miércoles, 11 de agosto de 2021

Tradición e Hispanidad - Elena Calderón de Cuervo

Tradición e Hispanidad
Elena Calderón de Cuervo


Extracto de la entrevista de Felix Della Costa a la Dra. Elena Calderón de Cuervo, destacada Profesora Universitaria Argentina y Madre de trece hijos.


Felix Della Costa: -Elena, ¿qué es para vos la tradición?

Elena Calderón de Cuervo: «¡Qué pregunta! Yo no entiendo por Tradición otra cosa que la que me enseñaron en el Catecismo, es decir, el acto y efecto de transmitir a otros lo que hemos recibido de la “autoridad”. Pero acá hay dos cosas que aclarar: una que el traditum, es decir, eso que transmitimos, viene de Dios (qui locutus est per profetas) y sirve, por lo tanto, para la salvación del alma: “porque sólo Tú tienes palabra de vida eterna”. Yo puedo enseñarles a mis hijas a hacer la carbonada criolla como me enseñó mi mamá, o a bailar el chachachá que no me acuerdo quién me habrá enseñado y, aunque en cierto sentido es un acto de tradición (transmito a unos lo que recibí de otros), no lo es en sentido propio, porque eso que enseño es creación del hombre y tiene, por tanto, fines limitados. En este paquete de tradiciones “impropias” entran la poesía, danzas, cantos, trajes, dichos, costumbres y cuanta cosa constituye el tesoro de nuestras nostálgicas “querencias” terrenales, que son obra de los hombres... y de la mujeres. No se ha conservado la melodía con la que el Rey David cantaba sus Salmos, ni los pasos y aires con que los bailaba (porque parece que los bailaba y muy bien, a juzgar por el entusiasmo de las espectadoras y la envidia de Saúl), porque ese aspecto, por muy hermoso que fuera, era obra de David; pero sí se ha conservado lo que dicen sus Salmos, porque allí el Rey cantor habló por inspiración del Espíritu Santo. Se ha inventado, recientemente, la palabra “folklore” para hablar de esta “manía” de la sensiblería popular (folk) o vulgar, de arrastrar viejas costumbres, debida a su falta de “capacidad para el cambio” con su consecuente negación al “progreso”. Y esto se ha hecho con la pésima intención de meter en la misma bolsa y sin distinción de origen y finalidad junto con los bailes y las canciones, los “mitos”, los ritos (o sea, la doctrina y los sacramentos) y, en fin, todo lo que la Iglesia Católica había impuesto en la vida de los pueblos, configurando en ellos, al mismo tiempo que un “programa de salvación”, una cultura acorde con éste que se llama “civilización cristiana”.

Lo segundo que hay que aclarar, es que, debido a que el traditum viene de Dios, es nuestro deber transmitirlo y sostenerlo. El “id y evangelizad...” es una orden, un mandato de Dios por medio del cual todos estamos obligados a ser transmisores de ese traditum y, más aún, a dar nuestra vida, si hiciera falta, en defensa de su integridad (porque a Dios no hace falta hacerle “adendas” ni ponerle parches) o en testimonio de su validez. Nuestra fidelidad a la Tradición es, en definitiva, una “cuestión de honor”, de la cual dependen y derivan todos los otros honores de los hombres. Acá es donde yo distingo fidelidad de obediencia. Se es fiel a algo o a alguien y se lo sigue hasta el final, porque uno hace propio diríamos que hasta con orgullo, aquello a lo que se adhiere: Tus decretos son mi herencia para siempre, porque constituyen la alegría de mi corazón (Ps. 118, 111-112). En cambio, muchas veces se obedece hasta con disgusto. El operario obedece, el vasallo es fiel. Por eso digo yo que nuestra adhesión a la Tradición es una cuestión de honor».


Felix Della Costa: -¿Qué es para vos hoy concretamente la Hispanidad?

Elena Calderón de Cuervo: «La Hispanidad es hoy y siempre la misma cosa. Es como hablar de la “Romanidad”. Yo diría que la Hispanidad es la última versión que los hombres dieron de un orden político acorde con la Tradición acotado a los tiempos modernos: fue la respuesta de la Inteligencia Católica frente a la ruptura del sistema religioso. Y si le cupo a España y ésta le dio el tinte de lo español, fue porque Dios así lo quiso y porque los reyes españoles respondieron “con honor”».
 
[…]


Felix Della Costa: -Y ya que hablábamos de tu padre, don Rubén Calderón Bouchet, a quien algunos llamamos el “patriarca” del tradicionalismo argentino, se da en él un hecho que no es tan común como parece, y que sucede solo con los personajes auténticamente grandes, y es que todo lo que uno lo admira en sus escritos, es poco cuando uno tiene la oportunidad de conocerlo. Conversar una tarde con don Rubén es una experiencia que difícilmente la olvidemos quienes tuvimos la suerte de vivirla. ¿En qué te considerás vos su continuadora?

Elena Calderón de Cuervo: «El molde del Tata no es fácil de reproducir, ni siquiera para nosotros sus hijos. Lo maravilloso de mi padre no es que nos haya “adoctrinado”, ni que él mismo posea, como posee, una solidez impresionante en sus ideas; sino el que, lentamente y casi sin que nos diéramos cuenta, haya depositado en nosotros sus provisiones de sabiduría hasta formar, en el fondo de nuestros corazones, esa torre de piedra de la que nacen las fidelidades, permanentemente, como el agua nace de una fuente».

[…]



Fuente: Revista Arbil, Anotaciones de Pensamiento y Crítica, Nº 74





2 comentarios:

  1. Al construir Cristo la Iglesia la edificó sobre sí mismo pero la Iglesia se olvidó de Dios y se preocupó de los hombres y se mundanizó, se olvidó que lo que había recibido no era de Ella sino que lo tenía a modo de administrador, al olvidarse de sus deberes de inculturar de Cristo toda las cosas la Iglesia fue preparando muchas de sus crisis, muchas de sus herejías y cismas son consecuencia nada más y nada menos que de la falta de santidad, por ello, a la Re-forma la siguió una Contrarreforma porque Lutero no hubiera podido hacer nada si esa Con-trarreforma se hubiera realizado antes, como muchos pedían.
    Es la tibieza del amor la que permite el Apocalipsis y el amor sólo está en la Iglesia y no en el Mundo, el amor como virtud sobrenatural pertenece a la Iglesia y a sus miembros, es la falta de santidad de la Iglesia la que generará el Apocalipsis no podrá los miembros de la Iglesia decir que Cristo no edificó bien su Iglesia o es que el Mundo era más fuerte que la Iglesia y que Cristo, no el problema mismo surgirá en los miembros terrenales de la Iglesia por el mismo motivo que es la misma Iglesia la que establece el sentido de la historia de la humanidad por el mismo motivo que es Ella y son sus santos los que van marcando los jalones importantes dentro de la historia humana que es historia de salvación.
    Es el Apocalipsis tan necesario como lo fue la crucifixión de Cristo, es evidente que la crucifixión estaba en las profecías y que se debía a la misma condición del hombre caído en pecado que debía dar muerte al Justo. Benedicto XVI rescata de Platón aquel texto que dice que la suerte del justo en este mundo sería ser crucificado o cuando dice del hombre: “eres tal que al justo lo atormentas y lo matas porque te quita la excusa”. En todo caso, la Iglesia no es Dios y los miembros terrenales de la Iglesia no son la Iglesia pero la Iglesia tiene como insti-tución humana y divina pero en cuanto humana que sus miembros terrenales pueden, poco a poco, apartarse voluntariamente de Dios, Dios ha dado el libre albedrío al hombre para hacer el bien pero el hombre lo ha usado para hacer el mal, Dios ha dado a los miembros terrenales de la Iglesia católica las gracias, las virtudes sobrenaturales y los dones del Espíritu Santo entre otros tantos bienes sobrenaturales y a Dios mismo pero no les ha quitado el libre albedrío.
    Los miembros de la Iglesia pueden hacer con la Iglesia lo que Dios manda o pueden hacer con Ella lo que Dios no manda.
    En cuanto hagan lo que Dios no manda, la Iglesia pierde o una gran parte de Ella pier-de la santidad en muchos de sus miembros, se producen herejías, crisis y cismas y se entibia el amor, entonces, se prepara el camino para el Apocalipsis pero antes de que las puertas del in-fierno triunfen sobre Ella y para que los elegidos no fueran engañados y se salven se acortan los tiempos de la segunda Venida a causa de los elegidos. Esa es la correcta interpretación de ciertos pasajes.

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