martes, 25 de mayo de 2021

Don Juan Manuel de Rosas y el 25 de Mayo de 1810 - Atilio García Mellid

Don Juan Manuel de Rosas y el 25 de Mayo de 1810
Atilio García Mellid


Extracto del libro «Proceso al liberalismo argentino» de Atilio García Mellid, donde señala que la mal llamada “Revolución” de Mayo no fue una rebelión contra España ni contra la autoridad de Fernando VII sino precisamente lo contrario. Y aunque la historiografía liberal intentó darle un sentido anti-hispano (y anti-católico), las evidencias históricas la desmienten. El Autor pone como ejemplo el discurso pronunciado en 1836 por don Juan Manuel de Rosas ante el cuerpo diplomático donde sintetizó, como ninguno, el espíritu de aquel Primer Gobierno Patrio iniciado el 25 de Mayo de 1810.


«La falsificación de la historia que entre nosotros consumaron los liberales tiene su punto de arranque en los acontecimientos de Mayo de 1810. […]

De España y del Catolicismo nos vienen las esencias que configuran nuestra personalidad nacional; también de esas fuentes espirituales y morales provienen los impulsos que nos llevaron insensiblemente a una emancipación política que no estaba en los planes iniciales de la revolución. A la mentira grande de que las ideas liberales habían forjado una conciencia independentista y antiespañola, oponemos los documentos y la constante ratificación de una fidelidad que no fue desmentida por aquellos primeros actos en que se manifestó nuestra vocación de autonomía. […]

La historia “oficial” comete este delito al presentar los sucesos de Mayo de 1810 como una explosión del espíritu liberal americano contra el absolutismo peninsular. […] Pues resulta evidente la fídelidad que el pueblo y los principales actores guardaron hacia los símbolos y las esencias que lo Católico y lo Hispánico habían incorporado a nuestra vida. Puede afirmarse que ni siquiera los elementos liberales produjeron un documento o un hecho público que indicara su posición insurreccional frente a aquellas sustancias fundadoras; su conspiración se fue haciendo en la sombra de las logias y a base de proclamas que disimulaban la íntima perversidad de sus doctrinas. Esto mismo no fue sino artimaña y malicia de pequeños grupos que se llamaban a sí mismos “ilustrados”. […]

Contra estas tendencias defraudadoras insurgió Rosas y las huestes populares que lo respaldaban. El 25 de Mayo de 1810 recuperó su prístino sentido: de eslabón en la gloriosa cadena de una historia que no se inicia entonces ni puede repudiar el acervo de grandeza que recibió, por vía de la conquista española, en las tres flechas de una religión, una cultura y una lengua inmortales. […]

La conmemoración del 25 de mayo realizada por Rosas en 1836, dio lugar a una ceremonia de muy tocante proporción. Se realizó en el Fuerte, en presencia del cuerpo diplomático, autoridades y sociedad porteña. En su discurso, dijo el Restaurador:

¡Qué grande, señores, y que plausible debe ser para todo argentino este día, consagrado por la Nación para festejar el primer acto de soberanía popular que ejerció este gran pueblo en mayo del célebre año mil ochocientos diez! ¡Y cuán glorioso es para los hijos de Buenos Aires haber sido los primeros en levantar la voz con un orden y una dignidad sin ejemplo! No para sublevarnos contra las autoridades legítimamente constituidas, sino para suplir la falta de las que, acéfala la Nación, había caducado de hecho y de derecho. No para revelarnos contra nuestro Soberano, sino para preservarle la posesión de su autoridad, de que había sido despojado por un acto de perfidia. No para romper los vínculos que nos ligan a los españoles, sino para fortalecernos más por el amor y la gratitud, poniéndonos en disposición de auxiliarnos con mejor éxito en sus desgracias. No para introducir la anarquía, sino para preservarnos de ella y no ser arrastrados al abismo de males, en que se hallaba sumida la España”.

Luego de señalar que estos fueron los grandes y plausibles objetos del memorable Cabildo Abierto, recordó la falta de comprensión que hubo por parte de la España liberal de los Borbones, restablecida en el más duro absolutismo. […]

Terminó “renovando aquellos nobles sentimientos de orden, lealtad y felicidad que hacen nuestra gloria, para ejercerlos con valor heroico e sostén y defensa de la Causa Nacional de la Federación, que ha proclamado la República” (La Gaceta Mercantil. N° 3893, p. 2 y 3. Buenos Aires, 27 de mayo de 1836).

Esta versión de los acontecimientos de 1810 y del difícil período que le sucedió hasta la declaración de la independencia de 1816, es a todas luces la correcta y ajustada a los hechos históricos». 



Fuente: Atilio García Mellid, Proceso al liberalismo argentino
Ediciones Theoría, Buenos Aires 1964, Segunda Edición, págs. 67-83.



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