“Poder Global y Religión Universal” de Juan Claudio Sanahuja
José Luis Orella
“Donde Dios es excluido entra en su lugar la ley de la organización criminal, no importa si ello sucede de forma desvergonzada o atenuada. Esto empieza a ser patente allí donde la eliminación organizada de personas inocentes –aún no nacidas– se reviste de una apariencia de derecho, por tener a su favor la cobertura del interés de la mayoría” (J. Ratzinger).
El libertinaje y el placer son la nueva roca que sirve de base a la construcción de una nueva sociedad relativista. La sociedad se convierte en la suma de intereses individuales. Es la vuelta a los orígenes, es la vuelta al contrato social de Rousseau, donde el débil no debe existir, por ser una carga para una sociedad utilitarista. Ante esta nueva realidad totalitaria, el cristiano vuelve a ser testigo incómodo, incluso por su comportamiento social. La construcción de una sociedad relativista que no reconozca la realidad cristiana de nuestra sociedad, vuelve a quedar indefensa ante los nuevos totalitarismos. Pero este nuevo totalitarismo se difunde a través de la fuerza de las instituciones internacionales, la cobertura de antiguos hombres de Estado de indudable prestigio, y que tienen en común la necesidad de escribir una especie de alianza universal entre el planeta y la humanidad, que tenga como consecuencia una ética universal que incluya algunos fundamentos religiosos de forma ecléctica y subordinada a las grandes instituciones internacionales que nos gobiernan y plantean una coordinación de gobierno global.
Ante este nuevo reto que se nos avecina, D. Juan Claudio Sanahuja, Doctor en Teología, y sacerdote de la prelatura del Opus Dei, ha escrito recientemente un pequeño, pero denso libro, llamado “Poder Global y Religión Universal”, editado por VORTICE de Buenos Aires, en 2010. En él, el autor anuncia la colonización cultural del nuevo orden que se avecina, y cuáles son sus instrumentos, pero sobre todo advierte del compromiso con la verdad, que viene adherido a todo cristiano, y que ante el miedo de ser calificado como un fundamentalista, previene ante la desafección y la tibieza. Un cristiano no debe guiarse para obtener aplausos, sino por la obediencia a la verdad, asumiendo sus consecuencias. Esta terrible prueba devuelva al cristiano a los momentos de sus primeros tiempos. Sin embargo, en esta ocasión, los leones han sido sustituidos por el lenguaje correcto, y un mundo que aísla, adormece y provoca el placer de la seguridad de la falta de compromiso, cuando la defensa de la verdad puede exigir un sacrificio que no nos atrevemos a calcular. Es lo que el autor prevé como una prueba tan dura como la defección arriana que se llevó a una parte muy mayoritaria de la cristiandad de entonces, quedando una minoría de elegidos en la verdad, que fue suficiente simiente para el futuro. El libro de D. Juan Claudio pretende preparar a la cristiandad creciente a tener la calidad suficiente para ser esa simiente, ante una de las peores crisis que se nos avecina.