Pbro. Dr. Miguel Poradowski
Con esta entrega, fechada en 1980, el P. Poradowski [1] coronaba una serie de artículos suyos dedicados a la “Sociología del Protestantismo” [2]. Aplicando los principales aspectos de ese proceso sociológico al catolicismo, logra poner de manifiesto su protestantización creciente.
[Introducción]
En los últimos años, con gran frecuencia, aparecen en muchos ambientes católicos las opiniones según las cuales el catolicismo actualmente está sufriendo un proceso de “protestantización” [3]. Y quienes más insisten en este asunto son los católicos convertidos del protestantismo. Con dolor y sorpresa constatan que errores del protestantismo abandonados por ellos son propagados ahora por la jerarquía católica.
A todo observador objetivo le parece innegable que la Iglesia Católica está profundamente revolucionada por la corriente protestante. La opinión general es que esto ocurre, pero —contrariamente a la situación del siglo XVI— no todos los católicos y especialmente los eclesiásticos clasifican este fenómeno como negativo, lo cual indica que el protestantismo ha despertado algunas simpatías entre la jerarquía eclesiástica [4].
Esta innegable presencia del protestantismo dentro de la Iglesia Católica de hoy día parece tener dos fuentes. Una, como en el siglo XVI, en algunos problemas interiores de la Iglesia misma [5]; y otra, [en] la influencia que sobre la Iglesia Católica ejerce el protestantismo, especialmente por los contactos facilitados a raíz del ecumenismo y de cuanto se efectúa bajo su pretexto y abuso [6].
Para completar, pues, nuestros ensayos sobre la “Sociología del protestantismo” de los tiempos de Lutero, vamos a ver, además —desde el punto de vista del esquema que hemos adaptado— si se puede hablar de la “protestantización” del catolicismo en la actualidad.
Recordemos que, en nuestro esquema, hemos reducido todos los aspectos de este proceso sociológico a los cinco principales, a saber:
1. El protestantismo como reforma [7];
2. Como vuelta al paganismo [8];
3. Como ruptura con la civilización latina [9];
4. Como judaización del cristianismo [10];
5. Como laicización del cristianismo [11].
1. El protestantismo como reforma [7];
2. Como vuelta al paganismo [8];
3. Como ruptura con la civilización latina [9];
4. Como judaización del cristianismo [10];
5. Como laicización del cristianismo [11].
Queda fuera de estas consideraciones la primera característica del protestantismo de los tiempos de Lutero —la reforma— pues este aspecto positivo (como hemos visto) y harto justificado, la mostró con mayor brillo y acierto, el mismo catolicismo de la época en su propia reforma, llevada a cabo por el Concilio de Trento (1545-1563) y, haciendo analogía con la realidad de nuestros días, la muestra el Concilio Vaticano II [12].
[Vuelta al Paganismo]
En segundo lugar, hemos visto que el protestantismo de los tiempos de Lutero también se presentó como una vuelta al paganismo (germánico). ¿Hay algo de esto en el catolicismo de hoy día? Desgraciadamente, sí. El mismo Concilio Vaticano II constata [13] que el “mundo” de hoy vuelve al paganismo y el término “mundo” (hay que suponer) incluye también a los católicos que comparten esta vuelta. Más adelante vamos a hablar de algunas características de este paganismo actual, especialmente del culto religioso del hombre como substituto de Dios. Pero aquí hay que constatar un fenómeno gravísimo, presente ante todo en América Latina, a saber: la vuelta consciente a las creencias paganas de las culturas primitivas, con la agravante que no se trata solamente de algunos fenómenos espontáneos de parte del “pueblo”, sino de los esfuerzos criminales (pues es un crimen contra la religión revelada) de parte de un grupo del clero [14]. Hay, pues, sacerdotes y obispos que se dedican a “resucitar” artificialmente estas creencias paganas y a integrarlas en el Credo de la fe católica y en la liturgia, incluso en la Santa Misa. Se trata del “tribalismo” [15]. En este caso, la vuelta al paganismo dentro de la Iglesia Católica es un fenómeno mucho más condenable que la vuelta al paganismo del protestantismo en los tiempos de Lutero, pues esta última fue más bien espontánea, instintiva y subconsciente, mientras que en el actual caso latinoamericano no se trata de las reacciones espontáneas, instintivas y subconscientes de los fieles de origen tribal —lo que a veces ocurre también, pero es un fenómeno comprensible y, por tanto, perdonable—, sino se trata de una acción deliberada, llamada “pastoral”, de algunos obispos, lo cual es criminal también en el estricto sentido jurídico, pues está castigado por el Derecho Canónico [16]; pero, a pesar de esto, está siendo actualmente tolerado por las autoridades eclesiásticas correspondientes, como cualquier aberración que se haga bajo el pretexto de lo “pastoral” o “ecuménico”. Esto comprueba que actualmente en la Iglesia Católica están presentes criterios protestantes.
[Ruptura con la Civilización Latina]
Hemos visto [17] que la tercera característica del protestantismo (desde el punto de vista sociológico) es su ruptura con la civilización latina; conviene, pues, preguntar: ¿cuál es la actitud actual de la Iglesia Católica frente a la civilización latina? Anticipadamente podemos contestar: no menos adversa que la del protestantismo.
Respecto al problema “la Iglesia y la civilización” en general y “la Iglesia y la civilización latina” en particular, hay muchos malentendidos. Conviene, pues, recordar que la Iglesia como tal no puede identificarse con ninguna civilización histórica, pues por su vocación es la “madre y maestra” de todas las culturas y civilizaciones cristianas de todos los tiempos y lugares, siendo ella misma esencialmente universal, pero sí puede identificarse con un ideal de la civilización que ella misma proclama bajo distintos nombres (como por ejemplo la “civilización cristiana” o la “civilización del amor”, etc). A pesar de eso, la Iglesia tiene que apreciar debidamente las civilizaciones históricas según los valores que ellas representan y, especialmente, según la utilidad de ellas respecto a la evangelización de todos los pueblos; más todavía, en los casos de algunas civilizaciones históricas nacidas por la inspiración del Evangelio y bajo la tutela de la Iglesia. Este es el caso de la civilización latina, la cual —como ya lo hemos visto [18]— nace de la antigua civilización romana bajo la directa influencia de la Iglesia.
La civilización latina es la obra de la Iglesia en el ambiente geográfico, cultural e histórico europeo. Incluso, durante mucho tiempo, la civilización latina se identificaba con la cristiandad. Teóricamente, el cristianismo puede contribuir en cada ambiente geográfico-histórico al nacimiento de otras civilizaciones más o menos “cristianas”; y así ocurría, pero todas ellas, fuera de la civilización latina, fueron obras de poca duración e importancia histórica.
Actualmente, menos que en cualquier época histórica, la Iglesia no debería identificarse con la civilización latina, pues eso podría dificultarle su misión en otros ambientes. Sin embargo, la Iglesia debería seguir apreciando debidamente la civilización latina, especialmente en los países donde esta civilización hundió profundamente sus raíces, pues su debilitación, deterioro o abandono significa, para estos pueblos, debilitación de la misma fe y de las costumbres cristianas.
No hay que olvidar que la civilización latina es una obra histórica de la Iglesia, efectuada con miras de facilitar a los cristianos la práctica de la fe, es decir, una vida social, económica, cultural y política de acuerdo con las enseñanzas del Evangelio. El mismo hecho de que hoy día, en muchos ambientes católicos, no solamente no se aprecia debidamente a la civilización latina, sino que se la ataca y destruye, es una prueba evidente de la protestantización del catolicismo.
Uno de los elementos esenciales de la civilización latina es el mismo idioma latino. Su brusco, brutal e incluso bárbaro abandono, hoy día en la Iglesia Católica es el abandono no sólo del idioma como tal, sino también del acervo cultural que en este idioma se expresa tanto de la civilización latina como de la civilización romana.
El abandono del latín significa una ruptura con casi dos mil años de pensamiento cristiano, especialmente del filosófico-teológico, y de la cultura cristiana, manifestada ante todo en la liturgia latina y su canto gregoriano.
En muchos casos se trata, tal vez, sencillamente de una frivolidad o de lo que se podría llamar, usando la conocida expresión de Ortega y Gasset, de la “rebelión de las masas” incultas. Pero, no cabe duda, que también se trata de una reacción típicamente protestante (la cual, como lo hemos visto [19], también tenía este carácter bárbaro).
Muchos valores y costumbres cristianas sólo se mantienen dentro de un marco firme de la civilización latina. Una vez debilitada o abandonada la civilización latina, estos valores también se derrumban o, al menos, resulta muy difícil mantenerlos vigentes.
Un ejemplo concreto, que ilustra este problema, es el celibato. El mismo Papa Juan Pablo II, en su magnífica Carta a los sacerdotes (del 8 de abril de 1979) constata que el celibato caracteriza a la Iglesia latina. Y es así, puesto que, fuera de ella, no existe, al menos en la forma obligatoria jurídico-moral. No hay que confundir la “Iglesia latina” con la “civilización latina”, pues se trata de términos diferentes y de realidades históricas distintas, pero no hay duda de que ambas están estrechamente unidas. El debilitamiento y, más todavía, el abandono o el derrumbe de la civilización latina tiene sus inevitables repercusiones en las variadas instituciones y costumbres de la Iglesia latina. El celibato, dentro del conjunto completo dé las instituciones y costumbres de la civilización latina y, ante todo, de lo que podríase llamar el alma de la civilización latina, encuentra un ambiente adecuado y favorable, fuera del cual —en el plano sociológico [20]— pierde sus bases sociales. El celibato exige una cultura espiritual muy especial, que sólo se da en algunas civilizaciones y es un hecho histórico innegable, que sólo en la civilización latina pudo la Iglesia mantenerlo y seguramente no podrá defenderlo en el futuro sin defender al mismo tiempo a la civilización latina, la cual constituye su marco estructural En este ensayo puramente sociológico no tocamos los aspectos teológicos del celibato, pero es evidente que los argumentos teológicos, fuera del ambiente sociológico, quedan “en el aire”.
Durante el Concilio Vaticano II se hablaba mucho de la posible supresión del celibato y algunos obispos parece que estaban completamente convencidos que eso iba a suceder, pues, predicando retiros a los sacerdotes, hacían alusiones a esta posibilidad [21]. Se dice que hubo sobre este tema serias conversaciones entre un grupo de obispos y el Papa Pablo VI y que el Papa hubiera estado dispuesto [ha] admitirlo bajo ciertas condiciones [22]. A pesar de que la Santa Sede ha tomado al respecto una actitud clara y definitiva, las discusiones que siguen sobre este tema demuestran que hay una tendencia firme en la Iglesia en favor de la supresión del celibato, lo cual es de carácter típicamente protestantizante. Que es así lo comprueba el hecho que los teólogos “ecumenistas”, es decir, los que son partidarios de una rápida e incondicional unión con los protestantes, consideran la supresión del celibato como un paso previo e indispensable por parte de la Iglesia Católica. Es así que, en el nombre del “ecumenismo”, se exige la supresión del celibato [23].
El ataque al celibato constituye sólo una parte del ataque al mismo sacerdocio ministerial. En los últimos años somos testigos de cómo, por distintos caminos, se llega a desprestigiar el sacerdocio ministerial en la Iglesia, y eso es típicamente protestante. El protestantismo, al suprimir el sacrificio de la Santa Misa, suprimió, en consecuencia, también el sacerdocio ministerial. La misma tendencia es evidente hoy día en la Iglesia y la fomentan principalmente los teólogos simpatizantes del protestantismo. Frecuentemente se nota una cada vez mayor transmisión a los laicos de funciones tradicionalmente reservadas de modo exclusivo a los sacerdotes; incluso se hace sin necesidad ni justificación alguna (como es, por ejemplo, en algunos casos, la falta de sacerdotes), facilitando de esta manera una progresiva disminución de la importancia del sacerdocio ministerial. Incluso se insiste en que la Santa Misa (o más bien lo que se introduce en su lugar) puede ser celebrada por laicos (Hans Kung) [24].
Es de esperar que las frecuentes declaraciones del actual Papa Juan Pablo II, en defensa del sacerdocio católico, frene estas nefastas tendencias protestantizantes.
Otra tendencia protestantizante, dentro de la Iglesia católica respecto al sacerdocio ministerial, se manifiesta en la insistencia en favor de la admisión de mujeres en las ordenaciones diaconales y sacerdotales [25]. Se dice que la mitad del clero en Francia está ya conquistada a favor de ellas por esta propaganda protestantizante [26]. Peor todavía, incluso se dice que ésa es la posición de la Santa Sede [27].
No menos grande amenaza para el sacerdocio ministerial viene de parte de la idea protestante, hoy día aceptada por muchos católicos, respecto a la elección de los candidatos al sacerdocio por la comunidad. De esta manera se rompe con el principio básico del sacerdocio católico, según el cual uno se hace sacerdote sólo por recibir la vocación directa de parte de Cristo. La elección por la comunidad es una de las manifestaciones del proceso de la “democratización” de la Iglesia. Este principio protestante, ya desde hace años, opera en la Iglesia Católica respecto a las elecciones de los candidatos para diáconos y, cada vez, se insiste más en la introducción de elecciones de los candidatos al sacerdocio y para el episcopado. De esta manera se adapta, poco a poco, la posición protestante: es la comunidad de los fieles la que elige al candidato y la que le otorga el poder sacerdotal de los distintos grados, diaconal, presbiteral y episcopal; el sacerdocio mismo es reducido a las funciones delegadas por la comunidad. La posición católica tradicional, según la cual uno recibe su vocación sacerdotal de Dios y el poder sacerdotal de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, es decir, por la participación en el único sacerdocio, el de Cristo, está siendo reemplazada por la posición protestante, según la cual uno es elegido al sacerdocio por la comunidad y de ella recibe el poder espiritual. Claro está que esta posición protestante es sólo una parte del concepto protestante de la Iglesia como “Iglesia del pueblo”, es decir, una Iglesia horizontal, concepto ya profundamente introducido dentro de la Iglesia Católica. Este concepto protestante quiere reemplazar al tradicional católico de la Iglesia jerárquica y vertical, con ocasión de la reciente Tercera Conferencia Episcopal Latinoamericana en Puebla (México) se insistía [28] en la adaptación de estos principios protestantes.
La polémica entre los pensadores católicos, desencadenada por los controvertidos libros de Hans Küng, demuestra hasta qué punto la posición protestante, respecto al concepto de la Iglesia, ha penetrado en el ambiente católico. Hans Küng es hoy día en la Iglesia mucho más que Lutero en su tiempo. Prácticamente es un pensador protestante dentro de la Iglesia Católica. Su libro “La Iglesia” (1967) quiere imponer a los católicos el concepto protestante de la Iglesia. Lo más sintomático es que sus posiciones claramente protestantes no son inmediatamente rechazadas por las autoridades eclesiásticas (me refiero a la Conferencia Episcopal Alemana y a la Congregación de la Doctrina de la Fe), sino sólo discutidas.
Volviendo al asunto del latín, hay que recordar que el Concilio Vaticano II mantiene el latín, pues en varios de sus documentos se refiere a la necesidad de conservar el latín en la vida de la Iglesia [29]. Sin embargo, es sabido que inmediatamente después del Concilio, contrariamente a sus indicaciones, se abandona el latín e incluso se lo combate y elimina en la liturgia y en los estudios en Seminarios y las Facultades de Teología. En esta actitud del desprecio del latín hay que ver una de las manifestaciones de la “protestantización” del catolicismo.
Mientras más se usa en la Iglesia los idiomas vulgares, más se necesita mantener el idioma latín como texto de referencia, especialmente respecto a la Biblia, a las definiciones dogmáticas, al Derecho canónico y a la liturgia.
Cuando se habla del latín, se entiende por él no solamente el idioma, sino también todo el pensamiento histórico cristiano expresado en este idioma [30]. Las traducciones nunca pueden reemplazar al original [31]. El completo abandono del latín significaría, al fin y al cabo, el abandono del pensamiento cristiano de dos mil años, es decir, de la tradición y a eso sólo pueden atreverse los bárbaros. Es muy significativo que los obispos negros de África demostraron mayor compresión de este problema que muchos prelados europeos y latinoamericanos, pues se oponían al abandono del latín, considerando que ellos mismos tienen el acceso al tesoro del pensamiento tradicional de la Iglesia sólo por el conocimiento del latín [32]. Raffalt sospecha que el abandono del latín tiene sus causas más profundas. Escribe al respecto: “No se combatía el latín porque ya no fuera práctico. Se combatía la vieja lengua porque se consideraba incómoda su tendencia a la claridad de ideas. Naturalmente, también en latín pueden decirse necedades, pero resulta más difícil encubrirlas. Quien toma en serio el latín puede ser patético, cínico, irónico, pero tendrá que esforzarse mucho para prestar a un pensamiento nebuloso palabras que no descubran al mismo tiempo que su latín es miserable. Para quien no ha llegado a entender la diferencia entre lo sustantivo y lo accidental antes de empezar a hablar, toda construcción latina acabará en un puro dislate. El temor a la lucidez de pensamiento, las dudas ante la capacidad de precisión de las palabras, ésos fueron los motivos, no confesados pero concretos, que llevaron al clero a refugiarse en las lenguas nacionales” [33].
Si se trata de la nueva liturgia de la Santa Misa basta recordar las declaraciones de muchos pastores protestantes que la consideran aceptable para el protestantismo [34], pues [es] reducida sólo al “memorial de la Última Cena”, es decir, “protestantizada”. Lo mismo, con espanto y profundo dolor constatan muchos de los católicos convertidos del protestantismo, como por ejemplo Julien Green [35]. También lo constatan los teólogos católicos [36] y tal interpretación protestante la dan conscientemente muchos sacerdotes y obispos católicos, a pesar de las muy claras y pertinentes afirmaciones del Concilio [37].
El catecismo holandés constituye otro ejemplo ilustrativo de la profunda protestantización de la fe católica, pues en él se adapta el Credo católico a las exigencias del protestantismo. Este catecismo, divulgado entre los católicos de todos los países, cambia el contenido de la fe. Con razón muchos se preguntan, con el cardenal Slipyi, si no se trata del cambio de la religión [38].
[Judaización del Cristianismo]
Dado el hecho de la actual protestantización del catolicismo, no hay nada de extraño que casi todo lo señalado como la judaización del protestantismo [39], se manifiesta ahora también en la Iglesia Católica. Dentro de estos fenómenos hay que destacar especialmente algunos.
En primer lugar la iconoclasia. Este fenómeno tiene su origen en las antiguas tradiciones judías que prohibían lo que hoy día llamamos “el arte sagrado”. Es fácil entender esta posición mosaica, pues se trataba de combatir el culto pagano de los dioses, representados por la imaginación humana en obras de pintura y escultura. Pero desde el momento que Dios se encarnó en Jesucristo, su representación en las imágenes ya no podría ser considerada, por los cristianos, como indebida, más aún cuando estas representaciones se extendieron a la Santísima Virgen y a los Santos. Los cristianos no veneran a las imágenes como tales, sino a lo que representa: a Dios, a la Santísima Virgen, a los Santos (a pesar de que la imagen sagrada también les merece respeto, ante todo si está bendecida). La iconoclasia aparece de vez en cuando en el mundo cristiano como una reacción de las tradiciones judaicas o mosaicas. Las hubo en los tiempos de Lutero y las hay siempre cuando el elemento judío se hace presente en la Iglesia. El protestantismo, como judaización del cristianismo, también conserva esta actitud de intolerancia del arte sagrado. A medida que la Iglesia se protestantiza, también en ella se manifiestan las tendencias de iconoclasia. En los últimos quince años los templos católicos sufrieron un ataque bárbaro de los iconoclastas, asemejándose a los fríos, desnudos y lúgubres templos protestantes [40].
En segundo lugar, en el plano de la fe, lo que más llama la atención es una evidente tendencia judaizante de eliminar el dogma de la Santísima Trinidad.
Es un hecho innegable que el dogma trinitario desapareció de casi todos los catecismos postconciliares; sencillamente no se lo menciona. Se puede sospechar que se está aplicando el conocido método, según el cual los dogmas sistemáticamente callados, tórnanse obsoletos, como lo recuerda Karl Barth [41]. Pero hay algo más: en muchas obras de piedad, en textos litúrgicos, en los tratados teológicos, etc., se constata una tendencia, un método, que algunos llaman “Jesuanismo” [42], con el cual se reemplaza la cristología. La palabra “Cristo” se relaciona con “Mesías” y con la Encarnación, mientras la palabra “Jesús” es solamente un nombre que puede llevar cualquier persona. “Cristo”, “Cristo Jesús” o “Jesucristo” se refiere al Mesías anunciado por los profetas, nacido de la Santísima Virgen, el Verbo encarnado. Abandonando este término se abandona a la cristología y se la reemplaza con el “jesuanismo”, con la biografía de Jesús de Nazaret. En casi todos los nuevos catecismos se aplica este método. Estos catecismos son solamente biografía de Jesús de Nazaret o de Jesús hijo del carpintero, etc. Es una clara y evidente posición arriana: negar la divinidad de Jesucristo, negar la Encarnación. Ya antes del arrianismo (el cual fue una herejía judaica), en la literatura talmúdica sólo se usa, en referencia a Jesucristo, el nombre Jesús, es decir, Jeshua. Esta tendencia pasó a algunas corrientes protestantes y actualmente se extiende a la Iglesia Católica. Es una parte de la estrategia de la lucha contra el dogma de la Santísima Trinidad.
Simultáneamente se abandona la tradicional manera de hablar sobre el Espíritu Santo, omitiendo sistemáticamente la palabra “Santo” y reemplazándola con expresiones como “Espíritu de Dios” o “Espíritu de Jesús”, etc. De esta manera el claro concepto del Espiritu Santo como persona, la tercera persona de la Santísima Trinidad, queda opaco, confuso, impreciso. De esta manera, desaparecen las dos personas de la Santísima Trinidad y la fe cristiana queda reducida a un monoteísmo precristiano, aceptable para los judíos y mahometanos. En todo eso hay que ver la judaización del catolicismo.
En tercer lugar, en la judaización del actual catolicismo hay que ver la marxistización de la teología, pues el marxismo es esencialmente judaico, no porque Marx y Engels fueran judíos, sino porque es un pensamiento formulado en relación con la cuestión judía y presentado como la solución de ella. Además, los básicos conceptos de las teologías marxistas vienen del judaísmo y prácticamente se presentan como un “nombrado” del pensamiento judío (rabínico) dentro de la Iglesia.
Ante todo se trata de la judaización por el marxismo del concepto cristiano del Reino de Dios, un reino esencialmente espiritual, que el marxismo seculariza y materializa, y en esta forma temporal, lo introduce la teología marxista, hoy día en boga en la Iglesia.
La fácil, rápida y entusiasta aceptación, por una parte del clero católico, del socialismo —sea de un socialismo nebuloso, indefinido y utópico, sea del socialismo un poco ya definido como marxista—, demuestra una evidente tendencia protestantizante (judaizante), vigente en la Iglesia.
[Laicización del Cristianismo]
La reducción del cristianismo sólo a lo temporal, social, económico y político, es la otra manifestación de la protestantización del catolicismo. Muchos católicos de hoy día —imitando a los protestantes— quieren transformar a la Iglesia en una institución de beneficencia y nada más, olvidándose de las palabras de Cristo que “no sólo de pan vive el hombre” [43].
El pecado —para muchos católicos— ya no es la ofensa de Dios, sino sólo una falta en las relaciones con el prójimo; es un “pecado social” y nada más. Todo se torna social, económico, material, colectivo, comunista.
De ahí sólo hay un paso a la completa secularización del catolicismo, es decir, a la completa protestantización.
La gracia, lo sobrenatural, ya no se mencionan, ni siquiera en lo documentos oficiales (ejemplo: Puebla). La vida sobrenatural —que es esencial en el cristianismo— ya desapareció de los nuevos catecismos, porque primeramente desapareció de muchas teologías que se reclaman todavía católicas.
En el clero progresista se nota incluso un nerviosismo, un apuro, en este esfuerzo de alcanzar y sobrepasar al protestantismo en este proceso de secularización, laicización, naturalización, como si sintieran vergüenza de volverse atrás tantos siglos para reconocer que Lutero, Calvino y otros protestantes del siglo XVI tenían razón. De ahí que casi todo lo que anteriormente hemos señalado respecto a la naturalización del cristianismo por el protestantismo [44] se constate hoy día también en muchos ambientes que se dicen católicos.
El actual proceso de cambio, vivido por la Iglesia —al extenderse a lo substancial (los dogmas), en vez de limitarse exclusivamente a lo accidental— es destructivo. Una de sus manifestaciones es la protestantización del catolicismo, lo que equivale a la autodestrucción de la Iglesia, y constituyó el fenómeno más característico del pontificado del Papa Paulo VI,. por él mismo constatado y deplorado.
¿Cuál es la principal causa de esta rápida protestantización de la Iglesia? No hay duda que el malentendido ecumenismo.
Hay, pues, hoy día en la Iglesia varias corrientes ecumenistas. Se las puede reducir a tres, dos incorrectas y una correcta. La primera de las incorrectas quiere llevar la Iglesia católica a la unión con
las otras Iglesias cristianas, ortodoxas y protestantes, lo más rápido posible y a cualquier precio. El motivo de este apuro es el miedo del enemigo común de todos los credos cristianos: el materialismo y el ateísmo. Pero, como se trata de la unión “a cualquier precio” y como el motivo principal (si no único) es el miedo, esta unión sólo puede resultar superficial, frágil e inestable, como lo son todas las alianzas oportunistas. La otra corriente ecumenista incorrecta es peor todavía, pues está basada en las razones de carácter no religioso, sino meramente temporales, y por las iniciativas exteriores a las Iglesias cristianas, pues vienen de gentes preocupadas por el porvenir de la humanidad. Considerando que la religión es un factor importante en la unión y convivencia fraternal de rodos los pueblos, desean que se llegue a una síntesis (sincretismo) de todas las religiones, pues necesitan una religión al servicio de un Estado, que sueñan construir en el futuro. No les importa la verdad (respecto a las religiones), no les importa Dios, sólo les importa el hombre, la humanidad, la utópica sociedad del futuro. Necesitan, para eso, una sola religión, universal, aceptable para todos, como indispensable vínculo espiritual entre los hombres. Es el sueño de los innumerables utopistas de todos los tiempos, pero, tal vez, de una manera más clara y precisa lo planteó Henri de Saint Simón. Su “nuevo cristianismo”, depurado de los dogmas y reducido al amor fraternal universal, se encuentra en la base de su soñada sociedad feliz del futuro de la época industria.
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No faltan hoy día en la Iglesia los simpatizantes de este tipo del “nuevo cristianismo” secularizado, al cual quieren llegar por el camino del ecumenismo, para unir primero a todos los credos cristianos y, después, este “nuevo cristianismo” monoteísta, espurgado ya de los dogmas (ya sin el dogma de la Santísima Trinidad) unirlo con otras religiones monoteístas, musulmana y judía, y así llegar a la tercera etapa: la unión de todas las religiones.
Pero estos son los planes de los enemigos del cristianismo, con el apoyo de los agnósticos y de los indiferentes. Ningún cristiano puede prestarse a estas maniobras satánicas. Para nosotros hay un sólo ecumenismo, el predicado por Cristo en la última Cena; el que es el imperativo de la fe y de su universalidad: la extensión del Cuerpo místico de Cristo a todos los hombres (por la conversión y el bautismo); el que es la unión en la fe y en la Eucaristía. Hay que combatir los falsos ecumenismos y hay que luchar por el triunfo del auténtico.
El proceso de la protestantización del catolicismo nos aleja del verdadero ecumenismo y fomenta la autodestrucción de la Iglesia.
Notas:
[1] [Nota del Centro Pieper: El P. Miguel Poradowski (Niedzwiady, Polonia, 4 septiembre 1913 - Wroclaw, Polonia, 16 junio 2003) fue un sacerdote de origen polaco, Doctor en Teología, en Derecho y en Sociología. En 1950 fue contratado por la Universidad Católica de Santiago, Chile, donde residió muchos años antes de volver a su patria natal donde murió. Nombrado por su Obispo Diocesano en Polonia “canónigo honorario”, fue autor de varios libros y una multitud de artículos publicados en revistas especializadas –entre ellas “Verbo” de España– que pusieron de manifiesto su preocupación por la “protestantización”, “liberalización” y, en el fondo, apostasía en el seno de la Santa Iglesia Católica. Sus libros y sus artículos se distinguen por un estilo claro y su firme adhesión a la doctrina eclesiástica, oponiéndose decididamente a las corrientes del “progresismo” detrás del cual ve claramente la amenaza “por dentro” para la Iglesia].
[2] [Nota del Centro Pieper: estos artículos fueron publicados en la revista Verbo de España entre los años 1978-1979 y se pueden consultar en línea en los siguientes enlaces: 1) El protestantismo como reforma http://www.fundacionspeiro.org/verbo/1978/V-161-162-P-89-110.pdf; 2) El protestantismo como vuelta al paganismo http://www.fundacionspeiro.org/verbo/1978/V-163-164-P-375-385.pdf; 3) El protestantismo como reacción de la civilización germánica contra la civilización latina http://www.fundacionspeiro.org/verbo/1978/V-167-P-831-852.pdf; 4) El protestantismo como judaización del cristianismo http://www.fundacionspeiro.org/verbo/1978/V-168-P-1119-1144.pdf; 5) El protestantismo como naturalización del cristianismo http://www.fundacionspeiro.org/verbo/1978/V-169-170-P-1393-1399.pdf; 6) El protestantismo actual http://www.fundacionspeiro.org/verbo/1979/V-175-176-P-673-683.pdf].
[3] [Nota del Centro Pieper: Los resaltados en “negritas” y todos los subtítulos de este artículo son nuestros].
[4] [Nota del Centro Pieper: Un claro ejemplo –entre muchos otros que podrían citarse– de esta simpatía por el protestantismo en las más altas esferas de la Jerarquía Eclesiástica de nuestros días, lo podemos apreciar nítidamente en el caso del Cardenal Alemán Walter Kasper. En un libro suyo publicado recientemente afirma que el heresiarca Martín Lutero forma parte de la “gran tradición” de la Iglesia Católica (cf. http://infocatolica.com/?t=noticia&cod=23323)].
[5] [Nota del Centro Pieper: Sobre este punto también ha insistido el destacado sacerdote jesuita uruguayo R. P. Lic. Horacio Bojorge SJ –experto en Sagradas Escrituras– en su estudio titulado “Proceso de Protestantización del Catolicismo”].
[6] [Nota del Centro Pieper: Claro ejemplo de este tipo de abuso se puede advertir en las recientes declaraciones del Cardenal Reinhard Marx, Presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, quien cree que los católicos tienen mucho que aprender del heresiarca Martín Lutero y que para la Iglesia Católica la celebración de los 500 años de la Reforma Protestante en 2017 será algo importante (cf. http://agencias.abc.es/agencias/noticia.asp?noticia=1756962)].
[7] Verbo, núm. 161-162.
[8] Verbo, núm. 163-164.
[9] Verbo, núm. 167.
[10] Verbo, núm. 168.
[11] Verbo, núm. 169-170.
[12] Hay opiniones —a veces, desgraciadamente justificadas— que el mismo Concilio Vaticano II tenía un evidente carácter «protestantizante». Estas opiniones, indirectamente, las hemos tomado en cuenta en el artículo «Nova et Vetera», Verbo, núm. 171-172, distinguiendo, en esta ocasión, entre el Concilio-acontecimiento y el Concilio-documento. Es innegable que durante las sesiones del Concilio, dentro y fuera de ellas, se oían con frecuencia las opiniones claramente modernistas y protestantes. Pero si se trata del Concilio-documento, es decir, de los decretos conciliares, por mucho que se les pueda reprochar desde el punto de vista de la Tradición (de la enseñanza permanente del Magisterio eclesiástico), ellos mismos implícitamente subrayan, en varias ocasiones, el principio Nova et Vetera y, entonces, según ellos mismos, la única manera legítima de leerlos y de interpretarlos es a la luz de la Tradición, lo que, de antemano, excluye todo lo que pudiera «oler» al protestantismo. Otra cosa es que —como lo hemos subrayado, analizado en detalles y comprobado, en el mismo artículo «Nova et Vetera»— muy a menudo las reformas postconciliares, por la infidelidad a los decretos conciliares, cayeron en posiciones protestantes, en especial tratándose de las reformas litúrgicas. Para combatir estos abusos, basta exigir el respeto de los decretos conciliares.
[13] Constitución Gaudium et spes, pág. 7. Incluso se habla de un «nuevo humanismo», sin hacer, sin embargo, ninguna alusión directa al humanismo que precedió al protestantismo.
[14] [Nota del Centro Pieper: Al respecto conviene recordar que en el ámbito del programa “Atrio de los Gentiles” organizado por el Foro Ecuménico Social en San Marcos Sierra, Córdoba, Argentina, en Noviembre del 2014, el Cardenal Gianfranco Ravasi –actual Presidente del Pontificio Consejo para la Cultura– participó de una liturgia pagana donde junto con los miembros de los autodenominados “pueblos originarios” y la religiosa Theresa Varela, rindieron culto idolátrico a la “Pachamama” (cf. http://infocatolica.com/blog/notelacuenten.php/1507130711-la-pachamama-y-el-cardenal-gi)].
[15] Respecto del Brasil, este «tribalismo» es denunciado en el libro de Plinio Corrêa de Oliveira, Tribalismo indígena, ideal comuno-missionário para o Brasil no século XXI, Sao Paulo, 1977.
[16] Véase en el preconciliar Código de Derecho Canónico, Libro V, tercera parte, título XI.
[17] Verbo, núm. 167.
[18] Verbo, núm. 167.
[19] Verbo, núm. 167.
[20] Sólo tomando estos aspectos en cuenta se puede comprender la posición del Cardenal Slipyi, cuando salió en defensa del derecho del clero greco-uníata de casarse, en el Sínodo de Obispos en Roma, que trataba el asunto del celibato.
[21] Cuando el Concilio no había todavía terminado, me tocó asistir a un retiro espiritual para sacerdotes, predicada por un obispo, quien consideró conveniente hablarnos del «acto perfecto de la unión matrimonial». Terminado este retiro, los asistentes comentaban: «nos están preparando para la supresión del celibato».
[22] Así lo sugiere Raffalt hablando de los entre telones del Sínodo de Obispos en Roma de 1971. Reinhard Raffalt, Wohin steuert der Vatican?, 1973, en la trad. esp. de 1974, pág. 249.
[23] Lo hace también un teólogo tan serio como lo es Karl Adam en su libro Vers l'unité chrétienne, París, 1949.
[24] [Nota del Centro Pieper: Esta opinión del Prof. Küng, vertida en su libro “La Iglesia” (1967), y según la cual la Santa Misa puede ser válidamente celebrada, al menos en caso de necesidad, por bautizados carentes del orden sacerdotal, contradice la doctrina de los Concilios Lateranense IV y Vaticano II. El Prof. Küng ha declarado también, en su “Carta Abierta a los Obispos de todo el mundo” de abril del 2010, contra la ley del celibato: “un sacerdote que tras madura reflexión piense en casarse no tiene que renunciar automáticamente a su estado si el obispo y la comunidad le apoyan. Algunas conferencias episcopales podrían proceder con una solución regional, aunque sería mejor aspirar a una solución para la Iglesia en su conjunto”. Lamentablemente en 2013 llega a plantearse el suicidio asistido].
[25] [Nota del Centro Pieper: Este tipo de tendencia se ha profundizado en los últimos años y se puede corroborar en el caso del sacerdote jesuita alemán Eberhard von Gemminger, director de los programas en alemán de “Radio Vaticano”, quien en el año 2007 soñaba ya no con la admisión de mujeres a la ordenación diaconal o sacerdotal sino directamente con la creación de “cardenales mujeres” (cf. https://www.aciprensa.com/noticias/jesuita-aleman-en-radio-vaticano-suena-con-cardenales-mujeres/), sueño que ha vuelto a irrumpir en la Iglesia Católica con fuerza en el año 2013 a través del sacerdote jesuita estadounidense James Keenan quien en su perfil de FaceBook reclama nuevamente el nombramiento de mujeres en el colegio cardenalicio. Esta tesis fue repicada por el periodista Juan Arias en su columna del diario “El País” de España, y por la historiadora Lucetta Scaraffia, editorialista del periódico romano “Il Mesaggero” y del periódico vaticano “L`Osservatore Romano” (cf. http://vaticaninsider.lastampa.it/es/vaticano/dettagliospain/articolo/donne-wonem-mujeres-arias-chiesa-church-iglesia-28132/)].
[26] Véase: R. L. Bruekherger, Toute l'Eglise en clameurs, París, 1977, pág. 80.
[27] Así lo sostiene el arzobispo anglicano de Canterbury, Coggan, en el discurso televisado con ocasión del reciente Sínodo de la Iglesia anglicana (1979). Felizmente el Papa Juan Pablo II, con ocasión de su reciente visita pastoral a los Estados Unidos, en uno de sus discursos, ha aclarado enfáticamente al respecto la posición oficial de la Iglesia, categóricamente rechazando la posibilidad de la ordenación de las mujeres.
[28] En muchísimas publicaciones, en su mayoría marxistas, editadas como «Aportes a Puebla».
[29] Varias, veces se refiere el Concilio a la conservación del latín en la liturgia, en la constitución «Sacrosanctum Concilium», párrafos: 36, 54, 91, 101. También en el decreto sobre la formación sacerdotal, «Optatam totius», pág. 13.
[30] Lo mismo ocurre con todos los idiomas. Quien aprende castellano, francés, inglés, alemán, etc., al mismo tiempo se enriquece su cultura personal con el acervo cultural expresado en estos idiomas.
[31] Quien no conoce el castellano nunca podrá apreciar debidamente el valor artístico del Don Quijote; quien no conoce el inglés nunca podrá penetrar en la profundidad del pensamiento de Shakespeare, etc.
[32] Reinhard Raffalt: Op. cit., pág. 49.
[33] Ibíd., pág. 85.
[34] El hermano Schutz de Taizé ha declarado: «La révision liturgique protestante doit maintenant tenir compte de la structure de la messe romaine, dépuis que les nouvelles prieres eucharistiques II et IV présentent une structure qui correspond a la messe luthérienne» (Itinéraires, Décembre l977).
[35] El conocido escritor francés, quien a la edad de 20 años se convirtió al catolicismo, muy a menudo en sus memorias se queja que el protestantismo, del cual huyó, hoy día lo encuentra en la Iglesia Católica. El día 5 de abril de 1972 anota: «Je garde la fois, toute la fois catholique, mais l'Eglise telle que je l'ai connue semble sur le point de se disloquer. Je prévois des changements brutaux. Il nous sera demandé d'espérer contre toute espérance et de croir sans fléchir contre l'apostasie du plus grand nombre». El 6 de abril anota: «Il n'est pas question que je m'eloigne de l'Eglise qui reste l'Eglise, mais les voies qu'elle suit a présent donnent a réfléchir. On veut dissocier l'Evangile de l'Eglise. Si l'Evangile suffit, á quois bon l'Eglise? Ainsi raissonnent ceux qui veulent la détruire. Ils n'y parviendront pas, mais le danger est que l'ennemine frappe pas l'Eglise du dehors, mais bien de l'intérieur. Il y a dans l'Eglise une autre l'Eglise qui est l'Eglise de Satan». Citado por Bruckberger, op. cit., pág. 252. En otra parte de sus memorias, a la fecha de 31 de marzo de 1974, anota: «Une conversation avec le Pére Dodin je lui ai parlé de la messe conciliaire: A la T.V. parfois elle prend de plus en plus nettement un caractére protestant. Je suis bien placé pou fialrer la chose, le tour de passe-passe qui s'opère pour faire glisser la messe romaine sur le plan luthérien de maniere que la fidèle peu averti ne s'apercoive pas de la subtilité. Mais vous savez que la caque sent toujours le hareng, et quand je vois à la T.V. une église ou se dit ce genre de messe, le hareng reconnait la caque. On ne trompe pas sur ce point un homme venu comme moi d'une enfance anglicane». Julien Green, La bouteille a la mer, Journal 1972-1976, Plon, 1976, página 225. En la carta al Padre Bruckberger J. Green escribe: «On nous mène doucement (parfois pas très doucemente) à Augsbourg, à Westminter, a Genéve, et c'est Rome qui paie le voyage». Bruckberger, op. cit., pág. 266.
[36] Louis Bouyer en la nueva liturgia de la Santa Misa y, ante todo, en la manera de celebrarla ve la imitación de las costumbres protestantes: «Les catholiques contemporains n'ont plus le droit que d'avoir la religión de leur curé, avec toutes ses idiosyncrasies, ses limitations, ses tics et ses futilités. La princesse palatine décrivait à Louis XIV le protestantisme allemand dans cette formule: “Chez nous, chacun se fait sa petite religion à soi”. Chaque prêtre, ou peu s'en faut, en est là, aujourd'hui, et les fidèles n'ont plus qu'à dire “amen”, bienheureux encore quand la religión du curé ou du vicaire ne change pas chaque dimanche, au gré de ses lectures, des bêtises qu'il a vu faire à d'autres, ou de sa pure fantasie. La situation présente, dans le culte catholique, n'a pourtant pas fait que rejoidre la situation du protestantisme le moins traditionel et le plus indiscipliné». La décomposition du catholicisme, París, 1968; pág. 48-49.
Georg May, el autor alemán, escribe: «Les catholiques qui sont à la frois croyants, pieux et intelligents se sont souvent plaints au cours des dernières années d'assister à une protestantisation massive dans l'Eglise, consécutive à l'action du progressisme officiel et privé. Par cemot, ils voulaient dire que dans d'innombrables lieux, des doctrines et des institutions catholiques étaient minimesées, passées sous silence ou abandonnées, et que dans la même temps, des opinions ou des pratiques protestantes étaient adoptées. Il n'y a pas le moindre doute que cette observation est exacte. L'Eglise postconciliare se glisse de plus en plus dans des conceptions et des modes de comportement protestans» (pág. 5). «...un gigantesque processus de protestantisation a été introduit dans l'Eglise catholique depuis le deuxième Concile du Vatican» (pág. 18). «La protestantisation du culte catholique qui est operée depuis des années dans l'Eglise doit être considérée comme une entreprise funeste dont les conséquences sont incalculables. Elle se fait avant tout au nom de l'oecuménisme catholique. Le processus est complexe. Il faut mentionner en premier tieu la traduction des textes bibliques à l'usage du culte. La nouvelle traduction est dans une large mesure, —qu'on l'ait voulu ou non— au service de la destruction du contenu de la foi catholique et de la propagation des conceptions protestantes. En d'innombrables endroits, elle suit la doctrine protestante. De cette manière, le culte catholique devient carrément un apprentissage au protestantisme. Il faut rappeler en deuxième lieu le répertoire des chants. Les cantiques protestants sont repris tels quels, les cantiques catholiques sont abandonnés, ou bien leur contenu dogmatique est affaibli et remodelé sur les conceptions protestantes. Le nouveau “Gotieslob” (Louange de Dieu), ce malheureux livre de chants, est un modèle du genre. Il représente un grand danger pour la foi catholique.
Georg May, el autor alemán, escribe: «Les catholiques qui sont à la frois croyants, pieux et intelligents se sont souvent plaints au cours des dernières années d'assister à une protestantisation massive dans l'Eglise, consécutive à l'action du progressisme officiel et privé. Par cemot, ils voulaient dire que dans d'innombrables lieux, des doctrines et des institutions catholiques étaient minimesées, passées sous silence ou abandonnées, et que dans la même temps, des opinions ou des pratiques protestantes étaient adoptées. Il n'y a pas le moindre doute que cette observation est exacte. L'Eglise postconciliare se glisse de plus en plus dans des conceptions et des modes de comportement protestans» (pág. 5). «...un gigantesque processus de protestantisation a été introduit dans l'Eglise catholique depuis le deuxième Concile du Vatican» (pág. 18). «La protestantisation du culte catholique qui est operée depuis des années dans l'Eglise doit être considérée comme une entreprise funeste dont les conséquences sont incalculables. Elle se fait avant tout au nom de l'oecuménisme catholique. Le processus est complexe. Il faut mentionner en premier tieu la traduction des textes bibliques à l'usage du culte. La nouvelle traduction est dans une large mesure, —qu'on l'ait voulu ou non— au service de la destruction du contenu de la foi catholique et de la propagation des conceptions protestantes. En d'innombrables endroits, elle suit la doctrine protestante. De cette manière, le culte catholique devient carrément un apprentissage au protestantisme. Il faut rappeler en deuxième lieu le répertoire des chants. Les cantiques protestants sont repris tels quels, les cantiques catholiques sont abandonnés, ou bien leur contenu dogmatique est affaibli et remodelé sur les conceptions protestantes. Le nouveau “Gotieslob” (Louange de Dieu), ce malheureux livre de chants, est un modèle du genre. Il représente un grand danger pour la foi catholique.
En troisième lieu, il faut rappeler les changements étendus et profonds de la liturgie, du culte officiel de l'Eglise. La prétendue réforme liturgique a été entreprise pour une grande part sous les auspices du protestantisme. Cela peut se voir à de nombreux points particuliers, et des auteurs protestants l'ont également constaté. Le culte catholique est devenu pauvre, voire misérable, comme on pouvait s'y attendre des lors que l'on décidait de suivre l'exemple protestant. La Sainte Messe, sommet de la liturgie de l'Eglise, a été rapprochée dans une mesure considérable des conceptions protestantes. Le recul du caractère sacrificiel et l'attenuation de la valeur propitiatoire de la messe en tant que sacrifice pour les vivants et les morts, les presents et les absents, le nivellement de la position du prêtre et la reduction de l'adoration des espèces consacrées ne sont que des exemples du processus impressionnant de protestantisation inoule de ce qu'il y a de plus sacré dans l'Eglise. L'emploi presque partout exclusif de la langue du pays á la messe est repris du protestantisme. Pareillement imité du protestantisme, le verbaige insupportable dans le culte divin.
Dans le comportement des fideles également, des changements lourds de conséquences ont eu lieu sous l'influence protestante. Nos assemblées à genouxs ont devenues en grande partie des assemblées assises. La suppression de l'agenouillement à la messe et de la génouflexion en général est une adaptación aux comportements protestants dans la salle de rassemblement de la communauté. L'usage de recevoir la Saint Communion debout est emprutéau protestantisme. La communion dans la main est, —sujourd'hui—, d'origine protestante. La démolition du commandement du jeune eucharistique copie la «discipline» de la Cène protestante.
L'influence du protestantisme (surtout réformé) est particulierement nette dans le comportemente vis-à-vis du Sacrament de l'Autel qui est entré en usage dans l'Eglise postconciliare. Cela a toujours été une force de l'Eglise catholique que de faire passer l'humain et le sujectif après l'institutionnel et l'objetif. Le prêtre était considéré avant tout comme détenteur d'une fonction, et seulement ensuite comme un individu aux qualités particulières. La messe était avant tout et par dessus tout un culte divin, et seulement en second lieu une édification des didèles. Le prêtre à l'autel n'avait pour sinsi dire pas de visage, car il était —en tant que premier oblateur du Sacrifice dans la communauté rassemblée— centré, avec les fidèles, sur la croix, sur le tabernacle, sun Dieu. Aujourd'hui, le point de vue est déplacé. Ce qu'il y a de plus visible dans ce changement de point de vue, c'est la célébration de la messe, pratiquée de telle manière que le prêtre est fourné vers l'assemblée. Là où il y avait auparavant le tabernacle avec le Saint Sacrement, la se tient aujourd'hui l'ecclésiastique célébrant.
L'extension de la distribution de la communion sous les deux espèces est —aujourd'hui— imitée du protestantisme. Ici comme partout où les idéologues sont à l'oeuvre, on a procédé sans la moindre intuition pastoral et sans aucune considération pour les préjudices qui en découlent.
La procession de la Fête Dieu a été suprimée ou restriente dans le nombreux endroits par amour du protestantisme ou parce qu'on y a adopté les conceptions protestantes de l'Eucharistie, La dévotion au Saint Sacrament a reculé partout de manière sensible. La supression du culte eucharistique correspond à la doctrine protestante de l'Eucharistie et satisfait une revendication protestante». L'oecuménisme, levier de la protestantisation de l'Eglise, Ceder, Paris, s.f., págs. 55-59.
[37] La Constitución Sacrosanctum Concilium, capítulo II, párrafos 47, 49, 55.
[38] Citado por Bruckberger, op. cit., pág. 262. Sin embargo, las declaraciones del cardenal Slipyi no son formuladas en relación con el Catecismo holandés.
[39] Cf. supra, nota 10.
[40] Pero no en todas las actuales manifestaciones de la iconoclasia hay que ver la protestantización del catolicismo, pues los motivos que tienen algunos clérigos cuando «depuran» los templos de las imágenes sagradas pueden ser también de otra índole. Entre estos motivos tres son los más frecuentes, a saber: 1º. la justificada preocupación por el estado estético del templo (pues, en muchos casos, en algunos templos, con el correr del tiempo, se acumularon las imágenes y las estatuas que, en realidad, tienen muy poco que ver con el arte sagrado o no corresponden al sentido estético de la época actual), pero, en este caso, sólo se reemplaza unas imágenes por otras; 2º. el bajísimo nivel cultural de algunos curas incapaces de distinguir un mamarracho de las obras de arte; 3º. el saqueo. Desgraciadamente, este último es bastante frecuente. Bajo el pretexto de eliminar a las obras sin valor artístico, se saquea los templos, robando las más preciosas y costosas piezas. Claro está que esto ya no es la «protestantización», sino un vulgar robo.
[41] Véase Hans Urs von Balthasar: Herencia y tarea (en la obra colectiva: Hans Küng, itinerario y obra, trad. castellana, Madrid, 1978, página 74); el autor no comparte esta opinión de Karl Barth.
[42] Lo señala G. May, op. cit., pág. 34.
[43] [Nota del Centro Pieper: Cf. Mt 4, 4. El cardenal Joseph Ratzinger, comentando este texto del Evangelio afirma que “si no encuentra respuesta el hambre de verdad, si no se curan las enfermedades del alma herida por la mentira, o en otras palabras, cuando Dios y la verdad se hallan ausentes, no puede salvarse el hombre. Aquí descubrimos la esencia de la mentira diabólica: en la visión que el diablo tiene del mundo, Dios aparece como algo superfluo, como algo que no es necesario para la salvación del hombre. Dios es un lujo para ricos. Según él, la única cosa decisiva es el pan, la materia. El centro del hombre sería el estómago.
La mentira del diablo es, pues, una mentira peligrosa, porque recoge y absolutiza una parte de la verdad. El hombre vive también de pan, pero no de solo pan. La respuesta del Señor aclara lo que el diablo sugiere, es decir, que basta sólo el pan. El hambre del mundo es verdaderamente un mal terrible, pero suprimiendo únicamente este mal no se alcanzan las raíces de la enfermedad del hombre. En su tiempo, Jesús multiplica los panes, pero los multiplica por medio de la caridad, que distribuye a través de su palabra, palabra en virtud de la cual el hombre se abre a la verdad, y de este modo se salva realmente. En otros términos: sólo Dios basta; si alguien otorga al hombre todos los bienes del mundo, pero le esconde a Dios, no le salva; no sería esto salvación, sino fraude y mentira. Repitámoslo una vez más: la mentira del diablo es peligrosa, porque se parece increíblemente a la verdad; absolutiza el aspecto más llamativo de la verdad” (Joseph Ratzinger, El Camino Pascual. Ejercicios Espirituales dados en el Vaticano en presencia de S. S. Juan Pablo II, BAC Popular, Madrid 1990, págs. 20-21)].
La mentira del diablo es, pues, una mentira peligrosa, porque recoge y absolutiza una parte de la verdad. El hombre vive también de pan, pero no de solo pan. La respuesta del Señor aclara lo que el diablo sugiere, es decir, que basta sólo el pan. El hambre del mundo es verdaderamente un mal terrible, pero suprimiendo únicamente este mal no se alcanzan las raíces de la enfermedad del hombre. En su tiempo, Jesús multiplica los panes, pero los multiplica por medio de la caridad, que distribuye a través de su palabra, palabra en virtud de la cual el hombre se abre a la verdad, y de este modo se salva realmente. En otros términos: sólo Dios basta; si alguien otorga al hombre todos los bienes del mundo, pero le esconde a Dios, no le salva; no sería esto salvación, sino fraude y mentira. Repitámoslo una vez más: la mentira del diablo es peligrosa, porque se parece increíblemente a la verdad; absolutiza el aspecto más llamativo de la verdad” (Joseph Ratzinger, El Camino Pascual. Ejercicios Espirituales dados en el Vaticano en presencia de S. S. Juan Pablo II, BAC Popular, Madrid 1990, págs. 20-21)].
[44] Véase Verbo, núm. 169-170.
Fuente: Revista Verbo, Nº 181-182 (1980), págs. 43-61.
http://www.fundacionspeiro.org/verbo/1980/V-181-182-P-43-61.pdf
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Texto en Formato PDF:
http://gloria.tv/media/7TXbSqPs3Ai
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