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sábado, 6 de julio de 2024

Prometeo Desencadenado o la Ideología Moderna - Enrique Díaz Araujo

Prometeo Desencadenado o la Ideología Moderna
Enrique Díaz Araujo


Extenso y sustancioso artículo del destacado Abogado, Historiador y Escritor Argentino, Dr. Enrique Díaz Araujo (Mendoza, 25 Abril 1934 – La Plata, 4 Febrero 2021), que fuera publicado originalmente en la Revista «Idearium» de la Universidad de Mendoza, Argentina, y que ahora reproducimos en nuestro Blog del Centro Pieper. “La Ilustración aparece en sus páginas, ante todo –ha escrito Rafael Gambra–, como una negación: el repudio de la visión teocéntrica del mundo. La impiedad, «el odio a Dios» de Diderót o de Voltaire, no han sido, quizá, superados en otra época…  Díaz Araujo señala también la relación entre las ideas enciclopedistas y el comunismo actual”[1]. Texto de lectura obligada para comprender la Ilustración y sus amargos frutos revolucionarios, que padecemos aún hoy.


«Prometeo: “En una palabra: yo abomino a todos esos dioses”. 
Hermes: “Ya veo que grave dolencia te hace perder la razón”»
(Esquilo, Prometeo encadenado)


1.- La Ilustración. Concepto.

«La Revolución fue preparada por sus víctimas»
Joseph De Maistre

«En el fondo de todo problema político hay una cuestión teológica»
Juan Donoso Cortés

Las Ideologías –conjunto de ideas sistemáticas– son un fenómeno moderno de reemplazo de los antiguos conceptos e ideales. Cuando tienen connotación política, y generalmente la tienen, apuntan a la transformación radical de una realidad social dada. Es decir, que al menos en sus comienzos, todas las ideologías suelen ser “revolucionarias”. Lo son porque procuran el desplazamiento del orden establecido tradicionalmente por un nuevo orden [2]. Y porque el cambio deberá conducir a una organización más justa o más libre que las conocidas. Tal ambición intelectual conforma al encarnarse una variedad humana que, en la tipología política universal, es conocida como el “esprit révolutionnaire”, el “homme des gauches”, el “idealista” en sentido filosófico y el “romántico” en su acepción política. Esto es, el hombre que dispone a todas las potencialidades de su ser hacia la consecución de ese cambio profundo, cualitativo, radical de la sociedad en la que vive. Nada que no se adecúe como medio conducente a ese fin que busca le interesará. El fin es el “mundo mejor del futuro”, gobernado según los “principios” de la Ideología que se ha adueñado de su mente y de su corazón.

A pesar de su multiplicidad ese fenómeno moderno reconoce dos unidades genuinas del espíritu revolucionario: la primera, la establecida por los jacobinos de la Revolución Francesa de 1789 [3], y la segunda, la implantada por los bolcheviques de la Revolución Rusa de 1917 [4]. Entre ambos momentos toma figura esa “izquierda” que conmueve al mundo moderno con sus teorías y sus hechos. Esa ideología que principia por ganar la cabeza y que termina enseñoreándose del alma de sus adictos, presenta dos etapas sucesivas –a veces contrarias, pero nunca contradictorias–, la “liberal” y la “socialista”. Como se ha observado atinadamente, y como trataremos de resumirlo en este capítulo, esos períodos ideológicos ofrecen un mismo origen. Spengler, en “Años Decisivos”, dijo que el jacobismo es “la forma temprana” y el bolchevismo la “forma tardía” del mismo espíritu revolucionario. Porque ambas, en definitiva, se inspiran en la actitud del Prometeo mitológico, el rebelde ante los dioses.

Centrado así nuestro enfoque, conviene comenzar su estudio pormenorizado por la primera, no sólo en el orden cronológico sino especialmente en el lógico, de esas doctrinas de la Revolución: la Ilustración Francesa.

martes, 27 de septiembre de 2011

«Liberalismo en Locke» y «Antropología y Política en Rousseau»

«Liberalismo en Locke» y
«Antropología y Política en Rousseau»
Dra. Brandi de Portorrico / Dr. Campos Carlés


Estimados:

Los invitamos a participar del sexto Café Filosófico, a realizarse el próximo sábado 1 de Octubre a partir de las 10 de la mañana en el Multiespacio Cultural EL CAMINO, sito en Av. Luro 4344 – 1º Piso, de nuestra ciudad de Mar del Plata.

El primer tema que convoca en esta oportunidad es “Sobre los Orígenes del Liberalismo en Locke”, a cargo de la Dra. Sandra Brandi de Portorrico, miembro de la Sociedad Tomista Argentina.

Además, en un segundo momento, se abordará el tema de “La Antropología y la Política en Rousseau”, a cargo del Dr. Juan Campos Carlés.

sábado, 13 de junio de 2009

Voltaire y Rousseau. Ideólogos de la Revolución Francesa - P. Alfredo Sáenz

Voltaire y Rousseau
Ideólogos de la Revolución Francesa
R. P. Dr. Alfredo Sáenz, SJ


Material de Lectura para la Cuarta Clase Magistral del Curso sobre Historia del Pensamiento Moderno.


Protagonismo de las ideas en la Revolución


No son pocos los que identifican la Revolución Francesa con el derramamiento de sangre y la guillotina. Pero eso fue lo postrero. La Revolución comenzó mucho antes, subvirtiendo primero el orden de las ideas [1].

La bibliografía que existe sobre la Revolución Francesa es inmensa. Entre nosotros, destaquemos un notable ensayo de Enrique Díaz Araujo, del que nos valdremos para desarrollar el tema [2].

Dos fueron los «ideólogos» principales que prepararon la Revolución.

Ante todo Voltaire, hombre singular, por cierto, apoltronado en un cómodo deísmo o teísmo cuya principal virtualidad consistiría en contener los posibles ímpetus del bajo pueblo por el que no ocultaba su más profundo desprecio. Su lema hasta la muerte sería: «Ecrassez l’infame» («destruid a la infame»), es decir, a la Iglesia. «Jesucristo –dirá– necesitó doce apóstoles para propagar el cristianismo. Yo voy a demostrar que basta uno solo para destruirlo». Voltaire aplicó su inteligencia práctica a la labor panfletaria. Desde su lujosa residencia de Ferney daría a luz libelo tras libelo, donde se afirmaba que la Biblia no tenía grandeza ni belleza, que el Evangelio sólo había traído desgracias a los hombres, que la Iglesia, entera y sin excepción, era corrupción o locura. Simplificación caricaturesca, incansable repetición de los mismos motivos, tales eran sus procedimientos predilectos.

Fue también el maestro de la duda y del criticismo como método de trabajo. En el artículo que escribió para la Enciclopedia bajo el título «¿Qué es la verdad?», decía: «De las cosas más seguras, la más segura es dudar». Gracias a sus vínculos con la masonería, Voltaire entró en contacto epistolar con varios soberanos de Europa, como José I de Austria, los ministros Pombal de Portugal y Aranda de España, María Teresa de Austria, y sobre todo Federico II de Prusia (al que llamó «el Salomón del Norte») y Catalina la Grande de Rusia (a la que denominó «la Semíramis del Norte»), y así contribuyó para que el antiguo despotismo se convirtiese en un «despotisrno ilustrado», como comenzó a llamarse. «Era –comenta Hazard– una figura de minué: reverencia de los príncipes a los filósofos y de los filósofos a los príncipes» [3].

Pero el maestro principal del siglo XVIII fue Rousseau. Bien señala Díaz Araujo que «casi toda la problemática de la Revolución –el utopismo, el mesianismo, el crístianismo corrompido, la mística democrática, la voluntad general totalitaria, el monismo político-religioso, la relígión secular, el optimismo ético, el progresismo indefinido, la pedagogía anárquica, la santificación del egoísmo, el romanticismo, etc.–, pasa por su obra. Todos los revolucionarios prácticos, desde Marat y Saint-Just, pasando por Babeuf, Marx, Lenin, Bakunin, Trotsky, hasta llegar al Che Guevara y Mao-Tse-Tung, son tríbutarios suyos y discípulos confesos o vergonzantes» (Prometeo desencadenado... 28).

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