sábado, 26 de octubre de 2013

Influencia de la Cultura Francesa Católica de Post-Guerra en la Argentina - Inés de Cassagne

Influencia de la Cultura Francesa Católica de Post-Guerra en la Argentina
Inés de Cassagne


Inés Futten de la Colina de Cassagne es Dra. en Filosofía y Letras
por la Universidad de Buenos Aires (UBA)


Posibilidades de recepción:
francoparlantes y francolectores

En nuestro país la recepción de la producción literaria francesa era posible porque había francoparlantes y sobre todo francolectores. Los centros de estudio completo de idioma y cultura francesa eran la Alianza Francesa y el Instituto Nacional Superior del Profesorado en Lengua Vivas que formaba, con libros provenientes de Francia, profesoras de francés, preparándolas a lo largo de los ciclos primario y secundario. Pero también se enseñaba el idioma en los establecimientos de enseñanza pública y privada al menos hasta un nivel básico de “lectura”. 

El Colegio Nacional de Buenos Aires, dependiente de la Universidad de Buenos Aires, tenía un programa humanístico con insistencia en la lengua y literatura castellana, más seis años de latín, tres años de inglés o alemán y cuatro de lengua y literatura francesa. Para la enseñanza de ésta se usaba la completa y pormenorizada “Histoire de la littérature” de Lanson et Tuffraut, y  la colección “Classiques Larousse”; se alentaba a ver teatro francés: Molière, Racine o Corneille representados por la “Comédie Française” que daba sus ciclos en Buenos Aires.   

Con tal base, en el ciclo universitario era posible dar bibliografía en francés, en cualquiera de las Facultades de la única Universidad de Buenos Aires. Y con mayor razón para todas las materias de las tres carreras de la Facultad de Filosofía y Letras (las mencionadas más la de Historia). En cuanto a la transmisión de literatura católica: el profesor de Literatura Francesa, Federico Aldao, nos hizo descubrir la literatura medieval que él, en París, había aprendido directamente del medievalista Gustave Cohen. Habiendo investigado en especial los orígenes del teatro cristiano, G. Cohen no sólo publicó un libro con los textos recuperados, sino también agrupó un equipo teatral que se llamó “les Théophiliens” para representar los misterios y los milagros, entre ellos “Le miracle de Théophile”. El profesor Aldao había formado parte de dicho equipo, y en la UBA tradujo y publicó “Le mystère d’Adam”, del siglo XIII. 

Por su parte, el gran profesor Angel Battistessa traducía los nuevos “misterios” compuestos por Paul Claudel: “L’Annonce faite à Marie”, “Le Soulier de Satin”, y “Partage de Midi”, que podíamos ver asimismo en el teatro, gracias el equipo de Jean-Louis Barrault-Madeleine Renaud (año 1954). Jean Louis Barrault dio una conferencia en la Facultad de Derecho de la UBA para jóvenes. 

No es de extrañar, entonces, que en torno a la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, en la calle Viamonte, en sólo dos cuadras florecieran cuatro librerías con abundante material en francés: las librerías “Letras”, “Verbum”, “Galatea” y “del Temple”. La tercera era por completo librería francesa, y la cuarta, católica, ya nos lleva a nuestro tema


Librerías y editoriales

- Librería del Temple
- Librería Católica Acción y editorial Club de Lectores
- Librería y editorial Carlos Lohlé
- Casa del Libro Católico


- La Librería del Temple, de Enrique Lagos, funcionó entre 1944 y 1980. En principio, desde 1933, había sido el servicio de librería de los Cursos de Cultura Católica. Esta asociación tenía su sede a la vuelta muy cerca, fundada en 1922 por jóvenes laicos para completar sus previos estudios profesionales con una formación católica de alto nivel, según un plan sistemático de disciplinas regidas por la visión tomista. Se comprende entonces que en la librería del Temple se vendieran las obras adecuadas, en gran parte francesas, así como colecciones de los Clásicos griegos y latinos en el original y en la traducción francesa: la colección Budé “Les Belles Lettres” y la colección patrística “Sources chrétiennes”. El espíritu de los Cursos de Cultura Católica “era eco, en cierto modo –un eco vivo y muy fiel– de aquel pujante y abarcador “renacimiento católico” que a comienzos del siglo XX alcanzó expansión europea y “principalmente francesa”, entre las que sobresalieron v.gr. Maritain, Garrigou-Lagrange, Gilson, Bloy, Péguy, Claudel, Francis Jammes, Psichari; luego Massis, Fumet, Bernanos, Mauriac, Julien Green, Marcel, Charles Du Bos. En esta línea y a su ejemplo, los Cursos integraron a escritores, teólogos, filósofos, poetas y artistas plásticos del país, y de Francia.  Primero fue invitado el Padre R. P. Stanislas Gillet O.P., y en 1936 el matrimonio Maritain, Jacques y Raïssa; en 1938 fue Réginald Garrigou-Lagrange OP; en 1940, el Padre Ives de la Brière, profesor del Institut Catholique de Paris, quien habló del “concepto católico de la actividad intelectual” e hizo notar “el extraordinario desarrollo adquirido por la intelectualidad católica, tanto en Francia como en los países donde ésta ejerce su influencia cultural”. 

A partir de 1927 los Cursos contaban con una agrupación especial “Convivio” para la discusión de temas artístico-literarios en relación con las ideas sobre la belleza expresadas por los Maritain en “Arte y Escolástica” y “Fronteras de la poesía”; organizaba también talleres y exposiciones, entre las cuales, una de pintura francesa contemporánea. Hubo un gran intercambio con artistas y escritores (por ejemplo Horacio Butler y Jorge Luis Borges). Dirigido por Natalia Montes de Oca, quien había estado mucho con Raïsa Maritain, surgió el Instituto de Cultura Religiosa Superior, dedicado a organizar cursos y conferencias, contando con biblioteca, librería y salón de teatro. 

Los Cursos de Cultura Católica estuvieron desde el principio muy ligados a la Abadía de San Benito, la cual, habiendo sido fundada por la Abadía de Solesmes, llevaba su impronta y la prolongaba en lo que hace al reflorecer litúrgico integral, que incluye la música que dio pie a todo el desarrollo musical de Occidente: me refiero al Canto Gregoriano. Por ello, tanto en la librería de los monjes como en la Del Temple, se difundieron publicaciones francesas sobre liturgia, por ej. “El poema de la santa liturgia” de Maurice Zundel, las obras de Dom Jean Leclercq, en especial misales y Libros de Horas con su música, que llegaron a ser de uso habitual entre los fieles. Así, las celebraciones de cada domingo, y en especial las de Semana Santa, resultaban de un elevado nivel artístico y una nutrida concurrencia participaba de ellas.

Habiendo tenido su apogeo entre 1928 y 1945, liderados hasta entonces por sus creadores, los jóvenes laicos, desde 1945 los CCC fueron asumidos por la Jerarquía, y, tras haber influido en dos generaciones argentinas, esta asociación de tipo universitario dio pie, en 1959, a la creación de la Pontificia Universidad Católica Argentina. Y la Librería del Temple iba a durar mucho más allá.            


- La Librería Católica Acción –en estrecha relación con la Acción Católica– es inseparable de la editorial  “Club de Lectores”. Cuenta su dueño, el señor Juan Manuel Fontenla, que le apasionaban las dos actividades, de editor y librero, ya que así podía estar en contacto con la gente, para aconsejarla y a su vez ser aconsejado. Agrega que su emprendimiento editorial se produjo a instancias de dos jóvenes amigos que lo frecuentaban, quienes, habiendo oído a Maritain en Buenos Aires en 1936, lo instaban a publicar su “Introducción a la Filosofía”. Fontenla hubo de comprar los derechos de autor completos al editor francés Pierre Tequi. De este modo, empezando por dicha obra en 1942, al año siguiente con “El orden de los conceptos”, iba a seguir con todas las demás, y convertirse en el fiel editor de Jaques Maritain. Si bien no lo conoció, éste lo alentó, le escribió, le envió un retrato suyo firmado, que aparece en los ejemplares, y le “sugirió especialmente” su “Primacía de lo espiritual”. De la “Introducción a la filosofía” se hicieron 43 ediciones, un total de 250.000 ejemplares (contando hasta 1985). Este éxito editorial da cuenta de la influencia del autor francés en la explosión en Argentina del “neotomismo”. Por eso, al no haber traducciones castellanas de Santo Tomás, a partir de 1945 Fontenla se lanzó a editar la “Suma Teológica” entera, más de veinticinco tomos, y obras de otros tomistas argentinos. En suma unos setenta tomos. De los cuales treinta de Maritain en esta “Biblioteca argentina de filosofía” de la editorial “Club de Lectores”, de aspecto tan característico con el águila de San Juan como sello. Entre otros autores franceses traducidos y difundidos, citamos a Gustave Thibon, A.D. Sertillanges (“Vida intelectual”) y a Roland Dalbiez, cuyo “Método psicoanalítico y la doctrina freudiana”, tiene el gran mérito de hacer una exposición clara y completa de Freud entablando luego una “apreciación” desde el punto de vista católico.  

Todo esto se hacía en un ambiente de renovado interés de los laicos, testimoniado en el auge de la Acción Católica. También se vendían obras francesas y traducciones en la Librería de la Acción Católica, con sede en Montevideo 850. Había también allí un teatro donde, entre otras piezas, se dio “Diálogos de las carmelitas” de Georges Bernanos.  

Sin olvidar a los eclesiásticos que los acompañaban, como Derisi, Sepich, Castellani, Meinvielle, Monseñor Franceschi. Este se hizo cargo de la primera revista que habían fundado los Cursos, “Criterio” (en donde Borges publicara “Muertes de Buenos Aires”, en 1928,  y le llevó a un elevado nivel cultural que ha durado décadas).  


- Carlos Lohlé, ex gerente de la editorial belga Desclée de Brouwer, además de librería, estableció en Buenos Aires su propia editorial: ediciones Carlos Lohlé, en las que publicó muchas traducciones de autores contemporáneos casi simultáneante a la aparición original en francés. Por ejemplo: Peter Van der Meer de Walcheren. 


- Casa del Libro Católico. En 1956, el gran empresario Enrique Shaw adquirió la llamada “Casa del Libro” que fue totalmente francesa y católica. La preocupación de este hombre extraordinario (hoy en proceso de beatificación) por encarnar los  principios cristianos y la doctrina social de la Iglesia en la sociedad, concretamente en su fábrica y entre sus obreros, lo movió también a difundir la cultura católica en todos sus alcances. De allí que su librería recibiera todo cuanto se iba publicando en Francia: libros y revistas de las cuales daremos cuenta. Contando con la colaboración de su asistente Maria Matilde Castro Nevares, la Casa del Libro dio a conocer, entre nosotros, el monumental tratado de Jacques Leclercq “Cours de Droit naturel”, en cinco tomos, y simultáneamente, del mismo autor, los cuatro tomos de los “Essais de Morale Chrétienne” y  las “Grandes Lignes de la Philosophie Morale”, mas otras obras menores. Allí se vendían todas las obras de Jean Daniélou, Henri de Lubac, Yves Congar, Jean Mouroux, Jean Lacroix, la colección filosófica de Vernaux, y le Père Voillaume. Este último, que era superior de la orden de Charles de Foucauld, viajó a Buenos Aires para acelerar la implementación de los Petits Frères et Petites Soeurs. Siguiendo con las obras introducidas: la “Initiation Thélogique” en cuatro 4 tomos, dirigida por el Padre Henry. No podían faltar tampoco los grandes exégetas: Lagrange, Grandmaison, Pratt y Cerfaux. Y los primeros libros de Bouyer.   

Vuelvo a recordar que aprovechaban estos aportes miembros de la Acción Católica y de los Cursos de Cultura Católica quienes, aunque no franco-parlantes, sí eran franco-lectores, y buscaban adquirir una cultura que no se daba en colegios y universidades laicas.  
  

Colecciones y revistas

De gran importancia para la formación del católico, fueron las revistas y colecciones que se distribuían en la Casa del Libro de Enrique Shaw  y en la Librería del Temple de Enrique Lagos. 

La colección “Je sais-je crois” (ed. Fayard) fue concebida como “enciclopedia del católico del siglo XX”. En 150 pequeños tomos, cada uno de ellos redactado por un especialista de nota, se tratan los temas básicos de la fe y la revelación, mitos y misterios, las grandes verdades de la salvación, las cuestiones de la Biblia, la Iglesia, la liturgia, las letras cristianas, el arte cristiano, sin olvidar las demás religiones y las relaciones con el mundo. Completada la colección ya en los años ’50, y además traducida al castellano,  se trata de un esfuerzo que prepara y anticipa los enfoques del Concilio Vaticano II.

La colección “Sources chrétiennes” (ed. du Cerf) se dedica a los Padres de la Iglesia: en este caso se presentan los textos originales en griego o latín, con su traducción al francés, introducciones y notas. Hecho por eruditos, base para estudios eruditos.

Desde Suiza llega en francés “Nova et vetera”, dirigida por el Cardenal Journet (y luego por Georges Cottier OP) provee cuestiones filosóficas y teológicas de actualidad –con una actualidad que se adelantaba a su época e iba anunciando lo que iba a pasar– más bien para estudiosos de alto nivel.   

En cambio, por su parte, la revista “Fêtes et saisons”, de gran formato e ilustrada al modo de las revistas mundanas, muy atractiva por esto pero también por su contenido muy serio y profundo: encarando las cuestiones más diversas, desde los sacramentos hasta dar a conocer a fondo, lo que es el Islam, por ejemplo. Son ejemplares para tener en el living de la casa, al alcance de la mano en cualquier momento, para toda la familia. 

La revista “L’anneau d’or”, dirigida por el abate Caffarel, también estaba destinada a la familia, pero muy específicamente a la vivencia sacramental del matrimonio a lo largo de la vida. Preparaba a los novios y sostenía a los esposos con fundamentos teológicos y consejos prácticos de convivencia, educación y comprensión. Así como en París el abate Caffarel promovió y asistió a los “grupos de Notre Dame” (que aún subsisten), fue el Padre Pedro Richards quien organizó los grupos de novios y matrimonios del Movimiento Familiar Cristiano en Argentina y Uruguay a partir de 1954. 
     
Hubo libros de este tema matrimonial que se tradujeron al castellano y circulaban entre nosotros, por ejemplo el del Padre Carré “Compañeros de eternidad” y el de Leclerc “Matrimonio cristiano”, comentario profundo y práctico de la encíclica «Casti Connubii».


Arte sagrado

Por esos años entre 1945 y el Concilio Vaticano II, muchos católicos estuvieron atentos al desarrollo del arte religioso contemporáneo. Leían la revista “L’art sacré”, que dirigía el Padre Couturier, un dominico que estuvo en contacto con Georges Roualt, Marc Chagall y Henri Matisse, quienes proveyeron de vitrales y frescos a iglesias antiguas y proyectaron nuevas, reproducidas en dicha revista. A Matisse se debe la concepción completa de una capilla en Vence (Provenza): arquitectura, vitrales, ornamentos. Para emularlos, en la Universidad de Buenos Aires un grupo de estudiantes de arquitectura se autodenominó “Pedro de Montereau”. Con este nombre, que era el del personaje arquitecto de “La Anunciación a María” de Claudel, indicaban su deseo de volver a las fuentes de las Catedrales del Medioevo. Uno de aquellos estudiantes, Claudio Caveri, ya arquitecto, proyectó y plasmó la iglesia parroquial de Martínez, según la concepción claudeliana: altar al medio, circundando los fieles, y luminosidad difusa a través de paredes de piedras semitransparentes. 

La problemática del arte estaba en nuestro ambiente gracias a la resonancia que adquirieron Claudel, Jacques y Raïssa Maritain y Etienne Gilson: Gilson apuntaba a este asunto en obras que fueron publicadas sucesivamente entre 1951 y 1964: “Les idées et les lettres” (2ª ed. 1955), “L’école des Muses” (1951), “Peinture et Réalité” (1958), “Introduction aux arts du Beau” (1963), “Matières et formes” (1964). Sin olvidar la encíclica de Pio XII que llama al arte “mediator Dei”. Justamente adoptó este nombre –Mediator Dei– una asociación porteña, dedicada a promover el arte religioso mediante una exposición anual de pintura y un concurso de vidrieras navideñas que tuvieran en cuenta la imaginería cristiana.  


Historia de la Iglesia

Un aporte monumental para la cultura católica general fue el de Daniel Rops. Comenzando con la “Historia Sagrada” y “Jesús en su tiempo” que fueron “best-sellers” en Francia, siguió con una “Historia Sagrada para niños” y con toda una Historia de la Iglesia en ocho volúmenes. Escritor de primera línea al punto de pertenecer a l’ Académie Française, ameno y a la vez muy bien informado, Rops con su equipo provee una colección  insustituible: accesible y muy completa, desde la época apostólica hasta la actualidad. A partir de mediados de 1955 llegaban estos volúmenes, tanto en francés (Fayard) como en castellano (Caralt, Barcelona).

Régine Pernoud exploró la historia y las riquezas culturales de la Edad Media, y las fue entregando, en un estilo muy atrayente, de 1959 en adelante. Empezando por Juana de Arco, dio a conocer a mujeres notables y diversas como la poetisa Christine de Pisan, la reina Blanca de Castilla, la mística y científica Hildegarda de Bingen, en estudios que les dedicó a cada una de ellas, y a muchas más en panorámicos compendios, como “La femme aux temps des catedrales”. Si bien sus obras más significativas están dedicadas a la valorización del período medieval, pero va más allá y llega hasta el siglo XX en su completísima “Histoire de la bourgeoisie en France”, en 2 tomos.     
    
  
Literatura

Los católicos de entonces podían regalarse con alta literatura, recién horneada y traducida, gracias a la editorial EMECÉ, impulsada por uno de los fundadores de los Cursos ya citados, Tomás Casares, que editaba las novelas de Mauriac, Bernanos, Julien Green… También esta editorial contribuyó a la reflexión artístico-literaria y a la recepción con discernimiento de autores renovadores (Mallarmé, Proust, Joyce, Kafka, etc.) con la traducción del “Ensayo sobre el destino actual de las letras y las artes” de Vladimir Weidlé. Para sopesar su influjo y alcance, baste recordar que el Prólogo lo escribió nuestro Eduardo Mallea, donde cita como capital esta frase: “Toda creación se basa en la fe, en la verdad, en la existencia… Para crear un personaje es preciso creer en la unidad de la persona humana”. Y agrega que dicha fe es “mucho más poderosa que el endeble pilotaje racionalista”.

SUR, por cierto, no se quedaba atrás. Como ya se ha hablado de esta editorial, sólo destaco dos obras de talante católico: la traducción, por parte de Victoria Ocampo, de la “Oda Jubilar” de Paul Claudel, en honor del aniversario de Dante; y la publicación, en este caso en francés, dentro de la colección “Lettres Françaises”, para ayuda de las “Víctimas de la Guerra”, de la obrita “Un poète inconnu” de Paul Valéry. Aquí, este gran poeta francés daba a conocer en nuestro medio, en francés, a un poeta “casi desconocido”, el R. P. Cyprien de la Nativité Trinité, carmelita descalzo del siglo XIX, que del castellano ha traducido al mayor poeta místico católico, San Juan de la Cruz, y hace un encomio de dicho traductor, comentando sus logros estrofa por estrofa.   

La editorial SUDAMERICANA, contribuía a su vez, en su sección “Biblioteca de Filosofía”, con traducciones de obras recientes, ya sea referidas a la patrística, como “Orígenes”, de Jean Daniélou, especialista en dicho campo cultural; ya sea obras que profundizaban en la temática actual existencialista, como “La existencia temporal” de Jean Guitton y “El hombre problemático” de Gabriel Marcel; así como los muy penetrantes ensayos de Simone Weil: “Opresión y libertad”, “La gravedad y la gracia”, “Espera de Dios”, “Carta a un religioso”, “Raíces del existir” y “La fuente griega”. Esta autora francesa había sido “descubierta” y dada a conocer por Albert Camus a través de la “colección Espoir” de Gallimard, por él dirigida. Camus presentaba a esta pensadora de origen judío, que evolucionó hasta el cristianismo, como una de las más notables de la época, y decía que su libro “L’enracinement” era de los “más lúcidos, elevados y bellos: un verdadero tratado sobre la civilización”. Además, ponderaba la valentía de esta mujer que había querido hacerse obrera para poder hablar de “La condición obrera”: tal libro fue escrito a partir de su experiencia, la cual incluía su exitoso experimento de haber llevado a los obreros las obras clásicas: Homero, Hesíodo, Heráclito, Esquilo, Platón. Habiendo traducido ella misma del griego los fragmentos que les daba a conocer, finalmente dichos fragmentos con su comentario integraron “La Fuente griega”, con otro mérito, además, que expone su traductora argentina, la filósofa María Eugenia Valentié: haber conectado a los clásicos con la cultura cristiana y ver en ella su culminación.   De esta fecunda pensadora que murió tan joven fueron publicados algunas traducciones breves en la revista SUR: figuran entre ellas: “Los estudios secundarios y el amor de Dios”.

Una obra crítica muy completa salió también por entonces, traducida: “Literatura del siglo XX y cristianismo” de Charles Moeller, encarando y sopesando a todos los autores contemporáneos, en buena parte franceses. 

Los estudios de Charles Du Bos, en cambio, había que leerlos en francés.

En francés se conseguían varias obras que daban testimonio de un asombroso “renacer” de las letras católicas y reseñaban esa abundante producción en todos los géneros de la primera mitad del siglo en Francia. La de Louis Chaigne lo anunciaba ya desde el título: “Anthologie de la Renaissance  Catholique”…


Tres humanistas: Daniélou, Bouyer, Gilson

Entre las influencias formativas integrales se destacan tres figuras relevantes: Jean Daniélou, Louis Bouyer, Etienne Gilson. Un eclesiástico, teólogo que llegó a Cardenal; un teólogo, hugonote que se hizo católico a la manera de Newman, y un laico neotomista profesor y escritor de gran estilo. A mi entender tienen el mérito de haber recorrido a lo ancho y a lo largo el campo de las disciplinas humanísticas y el de haber calado en ellas a la luz de la fe que ilumina el intelecto. Grandes escritores los tres en el sentido artístico. 

Jean Daniélou, experto en Padres de la Iglesia (en particular en Gregorio de Nyssa), extrae y nos ofrece de ellos la “typología”, esto es, el discernimiento de las figuras y atisbos cristianos en el Antiguo Testamento. “Sacramentum futuri”. Esta perspectiva resulta iluminadora para gente de letras –entre la que me cuento–, pues al señalar a Cristo como centro y clave del ser humano y de la historia hebrea está enseñando con ello a buscarlo también en todas las culturas paganas de “adviento” –como él dice–. Su libro “Le mystère de l’Avent” que trata a fondo el tema, circulaba a partir de 1948.

Louis Bouyer, se lanza también por su parte, y se interna en toda la historia anterior a Cristo, bucea en los mitos y las mitologías, ayudando por tanto a comprenderlos cabalmente, y ver en tragedias y epopeyas lo que contienen de vislumbres cristianos. Pero este tipo de insight o penetración cristológica se puede aplicar también a las literaturas postcristianas, y con mayor razón.

Etienne Gilson se interna en este último tramo. En una conferencia titulada “Humanismo Medieval y Renacimiento” (que he traducido para mis clases) muestra precisamente la línea continua de apreciación que arranca con el “Todo lo bueno es nuestro” de San Justino (siglo II) y que, pasando por Alcuino, expandiéndose en siglos medievales hasta los grandes Santo Tomás y Dante, sigue en Petrarca y va a desembocar en los renacentistas Erasmo, Moro y Budé. Esto significa “reunir” la fe y el intelecto y conectar todo lo humano con la Revelación cristiana en una tarea de “recepción y discernimento”.      

Etienne Gilson, teorético, contemplativo, fundamentalmente metafísico, siempre con referencia a la historia, que él considera el lugar donde se prueban las teorías –valga como ejemplo al respecto su “La unidad de la experiencia filosófica” (1960) – ya había  empezado con un rastreo histórico: de Descartes hacia atrás. Tal rastreo –con motivo de su tesis, alrededor de 1910–, lo hizo “descubrir” toda la filosofía medieval, hasta entonces olvidada, anclándose él en el Tomismo. Y no sólo descubrió la filosofía, sino toda la gran cultura medieval. En sus libros “Abelardo y Heloísa” (1938), sobre “San Bernardo” (1947), “Dante y la Filosofía”, así como en sus artículos “De la Biblia a François Villon”, “Rabelais Franciscain”, “Amor cortés y amor místico”, Etienne Gilson conecta la herencia cristiana a través de las épocas, demostrando lo artificial y equívoco que resultan las clasificaciones históricas corrientes. Gracias a Gilson apreciamos el desarrollo de la cultura occidental vertebrada por el cristianismo.
        
Estos tres grandes autores han influido en algunos estudiosos. El más destacado de ellos, en lo que hace a la filosofía, ha sido nuestro Profesor el Dr. Emilio Komar.  

Mouroux, Thibon, Guitton… y otros no menos importantes serían digno de mención como leídos, traducidos o no. Y cabría recordar que fue desde Francia que nos fueron llegando las traducciones del gran teólogo Romano Guardini: primero “El Señor”, realizada por el jesuita Lorsson, y luego otras primicias guardinianas traducidas por Jeanne Hancelet-Hustache.   
     
El advenimiento de la sociedad opulenta, positivista, proclive a lo utilitario, aleja de preocupaciones teoréticas, va secando el sentimiento religioso. Se eclipsan los astros humanísticos y se fragmenta la cultura con la vigencia de un espíritu de sistema, priman los métodos de interpretación en todos los campos, y tienden a dar primacía “pretendidamente científica” a las disciplinas literarias y filosóficas: lingüística, estructuralismo, formalismos, construcción y reconstrucción, etc….  


Apéndice: 
Derivaciones a la política 

Jacques Maritain (con Raïssa su esposa), en 1936 había sido huésped y conferencista en los Cursos de Cultura Católica que apreciaban tanto la filosofía neotomista y su aplicación al arte y la poesía; pero en la década del ’50 cobró nueva vigencia su libro “Humanismo integral” entre grupos interesados en la acción política. De allí surgió la agrupación universitaria “humanista” de estudiantes que se oponía en la Universidad tanto a las fuertes tendencias de izquierda, cuanto al régimen imperante. Y paralelamente, el Dr. Manuel Ordóñez, abogado del diario de oposición “La Prensa” lideraba, con dicho influjo de Maritain, el partido denominado Democracia Cristiana. Acompañando a esta vigencia maritainiana, circulaban escritos de Emmanuel Mounier, sobre todo su revista “Esprit”, y para quienes tenían más interés en la filosofía, la obra de Gabriel Marcel.   

En cuanto al influjo del pensamiento de Teilhard de Chardin, previamente  circularon en Buenos Aires escritos del teólogo Claude Tresmontant: “Ensayos de metafísica bíblica” cuya segunda parte está dedicada a explicitar el pensamiento y divulgar el sistema teilhardiano. Este libro fue redondeado por otro denominado “Ensayo sobre el pensamiento hebreo”. A continuación empezaron a salir libros de Teilhard y sus traducciones: “El fenómeno humano”, “Ce que je crois”, etc. Ahora bien, entre quienes venían ya en una línea aperturista –laicos y sacerdotes católicos exclusivamente– esto produjo una ola de entusiasmo y se desarrollaron simultáneamente grupos que terminaron asociados al extremismo. Se repitió así la misma confusión que en Francia al terminar la II Guerra: pensar que se había encontrado un pensamiento que hiciera compatibles el marxismo y el cristianismo. Las consecuencias las hemos vivido dolorosamente.

A partir de los años 70 ha habido una notable pérdida cultural en lo referente a lengua y cultura francesa, lo cual puede verificarse tanto en las universidades como en los seminarios. 

Aunque prosigue la eficaz presencia de la Alianza Francesa en todo el país. Hoy en Buenos Aires cuenta con 1600 alumnos repartidos en varias sedes, la central, con instalaciones puestas a punto, una gran Mediateca con libros  difíciles de conseguir aún en Francia.

Lo dicho constituye una parte importe de nuestra  propia experiencia, la de mi marido y la mía.



Fuente: Intervención en las Jornadas sobre “Influencia de la Cultura de Postguerra en Chile y Argentina”, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, 26 de septiembre del 2012.



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