jueves, 25 de agosto de 2022

Monseñor Jorge Luis Lona In Memoriam - Mario Caponnetto

Monseñor Jorge Luis Lona
In Memoriam
Mario Caponnetto


Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, velando no como forzados sino de buen grado, según Dios; ni por sórdido interés sino gustosamente; ni menos como quienes quieren ejercer dominio sobre la herencia de Dios, sino haciéndoos modelo de la grey. Entonces, cuando se manifieste el Príncipe de los pastores, recibiréis la corona inmarcesible de la gloria (I Pedro, 5, 2-4)
   
    
El pasado 19 de agosto, tras una larga y penosa enfermedad, murió en la ciudad de Mendoza en la que residía, Monseñor Jorge Luís Lona, Obispo Emérito de la Diócesis de San Luís. Con él se fue un auténtico pastor, un dignísimo sucesor de los Apóstoles, un acabado ejemplo de lo que ha de ser un obispo según el designio de Cristo que edificó su Iglesia sobre el cimiento inconmovible de Pedro y los Apóstoles. Y eso fue, ante todo y sobre todo, Monseñor Lona: un apóstol, el siervo bueno y fiel que bien pudo decir con San Pablo: “libré el buen combate, cumplí mi carrera, conservé la Fe” (II Timoteo, 4, 6). 

Ateo declarado en su juventud, la gracia del Señor lo tocó. Su vida fue una “aventura de la gracia”. Aventura que lo llevó de sus errores juveniles a abrazar la Fe verdadera, primero, luego el sacerdocio y, finalmente, como culminación de este camino de gracia, su ascensión al episcopado. 

Recordamos al respecto dos comentarios que nos hizo, en ocasiones distintas, acerca de su elevación al orden episcopal. El primero, expresión de ese gran sentido del humor tan característico en él, fue que su designación como obispo había que tomarla como “una humorada del Padre Eterno”. Es que su designación episcopal fue la mayor sorpresa de su vida: jamás la imaginó, menos la deseó; tal vez quiso exclamar como María que el Señor había puesto su mirada en la pequeñez de su siervo. Así de humilde, sin afectación alguna y con cristiana ironía, era Monseñor Lona. 

El otro comentario fue muy distinto en el tono y confesamos que nos conmovió sobremanera: “Cuando fui designado obispo, dijo, la primera imagen que acudió a mi mente fue la del martirio”. Sabía muy bien de lo que hablaba. El martirio de hoy, para quienes pretenden ser fieles a Cristo y la Iglesia, no es sólo el de la sangre (ese grado supremo del testimonio sólo está reservado a algunos) sino el martirio de la palabra que consiste en predicar la verdad “oportuna e inoportunamente” y el martirio de la vida, esto es, vivir y actuar conforme con lo que se predica. Monseñor Lona conoció estas formas de martirio. Su voz fue siempre clara a la hora de proclamar la verdad cuando casi todos callaban; y no temió en enfrentarse con cualquier poderoso, grande o pequeño, cada vez que le tocó defender la libertad y los derechos de la Iglesia conculcados o amenazados. 

Su labor como obispo se ciñó a lo que propia y esencialmente corresponde a la misión de un obispo: promovió una rigurosa y exigente formación doctrinal -abrevada en las fuentes de los Padres y Doctores de la Iglesia y de los grandes maestros de la Fe- tanto de sus fieles cuanto, especialmente, de los seminaristas y de los religiosos encomendados a su cuidado. Custodió la dignidad de la liturgia manteniendo la decisión que, contra la opinión generalizada, había tomado en su momento su antecesor Monseñor Laise acerca del modo de recibir la Santa Comunión en la boca prohibiendo expresamente la comunión en la mano, práctica desdichada que de excepcional acabó, casi, por ser obligatoria. Es que, entre otras cosas, una acendrada piedad eucarística fue nota distintiva de su rica espiritualidad. 

Pero, sin lugar a dudas, uno de los hechos más sobresalientes de su episcopado fue el particular cuidado de la catequesis atendiendo, frente a tanto desbarajuste catequético, a una sólida formación cristiana de los catequistas, de los niños y de las familias. Apenas se hizo cargo del gobierno de su Diócesis concibió la idea de redactar un catecismo que, sin mengua de las legítimas exigencias de nuestro tiempo, conservara intacto el depósito de la Fe. En este sentido pensaba que no había otro modo de responder a los desafíos actuales en esta delicada área de la pastoral que permanecer siempre fieles a las enseñanzas de la Iglesia que como “Madre y Maestra” nos señala el camino a recorrer. Convocó, en consecuencia, a un selecto grupo de catequistas de reconocida competencia e incuestionable ortodoxia, que redactó el “Catecismo de la Iglesia Católica para niños”, una obra excepcional en su género, fruto de un ardua tarea de años realizada bajo su atenta guía y vigilancia, asegurando así la unidad e integridad de la Fe en toda la jurisdicción de su Diócesis. Tal fue la importancia y la calidad de esta obra catequética que ella fue adoptada por varias diócesis de la Argentina y aún del exterior. De este modo, la Eucaristía, el estudio y la catequesis constituyeron los ejes centrales de su labor episcopal.

Pero la figura de Monseñor Lona tuvo también otras facetas que han de ser rescatadas. Como sacerdote ejerció un fecundo apostolado en la Diócesis de San Juan en la que estuvo a cargo de la vicaría de educación. Quienes tuvieron el privilegio de compartir con él esa tarea y los muchos que se beneficiaron de sus frutos, recuerdan con admiración y gratitud la obra educativa de Monseñor Lona. Fue un auténtico educador católico pues comprendió cabalmente cuál es la misión fundamental de la escuela católica: educar hombres virtuosos para que alcancen la vida eterna. 

La otra faceta que nos interesa destacar es la de su condición de laico tras su conversión. En efecto, desde su llegada a la Fe hasta su ingreso al seminario a la edad de cuarenta años, Monseñor Lona fue un laico comprometido con los destinos de la Patria a la que amó y sirvió de un modo entrañable. En este sentido estuvo siempre muy cerca de los distintos sectores identificados con el nacionalismo católico, interviniendo activamente en situaciones concretas en las que sus acciones, más allá de cualquier acierto o desacierto ocasionales, respondieron siempre a un profundo amor por la patria carnal. Fue, puede decirse con justicia, un patriota de la tierra y del cielo.

Al evocarlo en esta hora de su muerte no podemos sustraernos al recuerdo de su figura: una llaneza en el trato (exenta de toda demagogia), una sencillez genuina, una inteligencia vivaz, un temperamento apasionado, un gran sentido del humor y una campechanía muy argentina fueron los rasgos distintivos de su personalidad que atraía a quienes tuvimos la gracia de tratarlo y de compartir con él momentos inolvidables de genuina amistad.

No queremos cerrar esta nota sin referirnos a su enfermedad y a su muerte. Sabemos por testigos directos que lo acompañaron en el tramo final de su paso por este mundo que asumió los sufrimientos de su enfermedad con auténtico sentido cristiano ofreciendo sus dolores por la Iglesia en esta hora de oscuridad y de tantas dificultades. Hasta los últimos instantes sus pensamientos y sus oraciones se volvieron recurrentemente a la Iglesia, en particular a su querida Diócesis de San Luís en la que supo cosechar el amor y la admiración de sus sacerdotes, sus religiosos y de tantos fieles que recuerdan, no sin nostalgia, su fecundo paso por esa tierra puntana.

Fue su última voluntad que sus restos descansaran en la Iglesia Catedral de San Luís Rey donde reposan en la nave lateral derecha, en el altar de Santa Lucía cuya imagen, situada en el centro, está flanqueada a ambos lados por las de San Judas Tadeo y San Agustín. Lugar providencial y privilegiado sin duda de ese hermoso templo catedralicio y que resume, a la manera de una feliz alegoría, la trayectoria de Monseñor Lona: Lucía, que es luz, Judas Tadeo, apóstol de Cristo, de quien fue sucesor, y el gran Agustín de Hipona, modelo acabado de obispo. Y allí están y estarán hasta el día de la resurrección. Allí, en esa, su amada Catedral, hoy hay un sepulcro que guarda el cuerpo de un varón de Cristo. Pero no un sepulcro que irradia muerte sino vida y esperanza porque está plantado como una antorcha de la Fe en el devastador desierto espiritual de estos días oscuros.

Monseñor Lona, pastor admirado, amigo querido: te pedimos que junto a María, Regina Apostolorum, y al coro de los Apóstoles donde ya entonas la alabanza que no tiene fin, intercedas por nosotros, por la Patria deshecha y la Iglesia llagada.

Descansa en paz.





5 comentarios:

  1. Ahora que se acerca el momento en que Cristo vuelve pronto empezamos a vivir algunas situaciones similares a las de la Primera Venida.
    Antes el Pueblo de Dios esperaba un Mesías poderoso en lo militar y en lo económico ahora muchos esperan una primavera de la Iglesia o una Iglesia poderosa.
    Por supuesto que Bergoglio habla de una Iglesia pobre para los pobres pero junto con la jerarquía se junta con los poderosos de este Mundo y no para convertirlos ni nada por el estilo.
    Busca una Iglesia ecuménica global, busca un acuerdo ecuménico que no llega, hace acuerdos con los poderosos de este Mundo para conseguir un espacio “te daré mis reinos si me adoras” y se sienta sobre la Bestia del Mar.
    Mientras tanto los cismas católicos y las divisiones y líos se van mostrando en la nueva crisis de la Iglesia que todo indica que será la última.
    Mientras en Alemania se busca una Iglesia rica para los ricos un gran Misterio de Iniquidad cubre todo, nadie sabe cómo la Iglesia podrá seguir luego de haber realizado tantos cambios y tantos malabares con la doctrina, con la moral, con el culto, con todo.
    Ahora todos reformistas dice Bergoglio y Lutero ríe como si hubiera dicho “yo, argentino”.
    Y, sin embargo, esta Segunda Venida se parece mucho a la Primera Venida.

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  2. A los que escriben de la destrucción de la Iglesia y de la adulteración de la Iglesia y que la misma está llamada a ser en una parte importante por la apostasía general la Mala Mujer a la que el gobierno mundial ya se está comiendo sus carnes con el cisma alemán y el cisma chino (por acuerdo secreto del Vaticano) muchos religiosos le dicen lo mismo que Simón: lo llaman aparte y lo reprenden, no vaya a decir tales cosas.
    Estos sacerdotes y obispos cuando así actúan sólo sirven de escándalo y se callan y dicen cualquier cosa porque piensan que pueden salvar a la Iglesia.
    A la Iglesia sólo la salva Dios.
    Y parecen estos sacerdotes y obispos como los discípulos de San Juan Bautista que son como odres viejos (piel de animal cocida y pegada para contener bebida) que tienen mucho cariño por su Cristo de la Primera Venida pero cuando se les habla de la Segunda Venida se avinagran y se enojan porque han creído siempre en aquel Cristo y en su resurrección pero nunca en que volviera pronto salvo en sentido metafórico o alegórico referido a la muerte propia y cuando uno les habla o les escribe de esta Segunda Venida de Cristo se enojan a pesar de que saben que si no creen que Cristo vuelve pronto es porque no creen que resucitó y si no creen que resucitó no creen y punto.
    Han amado tanto a la Iglesia como aquellos discípulos amaron a San Juan Bautista y muchos de esos discípulos no fueron capaces de seguir a Cristo.

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  3. Han construido toda su vida alrededor de la Iglesia y hablo de los sacerdotes y obispos principalmente que frente a la Segunda Venida no quieren que se hable ni se diga porque aman tanto a la Iglesia que no quieren verla en la situación en que la ven y, entonces, se niegan a ver los signos y se cierran en los templos a orar cuando se les ha dicho que las naves y el atrio serán destruidos y sólo se salvará el tabernáculo.
    Aman tanto a la Iglesia que no quieren ver que una parte de ella se ha transformado en una Mala Mujer y que su jefe y su jerarquía ya no juntan sino desparraman.
    Creen que del mal Dios se verá obligado a sacar un bien y el único bien que sacará Dios de toda esta destrucción y adulteración de la Iglesia va a ser la segunda Venida que ellos no quieren porque no quieren que se hable de ella.
    Así fue según la tradición dicen pero las profecías de Cristo apuntan al futuro.
    Tienen frente a sí un Misterio de Iniquidad, no saben cómo la Iglesia podrá sobrevivir después de Bergoglio y su jerarquía tienen frente a sí una apostasía general pero se niegan a dar el último paso que les exige Cristo, dejar la Iglesia, dejar los templos para conservar la fe.
    Se escandalizan del Apocalipsis porque en su corazón está la Iglesia que es Creatura divinizada y no está Dios, aman a la Iglesia y a la salvación de su alma más que a Dios y por eso no se arriesgan y toman sus talentos y los esconden bajo tierra.
    Son odres viejos, la Segunda Venida no es para ellos, no pueden dar ese salto de fe de ver los signos y creer y obrar conforme a lo que Cristo enseña.
    ¿Y qué enseña? Huyan, al desierto, a la soledad donde será llevada la Buena Mujer, la Iglesia santa del Silencio. Ellos permanecerán en los templos aunque allí aparezca la abominación de la desolación aunque allí se siente el Otro haciéndose llamar Dios.
    Estos sacerdotes y obispos han dado todo por la Iglesia y Dios les pide dar todo por Cristo y no por cosas humanas aunque se trate de una Creatura divinizada.
    Amar a Dios sobre todas las cosas.
    Ahora les pide algo más, abandonar lo que más aman para seguirlo.
    Y, ahora, se le pide no mirar atrás, no esperar una nueva primavera de la Iglesia, no habrá más que un fracaso histórico y la destrucción de la Iglesia de la Publicidad y ellos han amado tanto que no pueden dar ese paso de seguir a Cristo y de internarse en la soledad y el desierto, en donde no hay donde reclinar la cabeza.
    Se han olvidado del vino nuevo y cuando sea vertido estos odres se romperán.
    No quieren ese vino nuevo, se han quedado con el Cristo de la resurrección, aquél de hace casi dos mil años y no quieren a Aquel que Vuelve pronto, al único que debían esperar.
    ¿Hallaré fe a mi regreso? ¿Fe en qué? En mi regreso.
    Cuidado con dormirse.

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  4. Leo, medito , rezo y no dejan de admirarme las disposiciones Divina...de volver al lugar de la catedra y ser desde la tumba, como refiere tan acertadamente Mario, ntro.maestro y amigo : luz y esperanza en las tinieblas de este hoy...Gracias Dr.Mario Caponetto y Centro Pieper, : por la publicacion

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  5. QEPD...MONSEÑOR LONA..QUE DIOS LO TENGA EN SU SANTA GLORIA..AMEN.AMEN. !!

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