La
Ideología de Género
Inés Franck [1]
Material
de Lectura para la Séptima Clase
Magistral del Curso "Cultura
y Contracultura en Nuestro Tiempo"
La palabra género o perspectiva de género es un lugar común que cada vez es más
frecuentemente utilizado en documentos internacionales, en leyes nuevas que son
aprobadas en los distintos países, en proyectos de ley que se presentan, en los
contenidos educativos, entre otros ámbitos. Suele pensarse que se trata de otra
manera de referirse a la división de los seres humanos en varones o mujeres y,
así, género pasaría a ser un sinónimo
de sexo (masculino y femenino).
Es, entonces,
necesario aclarar que, según la connotación dada actualmente al vocablo, género no es sinónimo de sexo, al menos en los ámbitos en donde
el término se ha resignificado, pocas décadas atrás. En efecto, al hablar de sexo masculino o femenino, nos referimos
a una realidad biológica que separa a las personas en varones y mujeres. La
palabra género, justamente, fue
elaborada para destruir (“deconstruir”) la creencia de que existe una
diferenciación biológica que separa a las personas. El "género" sería
una categoría superadora del sexo, que
no responde a una diferenciación biológica, sino a una construcción cultural.
Podemos decir
entonces que, con el término género
se hace referencia a "las relaciones entre mujeres y varones basadas en
roles definidos socialmente que se asignan a uno u otro sexo". De esta
manera se quiere afirmar que "las diferencias entre el varón y la mujer
(...) no corresponden a una naturaleza fija que haga a unos seres humanos
varones y a otros mujeres", sino que "son el producto de la cultura
de un país y de una época determinados" [2].
El núcleo antropológico
central de esta teoría consiste en que descarta la idea de naturaleza humana y la reemplaza por la de construcción cultural. El concepto de género asume esta libertad cultural absoluta, en la que las
relaciones entre varones y mujeres están basadas en roles definidos socialmente
que se asignan a uno u otro sexo.
La perspectiva de género
Pocos años más tarde, en 1979, la Asamblea General aprueba la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer, a la que luego se añade un Protocolo Facultativo (1999). La cuarta Conferencia Internacional sobre la Mujer, llevada a cabo en 1985 en Beijing, invoca la necesidad de trasladar el centro de la atención de la mujer al concepto de género, afirmando que toda la estructura de la sociedad, y todas las relaciones entre los varones y las mujeres en el interior de esa estructura, tenían que ser reevaluadas, y que únicamente mediante esa reestructuración fundamental de la sociedad y sus instituciones sería posible potenciar plenamente el papel de la mujer para que ocupara el lugar que les correspondía como participante en pie de igualdad con el varón en todos los aspectos de la vida. La Conferencia aprobó por unanimidad la Declaración y la Plataforma de Acción de Beijing. Al aprobar la Plataforma de Acción de Beijing los gobiernos se comprometían a incluir de manera efectiva una dimensión de género en todas sus instituciones, políticas, procesos de planificación y de adopción de decisiones. Por su parte, la Conferencia del 2000 en Nueva York (Beijing + 5), expresa en su documento final el compromiso de seguir incorporando la perspectiva de género en todas las políticas y los programas. Se solicita, así, a los gobiernos, la incorporación de la perspectiva de género en las políticas macroeconómicas y de desarrollo social básicas y en los programas nacionales de desarrollo.
La perspectiva de género
A través de la perspectiva de género este concepto así
definido, es llevado en nuestros días a la totalidad de la cosmovisión social,
con una pretensión transversalmente estructurante.
Esta perspectiva consiste
en una manera especial de ver el mundo, no ya con las categorías de femenino y masculino, sino a través del prisma de unos roles que van cambiando
con la cultura, y que hoy incluyen además de la masculinidad y la feminidad, a
la homosexualidad, el lesbianismo, el travestismo, el transexualismo. La
aplicación de este concepto a la sociedad y la cultura es radicalmente
revolucionario. Todas las categorías educativas, laborales, familiares,
jurídicas, se ven centralmente afectadas por este cambio.
Varios factores se
encuentran en el origen de esta perspectiva. En primer lugar, podemos
identificar una particular concepción de la sociedad, que la interpreta desde
un conflicto que ya no es entre clases sociales (como en el marxismo
tradicional), sino entre géneros, en
donde, durante muchos siglos los hombres habrían dominado e impuesto
determinados roles a la mujer. Tras esta primera etapa histórica, habría
sobrevenido otra en la que lo femenino habría logrado determinadas
reivindicaciones, poniendo fin al predominio masculino (hegemonía). Se impondría ahora una tercera y última etapa, síntesis
de las dos anteriores, en la que el nuevo concepto de género, superaría a los dos anteriores e inauguraría una era
diferente.
Este proceso habría
construido a la persona y a la
sociedad. Y se incluye en esta construcción
a lo que se llama el cuerpo sexuado,
el cual, así, se habría construido
socialmente en el devenir histórico a través de las relaciones de poder entre
los géneros. Un cambio en las
relaciones de poder entre los géneros, daría como consecuencia desde esta perspectiva una
modificación en la concepción de la sexualidad, que debería tener su correlato
en la actitud de las personas hacia la construcción
de su propio cuerpo. En la base de estas ideas se encuentra la particular
concepción del poder sostenida por el sociólogo francés Michel Foucault. Esta
interpretación de la historia, basada en el conflicto irreconciliable entre los
varones y las mujeres a través del tiempo, asume una pretensión de
cientificidad.
Muy relacionado con
la idea anterior, podemos mencionar las raíces de la perspectiva de género en
la evolución del movimiento feminista. Luego de un primer momento del
feminismo, el clásico, el de la reivindicación de determinados derechos
fundamentales para la mujer, el movimiento sufre importantes virajes a través
de los cuales, luego de reclamar la absoluta igualdad con el varón, que elimine
toda distinción y, posteriormente, de enarbolar una supuesta superioridad
femenina, evoluciona hasta engendrar al llamado feminismo de género [3].
A diferencia de los otros movimientos feministas, el feminismo del 'género' es
una ideología que pretende abarcarlo todo. Adopta la idea de que el individuo
es constituido por la cultura y el lenguaje de su sociedad, siendo llevado a
experimentarse a sí mismo y al mundo circundante según la estructura cultural a
la que pertenece. Así, tratándose de una construcción
cultural, el individuo podría ser deconstruido
y reconstruido según otros parámetros
más adecuados a nuevas exigencias que la sociedad actual plantea: la mejora de
la situación de la mujer, la eliminación de la fobia a la homosexualidad y el
control de la fertilidad. En efecto, una nueva lectura de los individuos
humanos haría de la sexualidad una cuestión privada, de preferencias y gustos
individuales no cuestionables.
Estos roles socialmente construidos que habría
que deconstruir, están ubicados en
tres grandes niveles [4]:
- La masculinidad y la feminidad: se
considera que en realidad el ser humano nace sexualmente neutral y que luego habría
sido socializado en varón o mujer.
- Las relaciones familiares de
paternidad, filiación, matrimonio: engendran diferencias de conducta y
responsabilidades entre el varón y la mujer que son inadmisibles en una
perspectiva de género ya que son la principal razón de que esta concepción sexista se propague.
- Las ocupaciones y las profesiones:
la sociedad asigna a varones y mujeres ocupaciones diferenciadas. Se trata de
'roles socialmente construidos' que también es necesario deconstruir.
La transversalización de la perspectiva de
género
El género se
refiere, entonces, a los roles y responsabilidades de la mujer y del varón que
son determinados socialmente. Esto quiere decir que la forma en que se nos
percibe y se espera que pensemos y actuemos está condicionada por la forma en
que la sociedad está organizada, no por nuestras diferencias biológicas.
Esto nos lleva al
alcance más importante de la perspectiva de género: su transversalidad, esto
es, la intención de integrar las cuestiones de género en la totalidad de los
programas sociales. “La principal estrategia aplicada ha sido la transversalización
de la perspectiva de género en las
políticas públicas, que ha resultado en la creación de instancias de género en
distintos sectores y oficinas de carácter regional, así como en la formulación
de nuevos lineamientos de políticas. Se destaca la labor destinada a incidir en
la salud, el trabajo, la educación y la agricultura, y la creciente, pero aún
débil, capacidad de coordinación con los ministerios e instituciones del ámbito
económico, sobre todo los de hacienda, planificación, así como con los del
campo de la política, que abarca la seguridad, la descentralización y el
desarrollo regional”. “La estrategia de transversalización es el proceso de
integración de la perspectiva de género en las políticas de desarrollo y
consiste, en la práctica, en el examen de las consecuencias para mujeres y varones
de cualquier tipo de acción pública planificada, incluidas la legislación, las
políticas y los programas, en cualquier campo” [5].
Las conferencias internacionales sobre la Mujer
La perspectiva de
género comienza a imponerse fundamentalmente a partir de las conferencias
internacionales y regionales convocadas en torno a la temática de la mujer. Ya
en la primera Conferencia Internacional sobre la Mujer (México, D.F., junio de
1975), la igualdad plena de género se
encuentra entre los tres objetivos para desarrollar en este encuentro. Allí es
también aprobado un plan de acción mundial, en que se presentaban directrices
que debían seguir los gobiernos y la comunidad internacional en los diez años
siguientes.
Pocos años más tarde, en 1979, la Asamblea General aprueba la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer, a la que luego se añade un Protocolo Facultativo (1999). La cuarta Conferencia Internacional sobre la Mujer, llevada a cabo en 1985 en Beijing, invoca la necesidad de trasladar el centro de la atención de la mujer al concepto de género, afirmando que toda la estructura de la sociedad, y todas las relaciones entre los varones y las mujeres en el interior de esa estructura, tenían que ser reevaluadas, y que únicamente mediante esa reestructuración fundamental de la sociedad y sus instituciones sería posible potenciar plenamente el papel de la mujer para que ocupara el lugar que les correspondía como participante en pie de igualdad con el varón en todos los aspectos de la vida. La Conferencia aprobó por unanimidad la Declaración y la Plataforma de Acción de Beijing. Al aprobar la Plataforma de Acción de Beijing los gobiernos se comprometían a incluir de manera efectiva una dimensión de género en todas sus instituciones, políticas, procesos de planificación y de adopción de decisiones. Por su parte, la Conferencia del 2000 en Nueva York (Beijing + 5), expresa en su documento final el compromiso de seguir incorporando la perspectiva de género en todas las políticas y los programas. Se solicita, así, a los gobiernos, la incorporación de la perspectiva de género en las políticas macroeconómicas y de desarrollo social básicas y en los programas nacionales de desarrollo.
Las conferencias regionales
A nivel regional debemos mencionar las
nueve Conferencias Regionales sobre la Integración de la Mujer en el Desarrollo
Económico y Social de América Latina y el Caribe, la última de las cuales
titula al documento emanado de ella “Caminos
hacia la equidad de género en América Latina y el Caribe”. En este documento se
deja sentado que la estrategia de transversalización de la perspectiva
de género en las políticas se reconoce como la más idónea.
Interesante es citar aquí un párrafo de
este documento, en el que se afirma que el proceso seguido por las políticas
de género constituye un camino claro: visibilidad lograda mediante la acción
del movimiento de las mujeres, elaboración conceptual y metodológica,
construcción de argumentos, paso de la agenda social a la agenda política,
reforma de marcos jurídicos, desarrollo institucional, adopción por parte de la
opinión pública y puesta en práctica de estrategias que busquen atención y
cambios. “Se
trata de largos procesos históricos que alteran rutinas institucionales,
valores y pautas culturales, pero que terminan instalándose en el sistema
vigente como consecuencia de la modernidad y la voluntad política conjugadas
por la acción deliberada del movimiento social de las mujeres. Su inserción en la
estructura institucional abre nuevos desafíos y debates que no pueden darse por
finalizados y que requieren una renovación permanente”. El documento
hace también un desarrollo exhaustivo del concepto político de
‘empoderamiento’, que “hace referencia a la necesidad de generar cambios en las
relaciones de poder entre varones y mujeres. El poder se entiende aquí como el
acceso a recursos físicos e ideológicos en una relación social siempre
presente. Se trata entonces de transformar las reglas del juego que establecen
la distribución de la riqueza material y simbólica, la capacidad de decidir
libremente en la sociedad y la familia, incluyendo la reingeniería del tiempo,
en un proceso de búsqueda de la igualdad” [6].
Conclusión
Quisiera, para finalizar,
referirme al tema de fondo que subyace en la perspectiva de género, esto es, la
correcta y plena concepción de la relación entre el varón y la mujer.
La perspectiva de
género asume esta relación como esencialmente conflictiva, más aún, como una relación
en donde el concepto central es el de poder
o dominación.
Sin ignorar las
dificultades que muchas veces ha habido y sigue habiendo en el legítimo
reconocimiento social e histórico de derechos y capacidades de la mujer, es
también cierto que el desafío en este campo consiste en la valoración gozosa de
la real complementariedad existente entre ambos sexos. Esta complementariedad
encierra, por un lado, la igual dignidad y el llamado profundo a vivir y
trabajar en comunión; y, por el otro, la percepción lógica de las diferencias
entre los dos. Ambos aspectos son inseparables de una antropología que nos
presenta un hombre que es, fundamentalmente, persona, con una determinada
naturaleza, abierto al perfeccionamiento de la cultura, llamado a vivir en sociedad
y en armonía con los demás.
La ideología de
género relativiza, cuando no niega directamente, estos conceptos, generando así
una situación de conflicto y agresividad que, declamando la protección de los
derechos de las mujeres, las encierra en un círculo ideologizado que no permite
abordar los verdaderos problemas ni otorgarles su real dignidad.
* * *
BIBLIOGRAFIA SUGERIDA
- Conferencia Episcopal
Peruana; “La ideología de género: sus peligros y alcances”.
- Congregación para
la Doctrina de la Fe; “Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre la
colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y el mundo”; 2004.
- Juan Pablo II;
“Teología del cuerpo”.
- Scarinci de
Delbosco, María Paola; “La identidad de la mujer: contrapuntos”; en
UNIVERSITAS, 1, noviembre de 2005.
- IV Conferencia
Internacional sobre la Mujer; Conclusiones; Pekín, 1995.
- IX Conferencia Regional
sobre la Integración de la Mujer en el Desarrollo Económico y Social de América
Latina y el Caribe, “Caminos hacia la
equidad de género en América Latina y el Caribe”.
- “Familia y
Perspectiva de género”, Autores varios, Instituto para el Matrimonio y la
Familia de la Universidad Católica Argentina, EDUCA, Buenos Aires, 2007.
* * *
NOTAS
[1] ORGANIZACIÓN DE NACIONES UNIDAS, IV Conferencia Internacional
sobre la Mujer, Pekín, 1995; Documento
final.
[2] ORGANIZACIÓN DE ESTADOS AMERICANOS, IV
Conferencia Regional sobre la Integración de la Mujer en el Desarrollo
Económico y Social de América Latina y el Caribe; “Caminos hacia la equidad de género en América Latina y el Caribe”.
[3] Licenciada en Ciencias
Políticas y Relaciones Internacionales, docente pro titular del Instituto de
Ciencias Políticas de la Pontificia Universidad Católica Argentina, perito de
la Comisión ad-hoc de Seguimiento Legislativo de la Conferencia Episcopal
Argentina; co autora del libro “Familia y vida. Compendio de cuestiones
legislativas”.
[4] Scarinci de Delbosco, María
Paola; “La identidad de la mujer: contrapuntos”; en UNIVERSITAS, número 1°,
noviembre de 2005.
[5] Con respecto a la desconstrucción de estos
roles socialmente construidos, la Convención Interamericana de Belem do Pará
(1993) obliga a los Estados partes a 'adoptar, en forma progresiva, medidas
específicas, inclusive programas para (...) modificar los patrones
socioculturales de conducta de hombres y mujeres, incluyendo el diseño de
programas de educación formales y no formales apropiados a todo nivel del
proceso educativo, para contrarrestar prejuicios y costumbres y todo otro tipo
de prácticas que se basen en la premisa de la inferioridad o superioridad de
cualquiera de los géneros o en los papeles estereotipados para el hombre y la
mujer que legitimizan o exacerban la violencia contra la mujer'.
[6] IX Conferencia Regional sobre la Integración de la Mujer en el
Desarrollo Económico y Social de América Latina y el Caribe, “Caminos hacia la equidad de género en
América Latina y el Caribe”.
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