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martes, 25 de septiembre de 2018

Quiero ser Modernista Posverdadiano - Pedro Luis Llera

Quiero ser Modernista Posverdadiano
Pedro Luis Llera


“Ahora podemos escoger libremente nuestro propio personaje –afirma Llera en este lúcido artículo– y el decorado que más nos guste: sin imposiciones, sin mandamientos, sin dogmas ni verdades irrefutables”.


[Modo ironía “on”]

[InfoCatólica/CentroPieper] Está decidido: quiero ser modernista. Después de tantos años, por fin he descubierto mi verdadero camino. Ya está bien de verdades dogmáticas, propias de fanáticos integristas. Yo pertenezco a la «Era de la Posverdad», que es la palabra de moda: la palabra del año para el Diccionario Oxford (registraré el término «posverdadiano» en la Sociedad General de Autores). 

¿Que no habían oído hablar de esta palabra? ¿Que no la conocían? Están ustedes «out». No están en la onda (ni buena ni mala: si la tienen buena, mándenmela). Han quedado ustedes desfasados, anticuados, carrozas, carcas… Permítanme humildemente que les ilustre: la posverdad significa que los hechos objetivos importan un bledo; lo que cuenta es lo que cada uno sienta o crea.

La posverdad representa el triunfo final del subjetivismo absoluto sobre la verdad objetiva. La validez universal de la norma moral objetiva ha quedado definitivamente abrogada. Algo es bueno si yo opino y siento que es bueno; y es malo, si siento lo contrario.

sábado, 11 de abril de 2015

Las Fuentes de la Moral Cristiana de Servais Pinckaers [Audio] - Gerardo Medina

Las Fuentes de la Moral Cristiana de Servais Pinckaers
[Audio]
Lic. Gerardo Medina


Audio con el comentario de Gerardo Medina a la Primera Parte del libro “Las Fuentes de la Moral Cristiana. Su Método, su Contenido, su Historia” del P. Servais-Théodore Pinckaers, OP.


[CP] Corría el Año Jubilar 2000. Un grupo de alumnos y docentes de Teología de Mar del Plata habían fundado recientemente una Asociación sin fines de lucro llamada “Tomás Moro”, cuyo afán era perfeccionar la formación académica de sus miembros. Organizaron algunas jornadas de estudio pero a unos pocos años de su creación se disolvió. 

El Lic. Gerardo Medina (1965-2013), por encargo de esa Asociación, expuso un comentario sobre el libro del P. Servais-Théodore Pinckaers “Las Fuentes de la Moral Cristiana. Su Método, su Contenido, su Historia”, el 11 de Marzo del 2000, en la Parroquia “Asunción de la Virgen” de la ciudad de Mar del Plata. En aquellos días su Párroco era el Padre Francis Kennedy (1946-2013), por entonces Rector de la “Escuela Universitaria de Teología” del Obispado de Mar del Plata, cuya voz puede escucharse al final del audio haciendo algunas acotaciones junto con otros miembros de la Asociación.

Servais-Théodore Pinckaers fue un notable Teólogo, especialista en Moral, Sacerdote Católico y miembro de la Orden de Predicadores (Dominicos). Nació en Lieja (Bélgica) en 1925 y murió en Friburgo (Suiza) en 2008. Profesor de Teología Moral en la Universidad de Friburgo, Doctor en Teología y miembro de la Comisión Teológica Internacional, fue autor de una docena de libros sobre las fuentes de la moral y la moral católica. 

viernes, 28 de enero de 2011

Prudencia - Josef Pieper

Prudencia
Josef Pieper


«Si tu ojo es sencillo, tu cuerpo entero se inundará de luz» (Mt 6, 22)


I. La primera de las Virtudes Cardinales


La prudencia, «madre» de las virtudes morales

De entre los diferentes principios que informan la doctrina clásico-cristiana de la vida, ninguno producirá tan viva extrañeza al hombre de nuestros días, sin excluir al cristiano, como éste que enunciamos a continuación: que la virtud de la prudencia es la «madre» y el fundamento de las restantes virtudes cardinales: justicia, fortaleza y templanza; que, en consecuencia, sólo aquel que es prudente puede ser, por añadidura, justo, fuerte y templado; y que, si el hombre bueno es tal, lo es merced a su prudencia.

La extrañeza nos sobrecogería más hondamente aún si percibiéramos el grave rigor con que ese principio está mentado. Pero la rutina nos ha ido habituando a no ver más que una alegoría en cualquier especie de orden jerárquico de magnitudes espirituales y morales, máxime si se trata de virtudes; en cualquier caso, algo que en el fondo es inútil. Poco nos importa saber cuál de las cuatro virtudes cardinales haya de ser la que resulte merecedora del «primer premio» en este certamen de jerarquía que los teólogos «escolásticos» tuvieron a bien organizar.

Pero es el caso que en la citada primacía de la prudencia sobre las restantes virtudes descansa nada más y nada menos que la integridad de orden y estructura de la imagen cristiano-occidental del hombre. El principio de la primacía de la prudencia refleja, mejor quizá que ningún otro postulado ético, la armazón interna de la metafísica cristiano-occidental, globalmente considerada; a saber: que el ser es antes que la verdad y la verdad antes que el bien. Y, por si esto fuera poco, en él se nos devuelve, como en un bruñido espejo, un postrer destello del misterio que guarda el puesto más central de la teología cristiana: el que nos dice que el Padre es el origen creador del Verbo Eterno, y que el Espíritu Santo procede del Padre y del Verbo.

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