo.

martes, 7 de noviembre de 2023

Catequesis sobre San Francisco de Sales - Benedicto XVI

Catequesis sobre San Francisco de Sales
Benedicto XVI


Audiencia General correspondiente al Miércoles 2 de Marzo de 2011


«Dios es el Dios del corazón humano» (Tratado del amor de Dios, I, XV): en estas palabras aparentemente sencillas captamos la huella de la espiritualidad de un gran maestro, del que quiero hablaros hoy, san Francisco de Sales, obispo y doctor de la Iglesia. Nació en 1567 en una región francesa fronteriza. Era hijo del señor de Boisy, una antigua y noble familia de Saboya. Vivió a caballo entre dos siglos, el XVI y el XVII, recogió en sí lo mejor de las enseñanzas y de las conquistas culturales del siglo que terminaba, reconciliando la herencia del humanismo con la tendencia hacia lo absoluto propia de las corrientes místicas. Su formación fue muy esmerada; en París hizo los estudios superiores, dedicándose también a la teología; y en la Universidad de Padua, los estudios de derecho, como deseaba su padre, que concluyó de forma brillante con el doctorado en utroque iure, derecho canónico y derecho civil. En su armoniosa juventud, reflexionando sobre el pensamiento de san Agustín y de santo Tomás de Aquino, tuvo una profunda crisis que lo indujo a interrogarse sobre su salvación eterna y sobre la predestinación de Dios con respecto a sí mismo, sufriendo como verdadero drama espiritual las principales cuestiones teológicas de su tiempo. Oraba intensamente, pero la duda lo atormentó de tal manera que durante varias semanas casi no logró comer ni dormir bien. En el culmen de la prueba, fue a la iglesia de los dominicos en París y, abriendo su corazón, rezó de esta manera: «Cualquier cosa que suceda, Señor, tú que tienes todo en tu mano, y cuyos caminos son justicia y verdad; cualquier cosa que tu hayas decidido para mí...; tú que eres siempre juez justo y Padre misericordioso, yo te amaré, Señor (...), te amaré aquí, oh Dios mío, y esperaré siempre en tu misericordia, y repetiré siempre tu alabanza... ¡Oh Señor Jesús, tú serás siempre mi esperanza y mi salvación en la tierra de los vivos!» (I Proc. Canon., vol. I, art. 4). A sus veinte años Francisco encontró la paz en la realidad radical y liberadora del amor de Dios: amarlo sin pedir nada a cambio y confiar en el amor divino; no preguntar más qué hará Dios conmigo: yo sencillamente lo amo, independientemente de lo que me dé o no me dé. Así encontró la paz y la cuestión de la predestinación –sobre la que se discutía en ese tiempo– se resolvió, porque él no buscaba más de lo que podía recibir de Dios; sencillamente lo amaba, se abandonaba a su bondad. Este fue el secreto de su vida, que se reflejará en su obra más importante: el Tratado del amor de Dios.

Venciendo la resistencia de su padre, Francisco siguió la llamada del Señor y, el 18 de diciembre de 1593, fue ordenado sacerdote. En 1602 se convirtió en obispo de Ginebra, en un período en el que la ciudad era el bastión del calvinismo, tanto que la sede episcopal se encontraba «en exilio» en Annecy. Pastor de una diócesis pobre y atormentada, en un enclave de montaña del que conocía bien tanto la dureza como la belleza, escribió: «[A Dios] lo encontré lleno de dulzura y ternura entre nuestras más altas y ásperas montañas, donde muchas almas sencillas lo amaban y lo adoraban con toda verdad y sinceridad; el corzo y el rebeco corrían de aquí para allá entre los hielos espantosos para anunciar sus alabanzas», (Carta a la madre de Chantal, octubre de 1606, en Oeuvres, ed. Mackey, t. XIII, p. 223). Y, sin embargo, fue inmensa la influencia de su vida y de su enseñanza en la Europa de la época y de los siglos siguientes. Es apóstol, predicador, escritor, hombre de acción y de oración; comprometido en hacer realidad los ideales del concilio de Trento; implicado en la controversia y en el diálogo con los protestantes, experimentando cada vez más la eficacia de la relación personal y de la caridad, más allá del necesario enfrentamiento teológico; encargado de misiones diplomáticas a nivel europeo, y de tareas sociales de mediación y reconciliación. Pero san Francisco de Sales es, sobre todo, un director de almas: el encuentro con una mujer joven, la señora de Charmoisy, lo impulsó a escribir uno de los libros más leídos de la edad moderna, la Introducción a la vida devota. De su profunda comunión espiritual con una personalidad excepcional, santa Juana Francisca de Chantal, nació una nueva familia religiosa, la Orden de la Visitación, caracterizada –como quiso el santo– por una consagración total a Dios vivida en la sencillez y la humildad, en hacer extraordinariamente bien las cosas ordinarias: «...quiero que mis Hijas –escribió– no tengan otro ideal que el de glorificar [a nuestro Señor] con su humildad» (Carta a mons. de Marquemond, junio de 1615). Murió en 1622, a los cincuenta y cinco años, tras una existencia marcada por la dureza de los tiempos y por los trabajos apostólicos.

La vida de san Francisco de Sales fue relativamente breve, pero de gran intensidad. La figura de este santo produce una impresión de extraña plenitud, demostrada con la serenidad de su búsqueda intelectual, pero también en la riqueza de sus afectos, en la «dulzura» de sus enseñanzas que han ejercido gran influencia en la conciencia cristiana. De la palabra «humanidad» encarnó distintas acepciones que, hoy como ayer, puede asumir este término: cultura y cortesía, libertad y ternura, nobleza y solidaridad. En su aspecto tenía algo de la majestad del paisaje en que vivió, conservando también su sencillez y su naturaleza. Las antiguas palabras y las imágenes con las que se expresaba resuenan inesperadamente, también en el oído del hombre de hoy, como una lengua nativa y familiar.


San Francisco de Sales, Doctor de la Iglesia
Benedicto XVI


viernes, 30 de septiembre de 2022

Orígenes: el Pensamiento [07] - Benedicto XVI

Orígenes: el Pensamiento
[Padres de la Iglesia 07]
Benedicto XVI


Audiencia General correspondiente al miércoles 2 de Mayo de 2007, continuando así su Ciclo de Catequesis sobre los Padres de la Iglesia.


[CP] La catequesis del miércoles pasado estuvo dedicada a la gran figura de Orígenes, doctor alejandrino que vivió entre los siglos II y III. En esa catequesis, hablamos de la vida y la producción literaria de este gran maestro alejandrino, encontrando en la “triple lectura” que hacía de la Biblia el núcleo inspirador de toda su obra. No traté —para retomarlos hoy— dos aspectos de la doctrina de Orígenes, que considero entre los más importantes y actuales: me refiero a sus enseñanzas sobre la oración y sobre la Iglesia.

En realidad, Orígenes, autor de un importante tratado “Sobre la oración”, siempre actual, mezcla constantemente su producción exegética y teológica con experiencias y sugerencias relativas a la oración. A pesar de toda la riqueza teológica de su pensamiento, nunca lo desarrolla de modo meramente académico; siempre se funda en la experiencia de la oración, del contacto con Dios. En su opinión, para comprender las Escrituras no sólo hace falta el estudio, sino también la intimidad con Cristo y la oración. Está convencido de que el camino privilegiado para conocer a Dios es el amor, y de que no se puede conocer de verdad a Cristo sin enamorarse de él.

En la Carta a Gregorio, Orígenes recomienda: “Dedícate a la lectio de las divinas Escrituras; aplícate a ella con perseverancia. Comprométete en la lectio con la intención de creer y agradar a Dios. Si durante la lectio te encuentras ante una puerta cerrada, llama y te la abrirá el guardián, de quien Jesús dijo: «El guardián se la abrirá». Aplicándote de este modo a la lectio divina, busca con lealtad y confianza inquebrantable en Dios el sentido de las divinas Escrituras, que en ellas se encuentra oculto con gran amplitud. Ahora bien, no te contentes con llamar y buscar: para comprender los asuntos de Dios tienes absoluta necesidad de la oración. Precisamente para exhortarnos a la oración, el Salvador no sólo nos dijo: «buscad y hallaréis», y «llamad y se os abrirá», sino que añadió: «Pedid y recibiréis»” (Carta a Gregorio, 4).

miércoles, 22 de noviembre de 2017

Ante la Angustiosa Espera del Submarino ARA San Juan

Ante la Angustiosa Espera del Submarino ARA San Juan


Amar la Patria es el amor primero
Y es el postrer amor después de Dios
Y si es crucificado y verdadero
Ya son uno los dos, ya no son dos.
P. Leonardo Castellani


Los versos de Castellani que encabezan estas líneas nos recuerdan una antigua verdad olvidada: el amor a Dios y el amor a la Patria son los amores esenciales de todo hombre. Todos, por cierto, somos hijos de Dios en el orden de la gracia e hijos de una tierra en el orden histórico.

Ambos amores se hacen uno en el dolor. Eso es lo que el pueblo argentino está viviendo en estas horas angustiosas aguardando la suerte de cuarenta y cuatro de sus hijos perdidos en el inmenso Mar Austral.

Dios, que en su inescrutable Providencia suele servirse del mal para ponerlo al servicio del bien -tal, en esencia, el misterio de la Cruz- ha hecho resurgir en estos días de dolor y de angustia lo mejor del alma argentina: una fe que aunque soterrada sigue viva y un patriotismo que aunque parecía muerto hoy se muestra vivo.

domingo, 13 de noviembre de 2016

“Conciencia y Verdad” en Joseph Ratzinger - P. Luis Albóniga

“Conciencia y Verdad” en Joseph Ratzinger
Pbro. Dr. Luis Albóniga


Estimados:

Los invitamos a participar del sexto Studium 2016 –Estudio Comunitario– del Centro Pieper, a realizarse el próximo Lunes 14 de Noviembre a partir de las 19:15 hs. en el Centro Educativo FASTA, sito en Gascón 3145, de nuestra ciudad de Mar del Plata.

El tema que convoca en esta oportunidad es “Conciencia y Verdad” en Joseph Ratzinger, que será presentado por el Pbro. Dr. Luis Albóniga, continuando así el Estudio Comunitario con Mesa de Libros, Documentos y Autores que coordina el Centro Pieper bajo el lema: “Pasión por la verdad”.

La participación en este “Studium” del Centro Pieper es libre y gratuito.


sábado, 1 de agosto de 2015

“El Amor Humano” de Gustave Thibon - Carlos Rey

“El Amor Humano” 
de Gustave Thibon
Prof. Carlos Rey


Estimados:

Los invitamos a participar del cuarto Studium 2015 –Estudio Comunitario– del Centro Pieper, a realizarse el próximo Lunes 3 de Agosto a partir de las 19.30 hs. en el Centro Educativo FASTA, sito en Gascón 3145, de nuestra ciudad de Mar del Plata.

El tema que convoca en esta oportunidad es “«El Amor Humano» de Gustave Thibon”, que será presentado por el Prof. Carlos Rey, continuando así el Estudio Comunitario con Mesa de Libros, Documentos y Autores que coordina el Centro Pieper bajo el lema: “Pasión por la verdad”.

La participación en este “Studium” del Centro Pieper es libre y gratuito.

sábado, 11 de abril de 2015

Las Fuentes de la Moral Cristiana de Servais Pinckaers [Audio] - Gerardo Medina

Las Fuentes de la Moral Cristiana de Servais Pinckaers
[Audio]
Lic. Gerardo Medina


Audio con el comentario de Gerardo Medina a la Primera Parte del libro “Las Fuentes de la Moral Cristiana. Su Método, su Contenido, su Historia” del P. Servais-Théodore Pinckaers, OP.


[CP] Corría el Año Jubilar 2000. Un grupo de alumnos y docentes de Teología de Mar del Plata habían fundado recientemente una Asociación sin fines de lucro llamada “Tomás Moro”, cuyo afán era perfeccionar la formación académica de sus miembros. Organizaron algunas jornadas de estudio pero a unos pocos años de su creación se disolvió. 

El Lic. Gerardo Medina (1965-2013), por encargo de esa Asociación, expuso un comentario sobre el libro del P. Servais-Théodore Pinckaers “Las Fuentes de la Moral Cristiana. Su Método, su Contenido, su Historia”, el 11 de Marzo del 2000, en la Parroquia “Asunción de la Virgen” de la ciudad de Mar del Plata. En aquellos días su Párroco era el Padre Francis Kennedy (1946-2013), por entonces Rector de la “Escuela Universitaria de Teología” del Obispado de Mar del Plata, cuya voz puede escucharse al final del audio haciendo algunas acotaciones junto con otros miembros de la Asociación.

Servais-Théodore Pinckaers fue un notable Teólogo, especialista en Moral, Sacerdote Católico y miembro de la Orden de Predicadores (Dominicos). Nació en Lieja (Bélgica) en 1925 y murió en Friburgo (Suiza) en 2008. Profesor de Teología Moral en la Universidad de Friburgo, Doctor en Teología y miembro de la Comisión Teológica Internacional, fue autor de una docena de libros sobre las fuentes de la moral y la moral católica. 

miércoles, 1 de enero de 2014

Hacia la Santidad de la Inteligencia - P. Pie-Raymond Régamey

Hacia la Santidad de la Inteligencia
P. Pie-Raymond Régamey, OP


Pie-Raymond Régamey (1900-1996) fue un reconocido sacerdote dominico y un historiador del arte. Nacido en una familia protestante, se convirtió al catolicismo en 1926.


Integrar la actividad intelectual a la vida es algo que no se hace solo. 

Nos imaginamos de buen grado que nos basta elegir los estudios a los cuales nos parece conveniente dedicarnos y ordenar el tiempo que debemos consagrarles: durante ese tiempo se tratará solamente de una técnica intelectual, de un arte de conducir nuestras facultades de conocimiento y no de una virtud moral. La virtud se nos presenta entonces como algo exterior al estudio. Ella es “prudencia”. Es decir, que para este estudio debemos utilizar sabiamente el tiempo de que disponemos y nuestras demás posibilidades, según nuestras vocaciones, en nuestras situaciones concretas. ¿Qué más queremos? Santo Tomás nos sorprende cuando coloca una virtud moral presidiendo el estudio [1].

Nuestro asombro crece al constatar que él considera a esta virtud como una forma de templanza: no solamente desea que demos una sabia medida a nuestras tendencias espontáneas en los actos de conocimiento, piensa además que en éstos el acento debe colocarse sobre un freno. Pero, si la moral o la espiritualidad (es todo uno) tiene algo que ver en ellos, ¿no es más bien en un sentido opuesto? Sabemos muy bien cómo debemos sacudir nuestra pereza, estimularnos a fin de afrontar las dificultades, renovar sin cesar nuestro esfuerzo de atención, vencer las tentaciones de facilidad: la de registrar simplemente las nociones y la del funcionamiento rutinario de nuestra razón; es difícil aplicarnos y hacerlo para penetrar realmente lo que está en causa. Dicho de otra manera, si hay una virtud del estudio en sí mismo, parece que tendría que ser una especie de coraje. Ahora bien, no contento con querer que efectivamente haya una, santo Tomás hace de ella precisamente un freno de la curiosidad. ¿No es extraño? Desde el momento que uno permanece sabiamente en los límites que corresponden al estudio, ¿puede equivocarse al querer conocer cada vez más? Todos los grandes espíritus estimulan nuestro espíritu. San Agustín nos grita: Intellectum valde ama, “Desea mucho comprender”, y: “Busca como quien debe encontrar; encuentra como quien debe buscar todavía”. El mismo santo Tomás murió antes de los cincuenta años agotado por el exceso de trabajo. 

Todo se aclarará si comprendemos radicalmente la malicia de la curiosidad. Entonces veremos cuánta moderación hace falta para integrar el estudio a la vida y que es esa misma moderación la que debe presidir este estudio.

sábado, 30 de noviembre de 2013

Las soledades del hombre según Héctor Brunamontini - Nicolás Martínez Sáez

Las soledades del hombre según Héctor Brunamontini
Prof. Nicolás Martínez Sáez


En el Blog “Migajas de la Filosofía” de Nicolás Martínez Sáez encontramos extractadas unas enseñanzas del querido Héctor Brunamontini sobre diversos tipos de soledad. A continuación transcribimos el artículo, con algunas leves modificaciones al estilo (los resaltados son nuestros), respetando cuidadosamente el sentido último de su enseñanza.


En una de sus meditaciones filosóficas el Prof. Héctor Brunamontini nos explicó “las soledades del hombre”. Aquí dejo un extracto:


De todo se nos puede privar, se nos puede encadenar, pero hay algo de lo que no se nos puede privar que es de la «interioridad». En esa interioridad encontramos, en el centro, la libertad; pero también habitan dos grandes posibilidades del hombre, cuyo ejercicio, cuya praxis, cuya canalización, muchos hombres, [o] no la hacen, o la hacen muy pocas veces en su vida: [nos referimos a] la soledad y el silencio.

Normalmente, cuando hablamos de la soledad nos estamos refiriendo a la soledad en un [único] sentido, no digo peyorativo sino en un sentido restrictivo. Entendemos normalmente por soledad… el aislamiento. El aislamiento también es una posibilidad para muchos hombres, pero la soledad puede presentarse en una forma plurifacética: hay [según creo] cuatro formas de soledad.

viernes, 2 de agosto de 2013

Gianna Beretta Molla: Un Testimonio ProVida - Andrea Piscicelli

Gianna Beretta Molla: Un Testimonio ProVida
Lic. Andrea Piscicelli


Estimados:

Los invitamos a participar del octavo Studium 2013 –Estudio Comunitario– del Centro Pieper, a realizarse el próximo Martes 06 de Agosto a partir de las 18.30 hs. en el Centro Educativo FASTA, sito en Gascón 3145, de nuestra ciudad de Mar del Plata.

El tema que convoca en esta oportunidad es “Gianna Beretta Molla: Un Testimonio ProVida”, que será presentado por la Lic. Andrea Piscicelli, continuando así el Estudio Comunitario con Mesa de Libros, Documentos y Autores que coordina el Centro Pieper bajo el lema: “Pasión por la verdad”.


La participación en este “Studium” del Centro Pieper es libre y gratuita.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

El Mito de Narciso - Ovidio

El Mito de Narciso
Ovidio


Material de Lectura para la Octava Clase Magistral del Curso "Cultura y Contracultura en Nuestro Tiempo"


"Él, el vidente (Tiresias, que era ciego), afamado en toda Boecia, da respuestas certeras a quienes con ansiedad, buscan su ayuda. La primera que puede dar pruebas de lo verídico de sus sentencias es la ninfa Liriope, a quien el dios-río Cephisus, envolvió en las turbulencias de su corriente y la violó mientras la aprisionaba en sus aguas. Liriope quedó embarazada, y llegado el tiempo, la bella ninfa parió a un bello niño. Su belleza era inefable. Ya entonces, otras ninfas pretendían amarlo. El niño fue llamado Narciso. Preguntado el vidente Tiresias, si el niño llegaría a una edad avanzada, respondió: 'vivirá mucho si él no se conoce o no se ve a sí mismo'. Las palabras del profeta fueron desconcertantes y parecieron carecer de sentido. Pero la forma de su muerte y lo extraño de su infatuación, provocaron lo verdadero de tal aserción.

Llegado Narciso a los 16 años y pese a su condición de efebo, muchos jóvenes y muchas muchachas buscaban ansiosamente su amor. Sus formas delicadas y su frío orgullo no permitieron que nadie tocara su corazón.

En una ocasión en la que estaba persiguiendo a un ciervo en el bosque, una cierta ninfa de extraño lenguaje, lo contempló y quedó prendada. Esta ninfa era Echo, quien no podía mantenerse en paz mientras otros hablaban y no podía comenzar a hablar, hasta que se dirigieran a ella. En ese tiempo Echo tenía corporeidad y no era solamente una voz. Y a pesar de ser locuaz, ella no podía hacer uso del lenguaje, más que repitiendo lo último que ella hubiera oído. La diosa Juno le había impuesto ese castigo, pues la había sorprendido en las montañas, en amores con su esposo. Del hecho también participaron otras ninfas. Echo, con astucia entretuvo a las diosas con una larga conversación, hasta que las otras ninfas pudieron huir. Cuando la diosa cayó en cuenta del hecho, le dijo a Echo: 'que tu lengua, por la que yo he sido engañada, sea limitada en sus posibilidades, y que solamente puedas hacer uso del lenguaje de la forma más breve posible'. A partir de ese entonces, Echo pudo solamente repetir las últimas palabras que había escuchado.

domingo, 29 de mayo de 2011

Amor - Josef Pieper

Amor
Josef Pieper


«El amor es el regalo esencial. Todo lo demás que se nos da sin merecerlo se convierte en regalo en virtud del amor»
(Summa theologica, 1, 38, 2)


I. A Vueltas con las Palabras


La pretendida «pobreza» del idioma

Hay razones más que suficientes que le sugieren a uno no ocuparse del tema del «amor». A fin de cuentas, basta con ir pasando las hojas de una revista ilustrada, mientras nos llega el turno en la peluquería, para que le vengan a uno ganas de no volver a poner en sus labios la palabra «amor» ni siquiera en un futuro lejano. Pero también nos da miedo esa otra actitud que, en el extremo opuesto, se goza de provocar malentendidos al hacer que la realidad del amor, transportada al terreno de lo irreal y fantasmagórico, se evapore y no deje de sí misma otra cosa que la pura «renunciación». En definitiva, pertenecen aquellas aprensiones al capítulo de los gustos y a la forma de encajar ciertas impresiones. Y hasta que no se superan esas reservas, no descubre uno la auténtica dificultad del asunto: es un tema verdaderamente inconmensurable. Pero, ¿puede decirse que se trata realmente de un tema? ¿No responde más bien la palabra «amor» a todo un conjunto de significaciones que, con apuros, pueden reducirse a un común denominador, como una palabra que cabalga su sentido sobre muchas islas flotantes y dispersas sin la más mínima comunicación entre sí? ¿Tienen algo que ver con esa «virtud teologal de la caridad», que en los catecismos suele ponerse después de la fe y de la esperanza, todos esos productos de la industria de la frivolidad que se dicen «amor», o lo que en el famoso ensayo de Stendhal se designa como amor físico? ¿Y qué tienen que ver con todo eso las ideas que Platón desarrolla en su Symposium? ¿No es acaso algo radicalmente distinto? Pero, aparte de esos extremos, nosotros mismos hablamos del amor al vino, del amor a la naturaleza o a la música. ¿Y no hay un abismo entre todo eso y la palabra de la Biblia, en la que se dice que Dios mismo es amor?

El que piensa en la riqueza de palabras que tienen otros idiomas, que se despliegan como un abanico al referirse a esa complicada realidad, podría creer que la dificultad de expresar el contenido del amor es un problema que sólo afecta a la lengua alemana, pues se ve obligada a emplear una misma palabra para expresar cosas distintas. Un especialista en filología antigua ha llamado a su propia lengua «pobre», porque sólo posee una palabra para «cosas que no tienen nada que ver una con otra», mientras que el griego y el romano, lo mismo que las lenguas modernas que se derivan del latín, disponen de media docena larga de vocablos. Un profesor de filosofía ha intentado aliviar esta supuesta penuria lingüística del idioma alemán proponiendo la absurda solución, por él mismo ya puesta en práctica, de distinguir al menos entre amor y amor (que se llamaría: amor sub-uno y amor sub-dos), pero insistiendo en que no se trata de dos «distintas especies de una misma noción genérica del “amor”».

En realidad la cosa es mucho más sencilla de lo que parece. En primer término, cuando se abandona el reino de los sustantivos y se entra en el de los verbos, resulta que la lengua alemana no es ni mucho menos tan pobre. Los hay que hacen asomarse a una profundidad de significación nada fácil de sondear. ¿Qué quiere decir, por ejemplo, «einander leiden mögen»? [NdT: Más o menos, «caerse bien mutuamente»]. Tiene, como todos los idiomas, en medio de la pluralidad de vocablos, una palabra base, que es también única y que reúne en sí y relaciona todas las demás especificaciones contenidas en las otras. Esa palabra es: amor. Omnis dilectio vel caritas est amor, sed non e converso. Esta frase no hace sino dejar constancia de un uso lingüístico vigente: toda dilectio (dilección) y toda caritas (caridad) es, en el fondo, amor (amour, amore, amor). Por tanto, lo discutible es precisamente el que todas esas cosas que el idioma alemán llama «amor» no tengan nada que ver entre sí. Sigmund Freud, que, por un lado, habla también del «abandono de la lengua en el empleo de la palabra “amor”», invita, por otro, a reflexionar sobre el hecho de que «todo uso idiomático, aun en medio de todos sus caprichos, permanece siempre fiel a alguna clase de realidad». De aquí se deduce que quizá haya una posibilidad de encontrar algo en esa pretendida «pobreza» del vocabulario alemán. Y esa posibilidad consiste en que la misma lengua nos incita a que no se pierda de vista lo que es unificante y común en todas las configuraciones del amor, y a que se tenga siempre en la conciencia esa convergencia a pesar del malaventurado uso restrictivo.

Es cierto, por otra parte, que existe ese abuso; y hasta parece incluso que son las palabras clave del habla humana las que más sufren esos achaques. Al menos así se ha dicho, y no sin razón. André Gide, llegado ya a los ochenta años y demasiado gastado para continuar escribiendo su diario, en sus últimos apuntes poco antes de morir escribe unas pocas palabras: «elegancia», «dignidad», «grandeza»... «me da miedo y casi vergüenza emplear estas palabras; es tal el descaro con que se ha abusado de ellas... Casi se las podría llamar vocablos obscenos, lo mismo que todas las palabras nobles, empezando por la virtud».

lunes, 25 de abril de 2011

Templanza - Josef Pieper

Templanza
Josef Pieper


I. Precisiones Terminológicas


«Moderación» y «temperancia»

Cuando hoy se emplea la palabra «justicia», sea cristiano o no el que la emplea, puede pensarse, ya de antemano, que el que se sirve de ella no quiere decir lo mismo que la moral clásica de la Iglesia entiende por la virtud cardinal de la justicia. Lo mismo ocurre con la palabra y el concepto de «fortaleza». Esto no quiere decir que los conceptos de justicia y fortaleza que generalmente privan se hayan desviado en forma irreparable del sentido cristiano que se da a estas virtudes. Más bien podría decirse que llevan superpuesta una segunda significación vulgar, pero sin haber del todo perdido su capacidad de representar el concepto originario.

Así las cosas, en ningún caso supone violentar el sentido que esas palabras tienen en el lenguaje vulgar cuando se intenta recuperar para ellas la fuerza significativa que tuvieron en su origen, llenándolas así de una vida nueva y haciendo que otra vez expresen las ideas para las que habían sido inventadas.

Este es el caso de la palabra latina temperantia (templanza). Aunque existe en castellano ese vocablo traductor, que es «templanza» para la latina temperantia, que en sí sería capaz de reflejar el núcleo y la amplitud del concepto, por la desviación que ha sufrido en el uso diario ha dejado de ser la palabra justa que, además de darnos con claridad la idea de esa virtud, nos hiciera ver lo que en ella hay de entrañable incitación y fuerza para ganar el corazón.

martes, 9 de febrero de 2010

Comunicación de la Realidad - Josef Pieper

Comunicación de la Realidad
Josef Pieper


Según los datos de la teología, la substancia dogmática de la fe cristiana puede compendiarse en dos palabras: «Trinidad» y «Encarnación». Es el «Doctor Común» de la cristiandad quien dice que todo el contenido del dogma cristiano se reduce a la doctrina del Dios Uno en tres Personas y a la participación del hombre en la vida divina, participación ejemplarmente realizada en Cristo.

Ahora bien, se da el caso de que la realidad enunciada en ese contenido de la revelación -en el fondo indiviso- se identifica con el acto mismo de enunciarla y con la persona del enunciante. Tal cosa apenas es posible en el mundo; y decimos «apenas» pensando en la excepción probablemente única de un ser humano que, dirigiéndose a otro, le declara: «Te amo». Tampoco el sentido principal de esta declaración es poner en conocimiento de otra persona un hecho objetivo, separable del declarante; trátase más bien de un auto-testimonio, y lo así testimoniado se realiza precisa y singularmente en el acto expreso de testimoniarlo. De ahí que el interlocutor, por su parte, sea incapaz de descubrir la inclinación amorosa de su congénere de otro modo que asumiendo lo que oye de sus labios. Cierto que ese amor puede también «acontecerle» sin más, como a un niño pequeño, pero sólo «se entera» de él, lo experimenta, por cuanto lo aprehende y lo «cree» al serle atestiguado en forma verbal; sólo así lo recibe y se le hace presente de veras.

lunes, 2 de febrero de 2009

La Definición Metafísica de Dios - Francisco Canals Vidal

La Definición Metafísica de Dios
Francisco Canals Vidal


Santo Tomás no comparte las actitudes de quienes negaron la posibilidad de un lenguaje humano sobre Dios o de quienes pensaron que todos los nombres divinos son, en su contenido inteligible sinónimos. Porque concebimos a Dios a partir de las criaturas y ascendemos, por las vías de remoción, analogía y eminencia, a hablar de Dios con conceptos que tienen su punto de partida en las criaturas, tenemos que seleccionar y ordenar adecuadamente los nombres divinos.

Ningún concepto, genérico o específico, referente a lo que está al alcance de la experiencia y objetivación humanas, en los que se incluye lo que es propio de la finitud, como la potencialidad, la composición, la mutabilidad de los entes creados, es apto, a no ser metafóricamente, para ser empleado al pensar en Dios. Los nombres divinos están contenidos todos ellos o en el horizonte de los predicados “trascendentales”, o en el de los grados de perfección constituidos por niveles de participación en el ser, o en los que significan perfecciones referidas a operaciones espirituales inmanentes que, aunque en nuestra experiencia humana se dan con condiciones de finitud y receptividad potencial, y dualidad subjetiva-objetiva, en su propia naturaleza dicen razón de infinitud. Recordemos que el entender, según Santo Tomás, en su razón esencial es simplemente infinito, y la voluntad, por referirse al bien universal, trasciende en sí misma todos los fines particulares y contingentes de la praxis humana.

Por este punto de partida finito de los conceptos con los que nos podemos elevar hasta Dios, su simplicidad absoluta -que hemos de reconocer en Él porque todo lo compuesto es causado- no obsta para que, en el horizonte de nuestros conocimientos metafísicos, tengamos que referirnos a la “esencia” y a los “atributos” divinos. Nos ocupamos aquí de la cuestión de cuál ha de ser reconocido de tal modo como gnoseológicamente primario que pueda dar razón ordenada de todos los atributos divinos. Esta cuestión, que los escolásticos han nombrado como la de “la esencia metafísica de Dios”, o la del “constitutivo formal de la esencia divina”, es aquella de la que nos ocupamos ahora.

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