miércoles, 24 de agosto de 2022

Noé, Daniel y Job: Lectio divina de Ez 14,12-23 en la Tradición de los Padres de la Iglesia - P. Pedro Edmundo Gómez OSB

Noé, Daniel y Job: Lectio divina de Ez 14,12-23
en la Tradición de los Padres de la Iglesia
P. Pedro Edmundo Gómez OSB


Tres clases de hombres que alcanzan la libertad en tres estados de vida


Texto de la Sagrada Escritura

Ezequiel 14, “12 La palabra del Señor me llegó en estos términos: 13 Hijo de hombre, si un país peca contra mí cometiendo alguna infidelidad, yo extenderá mi mano contra él y agotaré todas sus reservas de alimento: enviaré el hambre sobre él y extirparé por igual a hombres y animales. 14 Pero si se encuentran en ese país estos tres hombres: Noé, Daniel y Job, ellos salvarán su vida a causa de su justicia –oráculo del Señor–. 15 Si yo suelto las bestias feroces contra ese país para dejarlo despoblado, y él se convierte en un desierto intransitable, a causa de las fieras; 16 aunque se encuentren en ese país estos tres hombres, juro por mi vida –oráculo del Señor– que no podrán salvar ni a sus hijos ni a sus hijas: ellos solos se salvarán, mientras que el país quedará desierto. 17 O bien, si yo atraigo la espada contra ese país, diciendo: «Pase la espada por este país y extirpe de él a hombres y animales»; 18 aunque se encuentren en ese país estos tres hombres, juro por mi vida –oráculo del Señor– que no podrán salvar ni a sus hijos ni a sus hijas: ellos se salvarán. 19 O si envío la peste contra ese país y desahogo en forma sangrienta mi indignación contra ellos, extirpando por igual a hombres y animales; 20 aunque se encuentren en ese país Noé, Daniel y Job, juro por mi vida –oráculo del Señor– que no podrán salvar ni a sus hijos ni a sus hijas: ellos solos se salvarán a causa de su justicia. 21 Así habla el Señor: Aunque yo envié contra Jerusalén mis cuatro terribles castigos –la espada, el hambre, las bestias feroces y la peste– para extirpar de ella a hombres y animales, 22 ahí queda un resto de sobrevivientes que hacen salir a sus hijos y a sus hijas y vienen adonde están ustedes. Ustedes verán su mala conducta y sus obras, y se consolarán de la desgracia que atraje sobre Jerusalén, de todo lo que mandé contra ella. 23 Ellos los consolarán, porque ustedes verán su mala conducta y sus obras, y así sabrán que no sin motivo hice todo esto en la ciudad –oráculo del Señor–“.


I. Primer paso, el sentido alegórico: tres hombres, tres descendencias, tres clases

Orígenes (Siglo III), Homilías sobre Ezequiel IV, 4-8

“4. ‘Cortaré de ella al hombre y al ganado, y si estuvieran estos tres hombres en medio de ella…’ (Ez. 14, 13-14). ¿Cómo puede el número de estos tres habitar al mismo tiempo en una tierra pecadora? ¿Cómo pueden coexistir las vidas de personas que viven en tiempos tan diversos? En el presente, leemos que, en la tierra pecadora, habitaron al mismo tiempo: Noé que estuvo en el diluvio, Daniel que habitó entre los cautivos de Babilonia, y Job de quien se dice que vivió en tiempos de los patriarcas y de Moisés. Pues encontramos este tiempo en la vida de Job. ¿Qué podemos decir entonces? Debemos recordar, como se ha dicho a menudo, que, de la misma manera que un hombre engendra a un hombre, así Israel engendra a Israel; porque Israel, cuando era Jacob, engendró al pueblo de Israel. Y encontramos en las Escrituras el nombre de Israel usado tanto para un hombre como para todo el pueblo (…). Obviamente, para poder explicar el presente pasaje sobre Noé, Daniel y Job. En efecto, como Israel engendra a Israel, Jacob a Jacob, Rubén a Rubén, los demás a los demás, así Noé engendra a Noé. Y diré que, de los hijos de Noé, Set era de Noé, pero Cam no era de Noé, pues no tenía la semejanza de su padre. Y como los que son de Abraham no son todos hijos de Abraham, aunque son de su descendencia, no son de sus hijos, porque son pecadores; así, los que tienen la semejanza de los actos de Daniel son Daniel, los que imitan la paciencia de Job se convierten en Job. Así que no vengas a decir: bienaventurado Noé porque se hizo digno de ser el único elegido por el Señor en el diluvio, y cuando los demás perecían en el diluvio, ser con los suyos conservados sanos y salvos; sino que considera que tú también, si haces lo que hizo Noé, serás Noé. Escucha al Salvador: ‘Si fuerais hijos de Abrahán, haríais las obras de Abrahán’ (Jn. 8, 39). Así que ser hijo de Abraham es hacer las obras de Abraham; ser hijo de Noé es hacer la obra de Noé; ser hijo de Daniel es hacer lo que hizo Daniel. Seguir aquello por lo que Job llegó a ser glorioso (Job 40, 5), por ejemplo, haber perdido sus bienes y soportar con paciencia tanto las pérdidas de los bienes familiares como las muertes de sus hijos, y decir: ‘El Señor lo ha dado, el Señor lo ha quitado. ¡Sea bendito el nombre del Señor!’ (Job 1, 21); ser quemado con los males del cuerpo y golpeado con los variados dolores de sus males, y, sin embargo, en los mismos tormentos, glorificar a Dios, ser capaz de dar respuestas divinas, y, en medio de las torturas, pronunciar una palabra profética como la que pronunció Job, es ser imitador de Job. Y, además, de esta manera también, se pueden encontrar al mismo tiempo Noé, Daniel y Job.

5. (…) Daniel, que fue entregado ‘al jefe de los eunucos’ con Ananías, Azarías y Misael, era eunuco, y ahora se dice: ‘Noé, Daniel y Job no podrán salvar hijos ni hijas’, etc. Porque imaginemos - Noé tenía hijos - ¿cómo se enseñará a los hijos de Daniel, de quien los judíos narran que era eunuco? Pero como su alma fue santa y fructífera, y como por palabras divinas y proféticas procreó muchos hijos, se dice: ‘Y si se hallaren en él estos tres varones: Noé, Daniel y Job, tan sólo ellos, por su justicia, salvarían su vida’. Nosotros también podemos volvernos Daniel y, para no enumerar a todos los santos, puedo ser Pablo, si soy imitador de aquel que declara: ‘Sed imitadores míos’ (1 Cor. XI, 1), (…). Eres su hijo, la descendencia de Pablo. No te sorprendas de convertirte en hijo del Apóstol: ten virtudes y serás hijo de Cristo: ‘Hijitos míos, dice, por poco tiempo todavía estoy con vosotros’ (Jn. 13, 33). Ahora bien, cuando lo seas del Hijo, lo serás también del Padre Todopoderoso, porque son de una sola y misma naturaleza. Esta es la obra del justo, y a esto aspira: como hijo de Daniel, de Jacob, de Noé, de Abraham, a elevarse a la adopción de Dios, y a ser llamado no ya con nombres de hombres, sino con los títulos de los hijos de Dios (…).

6. ‘Estos tres hombres en medio de ella’ (Ez. 14, 14). Un oyente educado objeta: se nombran tres en el presente texto, pero tu homilía alega muchos tanto de Daniel, de Job como de Noé. Nuestra respuesta es la siguiente. Toda multitud de seres semejantes no hace más que uno, y muchos hombres semejantes no son muchos cuerpos, sino que todos son un solo cuerpo, como está escrito: ‘Vosotros sois cuerpo de Cristo y miembros (cada uno) en parte’ (1 Cor. XII, 27) (…).  En efecto, así como muchos cuerpos son un solo cuerpo, y muchas ovejas que se perdieron son una sola oveja, así todos  los Noé, Daniel y Job se reducen a un solo Noé, Daniel y Job. 

7. (…) Siendo así, hay otra cuestión que debemos examinar con atención para que brille la verdad de las Escrituras: ¿por qué, habiendo tantos justos, se nombran aquí sólo tres, Noé, Daniel y Job? Una vez aprendí de cierto hebreo, explicando este pasaje, que estos son nombrados por la razón de que cada uno de ellos verá tres épocas, alegre, triste, alegre de nuevo (…)” [1].


II. Segundo paso, el sentido tropológico: Tres hombres, tres virtudes, tres instrumentos

Sentencias de los Padres del Desierto (Siglo IV-V), I. De la manera de adelantar en la vida espiritual según los Padres, Abba Pastor

“12. El abad Pastor dijo: ‘La guarda del corazón, el examen de sí mismo y el discernimiento, son las tres virtudes que guían al alma’. 

13. Un hermano preguntó al abad Pastor: ‘¿Cómo debe vivir un hombre?’. Y el anciano le respondió: ‘Ahí tienes a Daniel, contra el que no se encontraba otra acusación, más que el culto que daba a su Dios’ (Cf. Dn, 6, 56)

14. Dijo también: ‘La pobreza, la tribulación y la discreción, son las tres obras de la vida solitaria. En efecto, dice la Escritura: ‘Si estos tres hombres, Noé, Job y Daniel hubiesen estado allí...’ (Cf. Ez 14, 14-20). Noé representa a los que no poseen nada. Job a los que sufren tribulación. Daniel a los discretos. Si estas tres se encuentran en un hombre, Dios habita en él’…” [2].


III. Tercer paso, el sentido anagógico: tres estados de vida, tres personajes simbólicos, tres categorías de personas que serán liberados

San Agustín de Hipona (Siglo V), Comentario al Salmo 132

“4. Hay monjes falsos, como clérigos falsos y fieles falsos. Todos estos tres géneros, hermanos míos (…) tienen en su seno buenos y malos. De estas tres clases de hombres se dijo: Habrá dos en el campo: uno será tomado y otro dejado; habrá dos en el lecho: se tomará al uno y se dejará al otro; habrá dos en el molino: la una será tomada y la otra dejada (Mt 24,40 s.). Se hallan en el campo los que gobiernan la Iglesia. De aquí dice el Apóstol, y ved si no estaba en el campo: Yo planté, Apolo regó, pero Dios dio el incremento o crecimiento (1Cor 3,6). Quiso que se entendiese por los que estaban en el lecho los que amaron el reposo, pues por el lecho simbolizó el descanso; éstos no se mezclan entre las turbas, no se hallan en el alboroto del género humano; en el descanso sirven a Dios; y, sin embargo, de allí, uno será tomado y otro dejado. Allí hay virtuosos y reprobados. No os atemoricéis porque se encuentren allí réprobos, pues hay algunos ocultos que sólo aparecerán al fin. Las dos personas del molino se consignaron en género femenino: duae, queriendo se entendiese la plebe, la turba o el pueblo. ¿Por qué estaban en el molino? Porque se hallaban en este mundo, simbolizado por el molino, ya que se mueve como la piedra del molino. ¡Ay de aquellos a quienes tritura! De tal modo se mueven allí los fieles buenos, que una de ellas es abandonada y otra aceptada. Los amadores, los defraudadores, los engañadores de este mundo, perpetran ciertas acciones propias de él. Otros se portan en él como dice el Apóstol: Disfrutan de este mundo como si no disfrutasen. Pasa, pues, la figura de este mundo, y quiero que vosotros estéis sin cuidados (1Cor 7,31 s.). ¿Oyes quién será tomada del molino? Sin duda se ven muchos pecados en los que son ricos. Teniendo más trabajo, administrando más asuntos, defendiendo más extensos negocios familiares, difícilmente acontecerá que no contraigan más pecados; de ellos se dijo: Más fácilmente entra un camello por el ojo de una aguja que un rico en el reino de los cielos (Mt 19,24-26). Pero, al contristarse los discípulos por aquellos de quienes ya desconfiaban, les consoló el Señor, diciéndoles: Lo que es imposible a los hombres, es posible para Dios. Oye al Apóstol, si no echas en saco roto lo que dice: Manda a los ricos de este mundo que no se engrían (1Tm 6,17). Pero encontrarás también a un pobre soberbio y a un rico humilde; verás a un cristiano que considera en todo su valor que todas aquellas cosas pasan y perecen, que nada trajo a este mundo y nada ha de llevarse de él; que piensa cómo el rico que ardía en las llamas del infierno deseó que le cayese una gota de agua del dedo de aquel que anhelaba las migajas de su mesa; y, pensando estas cosas, hacen lo que dice el Apóstol: No ponen la confianza en lo incierto de las riquezas, sino en Dios vivo, que nos da en abundancia todas las cosas para disfrutarlas. Sean ricos—prosigue diciendo el Apóstol—en buenas obras, sean dadivosos y limosneros. Y esto, ¿qué bien les reporta? Atesoren un buen fundamento para el futuro a fin de que consigan la verdadera vida (1Tm 6, 17-19). Ved aquí las que serán tomadas del molino (…).

5. Así habla también Ezequiel de tres personas (…). Estos ya fueron librados en otro tiempo, pero en estos tres nombres simbolizó otros tres géneros de hombres. Noé representa a los rectores de la Iglesia, porque gobernó el arca en el diluvio. Daniel eligió la vida descansada; en el celibato sirvió a Dios, es decir, no tuvo mujer; era varón santo, entregado en la vida a deseos celestes; fue tentado muchas veces, y encontrado oro acendrado. ¡Cuán aquietado era el que se hallaba seguro entre los leones! Luego en el nombre de Daniel, que también fue llamado varón de deseos (Dn 10, 11), pero sin duda castos y santos, se hallaban simbolizados los siervos de Dios, de los cuales se dice: ¡Ved cuan bueno y deleitoso es habitar los hermanos en unión! En el nombre de Job se halla representada una de aquellas que fue tomada del molino, pues tenía mujer, hijos, abundantes riquezas; y tenía tantas en este mundo, que el diablo le echó en cara que no adoraba a Dios gratuitamente, sino por lo que había recibido de Él. Esto echó en cara al santo varón; pero en sus tentaciones se probó cuan gratuitamente Job adoraba a Dios; no por las cosas que había recibido, sino a Dios por Dios. Habiendo perdido todas estas cosas en una repentina prueba y aflicción; perdida la heredad, perdidos los herederos, dejándole solo su mujer, no para consuelo, sino para tentación, dijo lo que sabéis: El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó; como al Señor le agradó, así se hizo. Sea bendito el nombre del Señor (Cf. Job 1,1-21). En él se cumplió lo que cantamos diariamente si nos armonizamos con las obras: Bendeciré al Señor en todo tiempo; siempre se halle en mi boca su alabanza (Sal 33,2). Luego en estos tres nombres se hallan simbolizados los tres géneros de hombres lo mismo que en aquellos tres que conmemoré del Evangelio” [3].


IV. Cuarto paso, los sentidos alegórico, tropológico y anagógico: Tres tipos de creyentes, tres estados de vida, tres caminos de perfección

San Gregorio Magno (Siglo VI), Homilías sobre la profecía de Ezequiel I, 8, 10

“10. Pero se debe tender la vista de la fe desde el principio de la Iglesia hasta el fin del mundo y ver cómo andan estos ejércitos; pues se llaman ejércitos las multitudes acampadas cuando marchan en orden de batalla o cuando en el camino se detienen en un lugar determinado. Es, por tanto, la vida del presente siglo camino para las muchedumbres, para todos los santos que viven en concordia.
Uno es, pues, el ejército de los que predican, los cuales trabajan de un lado para otro en disposición de pelear en la santa obra de recoger las almas.
Otro es el ejército de los continentes y de los que se apartan de este mundo, los cuales cada día se disponen a librar en su corazón la batalla contra los espíritus malignos.
Otro es el ejercito de los buenos casados, que, viviendo acordes en el amor de Dios omnipotente, páganse mutuamente el débito carnal, pero de tal modo que jamás se olvidan de las buenas obras que deben a Dios, y que, si algo delinquen en cuanto hombres, lo redimen con obras pías.
Luego, porque desde el principio de la Iglesia hasta el fin del mundo los distintos órdenes de fieles que viven en concordia pelean contra las aéreas potestades, los ejércitos caminan y se produce a modo de ruido de ejército, porque, para alabanza de Dios omnipotente, en ellos se oyen las armas de las virtudes y de los milagros…” [4].

San Gregorio Magno (Siglo VI), Homilías sobre la profecía de Ezequiel II, 4, 5-8

“5.Oh bien, porque, como hubo tres clases de Padres antiguos, en la ley de gracia siguieron tres clases de Padres nuevos. En efecto, el pueblo antiguo tuvo Padres antes de la Ley, Padres durante la Ley y al fin profetas; y en el pueblo nuevo, primero creyeron las primicias de los hebreos, después abrazó la fe la plenitud de la gentilidad (Rm 9), y después, al fin de los tiempos, se salvaran las reliquias de los hebreos.
Luego, porque la encarnación del Señor tuvo anteriormente Padres antes de la Ley, Padres en la Ley y al fin profetas, y posteriormente reunió fieles de entre los hebreos, luego fieles de entre los gentiles y al fin reliquias de los hebreos, por eso se dice que el camino del Oriente tiene tres cámaras a un lado y tres al otro lado.
Mas esto mismo lo podemos entender sin inconveniente, diciendo que hay tres clases de fieles; porque, así en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, una es la clase de los que predican, otra la de los continentes y otra la de los buenos casados.
De ahí que el mismo profeta, en la parte anterior, vió tres varones liberados: Noé, Daniel y Job, y en los tres claramente están significados los predicadores, los continentes y los casados; porque Noé rigió el arca en medio de las aguas y, por tanto, figuró los rectores; Daniel en el palacio real se entregó a la abstinencia, y por la misma figuró la vida de los continentes; y Job, que dignamente figura la clase de los buenos casados, agradó a Dios viviendo en el matrimonio y ocupándose en los cuidados de la propia casa. Luego, como antes de la venida del Mediador hubo predicadores, continentes y buenos casados que aguardaron el mismo advenimiento de El y con grandes deseos quisieron verle, también después, como lo estamos viendo, hay predicadores, continentes y buenos casados que deseamos contemplar a nuestro Redentor, no ya encarnado, sino en la gloria de su majestad, el camino del Oriente tiene tres cámaras a un lado y tres al otro, conforme canta el Salmista, que de este mismo camino, o sea, de nuestro Redentor, dice (Ps. 17,12): Su pabellón le cubría por todas partes.

6. Pero debemos pensar con solícita atención lo que se dice: que era igual la medida de las tres cámaras; porque ¿cómo es que tienen igual medida, estando la dignidad de los predicadores tan distante de la de los continentes y de los que callan, y distando mucho de la de los casados la dignidad de los continentes?
En efecto, los casados, aunque obren bien y deseen ver a Dios omnipotente, hállanse ocupados por cuidados domésticos y, forzados por la necesidad, tienen el pensamiento dividido en lo uno y en lo otro; mas los continentes están alejados de las obras de este mundo, refrenan el placer de la carne hasta del lícito matrimonio, no se hallan envueltos en el cuidado de los hijos ni en los peligrosos y difíciles pensamientos de los negocios familiares; pero los predicadores no sólo se reprimen de los vicios, sino que además impiden pecar a otros, los conducen a la fe y los instruyen en el deseo del bien vivir. ¿Cómo, pues, la medida de los unos es igual a la de los otros, cuya vida no es igual?
Pero es igual la medida de los tres, porque, aunque la diversidad de los méritos es muy distinta en ellos, sin embargo, no hay diferencia en la fe, por la cual todos caminan, puesto que la misma fe, que a éstos los mantiene firmes en la cosas mayores, conforta la debilidad de los otros en las cosas pequeñas. O bien, es igual la medida de los tres, porque en la última retribución, aunque no sea igual la dignidad de todos, sin embargo, todos tendrán la misma vida bienaventurada.
Por lo que también el mismo Señor dice por sí mismo (Io 14, 2): En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones; pero, no obstante, los que a ella fueron llevados, aunque llegaron a distintas horas, recibieron un solo denario.
¿Y por qué razón corresponden las muchas habitaciones con un solo denario sino porque serán distintas, sí, las dignidades de los santos ciudadanos, pero, no obstante, tendrán la misma retribución del descanso eterno?; porque, aunque sea distinto el mérito de cada uno, no habrá diversidad de gozos; porque, aunque uno goce más y el otro menos, a todos alegra un mismo gozo: el de ver a su Creador” [5].


V. Herencia de la tradición patrística

San Bernardo de Claraval (Siglo XII),  Sermón a los Abades: Noé, Daniel y Job cruzan el mar de tres modos distintos

“1.Todos sabemos que hay tres clases de hombres que alcanzan la libertad cruzando, cada uno de un modo distinto, este mar inmenso (Sal 103,25), símbolo de esta vida llena de molestias y oleajes. Son Noé, Daniel y Job (Ez 14,14). El primero lo cruza en una nave, el segundo por un puente y el tercero nadando. Estos tres hombres representan tres estados de vida en la Iglesia: Noé dirigía el arca para no morir durante el diluvio (Gn 7,7). En él reconozco sin vacilar la misión de los que gobiernan la Iglesia. Daniel es el varón de deseos (Dn 9,23), entregado a la abstinencia (Dn 1,8) y castidad: el prototipo de los que se consagran exclusivamente a Dios en la penitencia y continencia. Job (Jb 1,3) administra sabiamente las riquezas del mundo (1 Jn 3,17) en la vida matrimonial, representa al pueblo cristiano que posee honestamente los bienes terrenos.
Trataremos del primero y del segundo, porque tenemos aquí presentes a nuestros venerables hermanos y coabades que pertenecen a la jerarquía, y también se hallan algunos monjes, que viven en la condición de penitentes. Nosotros los abades no podemos olvidar que también pertenecemos a ese estado, a no ser que -Dios no lo permita-por los privilegios de nuestro ministerio olvidemos nuestra profesión.
No me entretengo en el tercero, es decir, los que viven en el matrimonio, porque apenas nos atañe a nosotros. Estos atraviesan el océano a nado, lanzados a una aventura llena de fatigas y peligros; y a una travesía inmensamente grande y desprovista de caminos. Es un viaje muy arduo, como lo vemos por tantos como lloramos por perdidos, y los muy pocos que llegan a la meta. Ciertamente, es muy difícil, sobre todo en estos tiempos invadidos de maldad, sortear las tormentas de los vicios y los abismos del pecado entre el oleaje del mundo”6.


San Bernardo de Claraval (Siglo XII), Sermones varios, Sermón 9

“3. Por nuestra parte acostumbramos ver en estas palabras (El Señor anuncia la paz, a su pueblo y a sus santos, a los que se convierten de corazón) tres categorías de hombres, los únicos a quienes Dios anuncia la paz. Otro profeta nos habla de tres hombres que se salvaron: Noé, Daniel y Job. Los cita en orden inverso, pero las categorías son las mismas: los continentes, los prelados y los casados.
Los continentes si abandonan los placeres carnales para entregarse a los propios del corazón, los deseos espirituales; por eso el ángel llama a Daniel varón de deseos. Los prelados si procuran servir más que presidir, ya que a ellos les concierne sobre todo la santidad. Un salmo no duda en llamarlos espiritualmente santos. Y los casados si no violan los preceptos, para que se los llame con razón pueblo de Dios y ovejas de su rebaño” [7].


San Bernardo de Claraval (Siglo XII), En la Natividad el Señor, Sermón 1

“Tres de estas (…) fuentes parece que se aplican a los tres órdenes de la Iglesia respectivamente. La primera fuente nos es común a todos, pues todos fallamos muchas veces: Necesitamos la fuente de la misericordia, donde podemos lavarnos de la inmundicia de nuestros delitos. Insisto en que todos hemos pecado y estamos privados de la gloria de Dios. Todos nosotros, superiores, célibes y casados, si afirmamos no tener pecado, nos engañamos a nosotros mismos. Ya que nadie está exento de culpa, necesitamos de la fuente de la misericordia. Este mismo deseo debe impulsar a Noé, Daniel y Job hacia esta fuente. Además de esta fuente, Job busca de manera especial la fuente de la sabiduría, porque camina siempre vadeando peligros. Y será formidable si evita el mal. Daniel tiene que correr hacia la fuente de la gracia; necesita robustecerse con obras de penitencia y trabajos de abstinencia por la gracia de la devoción.
Conviene actuar siempre con ánimo distendido, porque Dios se lo agradece al que da de buena gana. Nuestra tierra no se ofrece fértil a esta semilla; me refiero a una vida sana. Y muy fácil se extinguirá y se secará si no la favorecen los riegos frecuentes. Por eso imploramos en la oración del padrenuestro esta misma gracia bajo el símbolo del pan de cada día. Procuremos no incurrir en aquella horrible maldición del Profeta: Que sean como la grana de las azoteas, agostada antes de segarla. La fuente del estímulo conviene de modo especial a Noé, porque este celo debe animar a los superiores” [8].



Notas:

[1] Origéne, Homélies sur Ézéchiel, SC 352. Du Cerf, Paris, 1989, pp. 171-187. Traducción de Cristian Nicolás Jacobo.

[2] Apotegmas de los Padres del Desierto, Athanasius Editor, Córdoba, 2017, p. 11. 

[3] Traducción de Giuseppe Pagano.

[4] Obras de San Gregorio Magno, BAC, Madrid, 1958, p. 314.

[5] Obras de San Gregorio Magno, BAC, Madrid, 1958, pp. 434-436.

[6] Obras completas de san Bernardo IV, BAC, Madrid, 1986, pp. 443-451.

[7] Sermones varios, Serm. 9, Obras completas de san Bernardo VI, BAC, Madrid, 1988, p. 109.

[8] En la Natividad del Señor, Serm. 1, Obras completas de san Bernardo III, BAC, Madrid, 1985, p. 209.





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